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Capítulo 8

Julie estaba mejor, y un tanto avergonzada por lo que había dado lugar la noche anterior. David la llevó a desayunar y luego a dar un paseo por la cubierta para que mirara el mar. Era lo mínimo que podía hacer por ella, pues sentía pena de lo que había sucedido. Él estaba algo silencioso, ya que no dejaba de pensar en la conversación que había sostenido con Alice y su padre. Lo que le habían contado era realmente sorprendente, triste, pero a la vez renovaba las ilusiones respecto a un futuro mejor, en el que pudieran ser una familia completa.

—Julie, —le dijo David luego de un rato mirando el mar—, le he prometido a Annie llevarla a la piscina. ¿Quieres ir a la habitación? Puedo dejarte en algún café o en el cine…

—No, prefiero regresar a la suite y ver una película allí —respondió.

David iba a movilizar la silla cuando ella lo detuvo un momento, poniendo su mano encima de la de él.

—David, lamento mucho lo que sucedió ayer. Sé que fue mi culpa…

Él rodeó la silla y se colocó frente a ella.

—Julie, yo lo lamento más que tú —contestó—, porque ahora te perderás de disfrutar muchas cosas que hubiese querido compartir contigo. No tienes que disculparte, todo está bien. Solo quiero que sepas que deseo desde el fondo de mi corazón que seamos amigos.

—Gracias, David —respondió ella.

Él asintió y la llevó hasta la suite.

Una vez de regreso, se encontró a Annabelle muy feliz, porque en el asistente de camarote había pasado a dejar un pañuelo rojo para cada uno de ellos y monedas de oro, que en realidad eran de chocolate en su interior.

—¡Esta noche es la noche pirata! —exclamó la niña contenta.

La noche pirata era uno de los momentos más esperados a bordo de los cruceros Disney. Todos los pasajeros e incluso los tripulantes, se disfrazaban como piratas; la cena era de esa temática y el espectáculo de cubierta sobre lo mismo, cerrando con un hermoso despliegue de fuegos artificiales.

—Todos debemos ir disfrazados —apuntó la niña.

—¡Válgame Dios! —exclamó Robert riendo—. ¡Necesito un disfraz entonces!

—Te dije que vinieras preparado, papá —contestó David—. Yo viene con el mío.

—¡Y yo tengo el mío! —Annabelle lo había llevado ya, aunque también se podía coordinar en el barco y sacar cita para que los vistiesen para la ocasión.

—Entonces tu madre y yo tendremos que ir a la tienda de regalos a comprar algo para nosotros —añadió Robert.

Alice asintió, no era amante de los disfraces, pero lo haría por la niña y por disfrutar en familia. En cambio, Julie se negó rotundamente.

—Conmigo no cuenten para disfraces —respondió—, luego de la cena regresaré al camarote y veré los fuegos artificiales desde la terraza privada.

Nadie de la familia se atrevió a contradecirla; era preferible que Julie hiciera lo que quisiera, así se evitaban más disgustos.

—¿Ya nos vamos para la piscina? —preguntó Annabelle que estaba vestida con su traje de baño de color morado y unos lindos espejuelos oscuros.

—¡Enseguida me cambio de ropa, cariño! —contestó su hermano.

El Disney Magic contaba con tres piscinas: una solo para niños; otra familiar que era la principal, y una exclusiva de adultos, todas ubicadas en la cubierta 9 del barco. Los Preston se dirigieron a la piscina familiar, la Goofy, que tenía la imagen del famoso animado en el fondo de la misma. Durante más de una hora, jugaron todos en el agua con la pequeña, hasta que Annie decidió unirse al grupo de otros pequeños que jugaban con una pelota.

Alice se quedó observando a la niña por unos minutos, en silencio, hasta que se decidió a hablar.

—David, tienes que ayudarme —le pidió emocionada—. Quiero conocer a Anne. Convencí a tu padre de tomar el Disney Magic no solo para las vacaciones, sino para intentar estar cerca de ella. ¡No puedo creer que anoche estuvo tan cerca de mí y no pude verla!

—Alice, hay algo que no comprendo, ¿cómo estás convencida de que es tu hija? ¿Estás segura de que hablamos de la misma persona?

—Es mi hija, lo sé —afirmó llena de convicción—. Cuando di a Anne en adopción solicité una adopción abierta, pues necesitaba tener noticias sobre ella y su crecimiento. A Anne la adoptaron una pareja de un médico y una enfermera. Ella, Corine, me enviaba fotos todos los años de Anne… Tengo un álbum con todas esas fotografías. La costumbre se ha mantenido en el tiempo. Supe por Corine que Anne se graduó de médico y tiempo después que había comenzado a trabajar para la compañía Disney. Fue solo investigar un poco para saber exactamente en cuál barco se hallaba. No me decidí a conocerla hasta hace poco. Los acontecimientos de este año me hicieron comprender el deseo tan grande que albergaba de conocer a mi hija.

