Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13: Xantopsia

Cuando guardamos nuestros trabajos en el salón de historia, a Jungkook se le escapó que iríamos juntos al museo al anochecer y no le quedó más remedio que invitar a los chicos también, tras las insistencias de Nicolay.

Él lo vio como un severo desacierto, pero a mí me pareció genial. Claramente nos serviría a todos para estudiar.

Llevé a Jess conmigo al departamento luego de que pasara a recoger sus cosas a la residencia, y Jungkook se fue en el auto traído por ese misterioso individuo.

Aunque Jess no paraba de mostrarme quién era, a mí solo me pareció que tenía una mirada muy bella, pero apagada.
Y sin duda tenía una voz única que por algún motivo no podía dejar de recordar.

Me duché largamente para por fin sacarme de encima los humos del antro y la tierra mojada.

Bajo el agua no podía dejar de pensar en lo habitual que se estaba volviendo para mí salir con Jungkook.
A pesar de que me pareciera inmadura su insistencia, había algo en ella que me gustaba.

Nicolay llegó para cenar y pedimos sushi.
Sin embargo, no fui capaz de comer más que unas cuantas piezas, pues el nudo de mi estómago por el panorama ocupaba mucho lugar.

Bebimos un poquito de soju para lubricar la digestión y a eso de las nueve Jungkook me escribió que había llegado.

—¿Este es el auto de Tae? —le preguntó Jess sin tapujos, subiéndose a la parte trasera.

—Sí —respondió Jungkook mientras me abría la puerta del copiloto—, me lo prestó mientras arreglan el mío.

Aquel vehículo era un Hyundai Genesis GV80, pero eso lo supe mucho después.
Sus asientos no eran fríos y todo el interior olía tenuemente a durazno.

Me relajé mientras veía las luces de las calles de Seúl. La distancia era más larga de lo que esperaba, así que pusimos música durante todo el trayecto y hablamos sobre obras infravaloradas.

Cuando bajamos al estacionamiento, pudimos ver desde afuera toda la parafernalia de Van Gogh.

En la entrada, un hombre vestido de garzón nos esperaba con cuatro copas de vino blanco.
Todos agarramos una, menos Jungkook.

Por dentro, el museo era más pequeño de lo que imaginaba, pero así las bellas obras se extendieron de inmediato ante nosotros, rodeando a cada banca en el centro de los salones.

Además de estar iluminado cálidamente por antiguos apliqués, había muchísimas velas sobre dorados candelabros esparcidos por todo el lugar.

Me quedé sin habla ante aquel esplendor, y Jess y Nico parecieron captar al mismo tiempo la atmósfera romántica presupuestada para mí, porque se tomaron del brazo y en silencio comenzaron a recorrer el salón más lejano.

Volteé a ver a Jungkook y me ofreció su mano.
Me tomé un segundo antes de aceptarla y dejar que sus dedos se deslizaran entre los míos.

Subí la mirada y admiré los arcaicos ventanales en el techo que ofrecían vista a las estrellas.

—Wow —articulé en un susurro.

Le di un sorbo al vino, que resultó estar delicioso y frío, y nos detuvimos dentro del primer salón con las obras más antiguas de Vincent Van Gogh.

—Tanto amarillo —comentó deteniéndose frente a una de ellas—, incluso los rostros tienen sombras amarillas, nunca he entendido cómo logró que eso se viera bien.

—Porque se veían bien para él —dije soltándome de su mano para recorrer libremente el lugar—. Sus obras solo son el reflejo de su mente.

—Yo muchas veces no soy capaz de plasmar lo que tengo en mi mente, suelo quedarme corto.

—Y eso es lo que te hace un buen artista —dije volteando a verlo—. Si siempre lograras ejecutar exactamente lo que estás pensando no habría emoción. No sentirías la adrenalina de estar frente a un lienzo en blanco, o en tu caso, frente a un público expectante también.

—A mí la adrenalina me inspira —confesó desviando la mirada—, pero el lograr expresar realmente lo que quiero... es una especie de milagro. Eso y que además la gente lo interprete de mí misma manera es prácticamente imposible.

Asentí, absorta en la conversación y en un cuadro titulado "Cypresses".

—Creo que esa es una de las cosas que atormentaban a Van Gogh —comenté—. Él no solo sufría de bipolaridad.

—Algo me imaginaba por lo de su oreja —convino asintiendo—, pero la verdad no sé mucho más.

—También sufría epilepsia y esquizofrenia —le dije, comenzando a caminar—. Fue su hermano quien apoyó y financió su pasión por pintar, porque solo cuando murió sus obras comenzaron a ser famosas.

Sus ojos me seguían atentamente mientras me movía hacia el siguiente salón.
Con su interés y mi fascinación por el tema en cuestión, no podía dejar de hablar.

—En París, se fue a vivir con un pintor llamado Paul Gauguin a "la casa amarilla". Un lugar pensado para solo fundirse a disfrutar del arte. Pero ambos tenían diferencias artísticas muy grandes y la convivencia se hizo imposible para Paul, así que se fue.

Me tomé un momento para apreciar el encendido autorretrato de Vincent en el centro del salón, atravesándome con sus ojos tristes.

—No supo lidiar con la soledad, y en un arranque de ira se cortó la oreja —dije y me giré a ver los cuadros a mi espalda—. Su hermano lo internó en un hospital psiquiátrico y ahí se hizo adicto a un licor llamado absenta.

Vi los ojos confundidos de Jungkook así que expliqué:

—La absenta se extrae de una planta llamada artemisia absinthium, que entre muchas otras cosas contiene tujona, un compuesto psicoactivo —dije con cierta ansiedad en mi voz—, es decir, provoca alucinaciones.

Me detuve frente a su obra más famosa y sentí cómo se me erizó la piel mientras la contemplaba largamente.

—Por eso sus cuadros siempre parecen estar en movimiento —continué—. La noche estrellada no es más que la vista que él tenía desde su cuarto en el hospital.

Guardé silencio un momento y lo escuché soltar un rápido suspiro de asombro.

—Y lo que muchos no saben —agregué—... es que en ese hospital conoció al raro doctor Gachet, que trabajaba con medicina alternativa. Él le dijo que, si comenzaba a ingerir una planta llamada digitalis purpúrea, podría tratar su epilepsia —hice una pausa—. Pero lo que no le dijo es que esta planta produce alteraciones en la visión de los colores, especialmente... Ya sabes cuál —le sonreí.

Jungkook me observaba en silencio de hito en hito, con sus labios entreabiertos y ojos deleitados.

—Por eso tanto amarillo —finalicé—, era el único color que podía ver en realidad.

Su labio superior desapareció en la enorme sonrisa que me dedicó y me pareció tan adorable que reí con él.

—Eres muy inteligente —dijo entusiasmado—, es decir, sé que solo es la vida de un pintor, pero... La manera en que lo cuentas es... es una locura.

Desvié la mirada porque me sonrojé.
Casi no me había dado cuenta de lo mucho que había hablado porque se sintió muy bien.

La penumbra del salón fue cediendo a medida que me acercaba a un enorme candelabro encendido.

La preciosa obra se hallaba a su lado y dejando cuidadosamente mi copa en el suelo, me aventuré a tenderme justo debajo de ella. La cerámica estaba fría, pero ver los trazos desde ese ángulo me pareció más especial.

—¿Qué haces? —me preguntó Jungkook riendo.

—Pues no mucho, aquí —dije despreocupada—, acostada bajo la noche estrellada de Van Gogh, junto a Jeon Jungkook.

Negó con la cabeza sonriendo, y sin mayor vacilación, se recostó a mi lado también.
En la brisa de su movimiento pude oler su dulce perfume.
Juntó las manos detrás de su cabeza y contempló con detenimiento la obra.

—¿Siempre eres así? —me preguntó de súbito.

—¿A qué te refieres?

—A que siempre sabes qué decir, pero... al mismo tiempo eres espontánea —hizo una pausa—. Verte hacer cualquier cosa es muy interesante.

—No podría decirlo —reí y me senté para verlo mejor—, no vengo a exposiciones así todos los días.

—Veo que en realidad soy yo quien no tiene idea de ti.

Se irguió a mi lado y nuestras miradas quedaron a la misma altura.

—Y me gustaría cambiar eso —confesó con ojos brillantes.

Mi respiración quedó agolpada en mi garganta y tuve que tragar varias veces para despejarla.
Abrí la boca, pero no pude hablar.

—¿Lo ves? No siempre sé qué decir —solté por fin.

Emitió un breve sonido de aprobación y la sangre se agolpó en mi mejilla cuando su mano la recorrió suavemente.
Busqué sus ojos y él los míos.

—Tengo... todo el tiempo del mundo —dijo simplemente, con voz pausada.

Sus dedos se sentían grandes sobre mi piel, y por mero deleite mi rostro se inclinó más hacia su tacto.
Quería que me besara, pero sus carnosos labios solo se presionaron lentamente sobre mi mejilla acariciada.
Abrí los ojos y Van Gogh nos miraba.

Jungkook se alejó un poco, para luego volver a posar su mano bajo mi mentón y elevarlo con cuidado.
Se inclinó decidido, con la vista fija en la repentina humedad de mis labios.

—Oh, chicos, perdónenme —dijo la voz de Nicolay y ambos nos sobresaltamos—. Quería saber si me puedo tomar la copa que queda.

—Nicolay se me está acabando la paciencia contigo —profirió Jungkook.

Carcajeé de inmediato al escuchar su voz irritada.
Me levanté y me dirigí hacia Jess para despejarme un momento.
Tomé su mano y mientras ellos seguían discutiendo nos cambiamos de salón.

Parecía un sueño tener este prestigioso lugar solo para nosotros.
Pronto los chicos se nos unieron y recorrimos los salones una y otra, y otra vez.

Vimos la melancolía del azul y el vibrante amarillo por todos lados hasta hartarnos.
Y solo después de que Nico se terminara la copa de vino, regresamos a la camioneta.

Nos esperaba un largo camino de vuelta, y con el trasnoche aún latente ninguno fue capaz de hablar mucho más.

Pasados unos minutos de espeso silencio me giré a ver a Jess, quien se encontraba profundamente dormida sobre las piernas de un distraído Nico que batallaba en vano por mantener los ojos abiertos.

Consulté mi celular y al ver que era más de medianoche comprendí mejor nuestro cansancio.

Miré a Jungkook, y su cuello y lo abultado de sus brazos me hicieron los ojos todavía más pesados.

El vehículo era automático, por ende, él no tenía necesidad de ir pasando cambios.
Así pues, me serví de nuestra pequeña confianza y me deslicé por el alargado asiento para recargar mi cabeza en su hombro y recoger mis piernas hacia un lado.

Por una fracción de segundo él pareció tensarse, pero luego de aclarar su garganta dejó caer su cabeza sobre la mía para sostenerla, y su mano desocupada la posó libremente sobre mi regazo.

Relajé mi rostro y pronto estuve dormida.

Solo cuando el motor que me arrullaba se detuvo, abrí los ojos.

—Llegamos —me dijo Jungkook suavemente.

—Gracias por traerme —dije sintiendo la voz rasposa, sin despertar por completo aún.

Al notar que se encontraba como a la espera, me incliné y deposité un fugaz beso en su mejilla.
Me dedicó una hermosa sonrisa y un "que descanses" tan dulce que casi pude saborearlo.

Bajé del auto, cautivada por la ternura de su trato, y subí al departamento sin poder entender por qué aún aquí dentro continuaba sintiendo aquel intenso aroma a durazno.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro