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Día Cinco: Eres importante

Me quedé muda. Estática. Bloqueada. Aturdida. Mis oídos dejaron de recibir las voces de la inapropiada discusión que Kim Wo Kum mantenía con la joven fiscal y mis ojos emborronaron lo que me rodeaba y se clavaron como chinchetas en la silueta de sudadera roja que, con el cabello oscuro desordenado sobre la frente, me observaba tan fijamente como yo a ella.

—Yoon... —El corazón se me aceleró como si se me quisiera salir del pecho y me impidió terminar de hablar.

Inspiré hondo y reprimí el par de lágrimas que amenazaban con nublarme la vista. ¿Era él? ¿Era realmente él? ¿No me estaba engañando a mí misma con alguna de esas visiones de duelo o algo similar? ¿No lo estaba confundiendo con otro, amparada en mis deseos de volver a verle? ¿Estaba de verdad ahí? Costaba creerlo. ¡Dios! Después de todo, costaba tanto creerlo...

—¿Trabajas en el hospital o eres del juzgado? —Su inconfundible voz, con el mismo timbre seguro y franco que tanto había llamado mi atención años atrás, inundó el aire y me dejó sin respiración—. Perdona que te lo pregunte tan directamente pero no tengo tiempo para andarme con formalidades.

Estuve a punto de ignorar la pregunta, correr hacia él y abrazarle. Ansiaba palpar la oscuridad de su cabello, acariciar sus mejillas, besarle y decirle lo que mi corazón había estado guardando en silenciosa agonía, resignado a la idea de tener que vivir con su ausencia. Sin embargo, sus palabras me sonaron tan extrañas, tan diferentes de la reacción que había esperado, que mis pies se quedaron pegados al suelo como si los hubieran untado con pegamento.

Estaba diferente. Distante. Ajeno.

—Estoy en el equipo forense. —Me las arreglé para seguir el hilo—. Soy personal del juzgado.

—Oh, vaya. —Sus pupilas reflejaron algo parecido a la decepción y me esquivaron para centrarse en el pasillo de las habitaciones—. Entonces nada. Disculpa.

El mundo se me cayó encima.

¿Nada y disculpa? ¿Cómo que nada y disculpa? Vale que en tres años podían pasar muchas cosas y que yo desconocía las dificultades por las que habría tenido que atravesar en Tokyo. Vale que la vida daba muchas vueltas. Vale que quizás hubiera reevaluado sus prioridades. Vale que la gente cambiaba. Pero, ¿tanto? Y, ¿tan de golpe? ¿No había sido precisamente él el que había prometido hacer lo imposible por regresar a mi lado? ¿No me había murmurado al oído una Bitácora para que no olvidara que, a pesar del tiempo, me iba a seguir queriendo?

Los ojos me escocieron y un velo acuso me empañó la visión. Dolía. Parecía haber cambiado de página como sin nada y dolía mucho.

—Señorita Eun. —El forense se me acercó, casi de puntillas, con las arrugas impregnadas en ansiedad—. Por favor, es necesario que venga conmigo. He reunido al equipo completo de trabajo en uno de los despachos porque tengo algo que explicarles.

No me moví. No me interesaba nada de lo que pudiera decir.

—Es importante. —El investigador notó mi resistencia así que me agarró de brazo—. Necesitamos debatir algunos puntos. —Se inclinó sobre mi oído—. Y le ruego que no haga ni diga nada que la pueda exponer ante la fiscal Yoo Hyeon. —Señaló con la cabeza a la chica rubia, que se había apartado al mostrador y le mostraba su documentación a Dark Ho—. Arruinará su vida sin pestañear si se entera de sus asuntos personales, créame.

Mis asuntos personales. Ya. Qué gracioso. Desconocía que me quedara algo de eso.

—Hágame caso. —Tiró de mí—. Esta vez hágame caso.

Me dejé arrastrar hacia atrás. No quería irme pero me estaba empezando a embotar, como un muñeco sin voluntad que no reconocía como propio, y las fuerzas me habían abandonado.

Yoon Gi ni siquiera me miraba. ¿Por qué? Estaba a lo suyo, más pendiente de los movimientos de la tal Yoo Hyeon y de examinar a los profesionales que le salían al paso que de tomarse un minuto en, al menos, despedirse de mí. ¿Por qué?