—Esta historia parece sacada de una película de Disney —admitió David—. ¿Por ella fue que nombraste a Annabelle de esa manera?

—Sí, escogí el nombre a propósito. Yo le puse a Anne el suyo también; la familia que la adoptó lo mantuvo y años después, cuando tuve otra hija, aún no había podido olvidar a la primera, así que el nombre de Annie lleva el de su hermana, a la que no ha podido conocer… —sus ojos se llenaron de lágrimas y su esposo volvió a confortarla.

—En las pocas horas que pasamos juntos, yo le hablé a Anne de ti, de Annabelle… Estoy convencido de que querrá conocerlas.

—No lo sé —repuso apenada Alice—, no sé si ella conozca que es adoptada, y en el caso de que lo sepa no sé si desee conocer a la madre que la abandonó…

—Mi amor, debes ser fuerte —le recordó su esposo—. Si hemos llegado hasta aquí es por algo. Pienso que es el momento de que sepa la verdad.

—Siento mucho miedo de eso —confesó—, pero al menos quisiera conocerla y acercarme a ella; por eso te pido ayuda, David. La vida quiso que fueras tú quien la conociera primero, así que te imploro desde el fondo de mi corazón que me apoyes.

—Alice, sabes cuánto te quiero, y te prometo que haré todo mi esfuerzo, pero no puedo engañarte: Anne no quiere saber nada de mí… A consecuencia de los hechos que ya conoces, me pidió que no la buscara más.

—¡Pero tiene que haber una manera de que la conozca! —exclamó ella angustiada—. ¿Y si voy al consultorio a verla?

—No creo que hoy puedas, Alice, pues Anne estuvo toda la noche de guardia y ahora debe estar descansando. Pienso que lo mejor es que esperes a mañana.

Alice asintió.

—Tienes razón. Espero que las cosas entre ustedes se solucionen, así podré estar más cerca de ella.

—Eso deseo yo también —reconoció él—. Te confieso que no puedo dejar de pensar en ella desde que la conocí. Tal parece que los Preston tenemos cierta debilidad por los ojos azules de ustedes, chicas…

Alice sonrió por primera vez en toda la mañana.

—Tiene mis ojos, ¿verdad?

—Sí, se parece mucho a ti, y a Annie.

—Tienes razón, hijo mío —repuso Robert dándole un beso en la cabeza a su esposa—; estos ojos azules son difíciles de olvidar.

Anne durmió varias horas y despertó en la tarde. Apenas había salido de la cama cuando se encontró con su mejor amiga, quien recién había entrado a la habitación que compartían. Wendy no tenía mucho tiempo, pues debía continuar trabajando en la animación. Sin embargo, no quería dejar para más tarde aquella conversación. Era una verdadera suerte que Anne estuviera despierta, así podrían charlar un poco.

—No vas a creer lo que tengo que contarte… —comentó la pelirroja, para crear un ambiente de suspense.

—¿Qué sucedió? —Anne todavía estaba adormilada.

—He conocido a tu David.

—¡Wendy! —le reclamó.

—Tranquila, amiga, que no sucedió nada.

—¿Y cómo sabes que era él? —indagó.

—Pues porque estaba junto a una joven en silla de ruedas con el pie vendado. ¡Debe ser él! Además, se veía muy guapo.

Anne se ruborizó, aunque por las palabras de su amiga, era evidente que David estaba con su novia.

—Entonces están juntos… —no pudo evitar decirlo.

—¡Qué va! Se veía que estaban disgustados el uno con el otro.

—¿Y cómo fue que lo conociste, Wendy?

—Pues yo estaba vestida como ves: de Anna, y él se acercó con una niña para retratarla conmigo.

—Sí, él tiene una hermana… —dijo ella en voz baja, recordando todo lo que habían hablado cuando se conocieron.

—¡Una niña preciosa y muy simpática! Por cierto, se parece a ti. Eres tú en miniatura.

Anne se rio, aquello sería una casualidad.

—Gracias por toda la información, amiga —sonrió Anne, con cierta melancolía—, pero no le veo la relevancia a que hayas conocido a David… Ya sabemos que estaba junto a su novia.

—Ex novia —le corrigió ella—. Se notaba el ambiente tenso entre ellos. ¡La chica no tiene ni la más mínima paciencia con la hermana! Estuvo riñendo con ella todo el tiempo.

Anne asintió, pero lo cierto era que Julie seguía con él y su familia en el barco y ella era una empleada del Disney Magic, no una turista más.

—Gracias por tu entusiasmo, Wendy, pero como te dije, no haré nada más. Estoy trabajando, y él tiene su vida, prefiero no complicar más las cosas.

Wendy quería replicar, pero sabía que no había forma de convencerla, así que desistió y prefirió cambiar de tema.

—Esta noche es la noche pirata, y como no estás de servicio, quiero que me acompañes —le pidió.

