Capítulo 23: Luz
El vehículo me dejó en el terreno de los chicos.
A través del cristal pude ver a más de cuatro de ellos. Con ademán despreocupado, parecía que me estaban esperando.
Tomé aire antes de abrir la puerta.
—¿A quién tenemos aquí? —preguntó Jimin alegremente, siendo el primero en acercarse cuando me vio bajar.
Le dediqué una sonrisa y una inclinación de cabeza.
Vestía de azul, traía hermosos pendientes, y con un ademán indicó que me acercase a los demás.
Se me hizo un nudo en el estómago al verlos a todos cómodamente sentados al exterior, menos a Jungkook y... Namjoon.
—Vaya, el destapador de botellas —bromeó Jin, recostado en una silla.
Lo miré ofendida y él solo rio, juntando las manos en señal de disculpa.
Retiré la vista y fui a abrir el maletero.
—A la mejor cocinera, querrás decir —corrigió Jimin.
—No sé, yo la conozco como la chica de las telas —dijo el tipo llamado Hobi—, y así le voy a decir.
Tomé con cuidado el lienzo de ambos costados, hice un gesto con mi cabeza de fingida resignación y troné la boca.
—Bueno... al menos es mejor que abrelatas.
—No dije eso —rebatió Jin.
No respondí y comencé a caminar hacia el estudio con el lienzo en brazos.
Mi pelo ondeó con el viento, y tuve que apartarlo de mi rostro sacudiendo un poco mi cabeza.
Cerré un ojo cuando los rayos del sol me dieron de lleno a través de los árboles, y encandilada vi a Tae.
Me permití detenerme sobre su mirada, sin disimular mi gusto de verlo.
Articuló un "hola" en inglés para mí y yo lo imité. Me sonrojé sutilmente al recordar el efecto de su voz en mí.
—¿Qué traes ahí? —indagó Jimin, caminando a mi lado—. ¿Tu trabajo con Jungkook?
—Sí, me pidió que viniera para terminarlo —expliqué—. Le dije que yo podía hacerlo, pero...
—Podemos verte dibujar un rato, ¿cierto? —Esa mezcla entre afirmación y pregunta me confundió—. Jungkook se está bañando.
Con lentitud volteé cuando me percaté de que hablaba en plural, y pude ver cómo todos, menos el peliblanco, me seguían silenciosamente con las manos en los bolsillos.
Jin y Hobi con esa constante mueca de diversión, y Tae muy atento.
Como si no tuviera el control de mis palabras, respondí:
—Claro... No hay problema.
Respiré hondo y seguí caminando.
El cuadro no pesaba, pero Jimin me lo arrebató de las manos.
Entramos al estudio y él solo acomodó el lienzo en un atril.
Me deshice de mis zapatos y dejé caer también mi bolso para estirar un poco la espalda.
—¿Largo viaje? —indagó Jin mientras todos se esparcían dentro del cuarto.
—Sí, pero fue genial, no tuve que hacer casi nada.
—Yo odio los tesla —hizo una mueca—. Quiero un auto de verdad, no una nave espacial.
—Todos quieren una nave espacial, Jin —intervino Hobi, analizando con detención uno de los antiguos trabajos de Jungkook colgado en la pared—. Hace meses no me metía aquí.
—Jungkook ha mejorado muchísimo —añadió suavemente Tae.
Compartieron el resto de sus frases en coreano, y yo en silencio lavé mis manos, preparándome para trabajar.
Luego, bajé el atril hasta el piso y me senté sobre mis rodillas para que no me doliera tan rápido la espalda.
Cuando los escuché ocupar todos los taburetes me sentí intimidada. Por más que les daba la espalda, me ardían sus miradas.
Era como si en vez de haberse sentado a ver la televisión, se hubieran puesto a verme trabajar.
Después de un rato, la melodiosa voz de Tae paralizó por completo mi costado derecho.
Se había inclinado a mi lado, amparado por el manto del cotilleo de los demás.
