
Capítulo 38: Felina
—Eres ruidosa, ¿sabes? —me dijo Yoongi luego de un buen rato en donde lo único que se oía era la brisa—. Y lloras muy feo.
—Lo siento —dije simplemente.
Estaba en una parte alejada de la casa, así que probablemente sí había sido escandalosa.
—Estaba en mi estudio —continuó luego de aclarar su garganta—. Estoy trabajando en una canción sobre un concepto que hace tiempo está rondando mi mente.
Comprendiendo que en realidad su propósito era distraerme, volteé a verlo y reparé en el aire cálido y franco de sus rasgos.
—¿Cuál? —indagué.
—El Seesaw.
Asentí, tratando en vano de descubrir el trasfondo de eso.
—¿Te refieres al juego?
—Sí —afirmó—, pero con ese juego también me refiero a la vida... y a los vínculos que formamos dentro de ella.
Hizo una pausa como para tratar de reformularse.
—Todo el tiempo caemos en juegos de poderes... Es como una competencia. En el trabajo: "Yo soy mejor que tú, por eso merezco más dinero". En las relaciones: "yo te amo más. No, yo te amo más a ti, por eso me debes" —se detuvo, como no muy seguro de continuar—. Autoridad entre padres e hijos, "si me impones, te desobedezco", todo el tiempo estamos en un sube y baja.
Observándome desde otro ángulo, pude ver que usualmente soy yo la que tiende a expresar reflexiones de ese tipo, y escucharlas de alguien que siempre guarda silencio fue interesante, incluso algo intenso.
—¿Quieres hablar sobre eso? —preguntó, mirando al frente—. Sé que estabas hablando con tu padre, pero no entendí nada, así que...
Miré el césped y bajé una mano para sentir la tierra sostenerme, y de esa forma no largarme a llorar otra vez.
—Bueno... se enteró —respondí en un hilo de voz—. Se molestó mucho, me dijo cosas horribles... —hice una pausa cuando se me quebró la voz.
—Ya veo.
—La única persona a la que quería enorgullecer viniendo aquí... se ha decepcionado de mí. —sollocé y pasé una mano por mi rostro para secarlo—, y no soporto la idea de que, no solo el mundo entero, sino que mi padre ahora también me desprecia.
—Sé que así se siente, pero no es cierto. No es el mundo entero, ni tu padre te desprecia —explicó con contagiosa calma—. En esta vida nadie puede ser como es de verdad.
—Siento que sin importar lo que haga me van a juzgar —musité sin energía—. Tome el camino que tome, alguien me odiará.
—No es así. Solo tienes la mala suerte de tener sobre ti más ojos que los demás —señaló—, pero eso con el tiempo se vuelve... normal.
Miré de reojo su silueta a mi lado y lo vi muy concentrado en el horizonte. Observé lo mismo que él hasta que se reguló mi respiración.
—Espero que ese tiempo llegue pronto —comenté en voz baja—. Debiste haberlo escuchado, estaba furioso.
—¿Y te castigó... o algo?
Solté una melancólica y breve risa, todavía sin poder creérmelo del todo.
—Bueno... básicamente dejará de enviarme dinero para mis gastos, porque ya no está de acuerdo con que siga aquí.
Guardó silencio.
—Así que veré si puedo conseguir un empleo de medio tiempo —añadí y entonces sentí sus ojos sobre mi semblante—. Puedo vender también algunas de mis ilustraciones...
—¿Y que pasa si no puedes? Eres extranjera, no sabes hablar coreano.
—Si no puedo, me toca regresarme y ya está —carraspeé para que dejara de temblarme la voz.
—Oye, Jimin podría comprarte veinte casas y ni siquiera se daría cuenta —comenzó a hablar de prisa—. O dile al tonto de Jin que enmiende su error, Mari... Incluso yo podría...
—No lo haré —sentencié, arrancando un poquito de césped—. Te estás pareciendo a Si-hyuk, ya basta.
—Esto es diferente.
—Me estás ofreciendo dinero...
—Sí, para que no te vayas. —Su voz se elevó un tono y abruptamente de nuevo miró al frente—. A Jimin le afectaría mucho... Sé que, que nunca ha tenido una amiga como tú.
