Al despertar
Mai nunca había dejado a su hermana sola en ningún momento. Pese a esto, se culpaba profundamente por todo lo que le había ocurrido a Puppet.
A veces, cuando ella regresaba del baño al cuarto de hospital de su gemela, permanecía apoyada en el marco de la puerta en silencio y se dedicaba a verla. Desde que su hermana había sido salvada de ese intento de suicidio, tenía la vaga costumbre de mirar a través de la ventana pacientemente, como si esperara poder algo en especial, o tal vez a alguien.
Mai permanecía minutos enteros viendo fijamente a su hermana, perfilando con su mirada la hermosa chica que era aunque su vestimenta no fuera la mas femenina de todas. Veía hipnotizaba el brillo que destellaban sus ojos violetas, la pequeña sonrisa que se dibujaba en sus delgados labios, la forma en que su clara piel contrastaba con la luz del sol y la luna, y finalmente, terminaba por mirar las cicatrices que reposaban en sus brazos, cruzando por encima de sus venas.
Mai todos los días trataba de explicarse lo que orilló a su hermana a tratar de hacer semejante acción, pero nunca era capaz de hallar la respuesta. Se sentía culpable por no saberlo, se sentía culpable por nunca haberse dado cuenta de lo mucho que Puppet estaba sufriendo debajo de esa magnática sonrisa cotidiana. Y entones, su gemela finalmente se percataba de que fuera de sus propios pensamientos, su hermana la estaba mirando desde el marco de la puerta de su recamara del hospital.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Puppet a modo de broma, como si la razón por la que estaba hospitalizada jamás hubiera pasado y siguiera siendo la misma.
—Mucho —murmuró Mai débilmente, nostálgica, y se dirigió al sillón que reposaba junto a la camilla de su hermana.
—¿Qué te sucede? Desde que eso ocurrió no has sido tú misma —preguntó ya un poco preocupada al ver que el estado de ánimo de su gemela no mejoraba—. Sólo hay que dejarlo atrás, te aseguro que no lo volveré a hacer.
—No es eso lo que me preocupa realmente, hermana —suspiró con pesar mientas desviaba la mirada—. Me preocupa que no me dijeras antes que sentías ganas de morir.
—Uh, eso, claro —habló en un tono de voz animoso, tan propio de ella, mientras hacía una mueca chistosa al subir y bajar los hombros—. Mamá también me había preguntado lo mismo, y a ella realmente no le quise hablar mucho. Pero, tú tienes la ventaja de ser mi favorita —cantareó picando suavemente su nariz—. Así que, como privilegio te voy a hacer una promesa.
—¿Qué es esta vez?
Puppet se sentó en la orilla de la cama para verle de forma seria. La diestra la posó sobre su corazón y elevó la mano izquierda con solemnidad a la altura del hombro.
—Yo, Puppet, prometo nunca más mentir con respecto a mis verdaderos sentimientos.
—¿Y prometes pedirme ayuda cada vez que sientas que no puedas soportar las cosas por tí misma? —se apresuró a preguntar Mai con preocupación y miedo al sólo pensar que podría volver a perderla, y esta vez, no recuperarla definitivamente.
—Te doy mi palabra. —Dibujó entonces una invisible tacha en su corazón con la diestra, y después le sonrió a su gemela, con una mirada que transmitía que no existía un ápice de duda en su reciente juramento.
Mai sonrió un poco, y después de eso se acercó a abrazar fuertemente a su hermana, en un acto que le servía de mucho para tratar de reparar las heridas que sufrió desde ese día, cuando al regresar a casa se encontró a su hermana desangrándose en la tina del baño y con los brazos rajados. Nunca olvidaría la dolorosa sensación de percibir su corazón romperse en mil pedazos, por el fuerte martillazo de ver a la persona que más amas en el mundo perecer justo delante de tí.
[...]
—Hermana, ¿puedes decirme algo? —preguntó Mai de repente, cuando al regresar de la tienda volvió a encontrarse a su hermana divagando a través del cristal de su ventana.
—¿Qué sucede?
—¿Por qué miras tanto a la ventana? —ladeó un poco la cabeza algo extrañada—. Desde que llegaste aquí, hace cuatro días, has estado mirando hacia allí, como si sólo tus ojos fueran capaces de ver algo que los míos no.
Puppet sonrió con picardía. Una especie de animalito pareció removerse dentro de su corazón, y ella misma comenzó a jugar un poco con un mechón de su cabello, cayendo en cuenta de que debía volver a cortarlo al salir del hospital.
—No quiero que le digas a nuestra madre. ¿De acuerdo? —condicionó posando el índice sobre sus labios mientras cerraba un ojo—. Es que conocí a un muchacho, y él va a venir a verme en cualquier momento.
—¿Un muchacho? —inquirió confundida—. ¿Qué clase de persona tan curiosa es de la que me hablas?
