Trabajamos en completo silencio y me alivió que respetara mi distancia.
Cuando me cansaba de sombrear simplemente me levantaba a afilar el carbón y él continuaba la tarea. Sus trazos eran duros, así que cada vez que volvía me encargaba de difuminarlos para que realmente tomaran un aspecto realista.
Surgieron unos ojos asiáticos, solo porque yo tomé un descanso cuando tocó definir los párpados.
Mis yemas estaban oscuras, así que me acerqué al elegante lavamanos del estudio para limpiarlas.
Mi cabello aún estaba húmedo, pero mi vestido ya se había secado. Ahora solo sentía el inminente frío del caer de la noche.
—¡Cuánto silencio! —exclamó una melodiosa voz. Levanté los ojos y vi cómo Jin entraba al estudio con varios paquetes redondos entre sus brazos.
Detrás de él venía Jimin, quien recorrió el lugar con la vista hasta encontrarme.
Me dedicó una breve sonrisa que correspondí.
—¿Qué haces aquí, Jin? —le preguntó Jungkook en coreano.
—Hablemos en inglés para que Mari nos entienda —ordenó y dejó los paquetes sobre la pequeña mesa de centro—. Además, ya me venía bien practicarlo.
Se me escapó una risa por lo marcado de su acento, y tras secar mis manos, volví a aproximarme al lienzo al notar lo desconcentrado que estaba Jungkook.
Habíamos movido el atril a ras de suelo para que no nos doliera la espalda, así que me senté sobre mis rodillas para continuar difuminando trazos con mis dedos.
—Wow —profirió la blanda voz de Jimin a mi lado—. Les está quedando genial.
Le agradecí con un gesto de cabeza.
—Y qué rápidos —añadió Jin—, solo llevan una hora.
—Se entrega la próxima semana —señaló Jungkook—, así que se supone que debemos ser rápidos.
—Ya veo... Bueno, nosotros hemos venido a comer con ustedes.
El calambre de mi estómago se hizo un poco más ligero al oír esas palabras. Me giré con los ojos encendidos mientras veía al más alto disponer la comida en la mesa.
Él levantó la vista con diversión.
—No quiero que se roben mis manzanas.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Jungkook confundido, pero Jin no contestó.
Me sonrojé y me levanté para lavar mis ennegrecidas manos otra vez.
—Solo trajimos ramen porque Nam está en la cocina y no pudimos hacer nada —comentó Jimin sentándose.
—Está exagerando como siempre —dijo Jin simplemente—. Ven, Mari, con confianza.
Ocupé el lugar al lado de Jimin y frente a Jungkook. Jin se sentó en la cabecera y presumí que era así por ser el mayor de los presentes.
—Muchísimas gracias —les dije suavemente—, esto huele muy bien.
Separé los palillos, revolví el contenido, y sin esperar a que se enfriara, comencé a comer con ganas. Proferí varios sonidos de placer y Jimin también.
—Si tenías tanta hambre pudiste decirme —me dijo Jungkook.
No contesté y continué comiendo. Mi estómago se calmaba con cada bocado, y muy lentamente me fui sintiendo bien.
—Podríamos haber traído algo mejor —comentó Jimin.
—Está perfecto —afirmé de inmediato—. Nunca había probado un ramen picante que me gustara.
—¿A esto le llamas picante? —me preguntó Jin, riendo—. ¿De dónde eres?
Continué masticando mientras lo miraba fijamente, indiferente a su burla.
—De muy lejos de aquí.
—¿Y tú desde cuándo eres tan fluido en inglés, Jin? —indagó Jungkook con las cejas elevadas en su dirección.
—No creas, el traductor me ayuda mucho.
Justo había terminado de beber el último sorbo de la sopa, cuando vislumbré la nueva silueta presente en el estudio.
—Jungkook —lo llamó la espesa voz de Tae y él se giró.
Mis piernas se apretaron cuando su mirada se posó brevemente en mí.
Ambos hablaron en coreano y lo único que pude distinguir fue otra vez el nombre "Nam" en la conversación. Jungkook se levantó hastiado, haciendo mucho ruido con su silla y salió del estudio, dejándome a solas con sus tres amigos.