—Algo se me ocurrirá —dije abrumada, poniéndome de pie—, tengo todo este mes aún. Gracias por tus palabras y por ofrecerme tu ayuda, Yoongi, estaré adentro.
No me contestó y permaneció sentado.
Yo le hice una pequeña reverencia antes de volver a la casa y me encontré con un durmiente Jimin, quien finalmente se rindió ante su cansancio.
Sonreí por su tierna posición sobre el sofá y entré al baño sin hacer ruido. Traté de aminorar la hinchazón de mis ojos con agua fría y respiré hondo varias veces antes de volver a salir.
Me arrodillé sobre el mismo cojín en el que estaba antes junto a la mesita de centro, y en mi celular, de inmediato comencé a buscar opciones de trabajo.
Escuché llegar a Yoongi y tomar asiento en el sillón junto a Jimin. Sentía su mirada, pero estaba demasiado concentrada como para reaccionar.
La barrera del idioma era sin duda un problema, debía encontrar un empleo donde no tuviera que hablar con nadie y solo dedicarme a la labor.
No se me ocurría nada más que algo relacionado con limpieza, así que en eso me enfoqué.
Le di un sorbo a mi vaso de café y cuando levanté la vista, vi a Jungkook paralizarse al entrar al cuarto, todavía con pijama.
—Mari.
Se precipitó hacia mí ruidosamente, y sin pensarlo me abrazó.
—Dios mío. ¿Estás bien?
Su aroma me embargó de recuerdos y descansé mi mentón en su hombro durante un momento.
Luego me alejé y asentí. Me dedicó una tímida sonrisa que correspondí, y entonces me percaté de que Jimin había despertado.
—Qué gritón, Jungkook —se quejó, somnoliento.
Hobi llegó bajando las escaleras con ropa diferente y en silencio se dejó caer en el cojín a mi lado.
En medio de Jungkook y él, de pronto mi corazón se aceleró. Bloqueé el teléfono y vi a Jimin tratando de encender el televisor a nuestras espaldas.
—Veré una película con la enana, así que hagan el favor de levantarse.
—Yo también quiero —dijo Hobi y yo volví a beber nerviosamente de mi café.
—Bueno, entonces muévete, estás tapando todo el...
—¿Qué haces aquí? —Escuché la voz de Namjoon y elevé la vista—. ¿Qué mierda estás haciendo aquí?
Venía llegando desde el exterior, su ropa blanca se pegaba a su cuerpo por la transpiración. Parecía que había corrido kilómetros y me hablaba con una tenebrosa y frágil calma.
Abrí la boca para contestarle, pero Jungkook se me adelantó.
—No empecemos, Namjoon...
—Yo la llamé —intervino Jimin—. ¿Cuál es el problema?
—¿El problema? —Namjoon carcajeó con ironía—. ¡Pues díganme ustedes! ¿Tienen cara para volver a ver a esta víbora después de lo que pasó?
—Aquí hay tres caras que sí que la quieren ver, hermano —dijo Hobi—, así que déjate de hablar así.
—¿Por qué me tratas como si yo tuviera toda la culpa? —le pregunté, atravesando sus ojos.
—Porque la tienes —espetó con firmeza—. Eres una llorona. Qué mierda te importa que te digan gorda si sabes que no lo eres. Hiciste un escándalo porque es exactamente lo que querías hacer.
—¿Qué mierda me importa? —repetí incrédula, sintiendo mi sangre arder al ponerme de pie—. ¿Entonces debo soportar que humillen mi cuerpo para proteger tu imagen?
—Y la de Jin y la de Jimin, y la de Jungkook... No tienes idea de lo que hiciste. ¡¿Sabes lo que es nuestra carrera ahora?! ¡Un chiste! Eso es lo que es.
—Que no seas capaz de confiar en tus capacidades como cantante... o rapero o la mierda que seas, ese no es mi problema —repliqué, caminando hacia él—. Si solo validas tu éxito con niñas gritonas ese tampoco es mi problema. Cuando estuve ahí no dije ni una sola palabra, no sé de qué escándalo me hablas. Yo solo le pedí a Hobi que me sacara de ahí, porque no me dejaron salir por mi puta cuenta.