"No sufras".

La voz de mi otro yo, dormida desde ni recordaba cuándo, arrampló de improviso en mi cabeza con una fuerza inusitada. Lógico. La situación empezaba a colapsarme y mi mente buscaba defenderse.

"Yo estoy aquí para hacerte fuerte. Para ayudarte. Para salvarte".

—Haces bien en retirarte.

Los zapatos blancos de elegante tacón de la fiscal bailotearon al pasar por mi lado con un ritmo que se me hizo insoportable.

—Es una lástima que tengamos que conocernos de esta forma. —Detecté su tenue sonrisa envuelta en orgullo vencedor—. Me hubiera gustado charlar un poco contigo pero me temo que hoy debo limitarme a saludarte y despedirte al mismo tiempo. —Agitó los dedos de la mano en el aire—. Lindo día, Eun Mei Te.

Demonios.

Me hubiera encantado defenderme o, mejor dicho, atacarla con alguna brillantez de las que de vez en cuando se me ocurrían pero estaba demasiado aturdida como para eso. Un halo neblinoso me impedía ver con claridad y las voces de mi alrededor se habían convertido en ecos llegados desde lo alto de una montaña.

"De momento vete".

El pecho se me congestionó. No. No quería irme. Yoon Gi estaba ahí. Después de tres años estaba por fin ahí. ¡Estaba ahí!

"Vete".

¿Y hacer caso a la fiscal? ¿Al forense? No.

"No seas tonta. Para ganar a veces hay que aceptar perder".

¿Perder más aún de lo que ya había perdido? No, eso tampoco era planteable.

—¿Mei? —El timbre de Yoon Gi resonó entonces en medio de mi enajenación y la bruma se disipó lo justo para verle acercarse—. ¿Eres Mei? ¿La doctora Eun?

No necesité más para entender. No me reconocía. Cielos; ¡no sabía quién era yo!

"Vamos, vete. Ya".

Obedecí y, obnubilada, le di la espalda. Kim Wo Kum dejó escapar un suspiro y me soltó. Mis pies se movieron solos hacia la puerta de cristal irrompible que separaba la planta del área de los despachos médicos.

—¡Espera! —Yoon Gi corrió detrás de mí—. ¡Espera un segundo!

"Deja que me ocupe yo".

Apreté el paso. Identifiqué a Suni, con su bata blanca y el inconfundible osito bordado en el bolsillo superior, abriéndome la cerradura con gesto de estupor, y a Jimin unos metros por detrás, semioculto tras el hueco de una columna, con la cara desensacajada y los ojos rojos de haberse hartado a llorar. Parecía hasta más sobrepasado que yo, que no era poco.

—¿Podrías dedicarme medio segundo de tu vida si eso no supone un trastorno a tu valioso tiempo? —Las palabras de Yoon Gi retumbaron pegadas a mi espalda—. Que ande corriendo detrás de una psicóloga en una Unidad de Psiquiatría me hace parecer un neurótico de primera categoría.

Ese simple comentario consiguió anclarme y me detuve. Su forma de hablar era algo que amaba y eso ayudó a que el mareo y la confusión se redujeran a la mitad. El aire me entró de nuevo en los pulmones. Me giré. Nuestros ojos se encontraron.

—Señor Min, le ruego que se centre en sus asuntos y deje de molestar a los miembros de mi equipo.

La silueta enjuta de Kim Wo Kum se interpuso e impidió que se siguiera acercando, Suni me tiró del brazo y, en un santiamén, me vi fuera de escena, en la zona restinginda, al otro lado del cristal.

—Es curioso que a un intento de conversación lo llame molestar. —Yoon Gi se dirigió al forense—. Que su mecanismo de afrontamiento se base en la evitación y en dar los detalles justos cuando le parece justo le debe acarrear serios problemas con los demás.

—No desvíe el tema, que ya me lo conozco de sobra. —El aludido tosió varias veces, en busca de camuflar los nervios—. Tanto usted como y yo sabemos que es perfectamente capaz de usar a la señorita Eun en la forma ruin y despreciable que considere más oportuna a fin de sonsacarle los datos de nuestros avances en la investigación.