—Esto es realismo, ¿verdad? —me preguntó y me descubrí cerrando los ojos por su dulce tono.
—S-sí —contesté y todos guardaron silencio al oírme hablar—. En realidad estamos tratando de que pase a ser hiperrealismo.
—Parece una fotografía.
—Esa es la idea —dije mientras trazaba suavemente la línea de las cejas—. Y no me gusta nada la verdad. Es la corriente más aburrida, por eso siempre es la primera que enseñan.
—¿Aburrida? —indagó con diversión—. ¿Por qué aburrida?
—Porque no deja espacio a la imaginación —articulé mientras difuminaba con mis dedos las líneas marcadas—. Es solo copiar.
—Pero no estás copiando nada —replicó Tae.
Solté una risa enternecida ante su ignorancia en la materia y mantuve su mirada durante lo que me pareció un instante eterno.
Su cabello castaño ahora estaba muy liso, y su semblante había cambiado desde la última vez que lo vi.
—Ya no necesito referencias para hacer ojos —le expliqué—. Es un requisito manejar la anatomía humana a la perfección para poder entrar a la universidad.
—Entiendo —asintió sin despegar la vista de mis movimientos.
Con el borrador moldeable retiré pequeñas imperfecciones del puente de la nariz, y dibujé pecas para aprovechar una esquina puntiaguda del carboncillo. El viento atravesó la ventana y acarició mi cabello otra vez, renovando mi inspiración.
Podía sentir la mirada comprimida del tímido ser a mi lado. Percibí aquel familiar aroma a durazno y una sensación de inexplicable cercanía me embargó.
—¿Quieres intentarlo? —le pregunté con suavidad.
Sus pómulos se elevaron en una sonrisa que me pareció muy bella. Se encogió de hombros y luego asintió.
—Ten cuidado, va a joder todo tu trabajo —me advirtió la burlesca voz de Hobi.
—No tiene cómo joder nada en una sombra —rebatí sin darme la vuelta—. Bien, si miras esos ojos, ¿de dónde crees que viene la luz?
—¿Luz?
Noté cómo la barrera de nuestros idiomas se alzaba al ver su rostro interrogante.
—Luz —dije señalando un fuerte rayo de sol en la pared. Sin embargo, su confundida expresión no cambiaba.
Me levanté para que el rayo me diera en la cara y hacerlo más obvio. Miré a Jin para que tradujera, pero no parecía tener intención de ayudarme al ver la diversión de su mueca.
—Luz —repetí. Su mirada me siguió atentamente mientras yo movía mis dedos sobre el rayo, como tocándolo. Las caras de todos me comenzaron a parecer graciosas. Giré sobre mi eje para que la luz tocara todo mi cuerpo, sin saber qué más hacer para darme a entender—. ¡Luz!
—Sol —dijo Tae de pronto.
—¡Sí!... Bueno, no —suspiré y escuché reír a Jimin—. ¿De dónde viene el sol?
Volví a arrodillarme mientras sus ojos examinaban el dibujo con cuidado y luego descansaban sobre mí. Bajé la mirada y comencé a afilar el carboncillo.
—De la... izquierda.
—Muy bien, ahora haz tres pequeñas líneas bajo el párpado a la derecha. No lo cargues demasiado —le indiqué y así lo hizo, con mucha precaución—. Ahora puedes cargarlo más.
Me obedeció y volteó a mirarme a la espera de mi aprobación. Aclaré mi garganta, sintiendo mucha atención sobre mí.
—Bien, ahora con tres dedos... frota lo que acabas de hacer, hasta que las líneas se mezclen.
Una oscura sombra comenzó a aparecer para darle una definición bastante precisa al ojo, y no pude desviar la atención de la felicidad que lentamente comenzó a esparcirse por su semblante.
Con ese breve transcurrir de minutos, ahora la luz lograba tocar parte de su rostro, igual que la primera vez que lo vi.
Su belleza justo en ese momento me pareció irreal.
—Wow —profirió en voz baja—. Así queda muy bien.
