Capítulo 8: 19:30
Me congelé con el teléfono en la mano y aún sentía el rostro ardiendo.
Entré al departamento otra vez, abrí mi clóset con torpeza y comencé a buscar qué usaría para salir con él.
Un vestido me parecía atrevido, a pesar de que me conoció usando uno. Pantalón quizás demasiado conservador y no sabía si incluir maquillaje o no.
Resoplé, frustrada por todavía no entender lo que responde a un "adecuado" código de vestimenta en Corea.
Evidentemente despertaba mi interés el salir con él, pero no estaba segura de estar asimilando adecuadamente la magnitud de esta situación.
Me causaba vértigo todo lo que implicaría, pero también muchísima curiosidad.
Aquella noche dormí ansiosa. Descansé poco y abrí los ojos antes de que sonara el despertador. Fui a ducharme pensando en mi atolondrada decisión y desperté solo cuando el agua tocó mi rostro.
La liviandad de mi atuendo me puso de buen humor, pues aquel día hacía mucho calor. Igualmente cubrí mis brazos con un delgado suéter abierto, más que nada para protegerme del sol.
Agarré las llaves del mini cuando estuve lista y fue divertido conducir por las calles despejadas sin apuro.
Después del control militar, me estacioné y fui la primera en entrar al salón de Sombras, que inauguraba la jornada.
Ocupé un asiento junto a un ventanal que ofrecía una espectacular y muy verde vista al campus, y saqué el libro de materia para darle una rápida lectura antes de la clase.
Estaba muy sumergida en la información cuando todos comenzaron a entrar.
Me rehusaba a levantar la mirada. Sentía mis mejillas palpitar al pensar que Jungkook entraría por esa puerta en cualquier momento.
Jess se ubicó a mi lado con una gran sonrisa, diciéndome lo orgullosa que estaba de mí por haber llegado antes que ella.
—Voy a salir con Jungkook —solté de repente, como si las palabras se hubieran escapado de mi boca.
Dejó caer su mandíbula y abrió mucho sus ojos. Agarró mi pierna con fuerza y soltó el aire.
—Oh por Dios —dijo entre risas nerviosas—. No puedo creerlo.
—Tampoco yo.
—¡Demonios!, lo sabía —se corrigió—. ¿Cuándo?
—Hoy a las siete, Jess, y tengo miedo de lo que pueda pasar. Siento que no pensé antes de hablar. Me pasó un teléfono para que me comunicara con él y me llamó —me detuve un momento y respiré hondo—. Todo esto se siente muy peligroso.
—Si Army se llega a enterar recibirás mucho odio, eso debes tenerlo claro.
—No estoy lista para esa clase de negatividad sobre mí —dije en un hilo de voz, con la mirada perdida en el cuadrillé de su falda.
—Pero tú decides si dejas entrar a esa energía o no —respondió firmemente—. El que te detesten habla de su propia inmadurez y no de ti.
—Lo sé... pero tampoco sería bueno que esto afectara su carrera, me sentiría muy culpable... Es decir... las tiene tatuadas en su mano, Jess.
—Él te buscó a ti y ya es un adulto. Él verá lo que hace, y las decisiones que tome respecto a su vida profesional no son tu problema —hizo una pausa—... Aunque te incluyan.
Suspiré ruidosamente y restregué mis ojos.
—Además se supone que todo el grupo está en una pausa mientras él estudia —insistió—, ¿por qué no puedes acompañarlo a disfrutar esa pausa?
—¿Y por qué él tiene que ser tan famoso? —me quejé—. Sería genial que lo fuera solo un poco.
—Bueno... no se puede controlar el clima, Mari. A él no le queda opción y a ti si —se encogió de hombros—. Vas a contarme todo, y tienes que acostarte con él, ¿oíste?
Elevé una ceja y la miré de arriba abajo, peyorativamente.
—No tengo que hacer nada con nadie, Jess. Es una primera cita con un tipo desconocido para mí.
Soltó una risotada y echó su cabello para atrás.
—Oye no te pongas así, me refiero a que él no es cualquier tipo...
—Me faltó decir que es poderosísimo.
—Sí, pero también una muy buena persona, Mari —dijo seriamente—. Yo he sido su admiradora por varios años y puedo decir con certeza que estarás bien con él. Estarás a salvo.
