Capítulo 8
Phoebe está preciosa, aunque para mí siempre lo está, hoy está radiante. No puedo evitar sentirme diferente cuando estoy cerca de ella, he tenido muchas primeras citas y ésta es la primera en la que me siento así de alterado. Espero que todo esto que estoy sintiendo, no sean las famosas mariposas en el estómago, no me puedo enamorar de Phoebe, bueno, no al menos hasta que ella se entere de que no soy millonario y aún así quiera seguir conmigo.
¿Qué me está pasando?, es la primera cita y ya estoy pensando en el futuro.
—¿A dónde vamos? —Phoebe interrumpe mis pensamientos.
—Es un club tipo bar que frecuento desde mi primer año en la ciudad —aclaro con una sonrisa.
—¿Un bar? —pregunta con asombro —. Yo no puedo tomar, aún soy menor de edad, tampoco tengo identificación —exclama con tono de preocupación.
—¿Qué tan menor? —cuestino y ahora soy yo el que tiene la expresión de asombro.
—Diecisiete años, pero el mes entrante serán dieciocho.
Esa respuesta me tranquiliza, me estabs haciendo unas ideas en mi cabeza de que iría preso por estar con una menor.
—No hay problema con eso, como te dije, frecuento el lugar y no vas a necesitar una identificación, niñita chititita —. Hago una voz graciosa y no puedo evitar la risa burlona que se escapa de mí al decir esto, termino en una carcajada que también contagia a Phoebe, trató de resistirse, pero terminó riendo a todo pulmón.
De repente entre las risas me parece más bella que nunca y en impulso paran nuestras risas al unirse nuestros labios, tomo su cintura con mi mano izquierda y con la derecha acaricio su rostro.
¡Oh por Dios! es tan suave su boca que podría besarla toda la noche, es dulce y me corresponde con la misma pasión con la que yo la estoy besando, bajo la mano de mi cintura hacia su trasero y ella jadea, aprovecho para jugar con su lengua y bajo mi otra mano para apretar su trasero con ambas sin dejar de saborear su deliciosa boca; besa muy bien, se siente tan perfecto este momento que no quiero parar, pero, aún en contra de mi voluntad, detengo el beso antes de que se me haga un bulto en la entrepierna; pongo mis labios en su mejilla, luego en su frente y finalmente quito mis manos de su trasero y la abrazo.
—Quería hacer esto desde que me atropellaste —confieso en su oído mientras no rompo el abrazo.
Ella permanece en silencio unos segundos.
—Yo también lo deseaba —susurra.
Nos quedamos abrazados al rededor de un minuto y aunque no quería soltarla, tenía hambre y sé que ella también.
—Debemos tomar un taxi para continuar con la cita ¿te parece? —interrumpo nuestro cómodo silencio y ella asiente en respuesta a mi pregunta.
Rápidamente conseguimos taxi y nos dirijimos al club, no hablamos mucho en el camino, supongo que ella se sentía tan nerviosa como yo lo estaba, pero nos mirábamos y nos decíamos sin palabras todo lo que en el momento éramos incapaces de pronunciar.
Llegamos al sitio en pocos minutos, pues no es tan lejos del college, pago el taxi y tomo su mano para entrar; el club se llama PAyVA, es un sitio colombiano que se caractetiza por preparar sobre todo platos típicos y presentar grupos de vallenato en vivo los fines de semana .
No es muy grande, pero está muy bien distribuido, es acogedor y de ambiente muy agradable; este lugar me hace olvidar que estoy Cambridge y lejos de casa, tiene un poquito de mi tierra que tanto extraño. Ya que el lugar me gusta tanto y me hace sentir tan cómodo, quise que aquí fuera nuestra primera cita.
Entramos, saludo a los empleados con la mano y busco con la vista una mesa vacía, me percato de que Phoebe está observando detalladamente el lugar sin ninguna expresión que me permita deducir si le gusta o no el sitio.
—¿Qué te parece? —pregunto curioso.
—Acogedor, tranquilo y único; me agrada —concluye con esa hermosa sonrisa que la caracteriza en sus labios.
Espero que le guste en serio este lugar, no solo por ser mi lugar favorito en este país, sino también por ser ella la primera chica a la que traigo aquí. A parte de que me gusta tanto, es la única que habla español de las chicas con las que he salido desde que frecuento este club y no quería que se sintieran fuera de lugar sin entender nada.
Ya acomodados en la mesa, hago señas al camarero para que venga hasta nosotros.