Solo asentí, temiendo que si hablaba mi voz podría temblar, y limpié las yemas de mis dedos.
—Eres buena —la voz de Hobi se refería a mí—. ¿Dibujas desde que naciste o algo así?
Su tono me parecía condescendiente y no podía agradarme.
—Algo así —contesté sin voltear y oí la melodiosa risa de Tae. Recibí de vuelta el carboncillo y le extendí el pañuelo para que se limpiara las manos.
—Ya, Tae, sal de ahí —ordenó Jin—. Deja trabajar a Mari ahora.
Iba a decir que no había problema, pero antes de poder hacerlo, Tae ya se había levantado y ubicado en un taburete al lado de la ventana que me iluminaba.
Continué dibujando, acompañada de sus ocasionales intervenciones en aquel idioma desconocido.
Conecté durante un momento la mirada con Jimin, pues ahora él se había puesto a mi lado para ver de cerca mis movimientos, y cuando sentí mis mejillas comenzar a encenderse, me aparté.
—Mari.
No había reparado mucho en la ausencia de Jungkook hasta ese minuto. No pude evitar sobresaltarme con su voz. Lo miré y me dedicó una hermosa sonrisa.
Sin embargo, reparó en la presencia de sus amigos y su expresión al instante se oscureció.
—Pudieron haberme avisado que había llegado, ¿no creen? —inquirió, acercándose a mí.
—Te estabas bañando, Jungkook —señaló Jin.
—Con mayor razón, me habría apurado.
—Está bien —intervine con calma—, pude avanzar bastante, para mañana puede que esté listo.
—Lo recordaba más desprolijo la verdad —hizo un gesto tras observarlo un rato, y difuminó un poco mejor lo que recién había hecho Tae—. ¿Quieres que cambiemos?
—No hace falta todavía —dije tratando de concentrarme en un trazo importante.
Jungkook pasó una mano por mi cabello, que bajo el sol se veía aún más rubio que de costumbre. Movió un mechón hacia mi hombro y recorrió todo su largo suavemente.
Sentí que me quemaban tantos ojos en mi espalda, pero traté de mantenerme enfocada e inalterable.
Respiré hondo y me acomodé mejor sobre mis rodillas.
—Oye, ya, en serio. ¿Qué hace esta tropa mirando a mí princesa? —preguntó Jungkook y de manera inexplicable me asusté—. Mari es mi novia, así que lárguense.
Solo ellos y yo sabíamos la atmósfera que había hace tan solo dos minutos y no había caído en la cuenta de ella hasta ahora.
No despegué la vista del trabajo en ningún momento, solo deslicé mi mano en el bastidor, y traté de ocultar con mi cabello el rubor de mis mejillas.
La palabra incómodo no le hace justicia al tipo de silencio que hubo. Era más bien extraño, y estaba segura de no ser la única que lo sentía.
—¿No tienen nada mejor que hacer que verla dibujar? —insistió Jungkook sobre el nulo movimiento de los chicos.
—¿Novia?
La voz de Tae me hizo voltear a verlo con infundado nerviosismo. Su gesto se había vuelto indescifrable para mí.
—Sí, Tae, novia —repitió—. No-via, mi pareja. Creí que estabas yendo a clases de inglés...
—No hace falta responder así —lo frené impulsivamente—, se entiende.
—Ahora te dan órdenes, Kookie, ¿qué te parece? ¡Jajajaja! —exclamó con ironía Hobi.
—¿Hablaste con Si-hyuk? —intervino seriamente Jin—. Dime que sí lo hiciste.
—Sí, lo hice, y pronto encontraremos una solución que deje feliz a todo el mundo, ¿de acuerdo?
Jin aclaró su garganta y se puso de pie ruidosamente. Agarró la chaqueta que se había sacado y se acercó a él con ademán hastiado.
—Hablemos afuera, Jungkook, ahora.
Dejó caer una mano sobre su hombro y lo arrastró a la entrada.
Fue entonces cuando las miradas de ambos se dilataron y con una mueca de pavor voltearon a verme.