—Bájame el tono, niñita, que yo no soy tu amigo. —Trató de intimidarme con su enorme altura, viéndome con desprecio hacia abajo, pero yo solo me acerqué más a él sin dejar de clavarle dagas con mis ojos—. Esto no se trata solo de anoche. Llevas meses haciendo tonterías. Tú no sabes cómo funciona nuestro mundo, ni lo que significa para nosotros que nos vean con una mujer como tú.
—Mujer como yo —repetí, entrecerrando los ojos—. Soy exactamente igual que ustedes.
Carcajeó tan fuerte y cerca de mi rostro que mi estómago retumbó.
—No lo eres. Nunca serás igual a nosotros, solo mírate. Eres llorona —enumeró con los dedos—, exagerada, y además de fea, eres una aprovechadora, literalmente, porque te gusta escalar esas ¡malditas telas como la maldita trepadora que eres!
—¡Oye! —exclamó Jimin, frenándolo—. ¡Te voy a reventar la boca si no te callas!
—Jamás me ha importado lo que opines tú de mí —espeté—. Dime todo lo que quieras.
—¿Todo lo que quiera? No, gracias. Con lo sufrida que eres te puede terminar gustando y ahí sí que me voy a morir del asco.
Lo miré de hito en hito y mis ojos se humedecieron de rabia, pues además de que incluyera mi pasión por las telas dentro de sus insultos, el que ninguneara mis emociones se me hizo insoportable dentro de mi mal estado.
Su mirada estaba impávida, no podía ver nada más debajo de toda su crueldad.
—Te odio —musité y él asintió.
—Pues yo también.
—Si comienzo a divulgar lo repugnante que eres, será tu fin —sentencié, manteniendo su mirada.
—Inténtalo entonces —respondió sonriendo y mi mano hormigueó por las ganas de abofetearlo, pero no lo hice.
—Qué bonito como le hablas a una mujer, Nam. —Esta vez intervino Yoongi y volteé a ver su irónica mirada—. Qué grande eres, todo un macho.
—¡Hyung, ya basta, por favor!
—¡Déjame verla! Es-estoy seguro, ¡es su voz!
Los gritos de Jin me alertaron. Miré hacia la escalera y lo vi bajar a trompicones con la misma ropa de ayer y una botella de whiskey en la mano.
Detrás de él venía Tae, tratando de frenarlo y luego de que no se cayera. Su mirada me encontró y de inmediato comenzó a lagrimear.
—Ay, bebé.
Apartó de un fuerte empujón a Namjoon, y antes de que pudiera reaccionar, ya me tenía envuelta en sus brazos. Me estrujó y lloró como un niño sobre mi hombro.
—Lo siento, Mari —me dijo Tae—. Traté de que no lo vieras.
—No te preocupes, está bien.
Oír sollozar a Jin con tanta fuerza me desorientó. Lo envolví un segundo con mis brazos también y más aún se desmoronó.
—Respira —le dije con suavidad—. Ya pasó.
—Ay, Jin, por favor contrólate —se quejó Namjoon—. Pareces una niñita. Sé hombre y asume tus cagadas.
—¡Oh, ya cállate, Nam! —exclamó el vozarrón de Tae—. Cállate un rato, sólo cállate. Vengo escuchándote desde arriba y estás rogándome una patada en las bolas, hermano, así que por favor cállate.
—P-perdóname, bebé, perdón —me dijo Jin, arrastrando las palabras—. E-eres la mujer más hermosa, ¡la más hermosa que ha pisado esta tierra! No sé qué fue lo que hice —se irguió para mirarme y perdió el aliento—. Mírate, eres preciosa.
—Está bien —afirmé con el corazón encogido al verlo así. Tembló mi barbilla, pero me contuve—. Todos cometemos errores —él asintió y sus ojos lentamente se iluminaron—. Te perdono, ¿de acuerdo? Ahora quiero que te tranquilices y tomes mucha agua.
—¿Me perdonas? —susurró tambaleándose, con la vista fija en mis labios
—Sí, Jin, pero...
Se inclinó para besarme, pero giré el rostro. Además de que su aliento era demasiado fuerte, estaba entendiendo muy mal el mensaje. Se irguió y otra vez comenzó a llorar.
—¿Qué pasa? —gimió.