—Buenas noches y bienvenidos a PAyVA Patacón y Vallenato soy Carlos y seré su camarero esta noche —Se presenta amablemente.
—Buenas noches y muchas gracias Carlos. ¿Podrías traer dos jugos de corozo y el menú por favor?
—En seguida señor, con permiso —Se retira dejándonos solos otra vez.
—¿Corozo? —pregunta Phoebe levantando su rostro del móvil, estaba texteando y con cara de no tener la menor idea de lo que acabo de pedir, enarca una ceja. Río ante su gesto un tanto exagerado.
—Corozo es una fruta que utilizamos en Colombia para hacer un delicioso jugo, soy costeño, de Santa Marta y por allá es muy popular. Ya verás que te gustará en cuanto lo pruebes —aseguro.
—Eso espero —añade.
—Hablando de gustos, ¿qué te gusta comer? —pregunto con el fin de comenzar a conocernos mejor.
—Como de todo, unas cosas me gustan más que otras, pero todavía no he probado nada que no me agrade —asevera.
—Eso es bueno niñita, ya veo porqué es fuerte y sana, se alimenta muy bien —bromeo con mi voz graciosa y terminamos riendo.
Llega el camarero con nuestros jugos y el menú.
—Mmmm sabe muy bien —dice Phoebe tras dar un buen sorbo a su jugo de corozo.
—Me alegra que te guste —confieso aliviado.
Tomamos nuestro jugo hablando de otras cosas samarianas y ordenamos la cena. Pedí algo muy típico para mí y ella quiso exactamente lo mismo que yo ordené sin tener la menor idea de lo que es; pedí camarones en salsa de maracuyá y mostaza acompañados de patacón, cayeye pachangao, ensalada verde, otro jugo de corozo para Phoebe y vino para mí.
—Háblame de ti, Phoebe —Le pido mientras esperamos nuestra cena.
Me cuenta muchas cosas que recuerda desde que tiene memoria y otras que le contaron en el orfanato sobre su madre y su bisabuela. Llega lo que ordenamos y comezamos a degustar, me agrada ver que todo le parece delicioso y que no se cohibe de disfrutar su cena. Durante la cena continúa contándome y me platica del día que llegó Lucy al orfanato, de como se hicieron hermanas incluso antes de ser adoptadas, del día que conoció a sus padres adoptivos, de todo lo que vivió desde que llegó a casa de sus padres, hasta hoy.
Me muestra muchas fotos en su móvil; llamo nuevamente al camarero y ordeno unas bolas de tamarindo para el postre.
Mientras lo comemos me muestra dibujos y bocetos, es muy buena dibujando, algunos son impresionantes; ahora entiendo mejor porqué estudia arquitectura, tiene muchísimo talento y la elogio por eso.
—Todo estaba delicioso, me puedo acostumbrar a la comida samariana —dice con una sonrisa.
—Me alegro que te guste —confieso sonriendo también.
—Ya he hablado suficiente sobre mí, quiero que me hables de ti —Me pide manteniendo aún su sonrisa en el rostro.
—En realidad no hay mucho que contar; tuve una infancia muy normal y divertida que no cambiaría por nada, aprendí inglés por estar interesado en una niña que se mudó de Canadá, creo que fue la primera rubia que me gustó —La miro a los ojos pícaramente y ella se sonroja —. Viví todo el tiempo con mis padres y mi abuela. Mi padre es chef y tiene su propio restaurante en la costa; mi madre es maestra de secundaria y fui hijo único hasta los quince años, a esa edad nacieron mis hermanas gemelas, ya tienen seis años —concluyo.
—¡Gemelas, quiero verlas! —dice Phoebe emocionada y le muestro fotos de mis traviesas hermanitas
—¡Oh por Dios, son hermosas y adorables¡ —dice aún más emocionada —. Quiero conocerlas un día y a tus padres, tu abuela y a Santa Marta —exclama divertida.
Ese comentario me agrada más de lo que esperaba, al parecer no soy el único que está pensando en el futuro rápidamente.
El sonido del acordeón interrumpe mis pensamientos y nos preparamos para ver la presentación de la noche del grupo de vallenato.
La música anima el ambiente un poco más, pero ya no podemos seguir conversando por el volumen de la música en vivo y por un lado lo agradezco, sé que preguntaría cómo llegué hasta Cambridge y no quiero que se entere todavía sobre mi beca, ni sobre mi empleo.
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