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veinticinco

Lisa's pov:

Llegamos a la casa de mis padres y estacioné el auto frente al gallinero que tenían detrás de la casa.

—Wow. ¿Viven en una granja? —preguntó y asentí lentamente.— ¡¿Tienen vacas?!

—Un par. —dije con una sonrisa.— Te presentaré a los abuelos, tu tía y luego las vacas.

—¡Sí, gracias!

Lo vi tan emocionado que decidí apresurar el paso en bajarlo y bajar su bolso de los Simpson. Tomé su mano y él comenzó a caminar junto a mí.

—¡Hola, señor árbol! ¡Hola, señora flor! ¡Hola, señor sol! —miró al cielo saludando con la manito.— Ay, eso duele.

—No mires al sol o quedarás ciego, y mamá va a matarme.

—¿Tú mamá o mi mamá? —preguntó.

—Ambas, son igual de aterradoras.

Toqué la puerta dos veces y escuché los pasos apresurados de Chitthip seguida de unos regaños a mi padre.

—Al que regañan siempre es al abuelo, no le hagas caso al abuelo. Está loco.

—Oye, eso es grosero. —me miró enarcando la ceja.

—Realista. —insistí.

Mamá abrió la puerta y tras ella estaban los tres observando. Leo levantó la mirada y les dedicó una sonrisa, mi madre se congeló en su sitio sin saber reaccionar. Vi como los ojos de mis padres se llenaban de lágrimas al verlo.

Ellos también notaron el excesivo parecido entre el pequeño y mi hermano.

—Hola, señores abuelos. Soy Leo Kim, pero pueden decirme Leo. —estiró su mano y mamá cayó de rodillas para abrazarlo.

—Hola, cielo. —murmuró.

—Oh, un abrazo. Eso se siente bien. —murmuró mi pequeño.— Me gustan los abrazos.

—¿Me darás uno de esos después? —pregunté y Leo asintió.— Bien, genial.

Rosé sonrió al verlo y mamá no quería parecer soltarlo.

—Mamá, vas a agobiarlo, anda. —murmuré.

—Cállate, no lo he visto en cuatro años de su vida, lo que menos quiero hacer ahora es soltarlo.

—Me gustan los abrazos. —insistió Leo acariciando la espalda de su abuela. Recostó su cabeza sobre el hombro de Chitthip y papá se agachó a su altura.

Mamá lo soltó y papá estiró sus brazos. Leo de inmediato lo abrazó.

—Hola, señor abuelo. La señora maestra Manoban ha dicho que estás loco, pero te ves bonito con aquella barba de loco, así que no le haré caso.

Papá soltó una risita y todos lo acompañamos luego de unos segundos. Lo dejaron respirar y Rosé chocó los cinco con Leo.

—Tú debes ser la tía Rosé. —murmuró el pequeño.— ¡Que lindo lugar!

—¿Quieres recorrerlo? —preguntó Marco y el pequeño asintió.— Lisa, vamos.

Obedecí y mamá caminó a la cocina con Rosé de inmediato. Probablemente va a llorar, supongo que debo darle su espacio.

Caminamos fuera con papá y Leo.

—¿Algo que quieras ver en específico? —preguntó papá.

—Las vacas, quiere las vacas. —murmuré.— ¿Aún tienen al bebé? —pregunté y él asintió.

—Se irá la otra semana.

—¡¿Una vaca bebé?! —preguntó emocionado mi pequeño.— ¿A dónde irá?

—A una granja más grande. —dijo papá y Leo hizo puchero.— ¿Qué sucede? Estará mejor allí.

—Es que cuando venga no podré verla más. —murmuró y sus ojos se llenaron de lágrimas.— No es justo.

—Oh, bueno... —murmuró papá.— Tendría que hacer algunas reformas, pero... Tal vez podría quedarse, si eso quieres.

Leo lo observó con el rostro completamente iluminado por la emoción. Asintió y aplaudió repetidas veces.

—Entonces se queda. —dijo papá con una sonrisa.— Ve pensando en un nombre, Leo. Ese será tu ternero.

Leo me observó emocionado y a la vez sorprendido.

—¡¿Puede ser mío?! —preguntó observándome y asentí.— ¡Wow! ¡Tengo mi propia vaca! ¡Vamos a verla ya!

Comenzó a correr y papá no dejó de sonreír al verlo.

—Es idéntico a tu hermano. —susurró.

—Ya sé... Ya sé.

[•••]

—¡Hola, señora vaca bebé! —saludó Leo emocionado.— ¡Es linda! ¡¿Puedo abrazarla?!

Papá asintió y tomó su mano. Se acercaron lentamente al pequeño ternero de tres meses y Leo decidió acariciar su lomo. Mi padre lo levantó en sus brazos y Leo abrazó a la pequeña criatura.

—Eres linda, te vas a llamar... Linda. —dijo rápidamente.

Definitivamente los nombres no son lo suyo, creo que lo ha sacado a Jennie.