—¿Ruin y despreciable? —repitió él, con una medio sonrisa de lado—. Sí, supongo que el hecho de que usted priorice el reconocimiento y el éxito con actos tan morales como, por ejemplo, pisotear los errores de su compañera fiscal que, por cierto, terminó suicidándose, le hace deducir que yo, por mi condición de psicópata saca tripas, haría cosas mucho peores.

—¿Qué es lo que ha dicho? —El rostro del anciano adquirió la tonalidad de un tomate maduro—. ¿Cómo sabe que la antigua fiscal se...?

—No lo sabía. Usted me lo acaba de confirmar.

Las arrugas del investigador se transformaron en un amasijo de profunda vergüenza, rabia y frustración.

— ¡Dedíquese a lo suyo y mantenga su analítica mordad bien lejos de mi equipo! —El portazo que le dedicó resultó atronador—. ¡Lo digo muy en serio, señor Min!

—Resulta que no solo es evitativo sino que también impone a los demás que lo sean sin preguntarles su opinión. —La réplica fue instantánea—. Ahora entiendo que con sesenta y siete años que tiene no se haya querido jubilar. Su familia no le debe tolera así que el trabajo remedia su soledad.

El forense apretó el paso, desairado a más no poder, y me arengó para que le siguiera pero no me moví. Aún medio disociada y sin terminar de creer lo que estaba pasando, me pegué al cristal y Yoon Gi, al otro lado, hizo lo mismo.

—Oye, no es que me interese tu investigación o me empeñe en seguirte sin entender que tengas mejores cosas que hacer que atenderme a mí —dijo—. Lo que pasa es que creo que tu llevaste mi caso y me gustaría preguntarte un par de cosas.

Sus pupilas destilaron tanta profundidad que por un instante creí que terminaría ahogándome en ellas.

—Firmaste mis informes —continuó—. Nunca he creído en el sistema de Salud Mental. Debí de haber confiado mucho en ti para que accediera a hacer terapia.

No fui capaz de responder. Veía que intentaba hilar los hechos a golpe de lógica porque realmente no tenía ni idea de lo que habíamos sido. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Qué? ¿Llorarle? ¿Contárselo? ¿Callarme y dejarle ir? Todo entre nosotros había terminado. No, mejor dicho, para él no había ni empezado.

"No te deseperes".

Ya. Eso era más fácil de decir que de hacer.

"Debes dejarme a mí".

—¡Reunión! —La aspereza del investigador me llegó en eco a través de las paredes del pasillo—. ¡Señorita Eun, la reunión!

—Otro día hablamos —decidí darme tiempo.

—¿Otro día? —Parpadeó—. ¿Y cuándo se supone que sea eso? Me estás dando largas. ¿Tan mal recuerdo tienes de mí?

—Ya te buscaré por el juzgado.

Me costó horrores separarme de la puerta y aún mucho más acercarme al tercer despacho de la derecha, en donde un policía hacía guardia con la cara más seca del mundo, pero, por fortuna, mi estado disociado tiró de mí.

"Para ganar primero hay que aceptar perder".

Encontré la consulta convertida en una improvisada sala de investigación, con dos ordenadores desmontables colocados en el suelo, una pizarra blanca repleta de las fotografías de una escena criminal y al menos diez personas entre las que reconocí a la solícita secretaria de Wo Kum que siempre andaba de un lado para otro y a Jimin, perdido en la esquina del fondo con los ojos fijos en las baldosas del suelo.

—Como ven, la fiscalía ya está metiendo la narices en nuestro caso. —El forense se apoyó en la mesa y señaló a la pizarra con un puntero de color rojo—. Yoo Hyeon quiere darnos a entender que no sabemos encauzar la investigación y ha reabierto el caso de un homicidio que ocurrió hace un par de años con la intención de demostrarle al juez que somos unos imbéciles sin criterio y que no nos enteramos de nada.

Una lucetita roja se posó sobre la primera de las imágenes.

—Para lograrlo ha echado mano de sus influencias personales y ha conseguido la colaboración del señor Min Yoon Gi que, para los que no lo sepan, es la persona más brillante y retorcida que me he echado jamás echado a la cara y que, por lo mismo, va a jodernos a base de bien. —Resopló—. Sin embargo, lo que ellos no saben es que yo también contaba con ese caso. Revisé el expediente antes que Su Señoría decidiera asignárselo a ellos.

