cinco
Jennie's pov:
—Cariño. Arriba. Hay escuela. —murmuré levantando a Leo.
—No, mami. Me duele la espalda, creo que voy a morir. —murmuró.— Y también me duele la panza.
Toqué su frente y luego fui en busca de un termómetro a su baño. Me devolví a la habitación y lo puse en su boca.
—No pareces tener fiebre. —dije rápidamente.— Y la semana anterior faltaste, cariño.
—Pero mami, prometo que me siento mal. Tengo sueño. —murmuró.
—Hoy dormirás antes, no puedo dejarte faltar, amor.
Él suspiró y el termómetro sonó. Su temperatura estaba bien.
—Hoy estás bien. Seremos sólo tú y yo hoy, ¿te parece? El tío Jongin se ha ido con el tío Kyung-soo a pescar.
—¿Lo prometes? —preguntó enarcando una ceja. Asentí.— ¡Bien! —festejó.— ¿Podemos estar con Jake?
—¿Por qué se llama Jake? —pregunté.
—Porque ese le gusta. —murmuró.— ¿Con quién se quedará? —preguntó.
—La abuela. —dije rápidamente.— Lo dejaremos con ella.
—¿Puedo quedarme con ellos? —preguntó y negué.— Mami, por favor.
—Leo. —murmuré.— No, es mi última palabra.
—Antes eras chévere. —dijo rápidamente.
Me reí levemente.
—¿De dónde aprendiste eso? —pregunté.
—Ya sabes, los Simpson.
Flashback:
—¿Amor? —preguntó Lisa recostandose a mi lado.— ¿Te quedarás?
—¿Llegan hoy tus padres? —pregunté y ella negó.— Tengo que presentar un exámen mañana a las diez, Lisa. —murmuré.— Sabes que si me quedo...
—Mira los Simpson conmigo, anda. Hoy hay nuevo episodio. —murmuró emocionada.
Sus bóxers de los Simpson son adorables.
—Sabes bien que no sólo será un capítulo. —dije rápidamente.— Y no nos quedan condones.
—Mierda. —gruñó.
Solté una risita y observé su bóxer. Noté sus intenciones, la conozco demasiado.
—Bueno... Pero tienes la boca. —murmuró.
—Lisa-yah. —la regañé.
—¿Qué? —murmuró.— Yo te daré sexo oral también si quieres.
Lo medité. Tal vez no es un mal trato.
—¿Primero el capítulo? —pregunté y ella asintió recostandose.— Bien.
Lisa puso su mano en mi vientre y me acercó a ella dejándome sentir su miembro pegado a mi trasero.
—¿Y si mejor compras una de esas pastillas mágicas? —pregunté.
—¿La del día después? —preguntó y asentí.— Me gusta la idea.
Fin flashback.
Que horrible cuidar por años de una criatura a la que lleve nueve meses en el vientre y que se parezca más a su madre que no conoce de nada.
Y mucho peor es saber que las pastillas no funcionan después de tantos usos.
[•••]
—Adiós, amor. Con cuidado. —murmuré viendo como Leo entraba a la escuela rápidamente.
Llegó la maestra de los pequeños, por lo que debo volver a mi rutina con las clases de inglés.
—Buenos días, Jennie. —saludó BamBam mientras trotaba con el grupo de atletismo que llegaba a las seis.
—Buenos días, maestro BamBam. —sonreí.
—¡Jennie, linda! —saludó Nayeon mientras caminaba hasta mí junto a Joohyun.
—¡Mis dos chicas favoritas en el mundo! —grité emocionada de verlas.
[•••]
—Soy guitarrista. Tengo la profesión de músico, la mención educativa también.
—¿Nunca ha ejercido como maestra, señorita Manoban? —preguntó Kwon Jiyong.
—No, maestro. —murmuré.
—No fue de las mejores estudiantes. —murmuró.— Sin embargo sé que fue de los mejores músicos de la escuela. Por no decir la mejor.
—Gracias, señor.
—¿Por qué desea el puesto? —preguntó.
Mi hija murió, ¿por dónde parto?
—Me apasiona enseñar a los niños sobre la música. Transmitir mi pasión a las generaciones más jóvenes, que vibren conmigo...
Kwon se mantuvo serio un minuto y luego sonrió.
—Los años te reformaron, Lalisa Manoban. Bienvenida al trabajo.
Estiró su mano y la estreché. Me acercó los papeles y firmé todo.
—¿Cuándo empiezo? —pregunté.
—Hoy mismo, te llevaré a clases con el nivel de niños pequeños. Serán tus primeras mentes brillantes y creativas.
Niños... Wow. Niños...
—¿Qué edad tienen? —pregunté.
—De cuatro a cinco años aproximadamente. —murmuró.— Sólo son veinte, no te preocupes.
Joder. Veinte bodoques chillones... Bien, si, anhelaba una familia, pero... Me aterran los niños.
—Okay. —murmuré fingiendo seguridad.— Pan comido.
Van a acabar conmigo.
[•••]
Caminamos al salón que fuera tenía pegatinas enormes de Toy Story.
—Bien, señorita Manoban. Usted será la encargada de llevarlos hasta el salón de música. —me entregó las llaves y palmeó mi espalda.— Suerte.