Mis mejillas enseguida se encendieron y traté de adoptar una posición más natural en mi asiento, para no verme tan intimidada.
Tae analizó en silencio la situación del cuarto, sus ojos se detuvieron sobre nuestro trabajo un rato, y luego se acercó a la mesa.
—¿Puedo sentarme? —preguntó con cautela.
—Por supuesto —le contestó Jin, preparando otro paquete de ramen para él.
Ocupó la silla vacía de Jungkook frente a mí y no pude volver a mirarlo, pues su presencia era densa y no estaba segura de lo que me hacía sentir.
—El otro día no pudiste responderme —me habló Jimin, haciéndome voltear hacia él—: ¿Eres bailarina?
Un tanto cohibida por su repentina sonrisa de medio lado, por un sólido segundo no supe qué responder, así que negué con la cabeza.
—Estudio Artes Visuales —dije al fin—. Solía bailar y bueno... hacer acrobacias en tela, pero ya no lo hago tan seguido.
—¿Y por qué no? —indagó.
—No lo sé. —Me encogí de hombros sin querer explicarle y desvié los ojos—. Me gusta más dibujar supongo.
Cuando terminé, Jin habló en coreano para Tae, esperó a que él respondiera y luego se dirigió a mí.
—Te pregunta quién te enseñó a dibujar así.
—Nadie en realidad. Siempre me gustó mucho imitar las cosas bonitas y... ver que podía hacerlo más o menos bien —respondí pausadamente—. Todo es práctica.
—Nosotros bien sabemos eso... —me dijo Jin—. Todo el tiempo estamos practicando.
—Me imagino —asentí—. Espero que con esta pausa puedan descansar un poco.
—¿Un poco? —profirió Jimin en tono burlesco y me miró sonriendo—. Lo único que Jin ha hecho es dormir todo este tiempo.
—Eso no es verdad —se defendió el acusado.
Me reí tímidamente y vi cómo Tae le daba un empujón a su traductor, exigiendo que hiciera su trabajo.
Mientras lo ponían en contexto en su idioma, presté atención a lo frías que se encontraban mis manos, y con cuidado las cerré alrededor del recipiente de ramen que aún seguía caliente.
De reojo vi que Jimin siguió mi movimiento, y luego de tipear en su teléfono me dijo:
—Estás muy desabrigada.
—Sí —convine luego de un momento—, es que no pensé quedarme hasta tan tarde.
Asintió seriamente y con un rápido movimiento deslizó su sudadera por su cabeza y me la extendió.
Automáticamente me negué de forma cortés.
—Tómalo, te puedes enfermar —insistió, aún de pie.
Sentía la mirada de los otros dos aguardar expectantes. Suspiré y en honor al genuino frío que sentía la acepté, tampoco deseando ser grosera.
—Muchas gracias. —Incliné mi cabeza y entré al calor de sus mangas.
Mi vestido apenas se veía por lo naturalmente grande que me quedaba. Era de color gris y a un lado del pecho se leía Champion.
Al notar que Jungkook no regresaba y cómo los últimos rayos de sol se esfumaban, consideré prudente retirarme.
—La comida estuvo deliciosa —les dije mientras me ponía de pie.
—¿Ya... te vas? —me preguntó Tae en un inglés tan precario que me conmovió. Me detuve en sus ojos un rato y por un instante casi olvidé cómo hablar.
—Sí, mi departamento queda lejos.
Tras ponerse de pie asintió, se despidió cortésmente con una breve inclinación que no alcancé a imitar antes de que se retirara del estudio.
Vi las ondas de su oscuro cabello alejarse, y me embargó aquella familiar oleada con aroma a durazno.
Aclaré mi garganta y me acerqué a mi mochila. Guardé las brochas que me pertenecían y me volví hacia ellos. Callados, no se movían de su posición.
Abrí la boca para despedirme, pero Jin me interrumpió:
—Te acompañamos a tu auto.
Solo asentí, y de nuevo abrumada por la altura de ambos, salí del estudio en su compañía.