—Necesito estar sola, Jin —le dije con suavidad—. Has pasado por mucho y yo también.
—¿Qué quieres decir? —balbuceó—. ¿Que ya no eres mi bebé?
Negué con la cabeza y me sobresalté cuando la botella de whiskey resbaló de su mano izquierda y se reventó en el suelo estrepitosamente.
Cientos de vidrios se esparcieron por el suelo y yo era la única en calcetines.
—A ver, Jin —Tae lo apartó, me tomó entre sus brazos fácilmente, y los cristales crepitaron bajo sus zapatos. No me lo esperaba, así que sentí una repentina taquicardia hasta que me dejó en una zona libre de peligro.
—Lo- lo siento, bebé —farfulló con su ebria mirada perdida, como recién dándose cuenta del desastre.
—Hablemos cuando estés mejor, ¿está bien? —le dije, tratando de no empeorar las cosas.
Él asintió y se dejó guiar por Namjoon, quien lo sentó en un taburete de la cocina y lo hizo afirmarse de la encimera para que no se cayera.
—Espabila, hermano —le dijo, dándole unas suaves palmadas en la mejilla—. Te haré un café.
—¡Kookie! —clamó una voz chillona y sentí mi estómago caer—. ¿Dónde está mi bello Kookie?
Se escucharon unos tacones cruzar la entrada y me atreví a mirar a Jungkook. Lo vi emitir un largo quejido, igual que los demás.
La chica entró con un pantalón apretado y una delgada camiseta que no dejaba casi nada a la imaginación.
—¡Maldita sea! —profirió Namjoon—, ¿hoy es el día de las visitas de mierda o qué?
La chica se inclinó sobre Jungkook y lo abrazó. Él de inmediato trató de zafarse, pero ella fue más insistente.
—¡Vi toda la maravillosa entrevista anoche! —exclamó la chica con alegría—. ¿En serio eres feliz conmigo?
—Claro que no y lo sabes —respondió Jungkook—. Ya lárgate, Minha. Nadie te invitó.
—A casa de mi novio no necesito invitación.
—A todos lados necesitas invitación —se burló Hobi—, tú no las pides que es diferente.
—Aww, ¿cómo están mis chicos? —preguntó, y sentí como si piedras calientes se presionaran sobre mi cuerpo.
Dando saltitos, desordenó el pelo de Hobi, luego el de Yoongi que intentó apartarse pero no alcanzó, y finalmente se dejó caer al lado de Jimin en el sofá.
—Tú te veías guapísimo ayer —le dijo juguetona—, casi tanto como mi Kookie. El rubio te queda genial, esta es tu mejor época. —Desordenó entonces su pelo y apreté los dientes.
—Oye, Minha —la llamé y sentí mi voz emerger por si sola. Ella volteó como si no me hubiera visto al llegar y elevó una ceja—. Hola, linda, ¿qué tal?
—¿Y esta qué hace aquí?
—¿Yo? —reí, sintiendo el filo de mis palabras quemar mi garganta—. Yo soy la invitada, así que devuelvo tu pregunta.
—Ya deja de intentarlo, creí que te había quedado claro que no eres del tipo de Jin —carcajeó, poniéndose de pie y yo me uní con ironía a su risa—. Y yo ya no podía esperar para ver a mis chicos.
Jin balbuceó algo desde su taburete, pero mi furia nubló también mis oídos. Todos comenzaron a hablar, pero de algún modo solo la oía a ella. Caminé un poco por el cuarto, para tratar de controlar mis celos.
—¿Tus chicos? —seguí riendo junto a ella.
—¡Sí! —respondió extasiada, acortando más la distancia entre nosotras—. Y en especial a mi Jiminnie, cariño, él y yo nos llevamos muy bien, somos amig...
No dejé que terminara de hablar cuando la rabia tomó por completo el control sobre mí.
Atesté un diestro golpe, rápido e infalible, en su mejilla que la hizo perder el equilibrio sobre sus tacones.
Ella gritó y yo me ubiqué a horcajadas sobre su regazo. Tiré de su pelo para que me mirara y con firmeza le di una bofetada que rápidamente pasó a ser una corriente de puñetazos.
Sentía la fuerza de los golpes emerger desde mi hombro y desde todo mi dolor.