—Muy bien. Linda se llamará. —dijo papá.

Mamá nos llamó desde la puerta y tuvimos que ir nuevamente. Leo se fue corriendo emocionado no sin antes abrazar nuevamente a linda.

—Es un ángel. —dijo papá mientras lo veíamos entrar a la casa.— Es idéntico a Leo.

—Sí. —murmuré.— Es un gran chico, Jennie hizo un gran trabajo.

—Tu madre aún está molesta por eso, ya sabes, culpa a tu carrera y...

—Ya sé. Jamás estará conforme con mis decisiones, pero... Bueno, la vida es así, no puedo revertirlo, ojalá pudiese.

Marco palmeó mi espalda.

—No fue tu culpa. No te martirices.

Entramos a casa y mamá estaba dándole a Leo pastel de chocolate. Mi pequeño tenía el rostro embarrado en aquél pastel.

—¿Quieres? —preguntó y asentí sentándome junto a Leo.

Mamá me sirvió pastel y luego a Rosé. Papá por su parte prefería el pastel de carne, sin embargo Leo odió el olor del pastel de carne, ya que justamente era carne versus chocolate y papá decidió ir a ver la televisión mientras comía.

Mamá observaba a Leo embelesada, más existía aparte de él.

—Es delicioso. Gracias, abuela. —dijo con una sonrisa. Mi madre acarició su mejilla y Rosé nos observaba en silencio.

—¿Pasa algo? —pregunté enarcando la ceja.

—Sí. ¿Pasa algo? —me imitó Leo.

Rosé soltó una risita y negó.

—Son idénticos. —murmuró.— Ambos comen como animales, y tienen el mismo rostro, la única diferencia es que Leo es lindo.

—Ja. Ja. Muy graciosa, Rosé.

—Sí, es muy graciosa Rosé. —concordó mi pequeño.

Rosé comenzó a reír y yo también. Es lindo.

[•••]

—¿Y qué te gusta, Leo? —preguntó Chitthip.

Leo se sentó en su regazo y comenzó a meditarlo en silencio. Yo sólo observaba la situación con una gran sonrisa en el rostro.

—Las vacas, me gustan las películas de Barbie, y también tomar coca cola en botellas de vidrio. —murmuró.— Aunque ya no venden de esas.

Mi madre asintió acariciando su cabello. Leo se relajó contra ella y papá los observaba con una sonrisa.

—La última vez... Que vi a tu hermano así de feliz... Fue justamente en brazos de Chitthip, una semana antes de que detecten el cáncer. —murmuró.— ¿Jennie le hace exámenes?

—Constantemente. Es un niño sano, sólo muy alérgico. La alergia al queso se la descubrieron ahora, debe comer uno especial.

Papá asintió más relajado, ni siquiera he planteado más de una vez que mi hijo pueda heredar la enfermedad, es algo que me ha aterrado toda la vida, y perdí a mi hermano, mi hija... No podría perderlo a él. Jennie me relajó en cuanto me aseguró que sus exámenes son normales y siempre ha estado sano.

[•••]

Tomé a Leo en brazos bajándolo del auto. El pequeño ya se acostumbró a dormir siempre en el auto.

Toqué la puerta y Jennie apareció de inmediato tras ella. Llevaba una blusa blanca y unos jeans negros. Su labial era de color rojo intenso, realmente se ve hermosa.

—¿Ya te he dicho que el blanco es tu color? —pregunté y ella sonrió.

—No, pero gracias.

Se hizo a un lado y pasé con el pequeño aferrado a mí. Mi hombro iba lleno de su saliva, por alguna razón no puede evitar dormir con la boca abierta.

Subimos a recostarlo en su cama, besé su frente y bajamos rápidamente.

—¿Quieres beber algo? —preguntó Jennie y observé la hora.

—Debo ir a dejar el auto de Jungkook, y mi departamento queda bastante lejos. Lo siento, hoy no puedo.

—Oh, sí. Bien. —dijo ella apartando la mirada.

—Para la próxima, ¿sí? —pregunté y ella asintió.— Nos vemos.

Iba a besar su mejilla y ella también la mía, nos equivocamos de lado un par de veces y finalmente nos observamos entre risas.

—Yo derecha, ¿bien? —ella asintió y besamos nuestras mejillas.

Joder.

[•••]

Taeyeon descansaba sobre mi pecho aferrada a mí, habíamos quedado y por eso rechacé la invitación de Jennie, sin embargo me cuestiono si fue la decisión correcta.

Creo que sí, ya que Jennie está comprometida y quedarme allí, sólo habría hecho que me ilusione más con algo que ella no puede ni quiere darme.

Taeyeon y yo miramos una película. Ni siquiera tuvimos sexo, pero es cómodo dormir con alguien.

No recordaba lo que se sentía. Somi y yo nunca llegamos a dormir abrazadas, sólo compartíamos la cama y teníamos sexo de vez en cuando.

Es extraño, pero lindo. Taeyeon me hace bien.

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