Su gemela hizo una pausa, miró a ambos lados previniendo que algún par de oídos extra lograran capturar algo de aquella conversación, y después habló en un tono de voz bajo y misterioso, añadiendo algo de emoción con una sonrisa.
—Es un ángel —confesó, muy orgullosa de su suerte, mientas veía encantada la expresión blanquecina de su hermana.
—¿Ángel? —alzó una ceja ante semejante incoherencia—. ¿Cuándo es que has hablado con un ángel?
—Él y yo hablamos a través de un sueño —explicó, abrazando fuertemente su almohada cuando su corazón comenzó a acelerarse por el siguiente relato—: aquella vez en la que traté de suicidarme, soñé que yo estaba ascendiendo por un lugar oscuro y frío. No podía ver o escuchar nada, todo era demasiado lúgubre, que hasta a mí me incomodaba el tratar de hacer un ruido.
—¡No, Freddy! ¡No te vayas, hermano! —escuché una voz a lo lejos gritar desesperada.
»Y entonces lo miré, era un ángel oscuro y sin alas. Estaba siendo lastimado para poder salvar la vida de dos almas moribundas. Lo hubieras visto, hermana, luchaba con ímpetu y pasión para poder salvar a esos dos. Una de esas personas iba a ascender al más allá, y el otro iba a regresar al mundo real, con nosotras. Pero el ángel no quería desprenderse de ellos, los amaba tanto que aceptaba recibir un fuerte castigo con tal de mantenerlos en ese lugar. Ignoraba su propio dolor, ignoraba sus propias lágrimas, y sólo le importaba mantenerlos a su lado.
Puppet hizo una pausa, permitiendo que en sus ojos se vislumbrara un brillo singular y primoroso. Era el genuino enamoramiento asomándose a través de sus pupilas.
—Dime, hermana, ¿no crees que es hermoso? Un ángel que te protegerá sin importarle dolores o dificultades. Eso es lo que creo que significa amar de verdad.
—Pero... ¿Por qué un ángel vendría a verte?
—Porque le pedí que a mí también me custodiara con su amor —soltó sonriendo como nunca antes lo había hecho. Abrazó con fuerza su almohada, y después se dejó caer en su cama nuevamente—. Le pedí que me amara, y le dije que yo correspondería a sus sentimientos y a su sacrificio. Entonces... —se cubrió el rostro con la almohada al sentir que sus mejillas se tintaban por un rubor—. ¡Entonces nos besamos antes de regresar al mundo real!
—¡¿B-beso?! —espetó Mai con las mejillas levemente coloreadas por la sorpresa. Ella no era capaz de hacerse la imagen mental de su hermana besando a un chico. Tal vez porque siempre pensó que el día en que se enamorara, lo haría de otra chica. Era un momento para el que se había estado preparando desde hace ya bastante tiempo—. Puppet, ¿qué piensa tu psicólogo de este ángel?
—Dice que puede ser producto de alguna alucinación o cosas así. Ya sabes, estaba muriendo, dijo que quizás sólo me imaginé todo eso —se encogió de hombros mirando el techo—. También piensa en que debería recetarme algo para el ángel, pero siendo sincera, yo siento que ese chico de cabello oscuro es tan real como tú y como yo.
Mai miró entonces cómo los ojos de su hermana parecían viajar más allá del techo y de ese hospital. Puppet entonces se llevó la diestra al pecho nuevamente, al corazón, y presionó un par de veces para hacer énfasis a dónde quería llegar.
—Aquí —dijo—, hay algo muy adentro de aquí que me dice que él está buscándome. Y sé que vendrá, lo sé.
Mai no sabía qué decir. Estaba preocupada por la manera en que su hermana parecía hablar de ese ángel. Le alarmaba que en algún momento, Puppet tratara de reencontrarse con él o algo así. El estado mental de su hermana no era del todo sano, había hablado de eso con el psicólogo de ella. Esa nueva metáfora, o tal vez esa nueva idea de que un muchacho la estaba buscando no la dejaba tranquila en absoluto. No obstante, Puppet realmente demostraba síntomas de mejora. Los médicos lo sabían, incluso ella misma podía aseverar que su hermana estaba verdaderamente feliz, y eso le preocupaba.
Dentro de su mente ya había estado imaginando las conversaciones que debería tener con su hermana en un futuro. Ya estaba ideando las palabras que usaría para explicarle que ese ángel era un sueño, y que así iba a permanecer, dentro de su cabeza y que no debía tratar de alcanzarlo otra vez.
Mientras tanto, dejaría que el tiempo hiciera lo suyo. Algún día, cuando su hermana ya hubiera superado el fervor de ese sueño y ya no deseara con tanto amor a ese muchacho, volvería a tocar el tema. Mientras tanto, ese no era el momento de decirle.
[...]
N/A
Se supone que este iba a ser un One-shot, ahora es un two-shot porque me empiezo a obsesionar un poco con el Fredped.
Quién sabe si le haga continuación, probablemente no.
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