Mis ojos se movieron hacia el indicador luminoso. La víctima también era una mujer joven y lucía tumbada en el suelo del rellano de una casa, vestida de blanco como si fuera una novia, con los ojos abiertos de par en par y un velo enrollado al cuello a modo de soga. Estaba peinada, limpia y maquillada, pero la postura era mucho menos delicada que la que había analizado en Soo Bin y tampoco había balanza ni corazón fuera de su cavidad.

—Su nombre era Park Min Young, aunque todo el mundo la conocía como Milly.

Milly. Rayos; ese nombre también me sonaba una barbaridad.

—Fue estrangulada por Zang Yung Ho, un chaval que padecía esquizofrenia paranoide y que, al parecer, estaba enamorado de ella.

El cursor se movió por el resto de las fotos, todas ellas de la misma escena tomada desde diferentes ángulos.

—El móvil del crimen fue el rechazo amoroso —continuó—. La asesinó, se entregó y, aquí viene lo interesante, en el interrogatorio se dedicó a hablar sobre un mensaje que no entendía y a decir incansablemente que se tenía que casar. Si a eso le añadimos que el señor Zang se suicidó hace un par de días, es inevitable no no pensar en el paralelismo con Kim Tae Hyung.

Sí, estaba claro. Sin embargo, la diferencia en las muertes me confundía. Un asesino serial podía cambiar la escenografía pero solía ser escrupuloso con su patrón de muerte, a menos que fuera un perfil en desarrollo, un novato que estuviera experimentando. ¿Podría ser?

"Desamor. Pérdida. Decepción".

La cabeza comenzó a darme vueltas y me apoyé con disimulo contra la pared. Maldita sea; la imagen de Yoon Gi me había vuelto a la mente y mis ojos parecían dos ríos a punto de desbordarse.

"No llores y dame el control".

Quizás debiera. Dejar paso a mi otro yo, mucho más fuerte, más independiente y notablemente menos emocional me permitiría a arrancarme de cuajo la pena que sentía.

—¿Quieres que nos vayamos?

Retiré la vista, emborronada por las lágrimas, de la pizarra. Jimin estaba a mi lado y me sostenía de los hombros. No me costó mucho comprender que lo hacía porque había estado a punto de caerme.

—¿Puedes caminar? —Su timbre suave se abrió paso en medio de eco de Kim Wo Kum que, seguía con su disertación—. ¿Te ayudo?

Negué y, antes de que pudiera hablar, los labios se me movieron solos y formaron una media sonrisa.

—Eres realmente enternecedor, ¿lo sabías? —Mi voz, cargada de cariñosa frialdad sonó dulce y seca a la vez—. Siempre tan preocupado por mí, tan solícito y tan leal que hasta diría que pareces una personita libre de hipocresía social.

—Es que me importas. —Se mordió el labio, intranquilo. Por supuesto, había notado mi cambio—. Puedo ser complaciente con otros pero en tu caso de verdad quiero que estés bien.

—No te apures. Nunca he estado mejor, precioso.

—Noona, no. —Mi alusión le hizo abrir los ojos y el espanto se hizo eco en sus pupilas—. Por favor, no hables así.

—Me marcho —ignoré su petición—. Esta charla está siendo un aburrimiento mortal y no aporta nada.

Se quedó mudo, rígido como una estatua, y aproveché para liberarme de su agarre y caminar hacia la salida, con los ojos completamente secos y la idea de arrancar la piel a tiras a la primera escoria que me topara por el camino. Había muchas personas que lo merecían y yo, esforzándome por mantenerme en la normalidad social, había sido siempre demasiado condescendiente.

—¿Ya se va, señorita Eun? —La pregunta de Kim Wo Kum me detuvo cuando ya tenía un pie fuera—. No he terminado de...

—No gaste más saliva, señor Kim. —No me molesté en girarme; total, ¿para qué esforzarse con gente tan trivial?— Sé cuál es el nexo de unión de los homicidios y tengo mucho en lo que trabajar como para perder el tiempo escuchándole.

