treinta
Lisa's pov:
—Hola. —sonreí a Leo.— Ya llegué.
El pequeño estiró sus brazos y yo lo cargué abrazándolo.
—Hola, señora mamá. Me puse guapo para ti, mira. —me enseñó su camiseta.
—Wow, detente. ¿Acaso quieres que me muera de amor? —pregunté y negó preocupado.
—No, señora mamá, perdón. —comenzó a quitarse la camiseta y lo detuve.
—Cariño, estoy bromeando. Cálmate. ¿Dónde está tu madre?
Él me observó y tomó mi mano llevándome hasta la cocina. Jennie estaba descalza bailando de un lado a otro mientras cocinaba. Su cabello estaba en un rodete y llevaba sólo una camiseta larga que cubría hasta sus muslos y un poco más.
Mierda...
—¿Por qué no vas a... Mirar caricaturas? —pregunté en el oído de mi hijo. Él asintió y se fue corriendo. Me apoyé en el marco de la puerta observándola.
Es hermosa, y no está ayudando en lo absoluto. Jennie se giró y me observó asustada, su rostro comenzó a sonrojarse y le dediqué una sonrisa mientras cruzaba mis brazos en mi pecho.
—Hola, brujita. —murmuré.— ¿Cómo estás?
—¿Hace cuánto estás aquí? —preguntó nerviosa.— ¿Cómo entraste? —observé sus muslos y luego subí la mirada lentamente. Ella intentó cubrirse.— Ya... Ya vuelvo.
Pasó por mi lado y sentí su perfume en el aire. Joder. Que mujer.
[•••]
—¿Qué cocinas? —pregunté sentándome frente a Jennie en el mesón de la cocina.
—Langosta, Leo dijo que le gusta como me queda y que quiere que la pruebes.
—Genial. Ya quiero probarla. —murmuré observándola con una sonrisa.
—No hagas eso. —gruñó.
—¿Hacer qué? —pregunté.
—Poner esa sonrisa.
—¿Por? —fingí no entender.
—Porque me pone bastante nerviosa y no me gusta.
—¿No te gusta estar nerviosa?
—Ajá.
—¿Por qué me invitaste? —pregunté.— La verdad.
—Terminé con Jongin... Ambos dejamos de amarnos y... Taeyeon me contó que... Ya sabes, no están juntas.
—Básicamente... Fue porque tu prometido te dejó, ¿soy tu premio de consuelo? —pregunté ofendida.— Jennie, no puedes...
—¡Ni siquiera me dejaste terminar! —gruñó.— No es así, yo... Me di cuenta de que me gustas, ¿bien? Y necesitaba una excusa para dejar a Jongin, y él me dejó, suena horrible, pero lo importante es que me gustas.
—¿Y debería creerte?
—¡Sí! Porque estoy dejando mi orgullo de lado para decírtelo. Me gustas, Lisa.
—Eres horrible confesándote. —dije rápidamente.— Antes eras más romántica. —bromeé para aligerar el ambiente. Ella soltó una risita.
—Antes no te odiaba.
—¿Ahora sí?
—Cuando no eres mía, sí. —gruñó.
Sonreí levemente.
—Podríamos charlar ésto luego de la comida, tengo hambre. —murmuré.
[•••]
—Me gusta la langosta. —murmuró mi pequeño quien tenía la bragueta abajo para dejar salir su pequeño abdomen abultado.— Pero estoy llenito. Quiero hacer popó.
Jennie asintió y lo ayudó a bajar de su silla, él se fue corriendo hasta el baño. Comencé a beber de mi vino y Jennie terminó su ensalada.
—¿Te gustó? —preguntó.
—Cocinas delicioso, yo sólo sé hacer agua. —murmuré y ella comenzó a reír.— Es broma, también me gusta cocinar, aunque no me queda tan bien como a ti.
Jennie me observó con una sonrisa y se quedó en silencio.
—¿Por qué de pronto hay tanta tensión entre ambas? —preguntó.— Me siento extraña.
—Es el vino, tal vez. —bromeé.— O quizá es que te mueres por venir y besarme.
—Tal vez... —admitió.— El vino, de eso hablo.
Sonreí y asentí lentamente.
—El vino...
—¡Mami, estoy listo! —gritó mi hijo.
Jennie me observó sonriente y se alejó para ir al baño.
[•••]
—Ya se durmió. —murmuró ella.— Estaba agotado, y murmuraba algo de querer ver a Linda.
—Su ternero, papá se lo ha regalado, ya sabes... Único nieto... Todo eso.
—Entiendo... —murmuró sentándose a mi lado.— ¿Están felices con él? ¿No se lo han tomado mal ni nada?
—No, no... Todo bien. Les encanta y Leo es un niño encantador, amarlo es fácil.
Jennie asintió con una sonrisa en el rostro.
—Me alegra saberlo, mis padres supieron hace una semana que regresaste. Papá no estaba contento, pero mamá... Sí, sabe que Leo te necesita y dice que yo necesito ayuda de vez en cuando.
—No la necesitas. —admití.— Eres una mamá increíble y... Realmente no hay manera de que... Yo sea de mucha ayuda.
—Lo eres. Leo te adora, es... Más feliz desde que estás. No quiero quitarme méritos, pero él realmente te quiere tanto...
Nos sentamos en el sofá.
—Gracias por las fotografías que me enviaste por correo... Y gracias por las que me diste...
Jennie asintió lentamente.
—No hay de que... Es bueno compartir a nuestro hijo. —dijo ella con una sonrisa.
—¿Nuestro? —pregunté emocionada.— Creo que jamás te oí llamarlo nuestro.
—Probablemente ya lo he llamado así.
—Lo recordaría.
—Nunca recuerdas nada. —insistió y giré los ojos.— Eres insoportable.
—Ya sé.
—¿Me crees si te digo que tus ojos son los más lindos que he visto en mi vida? —preguntó Jennie y negué.— ¿Por qué?
—Porque los ojos de Leo lo son.
Ella asintió concordando.
—Tú también me gustas, Jennie. Pero... No quiero ser un juego para ti, o que... Me uses de alguna forma.
—Lisa, yo no soy así, y lo sabes. —insistió ella.— Y me gustas, en serio lo haces.
—¿Deberíamos besarnos o algo? —pregunté y ella sonrió.
—¿Quieres que nos besemos?
—Tal vez... —admití.
—Tal vez...
Jennie se acercó lentamente hasta mí y comenzamos a mover nuestros rostros para intentar besarnos.
—¿De verdad deberíamos hacer esto? —pregunté y ella asintió.
—Somos adultas... Y queremos besarnos... Sólo un besito... —susurró sobre mis labios.
Sus labios se pegaron a los míos y su lengua ingresó a mi boca lentamente. Tomé su cintura subiéndola sobre mi regazo. Jennie siguió besándome con lentitud mientras yo sólo atinaba a pasar mis manos por su espalda acariciándola.
Nos separamos y nos observamos a los ojos.
—Un beso...
—Estuvo bien. —murmuró ella.
—Por favor no juegues conmigo. —dije rápidamente sintiéndome indefensa.
Ella asintió.
—No vuelvas a irte...
—No lo haré. Nunca más. Lo prometo.
Jennie volvió a besarme y me dejé llevar. Realmente me dejé llevar.
Y pretendo seguir así, no quiero echar a perder ésto...
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