Recordé la risa de la gente en el evento, el desprecio de mi padre, los insultos de Namjoon, y a ella misma besando a Jungkook.
La muy perra logró darme en la boca una vez, y luego de alguna manera en la sien, pero solo sirvió para aumentar mi fiereza. Mis curvas me dieron ventaja sobre su cuerpo enclenque.
—¡¿Me quitaste a mi novio y ahora quieres quitarme a Jimin?! —exclamé sobre sus gritos—. ¡Eres una perra! ¡Ya me tienes harta! ¡Voy a matarte!
Advertí entonces unos brazos en mi cintura, y no supe desde hace cuánto estaban ahí. Trataban de alejarme y me decían cosas, pero no entendía nada. Solo oía con enferma satisfacción los quejidos de dolor de la chica con cada golpe que recibía.
Rompí también una manga de su camiseta. Empuñé una vez más su pelo y le di el último golpe en la boca antes de que me levantaran en el aire.
—¡Fuera! —le grité. Ella de inmediato se cubrió la nariz y salió corriendo.
Mis pies de nuevo tocaron el suelo y me voltearon. Jimin agarró mi rostro entre sus manos y juntó su frente con la mía.
—Mírame —urgió al ver que no le prestaba atención—. Enana, ¿estás tonta? ¿Cómo haces una cosa así? ¡No puedes!
Sus pulgares secaron lágrimas que ni siquiera sentí que resbalaban y me aparté de él.
Traté de regular mi respiración yo sola, pero la silueta de Jungkook en seguida me detuvo.
Con sus firmes manos, también envolvió mi rostro y se acercó tanto que su nariz rozó la mía.
—Ella no te ha quitado a nadie. —Con una mano agarró su dije de corona y me lo enseñó—. ¿Ves esto? Yo sigo aquí.
Puse mi mano sobre mi propio dije, temblé y aparté el rostro. Me zafé de su agarre y paseé la vista rápidamente por la estupefacción de todos; incluso la boca de Namjoon se hallaba entreabierta.
Cerré los ojos en un instante de silencio, di media vuelta y me alejé rápidamente hacia el baño.
Sentí las zapatillas de alguien seguirme, pero no quise voltear.
Aturdida y todavía agitada comencé a sentir un metálico sabor llegar a mi boca. Abrí la puerta del tocador y la cerré.
El espejo me devolvió una imagen muy triste. Jamás me creí capaz de hacerle eso a alguien.
Al ver sangre brotar de mi labio inferior supe que su golpe me había hecho morderme. Un pequeño rasguño también tenía lugar en mi pómulo derecho.
Me incliné para enjuagar mi boca, y mientras lo hacía, escuché la puerta abrirse y cerrarse otra vez.
—Está ocupado —dije sin querer erguirme a ver quién era.
—Oye, sí que le diste una buena —comentó la voz de Jimin con un dejo de diversión—. No debiste.
—Lo sé —respondí, incorporándome.
No quise verlo en el reflejo por mucho tiempo. Aún sentía cierta rabia por lo que dijo esa tipa, y no sabía cómo corroborar de manera sutil si era o no verdad.
Jimin se paró a mi lado y evité sus ojos. Ubiqué mis ardientes y heridos nudillos bajo el chorro de agua y descubrí que mi mano temblaba violentamente.
—Déjame ayudarte —dijo sosteniendo mis dedos.
—Tu amiga quedó peor que yo —mis palabras brotaron suaves pero heridas desde mi boca—, deberías ir a ayudarla a ella mejor.
Su mirada buscó la mía, pero no la levanté. Aparté mi mano y comencé a limpiar mi piel torpemente con papel higiénico.
—No me digas que estás celosa.
Soltó una carcajada que retumbó en mis oídos y me hizo sentir aún más mal.
—Veo que lo disfrutas —repliqué sin energía—. ¿Esto te gusta? ¿Que se peleen por ti?
—No —dijo ahora con un poco más de seriedad—. Es solo que no puedo creerlo, enana.
—Ya no me llames así.
—A ver, a ver. —Trató de envolver mi rostro con sus manos, pero al ver que me resistía, insistió con calma—. Es primera vez que hablo con ella. Y ni siquiera hablé, fue ella quien lo hizo.