—Pues si es tan amable de explicarnos lo que ha...

Le dejé con la palabra en la boca y abandoné la planta por las escaleras. Me daba lo mismo. Detestaba su sapiencia de investigador semi jubilado y el aire a dignidad que se gastaba, como si encarnara la verdad absoluta y el resto tuviéramos que seguirle el dogma, y no pensaba hacerle caso nunca más. Además, acababa de recordar que Milly había sido paciente de la planta, que había coincidido en el ingreso con Jung Kook y que se había enamoriscado de él, y el dato me parecía importante.

Jung Kook.

De nuevo el punto llevaba a Jung Kook.

—Por favor, no te vayas sola en ese estado. —La súplica de Jimin me llegó jadeante, apresurada, y me distrajo de mis teorías—. Déjame que te acompañe.

Me volví de soslayo. Me había seguido hasta la calle y me contemplaba al borde de las lágrimas. Ay; realmente era un ser tan emotivo y sentido... Me daban ganas de jugar un rato con él y reírme de su exceso de sensiblería.

—No necesito tu ayuda —le solté—. No la voy a necesitar más.

—No hablas en serio. —Ahogó un sollozo—. No lo haces.

—Márchate.

Me dirigí al semáforo pero apenas pude dar dos pasos porque se me adelantó y me bloqueó el camino.

—¿Es que no lo entiendes? —me escuché sisear—. ¿Tanto ansías que te destruya, que te aniquile? ¿Tanto te gusta sufrir?

Su respuesta fue levantar la palma de la mano y mostrármela. Aquel era el saludo que yo le había hecho a él tiempo atrás, el día en el que le habían concedido la libertad y había ido a recogerle.

—Sé que no soy de mucha ayuda —dijo—. Aún así, soy tu equipo incondicional y eso no cambiará.

Me recordé de pie en la sala de espera de la cárcel, rodeada de funcionarios, con mi sonrisa más amable puesta en un inseguro Jimin que, tembloroso y con los brazos repletos de marcas de autolesiones, titubeaba sobre cómo saludarme con la maleta en la mano y la cara cargada de culpabilidad.

—Hoy empezamos un cambio. —Realicé aquel mismo gesto.

—¿Qué...? —Miró mi mano y luego a mí, sin entender—. ¿Qué es?

—¿Nunca has chocado la mano con nadie?

El cabello rubio se movió a los lados. Vaya.

—Es un saludo que significa que te alegras de ver a esa persona o que cuentas con ella —expliqué—. En nuestro caso, al chocarlas nos convertiremos en un equipo. Te acompañaré incondicinalmente, tanto si pides mi ayuda como si no, y pase lo que pase, contarás conmigo.

Rayos.

Jimin...

—Equipo. —Su murmullo lloroso me devolvió al momento presente—. Eres mi equipo, Mei.

Me acerqué, despacio. Alcé la mano. La apoyé contra la suya. Dos gruesas lágrimas me resbalaron por las mejillas.

—Te ayudaré y te acompañaré —prosiguió—. No soy importante y nunca lo he sido pero estaré aquí, me necesites o no.

Quise hablar y disculparme por el mal rato que le estaba haciendo pasar pero entonces me abrazó y el nudo en la garganta me lo impidió.

—¿Por qué sigues empeñado en quitarte valor? —conseguí decir, tras más de diez minutos aferrada a él, sollozando sin parar—. Tu eres muy importante para mi. —Apoyé la cabeza en su hombro—. Mucho más de lo que creí.

Yoon Gi y Mei se han reencontrado pero él no la recuerda y eso casi desencadena en ella una brote disociativo.
Sin embargo, Jimin parece haberse convertido en alguien mucho más importante para Mei de lo esperado y ha sido capaz de anclarla.
¿Podrá mantenenerla así?
¿Habría consecuencias si se desatara o, por el contrario, la disociación debería tomar el control?

Todo esto y mucho más en la próxima actualización.
No te lo pierdas.

Ay, ay, ay. La que se ha armado. No me digan, bellxs lectorxs, que Jimin no está haciendo méritos más que de sobra para confundir nuestros disociados corazones y ponernos en una difícil situación.

Espero que hayan disfrutado la actualización y que espero que el resto les siga gustando.

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