Abrí la puerta y los pequeños bodoques estaban jugando con bloques en el suelo.
—Hola. —saludé a la maestra.— Buenos días, soy Lisa. Maestra de música.
Ella se levantó a saludarme.
—Soy Taeyeon. —sonrió.— Un placer, Lisa.
Estrechamos manos y ella aplaudió llamando la atención de los pequeños. Todos se giraron de forma obediente y corrieron a guardar los juguetes para luego sentarse en la pequeña alfombrilla de colores. Se ve bastante blanda.
—Niños. Ella es la señorita Manoban. Es la nueva maestra de música, ¿qué decimos cuando conocemos a alguien nuevo? —preguntó.
—¡Gusto en conocerla! —gritó un pequeño rubio al final del salón.
Leo.
Es... Es igual a... No, no puede ser. Sonreí levemente intentando ignorarlo. Está lejos, tal vez es eso...
Tal vez veo mal.
Una cerveza al desayuno fue mala idea.
—Muy bien, cariño. —sonrió la maestra.— Son todos suyos, señorita Manoban.
—Bien. —sonreí nerviosa.
La mujer de unos cuarenta años aparentemente notó mi nerviosismo y acarició mi hombro.
—No te preocupes. —me guiñó un ojo.— Niños, en fila para ir con la señorita Manoban.
Los pequeños se formaron rápidamente y Taeyeon me entregó una lista.
—Al inicio es difícil aprenderse los nombres, luego me la entregas. —asentí lentamente.
—Gracias, linda. Me salvaste. —murmuré.
Caminé fuera del salón con los pequeños tras de mí. Llegamos al extremo del pasillo y comenzamos a subir la escalera. Subí después de ellos en caso de que alguno se tropezara, cayera por ella y muriese.
No puedo cargar con la muerte de más niños en mi conciencia.
Llegamos al salón y abrí la puerta dejando que todos entren a ubicarse en las mesitas pequeñas.
Este salón es adaptado para ellos, está cool. Si tuviese un hijo probablemente tendría algo de ésto para él o ella.
—Bien, niños. ¿Quién quiere ayudarme con una canción? —pregunté.
El pequeño de antes levantó la mano y se puso de pie.
—Mi mami me canta una que le gustaba mucho cuando era joven hace tropecientos años. —murmuró y sonreí.
Es muy parecido a mi hermano...
—¿Cuál es tu nombre, amigo? —pregunté.
—Me gusta que me digan súper K. —dijo rápidamente.— Me gustan los superhéroes.
Asentí lentamente.
—Bien, súper K. Adelante, ¿qué canción es?
Caminé hasta tomar una guitarra.
—Tú canta, y yo te acompañaré con ésto. —él observó emocionado la guitarra. Sus ojos brillaban.
Tal como los de Leo cuando tocaba la guitarra para él en el hospital...
Flashback:
—Hey... Campeón. —murmuró Jennie sentada a mi lado.— ¿Cómo te sientes? —preguntó.
Leo sólo elevó los pulgares. El cáncer estaba allí... Matandolo.
—¿La guitarra? —preguntó mi hermano. La levanté y él aplaudió.— ¿Cantarán para yo?
Asentí intentando que las lágrimas no salieran justo ahora. Jennie acarició mi muslo y me relajé levemente mientras la observaba.
—¿Qué canción te gustaría? —pregunté
—Canción de cuna. —murmuró y sonreí.
Mi hermano tenía tan buen gusto musical como yo. Desde que mamá quedó embarazada cuando Rosé tenía siete, comencé a poner aquella música que amaba tanto.
—Desde la parte de...
—La luz. —murmuró.— Me gusta eso... —tosió levemente y observé rápidamente la máquina.
Todo estaba bien... Joder, que susto.
Afiné la guitarra y Jennie sonrió.
—¿Al mismo tiempo o partes tú? —preguntó.
—Únete en el coro. —dije y ella asintió. Leo nos observaba atento.— Nunca nadie me dio tanta luz, para nadie fui tan importante, nunca quise ver tan lejos al dolor... con verte crecer tengo bastante. —comencé a cantar con un arpegio suave.
Fin flashback.
El pequeño rubio carraspeó levemente y abrió la boca para cantar.
—Quiero que te duermas como un sol que se acuesta en un campo de trigo —comenzó él y mi piel se erizó por completo.— tengo aquí en mi pecho un corazón, igualito al hueco de tu ombligo. —me uní.
Él sonrió y siguió cantando conmigo.
—Sabes quién temblaba, cuando ibas a nacer... sabes que pensé, que por ahí no ibas a poder sabes quién te puso en el pecho de mamá... —murmuré y detuve la guitarra.
Me sentí agobiada.
—¿Está bien, maestra? —preguntó y asentí.
—Solía cantarle esa canción a mi... Hermano. —murmuré.— Gracias, super K. —murmuré.
—¿Alguien más se sabe otra canción? —pregunté.
Una pequeña castaña levantó la mano y se puso en pie.
—Soy Kim Yerim. —murmuró.
—¿Tu padre se llama Seokjin de casualidad? —pregunté y ella asintió.
—Ese es uno de mis padres. —sonrió orgullosa.
Vaya. Todos han tenido hijos. Joder.
Todos menos yo.
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