Guardé silencio y miré sus ojos. Elevó las cejas como si fuera lo más obvio, pero volví a liberarme de su agarre.
—Ella dijo que ustedes se llevaban b...
—Claramente lo dijo para fastidiarte y muy mal, porque se fue con la nariz rota —declaró, otra vez conteniendo una risa—. ¿Vas a dejar que te ayude sí o no?
Guardé silencio a modo de respuesta.
—Ven, siéntate aquí —palmeó el mármol del lavamanos y con cuidado así lo hice. Quedé a su misma altura y él sacó una crema de un cajón.
En silencio empapó una toalla con agua, contuvo el temblor de mis manos, y retiró la sangre de mis nudillos.
Aplicó después una transparente crema refrescante sobre ellos y se sintió muy bien.
—¿Por qué habrías de estar celosa de ella? —indagó sobre la quietud.
—No lo sé —respondí—. Nunca me había pasado, lo siento.
—No me refiero a eso.
Su mano seguía frotando el ungüento sobre mi piel aunque ya casi se absorbía por completo.
Y luego, mi corazón dio un vuelco cuando sus dedos comenzaron a envolver todo mi dorso hasta acariciar la palma de mi mano.
—¿De verdad crees que existe otra amiga más genial que tú?
—¡Pues no! —me quejé—, por eso me enfadé.
Se echó a reír y negó con la cabeza. Empapó un poco de papel higiénico con algo que olía como a alcohol y lo presionó sobre el corte en mi pómulo. Apreté el gesto, pero pronto el escozor se hizo tolerable. Dobló el mismo papel y ahora lo presionó sobre el corte en mi labio.
Su vista decayó hacia mi boca y contuve la respiración.
Recordé por un fugaz instante aquella vez en que él se escondió conmigo en un armario para que Namjoon no me viera, y la forma en que mi corazón se aceleró al sentirlo tan cerca.
Ahora sentía lo mismo, pero la diferencia es que no había nadie alrededor.
Y como si nuestros pensamientos fueran uno solo, su pulgar se posó sobre mi labio igual que en ese entonces y lo acarició muy lentamente.
—No debiste hacer eso —susurró y subió la mirada hacia mis ojos.
Comprendiendo recién a lo que se refería, giré un poco el rostro y me deslicé hacia abajo del lavamanos. Respiré hondo y asentí de acuerdo con su afirmación.
—Gracias, Jimin —musité, pero antes de que pudiera abrir la puerta, su mano me detuvo por la muñeca y suavemente me hizo voltear.
—No quiero que se te vuelva a olvidar —dijo con la vista fija en su propio agarre—... que para mí no hay nadie más especial que tú.
Subió su mano un momento a mi rostro y brindó una ligera y breve caricia a mi mejilla. Sus palabras refrescaron los ardientes celos que no lograba suprimir aun convenciéndome de que sí lo hacía.
—Creo que necesito descansar un poco.
—Sí, yo también creo que necesitas descansar un poco —repitió, embelesado mirando mi boca.
Quise acercarme y abrazarlo, pero ya no confiaba en mí misma. Solo cerré los ojos e incliné un poco más mi rostro sobre su toque. Entonces lo sentí acercarse a mí y reaccioné. Aclaré mi garganta y suavemente abrí la puerta del baño.
Jimin de inmediato caminó por delante de mí y me hizo un ademán para que lo siguiera.
Así lo hice, atravesando un extenso corredor por el primer piso y alejándome del masculino murmullo del salón.
Entramos a una habitación con una gigantesca cama de funda azul, alfombrilla blanca y una enorme televisión junto a varios estéreos.
—Este es mi cuarto —me dijo Jimin, y presa de un cansancio sin nombre, me acomodé sobre su edredón de inmediato, haciéndolo reír.
—Es precioso —le dije con los ojos muy pesados. El mismo calmante aroma de su sudadera Champion inundó mi nariz y me hizo recordar el bienestar que siempre me ha otorgado todo lo que tiene que ver con él—. Y huele muy bien.
Aletargada por la comodidad, muy pronto me sentí ir de sueño. Lo último que percibí fueron sus abultados labios posarse sobre mi frente, sellando mi descanso.