Mi vista se posó sobre la caminante figura que apareció en la ventana, y lo siguiente que sentí fue una mano cerrándose alrededor de mi boca.
Ni siquiera alcancé a gritar antes de encontrarme dentro de un oscuro armario. Me voltearon bruscamente y distinguí el níveo rostro de Jimin en la penumbra. Me indicó que hiciera silencio poniendo un dedo sobre sus labios, y yo solo pude asentir.
A través de la rejilla de madera advertí la gigantesca silueta de Namjoon y se me escapó un diminuto quejido de miedo al verlo pasar tan cerca de nosotros. Jimin juntó sus cejas y cerró aún más su mano sobre mi boca.
Bajé un poco la mirada mientras los oía hablar y reír a todos en coreano.
Muy pobremente pude deducir que Namjoon hace tiempo no entraba a este cuarto, decía que estaba diferente, y de un momento a otro preguntó por Jimin. Nadie supo muy bien qué decir.
—Te haría bien limpiar un poco este lugar —dijo con autoridad, pateando una bolsa de basura junto a la mesa de centro—. ¿Y qué tanto tienes en este armario? Parece que va a reventar.
Alcé mis aterrados ojos y sostuve la mirada de Jimin. Podía verlo mejor ahora que un súbito haz de luz atravesaba la rejilla y daba de lleno sobre mis ojos.
Agradecí ser lo suficientemente pequeña para entrar en un espacio como ese, pero maldije que sus ojos mirándome a tan corta distancia me hicieran temblar.
—No, Nam, tienes que ver esto —la voz de Hobi lo desvió—. El otro día Tae trató de dibujar este cuarto y le quedó de veras horrible. Aunque muy creativo, mira, porque agregó...
Regulé un poco mi respiración al oír cómo se alejaban.
Dentro de aquel sofoco, no tardé en empezar a reconocer el familiar perfume que desprendía la ropa de Jimin, y la agradable sensación de su piel sobre mis labios.
Con su mirada recorrió mi rostro como si tuviera todo el tiempo del mundo, y yo miré su mano envuelta en mi boca de una forma que no debí.
Regresé la vista a sus ojos y su agarre comenzó a aflojar.
Muy lentamente la fue retirando, pero su índice y medio se detuvieron sobre mi labio inferior. Se mantuvo ahí durante un instante, lo acarició de forma casi imperceptible y finalmente bajó la mano.
—Ya salgan —profirió Jungkook.
Juro que lo escuché gruñir antes de abrir de un golpe la puerta.
—Si yo quiero que esté aquí, estará aquí —saltó Jin en cuanto puse un pie fuera—. Namjoon no rebatirá. Última vez que haces algo así, Jimin. No puedo creerlo.
—Ella no tiene por qué aguantar el maltrato de Nam. No ha hecho nada malo —rebatió Jimin—. Sabes que es capaz de sacarla a rastras.
Jungkook rompió a reír.
—Sí, me gustaría ver que lo intentara.
—A ver, escuchen —protesté y todos me miraron como si no supieran que yo seguía ahí—. No entiendo por qué primero no hay problema con que venga, pero sí hay problema con que sea tu novia. Luego, Jin dice que no importa lo que diga ese tal Namjoon, y al siguiente segundo estoy escondida de él en un armario. De verdad...
Alejé el cuello de mi sudadera por el calor de mi molestia, y respiré hondo.
—Chicos... Cada vez que vengo me despido deseando no volver, pero ahora...
—Ahora que eres novia de Jungkook no te queda opción.
Se escapó el aire de mi pecho al oír la voz de Namjoon detrás de mí. Me giré y lo vi recargado en el marco de la puerta, con una sonrisa.
Detrás de él, Hobi rendido mirando a Jungkook.
—Qué conveniente —continuó—. No te culpo. JK es fácil de engañar.
—Yo le dije que viniera, Namjoon —intervino Jungkook—, prácticamente la obligué.
—Sé que es tu novia, y me parece vomitivo —enunció con calma—. Sus fotos están por todos lados, ¿y así tienen las pelotas de creer que no la vi llegar?