Guardé silencio y lancé una mirada rápida a la puerta del salón, que aún no había sido atravesada por él.
—Nunca te dejaría ir si no estuviera segura de que lo pasarás genial, tonta.
—Está bien —dije por fin y posé mi mano sobre la de ella que todavía estaba en mi pierna.
—Trata de relajarte... ¿Qué te vas a poner?
—Te mandaré fotos. Solo iré cómoda porque no tengo idea adónde me va a llevar.
—¿Es una sorpresa? —exclamó con tono agudo, clavando sus uñas en mi piel.
—Más bien dijo que era un secreto.
—¿Te imaginas te presenta a los chicos? —preguntó con ahínco, como queriendo sacar más emociones de mi rostro.
Levanté las cejas y me encogí de hombros. Pensé solo guardar silencio, pero tras ver su persistente expectación le dije:
—No lo sé, Jess. No creo.
La clase avanzó fácilmente y terminó antes de que me diera cuenta.
Jungkook no se presentó, y no parecía que fuera a hacerlo en las siguientes asignaturas, pues su flamante auto no estaba y todas las chicas se encontraban ridículamente melancólicas.
—De seguro se está haciendo el cool antes de salir contigo —dijo Jess, tirando de la pesada puerta de la cafetería.
—¡Shh! No hables de eso tan fuerte —espeté con el ceño fruncido.
—Deja la tensión, Mari, aquí casi nadie habla inglés —me dijo Nicolay, al tiempo que pasaba su brazo por mi hombro.
—¡Sí, qué bendición! —exclamó Jess sarcásticamente—. Somos los extranjeros marginados.
Ponía atención a la conversación por unos segundos y luego mi mente volaba sobre lo surreal que se sentía la vida en ese momento.
Ya no estaba en casa y eso nunca se sintió tan cierto.
Comí en silencio y muy rápido, asintiendo en las partes adecuadas mientras ellos hablaban y dejando salir pequeñas risas cuando me lograba distraer un poco.
Agradecí que no volvieran a mencionar el tema, pues realmente necesitaba que se sintiera lo más natural posible.
El resto de la jornada transcurrió mecánicamente. Tomé apuntes limpios y cree delicados bocetos botánicos en la asignatura de Naturaleza.
De tanto en tanto, sin embargo, se me iba la vista hacia el asiento vacío de Jungkook.
No pude evitar preguntarme si nuestra cita seguía en pie, en caso de que le hubiera surgido algún imprevisto.
Fue entonces que recordé la existencia del teléfono prestado y, con cuidado de no levantar las sospechas de Jess, deslicé la mano dentro mi bolso.
Comencé a palpar mis cosas hasta encontrarlo. Era mucho más grande y pesado que el mío, así que no fue difícil.
Cautelosamente, saqué solo la mitad de la pantalla, pero en ella solo vi un azul oscuro y grandes números que indicaban las 14:34 de la tarde.
La voz del profesor de pronto se tornó distante y mis rápidos bocetos se volvieron complejos e intimidantes. Casi no podía creer que los hubiera hecho yo.
—Que tengan buen fin de semana jóvenes.
Agradecí al cielo el oportuno fin, pues ya no tenía más cabeza para dibujar.
Guardé todas mis cosas y le di un beso de despedida a Jess.
—Me voy a clases de coreano —le recordé al ver su expresión confundida.
—¡Cierto! Que te vaya estupendo... Y en lo otro también —me dijo en voz baja al oído—. Me mandas un mensaje antes de que te vayas y mucha suerte.
—Gracias, Jess.
🪐
Me puse más y más nerviosa cuando me di cuenta de lo poco que quedaba para llegar a mi departamento.
Toda la tarde estuve molesta conmigo misma. Consideraba absurdo encontrarme tan alterada y todo el tiempo sorprenderme pensando en la cita.
En el Instituto Nacional Coreano todos estuvimos muy enredados con el alfabeto.
Yo ya tenía cierta noción de algunas letras, sin embargo, comenzar expresiones cotidianas complejas me terminó de achicharrar el cerebro.
Crucé la puerta de mi departamento exactamente a las cinco de la tarde.