🪐
Narra Yoongi
A mí no me engañan.
Ninguno de ellos ha podido hacerlo nunca. Incluso cuando creo que lo han hecho, no es así. Y es que no es difícil descifrarlos, lo difícil es fingir que no sé nada después de hacerlo.
¿Cuál de todos ellos se deleitó más viéndola pelear? Esa es una buena pregunta, pues con ese violento acto confirmaron todo lo que estaban deseando alcanzar.
Creían que ella solo se regodeaba al vernos batallar, y con esto se ha demostrado que Mari con nosotros siente el mismo nivel de impulsividad.
Hablo en plural porque en la seguridad de mi mente no tengo intención alguna de excluirme de toda esta situación.
Y es que esa valiente niña me mira como si no tuviera a nadie en realidad.
Veo en sus ojos una soledad insoportable, que me parece francamente fascinante. Teniéndonos a casi todos nosotros completamente dispuestos a cualquier cosa que ella mande.
Es paradójico, y de alguna manera hermoso.
No quiero hablar de su físico, porque me aburre hablar de lo obvio. Deseo conocer sus delirios, todos y cada uno de sus martirios.
Algo habló Jungkook acerca de su madre, pero no me parece suficiente.
Acarrea pérdida, fortaleza sobre flaqueza, y aún así tiene la cabeza de crear manantiales de cosas bellas. Nunca he sido bueno para expresar mi asombro, pero esta chica para mí es capaz de entrar en un fango y convertirlo en un campo lleno de flores y piedras de oro.
No le gustó ver a otra mujer aquí y eso solo alimentó la depravada fantasía que se está gestando en nuestras mentes.
Incluso bajo el más absoluto silencio, el pensamiento de mis hermanos parece fusionarse con el mío, como si no tuviese suficiente con leer sus gestos, como si fuese ameno soportar su lado más sombrío.
—Ella no está bien —dijo Jimin, volviendo a la sala de estar.
—No me digas —replicó Tae, sarcástico—. Esto es tú culpa... —Comenzó a caminar furioso hacia el zombie de Jin.
—No —lo frenó el brazo de Jimin—. Se van a callar todos. Mañana tiene examen y por fin se quedó dormida, así que háganme el favor, perros, y no ladren.
—Ella peleó por nosotros —comentó Hobi, suspendido como siempre en la ilusión de sus pensamientos, corroborando todas mis sospechas.
—Lo dices como si fuera algo bueno —espetó Tae—. La Mari que conocemos jamás habría hecho eso. Está alterada y Minha la agarró en un mal momento, eso es todo.
—Ya deja de alumbrarte, Hoseok —reclamó Jungkook desde la ventana—. Nos nombró a Jimin y a mí, aquí en ninguna parte figuras tú.
—Mari se enfadó cuando Minha dijo "mis chicos" —insistió Hobi.
Entonces Namjoon soltó el cuchillo con el que trataba hace media hora de prepararse un emparedado y salió del salón.
—¿Se dan cuenta de la mierda de discusión que están teniendo? —intervine, planeando provocarlos—. Es igual que si hablaran de un perro. Están haciendo que el titular de la mascota resulte ser cierto.
—Oh, parece que Nam y tú están concursando por ver a quién le reviento primero las pelotas —gruñó Tae.
—Eso, Yoongi, exclúyete —exclamó Jin desde un rincón con ebria ironía—. Exclúyete como si no fueras igual que nosotros, como si nunca hubieras pensado en ella.
—Bueno, ahora está soltera, ¿cierto? —solté y al ver el súbito y lascivo deseo en sus gestos, terminé de confirmar que puedo leer sus mentes—. Parecen lobos tratando de comerse a una cierva.
Todos tomando un papel diferente. Jimin el de mejor amigo. Tae el de super héroe... Veo engranajes en sus miradas urdiendo planes para alcanzarla. Como si fuera el mejor viaje de sus vidas, como si encerrara el remedio que curará todas sus heridas.
Para llegar a ella primero debes saber quién eres; porque ella no lo sabe, y si no lo sabe, no te entiende.
Como si fuera la única mujer que amas, como si fuera una hermosa daga que no daña. A mí no me engañan, repliqué, a mí no me engañan.
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