—¡No tengo ánimo, Wendy!

—¡Tonterías! —repuso la pelirroja—. Tenemos unos maravillosos disfraces y hasta Nick usará uno. Además, tal vez así puedas ver a David.

Anne se rio.

—¡Dudo que nos topemos con él entre tantas personas!

—Está bien, no importa —prosiguió Wendy—. Solo prométeme que irás.

—Lo pensaré.

—¡Por favor, Anne! Sé que será bueno para ti —insistió—. La noche pirata es muy divertida, te lo garantizo.

—Está bien —cedió Anne riendo—. No hay manera en la que pueda decirte que no, amiga.

—¡Nos vemos esta noche! —exclamó la chica dando palmas antes de desaparecer.

David se veía muy guapo con su camisa blanca a medio abotonar y un pantalón de cuero negro; en la cabeza llevaba un pañuelo de color rojo, un sombrero negro con una calavera, y un parche en el ojo.

—¿Qué tal estoy? —dijo desfilando frente a su hermana.

—¡Guapo! —afirmó la niña orgullosa—. Mucho más que Jack Sparrow.

David se echó a reír con sus ocurrencias.

—¡Y tú estás hermosa, mi pequeña pirata! —exclamó mientras tomaba en brazos a su hermana. La niña llevaba un vestido de colores muy caribeño, collares de conchas marinas, un pañuelo en la cabeza y un sombrerito.

—Yo tampoco me veo mal, ¿verdad? —Robert se había colocado el pañuelo rojo que habían dejado en la suite, y se había comprado un parche para el ojo en la tienda de regalo.

—Pareces un viejo pirata —repuso su hijo.

Robert se echó a reír, no le importaban las burlas. Sin embargo, cuando volteó a su lado, se topó con su esposa, quien se había terminado de arreglar. Alice se veía hermosa, a pesar de su delgadez, con su vestido marinero de franjas azules y blancas. En la tienda de regalos se había comprado un sombrerito blanco, y un pañuelo azul que combinaba con su atuendo.

—Mi gaviota de mar, estás preciosa —le dijo su marido dándole un beso. Alice sonrió.

—Son tus ojos, querido mío, ¡tus ojos!

David sonrió; le encantaba ver a su familia, era muy hermosa… Entonces pensó en Anne, y en que también formaba parte de ellos, incluso sin saberlo. Ojalá las cosas durante el viaje salieran bien y Alice pudiera reencontrarse con su hija.

Todos, incluyendo a Julie, fueron a comer al Animator´s Palate, que era el restaurante que correspondía esa noche. El concepto del restaurante era la labor del animador, las paletas y dibujos que por muchos años sirvieron como base a las películas de la emblemática compañía, por lo que todo estaba decorado en blanco y negro. El menú era especial, por la temática de la noche pirata, y los meseros estaban vestidos de esa manera.

Al entrar, los invitados podían dibujar personajes de Disney en manteles individuales; luego esos manteles eran recopilados por los meseros y se mostraban como animación en las pantallas de la sala, junto al nombre de su autor. Al final de la cena, les devolvían el dibujo con un sello oficial de animador.

Aquello era muy emocionante, pues era como sentirse un verdadero dibujante de la compañía. En ese proceso participaron solo David, Annabelle y Robert. El primero dibujó a Mickey Mouse, aunque un poco escuálido y desproporcionado; Annie prefirió pintar una sirena, y su padre un perrito, que por las manchas parecía un dálmata.

—¿No quieres pintar nada tú? —le preguntó David a Julie—. Eres diseñadora y dibujas muy bien.

—Por eso mismo, David, soy una profesional: no participo en juegos como estos.

David no dijo nada más, era evidente que Julie seguía siendo la misma aguafiestas de siempre.

La familia se divirtió mucho cuando sus dibujos salieron en las pantallas, y Annabelle se sintió muy emocionada de ver a su sirena. ¡Se sentía muy importante!

Al finalizar la cena, David llevó a Julie a su camarote, como había acordado, y luego fue a reunirse con su familia a cubierta. Había muchas personas allí, vestidas de piratas, pasando un buen tiempo. La piscina Goofy estaba cubierta, para aprovechar el área. Había un escenario, pantallas, música, y un ambiente muy festivo.

—Ya estoy aquí —le dijo a su padre y a Alice cuando finalmente dio con ellos.

La expresión de Alice lo preocupó al instante.

—¡No sé dónde está Annabelle! —exclamó la mujer asustada—. ¡Hace un instante estaba aquí con nosotros!

—No te preocupes, Alice, no puede estar muy lejos. ¡Yo iré a buscarla! —David intentó tranquilizarla, pero él también estaba preocupado—. Quédense ustedes aquí, por si regresa. Cualquier cosa, me llaman.

Y dicho esto, David desapareció entre la multitud, dispuesto a encontrar a Annie.

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