S e i s
Luego de un tranquilo martes, llegó mi tercer día en Sandberg.
Me despedí de mamá deseándole un buen día como de costumbre. Detrás, Tracy y Sylvanna esperaban a que saliéramos. Su impaciencia siempre se reflejaba en los insistentes bocinazos que rompían cualquier momento emotivo entre mamá y yo. Mi querida madre aún no se acostumbraba a la imprudencia de la rubia y su amiga, en cambio yo pasaba de ella y de todo lo demás. De lo que no pude escapar fue notar que, en la puerta principal del colegio, Sindy les entregaba un folleto a todas las personas que pasaban por su lado.
—Mamá, voy a bajar.
—Pórtate bien —dijo acomodando el cuello de mi camisa—. Y no vayas a saltarte ninguna clase.
—No, mamá —solté en un tono aburrido. Aunque me hubiese encantado decirle que podría y no afectaría a mi rendimiento, tal vez resumir eso no sería bueno—. Te quiero.
—Y yo a ti, mi Onne.
Bajé del auto y escuché a Tracy quejarse de lo lenta que era mamá. Cerré mis ojos en busca de paciencia, tal vez irme al reino divino de esta para no responder. María me distrajo con su voz apacible. Me aguanté las ganas de voltear para desearle una y mil cosas. En lugar de hacerlo, preferí continuar mi paso en dirección a la entrada.
—Buenos días —saludé a Sindy detrás de su enorme melena. Giró con sobresalto casi al borde de tirar el montón de hojas que tenía en sus manos. Me reconoció del baño y sonrió—. ¿Haciendo campaña publicitaria?
—Estos hijos de... del emprendimiento no me ponen atención —dijo pasándome uno de los folletos—. Y los que me recibieron la hoja han hecho una pelota para lanzarlas. Probablemente la profesora Electra vendrá a regañarme.
Solté una risilla que traté ocultar.
—Necesitarás más que simples folletos para llamar la atención.
Sindy rezongó.
—Así parece... ¡Oh!, por cierto, ¿puedes sostener todo?
Colocó el folleto sobre mi pecho y las soltó, no tuve de otra que agarrar los papeles soltando un gimoteo al notar que varias cayeron al suelo. Sindy, por su lado, buscaba en el bolso su libreta para las groserías.
Empecé una corta misión en busca de las hojas caídas desesperándome porque muchas de ellas eran pisadas por los estudiantes. Todo empeoró cuando el timbre sonó; estaba cuclillas a centímetros de alcanzar un último folleto hasta que Tracy apareció en compañía de su amiga y, más atrás cargando sus cosas, María. No te describiré la mirada de víbora que me dio. Tampoco su forma taaaan singular de sonreír. Con suerte pude verla después de un empujón que Sylvanna me propinó, causando que cayera de rodillas.
—¿Estás bien? —llegó Sindy y me ayudó a levantarme.
—Sí —respondí sin quitar la mirada de la rubia que ya iba a mitad del pasillo—. Toma tus hojas.
No lo estaba.
Mi paraíso de la paciencia comenzaba a derrumbarse. Un encuentro en los vestidores haría descargar todo lo que sentía hacia Tracy.
—¿Qué clase te toca?
Sindy y yo empezamos a caminar.
—Deporte.
A Sindy también. Lo recordaba de viajes anteriores.
—¡A mí también! —gritó dando un salto— ¿Con el profesor Cardellini?
—No hay ninguno más —afirmé para luego darme un golpe mental.
—Tienes razón. Bueno, ven conmigo, te presentaré a mis amigas.
¿Sabes lo que significaba esto? Que ya no estaría solitaria por la vida añorando las amistades pasadas porque esas amistades volverían a pasar. Y lo mejor de todo es que no había forzado nada más allá de apresurar a mamá en la despedida. Sindy fue la que me ofreció unirme al grupo.
Todo estaba hecho, solo faltaba que se nos uniera María para ser el quinteto de oro.
O algo así.
En los vestidores, cambiando nuestros uniformes al de deporte, Sindy me arrastró entre taquillas y taquillas hacia mi sexto primer encuentro con Aldana Holloway y Rowin Morris.
—¿Ya repartiste los...? Oh.
Rowin se desabotonaba la camisa cuando se encontró con mi sonriente rostro listo para presentarme. No sé qué clase de expresión puse, pero la suya bastó para decirme que era terrible. En lugar de continuar, buscó a la otra Morris detrás, cubriéndose.
—¿Recuerdan a la chica que me habló en el baño? Es ella —me presentó como a un producto de limpieza en los canales pagados—. Se llama Yionne.
—Hola —saludé, agitando mi mano de una forma casi mecánica.
Una morena con el cabello hecho un moño, se asomó detrás de una taquilla y sonrió.
—Oh, eres la chica nueva —empezó a hablar Aldi—. Había escuchado rumores sobre ti, pero no tuve el privilegio de verte. Soy Aldana Holloway.
—Y yo soy la casi hermana de Sindy —se presentó más relajada la peli castaña frente a mí.
Aunque ya conocía la respuesta, quise volver a preguntar los motivos de porqué siempre se presentaba como la «casi hermana» de Sindy.