El frío exterior golpeó mis desnudas piernas, y agradecí estar protegida por la gruesa sudadera de Jimin. Crucé mis brazos sobre el pecho y sentí su perfume impregnado en la tela de algodón. Ambos me guiaron por un sendero sin agua, y después de un minuto estuve junto al mini.
—Pueden ocupar este estudio cuando quieran —me avisó Jin—. Digo, para practicar. Yo siempre estuve a favor de que Jungkook estudiara.
—Gracias, pero es sólo este trabajo, no creo que sea...
—Mira —me interrumpió—... no te preocupes por Nam, yo soy mayor que él, así que puedes creerme cuando te digo que no hay problema.
—¿Qué? —inquirí sorprendida—. Realmente no parece menor que tú.
—Bueno, pero lo digo en serio —finalizó, de pronto con ojos muy directos.
Asentí haciendo notoria mi incredulidad y me incliné por última vez.
—De todas maneras, fue un placer conocerlos.
Me acerqué a mi auto, pero antes de montarme, la familiar voz de Jungkook me detuvo.
—¡Mari, espera! —Venía corriendo y se veía alterado. Me giré dejando la puerta abierta—. ¿Qué traes puesto?, ¿por qué te vas tan pronto?
—Ya es de noche y avanzamos bastante —sentencié—, así que está bien.
Negó con la cabeza, aún tratando de recuperar el aliento.
—No está bien, yo iré a dejarte —hizo ademán de entrar al mini—. Hazte a un lado.
—No, Jungkook —espeté con firmeza, bloqueándole el paso—. Puedo conducir sola. Así como vine, me iré.
—Es muy tarde y vives en un barrio peligroso.
—Que mi departamento no esté en medio de la nada no lo hace peligroso —rebatí—, al menos no para mí.
Podía sentir la ardiente mirada de Jin y Jimin en mi espalda.
—Es como si estuvieras huyendo —urgió—. No quiero que te vayas así.
—Y yo no quiero que tengas otro problema. No debería estar aquí en primer lugar...
—Podrías escucharla, Jungkook —profirió una ruda voz.
El tipo con aspecto de jefe se encontraba de pie, estoico junto a Jimin. Sus manos estaban dentro de sus bolsillos y me pareció aún más atemorizante que hace unas horas.
—Parece un poco más inteligente que tú, al menos —continuó.
—No vine aquí a aprovecharme de nada —repliqué, harta de su trato—, quiero irme tanto como tú quieres que me vaya.
Por primera vez nos sostuvimos la mirada y sentí que me fallaban las piernas.
Observó con desdén la sudadera de Jimin.
—Si eso fuera cierto ya no estarías aquí.
—Ella no sabe... —quiso intervenir Jungkook.
—No te conozco —proclamé, sin apartar mi vista de sus temibles ojos.
—Oh, sí... cómo no —aseveró con sarcasmo.
—Y menos mal —finalicé—. Buenas noches.
Aprovechando la distracción de Jungkook, salté dentro de mi auto, cerré la puerta y aceleré tan bruscamente que las llantas chirriaron.
Conduje de vuelta muy atenta y en silencio.
Solo a mitad de camino recordé ponerme el cinturón y apoyar mi espalda en el respaldo del asiento.
Estaba muy tensa y avergonzada. Nunca en mi vida había recibido tanta atención masculina, y no podía sacarme de la cabeza el rostro de aquel desagradable gigante.
Su gorro escondió su cabello todo el tiempo, pero pude observar su pequeña nariz, su bien definida boca y sus felinos ojos cafés.
Qué cara tan extraña para una persona así, pensé.
Jin y Jimin me cayeron muy bien, y todavía no comprendía por qué Tae me puso tan nerviosa, cuando ni siquiera se dirigió con soltura a mí.
Francamente todos, incluido Jungkook, me provocaron un recelo indudable.
Cuando llegué al departamento, de inmediato fui a buscar resguardo a mi cama.
Aún me sentía desorientada, y sin saber muy bien por qué, no quise sacarme la sudadera. Su calidez me hizo sentir segura y su aroma fue lo único que me calmó lo suficiente para poder dormir.
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