—No tengo idea de quién te crees que eres para tratarme de esa forma —rebatí y me miró con un desprecio increíble—. Vomitiva tu cara. Me vale si me ves llegar.
—Claro, por eso te escondes.
—Namjoon, ya basta —intervino Jimin.
—Me escondo para no tener que hablar con idiotas.
—Perfecto, ¿entonces vas a decirme que no te gusta toda la fama que estás teniendo por esto? —preguntó como si le estuviera hablando a una niña de cinco años.
—Por supuesto que no.
—Ni tampoco todo lo que te compra tu novio... Por favor, ten algo de amor propio y lárgate.
—Jamás le he comprado nada más que un ramo de rosas —espetó Jungkook.
Ahora yo solté una risa.
—Qué divertido que hable de amor propio alguien que evidentemente se odia a sí mismo, me parece genial —sentencié divertida.
—No tienes idea de quién soy.
—Sí, bueno, es que no tengo el hábito de perder el tiempo, la verdad —asentí—. Escucha, sé que no soy bienvenida aquí...
—Sí lo eres —interrumpió Jimin.
—Tú cállate —espetó Namjoon.
—... Pero ahora Jungkook es mi novio, y no hay mucho que puedas hacer mientras eso siga así —le expliqué con su mismo tono—. Vendré cuantas veces me lo pida, así que mejor hazte la idea.
—Descuida, pequeña, no puedo sacarte a rastras —se burló de Jimin— si Jin así no lo quiere. Así que disfruta tu estadía.
—No le digas pequeña —dijo Jungkook riendo lacónicamente—. No vuelvas a hacer eso porque te juro que te rompo el brazo, Nam.
Sus ojos no se despegaron de los míos en ningún momento, y me mantuve firme.
—Yo a ti no te creo nada —finalizó con semblante sombrío—. Es imposible que no nos conocieras. Imposible. Vine aquí a ayudar a mi hermano, pero viendo lo bajo que ha caído, me temo que deberá ayudarse él solo.
Se retiró y me inundaron las ganas de seguirlo y golpearlo.
Sin embargo, con compasión divina después comprendí que solo quienes realmente me conocen entenderán mi situación.
Quizás él solo quería evitar que en su casa entrara una mujer interesada.
—Lo siento —me dijo Jungkook en voz baja.
—No lo culpo por no creerme. Yo tampoco lo haría si fuera él...
—Que te crea o no, no es importante. No puede tratar así a una mujer —se quejó Jimin.
—Iré a buscar el auto —avisó Jungkook—. Nos vamos ahora mismo.
—Jungkook, quédate —intervino el peliblanco desde la puerta. Dentro de mi distorsión ni siquiera noté cuando llegó—. Vas a empeorarlo todo.
—¿Y dormir bajo el mismo techo que ese infeliz? —preguntó mientras salía, y no entendí el resto de las cosas que dijo.
Comencé a recoger mis cosas con la inspiración anulada. Guardé todo bajo el silencio expectante de los demás, y sabiendo que esta sería la última vez, me dirigí a Jimin.
—Gracias por ser tan amable conmigo. Me dio mucho gusto haberte conocido —me incliné suave y respetuosamente—. La verdad, lo único que lamento es haber causado tantos problemas.
Sin querer ver su expresión, me erguí, tomé mi mochila y con cautela me dirigí al mayor.
—Dijiste que vendrías cuantas veces Jungkook te lo pidiera —dijo Jin con voz grave y sin mirarme.
—Sí, supongo que lo dije para hacerlo enojar —confesé, dejando salir una risa resignada.
Levantó los ojos y se conectaron nuestras miradas. Me incliné ante él también, un poco más profundamente, y deseé que comprendiera que aquel agradecimiento lo abarcaba todo.
Lo busqué con la vista, pero Tae ya no estaba.
Me despedí con la cabeza de Hobi y el peliblanco, y me fundí en los brazos de Jungkook apenas salí del estudio.
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