Capítulo 25
Hoy es uno de los días que más disfruto en el año desde que fui adopta; víspera de Noche Buena. La primera Navidad que pasamos con nuestra familia, Lu y yo le pedimos de favor a nuestros padres, llevarle juguetes y ropa nueva a los niños y niñas del orfanato, ellos aceptaron, así que en víspera de Noche Buena compramos todos lo regalos, que finalmente entregamos el día de Navidad; desde entonces se convirtió en una tradición.
Lu y yo no pudimos tener nada parecido mientras estuvimos en el orfanato, así que ahora que estábamos en posición de ayudar, de hacer algo para que por lo menos una vez al año estos niños se sientan normales y tengan una realidad distinta así sea solo por una día, lo hacemos con muchísimo gusto y amor.
Hoy es el día de leer las cartas que los niños y niñas le han escrito a Papá Noel. Se complacen todas las peticiones que estén dentro de la realidad. Hemos leído cartas que piden desde unicornios, dinosaurios, duendes y hadas; hasta las que piden superpoderes, padres o padres con superpoderes. Es divertido leer las cartas y reír con la inocencia y la ingenuidad de los niños, pero lo mejor de todo, sin duda, es ver sus caritas el día de Navidad al recibir sus regalos, esa felicidad que reflejan me inunda el corazón.
A parte de los regalos, juguetes y ropa de la prestigiosa marca de nuestros padres; los niños reciben el tradicional almuerzo de Navidad, con pavo, guarniciones y galletas navideñas. Lu y yo nos animamos a tocar el piano y cantar villancicos; los niños preparan una obra, la señora Perkins hace su famosa torta de turrón y el resto del personal se disfraza de Papá Noel y sus duendes. Sí, definitivamente, amo esta época del año.
Todo esto me tiene distraída un tiempo, pero la verdad es que no he podido dejar de pensar en mi manera de reaccionar ante la investigación de la familia biológica de Lu; ni siquiera pude dormir anoche. Así que aproveché, encendí mi computadora portátil y me puse a leer varias informaciones acerca de adopción y sobre todo lo que conlleva. Me enteré del proceso largo que deben hacer los futuros padres e imaginé que los míos pasaron por todo eso, sabiendo lo ocupados que siempre están y aún así no dudaron en llevarlo a cabo para adoptarnos, me hace respetarlos aún más. Pero lo que más llamó mi atención fue enterarme de que, por ley, tengo el derecho a conocer mis orígenes biológicos y eso pienso hacer. Esta navidad planeo hablar con la Sra. Perkins, cuando estemos en el almuerzo; no me quedaré con las dudas que tengo, también quiero saber si tengo a alguien de mi familia biológica por ahí.
Se me ha hecho difícil no saber absolutamente nada de Phoebe estos días, he tenido que luchar conmigo mismo para no enviarle un mensaje o hacerle una llamada. Espero que ella lo esté pasando mejor que yo, pues una vez me comentó lo mucho que le gusta esta época del año, espero que la pueda disfrutar. Yo, por mi parte, me he mantenido ocupado al máximo para sobrellevar la situación.
Marcela y Catalina son increíblemente inquietas; pasar tiempo con ellas, lejos de la pantalla, es una de las cosas que más disfruto, aunque me dejan agotado. He hecho de bailarín, payaso, cantante, he tenido que jugar con las muñecas, dejarme peinar con pinzas y lazos, participar de tardes de té y, si no hubiera protestado, hasta me pintan las uñas y me maquillan. Amo a mis traviesas y sin duda el tiempo con ellas es lo que necesitaba para sentir un poco de alivio y no pensar en Phoebe todo el día, aún así a veces me gana la melancolía.
—Princesas, se levantaron muy temprano, ya es hora de dormir —Les informo a las niñas inmediatamente termina Frozen, la han visto tantas veces que ya se saben los diálogos, hasta yo me los estoy aprendiendo.
—No tengo sueño —dice Marcela estrujado sus ojos que evidencian lo contrario y me hace reír.
—Yo si tengo sueño, pero me quiero dormir escuchando un cuento —farfulla Catalina en medio de un bostezo.
—Pues vamos al baño, las ayudaré a cepillarse los dientes y después leeré el cuento que ustedes elijan.
Nos dirigimos al baño en medio de las protestas de Catalina para cepillarse los dientes alegando que tenía mucho sueño y solo quería ir a la cama, mientras Marcela visiblemente adormilada insistía en no tener sueño. Cepillé sus dientes, las llevé a su habitación donde las ayudé a ponerse sus Pijamas; ya en sus respectivas camas les di un beso en la frente a cada una y les pedí elegir el cuento de entre los muchos que hay en su pequeño librero. Catalina insistió en elegir ya que ella había sido la de la idea y su elección final fue Caperucita Roja, eso solo me hizo sonreír y trajo recuerdos agradables de Phoebe, pero demasiados vívidos y tuve que ponerme a leer para disiparlos.
Érase una vez una preciosa niña que siempre llevaba una capa roja con capucha para protegerse del frío. Por eso, todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Caperucita vivía en una casita cerca del bosque. Un día, la mamá de Caperucita le dijo:
—Hija mía, tu abuelita está enferma. He preparado una cestita con tortas y un tarrito de miel para que se la lleves ¡Ya verás qué contenta se pone!
—¡Estupendo, mamá! Yo también tengo muchas ganas de ir a visitarla —dijo Caperucita saltando de alegría.
No fue necesario continuar pues a penas comencé a leer quedaron rendidas, el tiempo que leí fue tan breve que no alcanzó para sacar los recuerdos de Phoebe desnuda y dejándose tocar por primera vez, no es que yo haya tenido muchas experiencias antes de ella, pero esa noche quise hacer lo mejor que podía, para que ella recordara por siempre su primera vez, con agrado.
Sé que solo son cuatro meses de haberla visto por primera vez y confieso que me preocupé de tener sentimientos por ella tan de prisa, así que busqué información o más bien quería saber si soy el único capaz de enamorarse tan rápido. Me alivió saber que no lo soy, estudios confirman que tan solo toma 1.5 segundos para que en el cerebro se liberen las hormonas del amor (oxitocina, dopamina, adrenalina y vasopresina). Lo creo porque todo en mí cambió cuando la vi por primera vez, también leí que solo bastan 8.2 segundos para saber si sientes interés y atracción física por alguien, cosa que debido a lo que sentí, también creo; por último leí que el tiempo que se tarda en pasar de una atracción física a amor verdadero es cuatro minutos de intensas miradas, pero sobre todo y lo más importante, noventa minutos de conversación íntima con preguntas y respuestas sinceras. El estudio aseguraba que cuando esto se cumple en esos noventa y cuatro minutos, las parejas pueden acabar casándose y además seguir amándose cada día más. Así que llegué a la conclusión de que amo a Phoebe desde el primer día que la llevé después de la velada a conocer el college. El estudio decía que el tiempo puede variar dependiendo de cada individuo, yo me tomé menos tiempo.
Salgo de la habitación de las niñas y me detengo en el pasillo, saco mi teléfono celular con ganas de enviarle un mensaje a Phoebe, pidiéndole que olvidemos todo y volvamos a ser novios, así que comienzo a escribir:
Phoebe, estaba leyendo el cuento de caperucita roja para mis hermanitas y recordé la noche de tu cumpleaños y...
Me detengo un minuto a pensar, esa no es la mejor manera de redactar el mensaje. Borro lo que ya había escrito y vuelvo a escribir de otro forma:
Phoebe, sé que quizás no deba estar escribiéndote ahora, pero lo cierto es que no puedo dejar de pensar en ti ni un solo instante.
Perdóname mi amor, lo lamento.
Sé que no tuve excusa de terminar lo nuestro así, ahora que pienso en mis argumentos me parecen estúpidos. No me sentía yo mismo cuando te dije eso, me dejé llevar por el dolor que sentía por tu rechazo. No te imaginas como me dolió ver que me evitabas, que no me hablabas, que me ignorabas totalmente. Vamos a darnos otra oportunidad olvidándonos de todo, no dejemos que algo banal nos separe más tiempo, porque si de algo estoy seguro es de que yo puedo vivir sin ti, pero no quiero.
Me quedo contemplando el texto con dudas, no sé si deba enviarlo o no.
¿Y si ella me bloqueó?
¿Y si no le interesa que volvamos?
¿Y si me rechaza otra vez?
Si cualquiera de las respuestas a esas preguntas resultara ser positiva, no sé qué sería de mí, no me siento preparado para ser rechazado una vez más y mucho menos para saber que ella ya no quiere nada que ver conmigo.
¿Qué hago?
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