Disponía de dos horas para arreglarme y despojarme del mal augurio que me transmitía mi aprensión.
No obstante, ver a mi gato Ragnar acercárseme con la cola muy levantada ayudó a mejorar mi humor. Lo alimenté en abundancia y me fundí a su lado, acariciando su lomo dorado. Pasaban los años y aquella continuaba siendo la mejor manera de relajarme.
Me dirigí al baño y dejé caer mi vestido frente a la ducha. Bajo el agua visualicé la tensión abandonando mi cuerpo.
Me envolví en una suave toalla cuando terminé y puse un pie fuera de la tina sintiéndome mejor.
Limpié el vapor del espejo con una mano y reí al ver mi cara en el reflejo. Era cómico ver el manojo de nervios en el que me transformaba cuando salía de mi zona de confort.
Salí del baño y me sorprendió el frío viento que azotó mi desnuda piel desde el ventanal abierto de mi habitación.
Me apresuré a cerrarlo y a encender el calefactor. Los cambios de temperatura tan bruscos de Corea todavía me causaban conflicto.
Hidraté mi cuerpo con una deliciosa crema de olor a ciruela y cepillé mis dientes con fuerza.
Escogí unas calzas negras simples pero gruesas, una camiseta de encaje del mismo color y encima un bonito suéter de lana rosa, ancho y más o menos largo, en honor a mi comodidad.
Una de las mangas se caía dejando al descubierto la fina tira de encaje sobre mi hombro.
Me maquillé ligeramente, delineé un poco mis ojos y encrespé mis pestañas con cuidado.
Con una rápida mirada a mi celular, advertí que tan solo restaban quince minutos y las manos comenzaron a sudarme.
Me decidí por unos botines negros de pequeño tacón, para que la brecha entre él y yo no fuera tan abismal.
Cuando estuve lista, cubrí mi cabeza con una elegante boina negra que protegería a mis oídos del viento y contrastaba muy bien con el rubio de mi cabello.
Me tomé una improvisada foto frente al espejo de cuerpo completo de mi cuarto para enviársela a Jess, y tras recibir sus enérgicos mensajes sobre lo bonita que lucía, fui a sentarme al sofá con el corazón a mil.
Encendí la televisión casi fingiendo desinterés por la situación y respiré hondo varias veces mirando el reloj de mi pared, que ya marcaba las siete en punto.
No sabía si Jungkook llamaría a la puerta después de alegar que tenía toda mi información, o si solo se limitaría a telefonearme.
La verdad ni siquiera estaba segura de si fuese a aparecer y eso volvía todo aún peor.
Cuando el reloj marcó las siete y veinte. Apreté el botón lateral del teléfono prestado, pero solo me indicó la misma hora otra vez.
Seguía con los ojos clavados en la tele, mas no la veía.
Súbitamente, comencé a dudar de todo. Ya no estaba segura de si habíamos quedado a las siete o siete y media.
No sabía si debía llamarlo para saber cómo estaba, ni tampoco si había sido buena idea aceptar su invitación en primer lugar.
Suspiré pesadamente, me saqué los botines y subí mis piernas al sofá. Cambié de canal varias veces, volví a chequear la pantalla del celular y cuando dieron las siete y media me levanté.
El cielo ya comenzaba a oscurecerse y asimismo se ensombrecía mi sala de estar.
Encendí una pequeña luz y retiré la boina de mi cabeza.
Ahora no tenía idea de cómo actuar cuando lo viera en clases y ni ganas tenía de contárselo a Jess. Una inmensa vergüenza me embargó al imaginarme declarando que había sido plantada.
En la cocina bebí un largo trago de agua fría y me dispuse a ir a mi habitación. Estaba por cruzar el marco de la puerta, cuando muy a lo lejos, escuché fuertes bocinazos que llamaron mi atención.
Con la idea de que había ocurrido un accidente, salí al balcón a curiosear.
Los bocinazos cesaron y mi vista decayó en un flamante Mercedes negro estacionado sobre la acera frente a mi edificio.
No tardé en advertir la inconfundible silueta de Jungkook.
Con una mascarilla protegiendo su rostro, se hallaba sentado en la barandilla junto al auto, lentamente retirando la mano del interior de la ventana del conductor y levantando su cabeza al mirarme.
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