—Porque es mi linda prima y nos parecemos bastante, ¿verdad?
Ese casi era extenso. La verdad, no se parecían mucho, pero a las primas les gustaba soñar con eso y ninguna de nosotras les decíamos nada.
Escuchamos el pitido del silbato del profesor Cardellini y todas las chicas se conmocionaron dentro del vestidor. Apenas nos estábamos desvistiendo. Sindy era la más acomplejada por ello, no quería llegar tarde. A su lado, Rowin abría una barra pequeña de chocolate. Íbamos de salida el momento en que fuimos interceptadas por el despectivo comentario de Sylvanna.
—¿Por qué Rowin se cambia de uniforme? —dijo— Ella no hace deporte.
Evidentemente el comentario llevaba una dosis maliciosa que pretendía herir.
—Cállate, Sylvanna —reprendió Aldana, tomando a Rowin por la espalda para que continuara caminando.
—¿Qué? —preguntó con falsa inocencia la amiga de Tracy— Solo remarco lo obvio.
—Eximida de Deporte —siguió la rubia—, ¡qué fortuna! Oh, espera... ¿acaso es porque se acompleja de... eso?
Tuve que morderme la lengua para no responder.
Alrededor de Rowin corrían muchos rumores sobre por qué la eximen de todo lo que tuviese que ver con trabajo físico. Algunas chicas decían que se debía a su físico, otras a una horrible cicatriz en el estómago y que se le abría cada vez que hacía deporte. Claro, ninguna de ellas es cierta. Rowin puede hacer ejercicio, correr, saltar, lanzar cualquier mísero balón, pero no en exceso, pues una enfermedad se lo impide. Solo profesores y personal de Sandberg lo saben.
—Sigan avanzando —les sugerí, extendiendo mis brazos para que apresurarlas.
Pero perdí la cordura al oír otro comentario sin sentido de parte de Tracy. No te repetiré qué demonios dijo, solo diré que no tuvo relación con ninguna de las chicas, sino con mamá. Me abalancé sobre la rubia y arremetí arañazos y golpes que la llevaron al suelo, yo encima de ella me descargaba y le ordenaba que nunca más hablase de mi mamá o interrumpiera nuestra despedida matutina porque si ella no tenía una madre no era mi maldito problema. Todo tan dramático que posiblemente haría de mi vida una película taquilla, ya sabes, con mi maldición y eso.
A Tracy le gustaba tirar comentarios y hacerse la desentendida luego, cosa que no pega conmigo, ni con su fiel subordinada. En un par de segundos, entre gritos de Sindy, Rowin, Aldana y María, la pelea se vio inclinada a favor de Tracy pues Sylvanna se lanzó en su ayuda.
La pelea acarreó la atención de más chicos y pronto del profesor Cardellini.
Resultado: a la oficina del Inspector General como castigo.
Veredicto del Inspector General: Suspensión por el día y ayudantías en la biblioteca.
Mientras los demás chicos hacían deporte, Tracy, Sylvanna y yo esperábamos en un lúgubre pasillo en las oficinas de Inspectoría a nuestros padres.
¿Alguna vez has rogado al cielo que cumpla un deseo con tantas fuerzas? Yo estaba así en medio del pasillo, queriendo que mamá llegase lo antes posible. No solo me hartaba de tener al dúo que me dejó más de un rasguño en la cara y los brazos, también deseaba volver el día para meterme en mis cabales sin dejar que mi instinto agresivo surgiera.
No me mires como una salvaje, yo no soy así. La mayor parte del tiempo pienso antes de actuar, pero los impulsos, en ocasiones, son demasiado fuertes, incluso para una persona que conocía lo que ocurriría luego.
—¡Onne! —llamó mamá en la puerta de Inspectoría. Me levanté del asiento pronunciando en un susurro que se apurara—. ¿Qué pasó?
El Inspector General salió de su oficina para explicarle todo. Tras llenar un formulario, nos tomó por la espalda invitando a salir de la oficina.
Mamá no hizo ningún comentario, ni tampoco hubo tiempo de hacerlo.
Una figura más alta que nosotros intervino en nuestra salida.
Se trató de hombre alto, de buen semblante, rubio y los ojos azules se presentó frente a nosotras. Te sería fácil reconocerlo de varias películas famosas y algunas controversias publicadas en revistas de cotilla. Yo, por el contrario, lo reconocí por su parecido con Rust.
Bueno, después de todo, se trataba de su padre.
****
Mujojojojo >:D
¿Cómo están? yo ando con dolores de panza :'v tanto comersh asdfghjhgf y cambian dome de compu 7u7 tengo uno nuevo y todavía no me acostumbro al teclado xD
En feeen, hablando del capítulo... 7u7 baia baia, un reencuentro tan pronto :O
Les quiero informar que publiqué una historia nueva :D sobre romance y comedia sobre un supuesto escritor que trabaja para una revista, pero que en realidad quien escribe es su vecina :O Está interesante y publicaré el 2do capítulo en un ratón c:
Se llama "Dios salve a King" y es una historia corta como la suerte de Murph :v
Los jamoneoooo con queso de cabra que me cayó mal pa' la guata ;-;
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro