El Gremio de Aventureros
En el mismo momento en el que Scaramouche y tú entrasteis en la ciudad, los habitantes os miraban con nerviosismo. A ti aquello no te molestaba, tratabas de estar lo más calmada posible. Por otro lado, Scaramouche casi que disfrutaba de la tensión en el ambiente.
Continuó caminando en toda su gloria, incluso lanzaba alguna que otra mirada asesina a aquellos que os miraban. Parecía que tenerte caminando tan obedientemente detrás suya le daba más confianza que si hubiese estado solo. Parecía como si estuviese presumiendo de ti, enseñando cómo verdaderamente se veía una persona puramente de Snezhnaya.
Mientras te secabas el sudor de tu frente mientras caminabais por las calles. El sol era implacable con el calor que radiaba sobre Teyvat. A veces echabas de menos el clima frío de Snezhnaya. Para la suerte de Scaramouche, él tenía su sombrero, que lo protegía del sol, y tú continuaste sufriendo por el intenso y desagradable calor, además de la molesta claridad.
Al final de unas escaleras había un puesto con una señora detrás de este. Por lo que recordabas, ella era Katheryne, la que hablaba diariamente con la Viajera.
— Mi señor —llamaste, intentando capturar la atención del joven hombre.
— ¿Qué pasa, [Nombre]?
Scaramouche se giró para mirarte, la decoración de su sombrero moviéndose mientras él lo hacía. Discretamente miraste en dirección al puesto, haciendo un gesto para indicar que vuestro objetivo estaba justo ahí. Después de seguir la dirección de tu mirada, sonrió maliciosamente y extendió su mano en tu dirección.
— Las señoritas primero.
Te indicó que fueses tú primero, cogiéndote de la mano y obligándote a ir delante.
No queriendo decepcionar a tu superior, empezaste a caminar hacia las escaleras. A cada paso que dabas, sentías muchos pares de ojos sobre tu persona. Probablemente fuesen los habitantes de allí, viendo cada movimiento. Al fin y al cabo, había uno de los Once detrás tuya.
No parecía que hubiese nadie que resaltase cuando mirabas alrededor. Te preguntabas por qué sentías como si estuvieses siendo espiada. De todas formas, como no querías ser pillada por sorpresa, tenías ambas manos cerca de tu cadera, en caso de que necesitases sacar tus armas.
Al terminar de subir las escaleras, la mujer se giró a veros. Parecía que su expresión amable desaparecería, pero después de un momento os ofreció una sonrisa.
— ¡Ad astra abyssosque! Bienvenidos al Gremio de Aventureros —os saludó, mirando a cada uno de vosotros.
— Buenas —saludaste de vuelta, poniendo tus manos sobre la mesa cortésmente—. Querríamos hablar contigo.
— ¿Sobre qué?
— Bueno, verás... —Scaramouche le ofreció una sonrisa amable, convirtiéndose así en el manipulador que era—. Tenemos un par de preguntas sobre una chica que viene de vez en cuando por aquí.
— He hablado con muchas chicas así que son parte del Gremio. Vuestra descripción es insuficiente —Katheryne entrelazó las manos y las colocó sobre su vientre.
— ¿Dónde está la Viajera? —interrumpiste, yendo directa al grano, el Heraldo permitiendo que te metieses en la conversación, incluso parecía que te instaba a ello—. Hemos escuchado por algunas fuentes que va a ciertas localizaciones para realizar quehaceres o «encargos». Dinos dónde está y nos marcharemos.
— Me temo que no puedo daros esa información —Katheryne pareció escoger sus palabras cuidadosamente—. Para hacerlo necesito tener permiso explícito de dicha aventurera. Si queréis podéis dejarle una nota que le entregaría mañana.
— No tenemos tiempo para esperarla hasta mañana —replicaste impacientemente, no queriendo que Scaramouche interviniese a base de fuerza—. Te recomiendo que nos digas dónde tiene sus encargos para poder reunirnos con ella. No te conviene hacernos esperar.
— ¿Por qué queréis hablar con ella? —preguntó tras dar un suspiro pesado.
— Por un motivo urgente y confidencial. No necesitas saber de ello —ahora fue Scaramouche quien respondió.
— No puedo ni daré información sobre los encargos a personas no pertenecientes al gremio. Fin de la discusión.
Scaramouche golpeó su puño contra la mesa de madera, lo cual hizo que el puesto entero temblase, haciendo que Katheryne se tensase. Podías ver claramente que esta señorita estaba haciendo que perdiese los estribos, tenía la misma mirada que cuando les gritó a los soldados.
— ¿Son ustedes... de los Fatui? —preguntó mientras os estudiaba.
— Tan solo dinos dónde está, Katheryne —susurraste entre dientes, alcanzando la palanca de tu tanque lleno de hielo, queriendo atraer su atención al arma—. Una localización. Es todo lo que pedimos.
— Llamaré a la Geoarmada si me atacais —se inclinó para susurrarte con tu mismo tono de voz—. Y si la Geoarmada no puede pararos, las Siete Estrellas tal vez puedan.
Retrocediste levemente hasta poner las manos de vuelta en la mesa, ofreciéndole una sonrisa siniestra.
— Está bien. Adiós, Katheryne.
— ¡¿Qué?! —exclamó Scaramouche, enfadado.
— Vámonos, mi Señor. Hoy no es el día para perturbar la paz en la ciudad.
Diste un par de pasos para atrás, alejándote así del puesto, para luego empezar a caminar hacia las escaleras, delante de Scaramouche.
Las tornas parecían haber cambiado, y ahora era Scaramouche quien te seguía mientras bajabais los peldaños, Katheryne mirándoos bajar como si nada hubiese ocurrido, y ella volvió a su actitud normal, ignorando lo que había pasado.
Cuando ya estabais alejados del puesto, paraste en una plataforma de piedra y descansaste tus manos en las fundas de pistola. Tu superior caminó hacia ti, parando en frente de tu cara. Estaba tan cerca que su sombrero tapaba el sol mientras te miraba.
Te miraba intensamente, y no pudiste seguir evitando que una sonrisa apareciese en tu rostro. Soltaste una risita y Scaramouche te miró como si hubieses ofendido a sus ancestros, ordenándote:
— Para.
— ¿Parar qué? —murmuraste, divertida por la situación.
—¿Te crees que es gracioso que no obtuviésemos información alguna sobre la Viajera? —Scaramouche te bronqueó—. ¿De verdad crees que es el mejor momento para estar riéndote, [Nombre]?
De repente te agarró por el mentón con mano firme, forzándote a parar tu risa. No estabas asustada, ya que sabías que no te iba a hacer tanto daño. La palma de su mano tapó tu boca de forma temporal, parando temporalmente tus risitas. Aunque no consiguió pararte del todo, tendría que intentarlo de otra manera.
— Mi señor, ¡no tiene nada de lo que preocuparse! —su agresividad te divertía.
— Ríete una vez más y tendré que callarte por mis propios medios —susurró amenazantemente.
Apretaste tus labios para parar, y Scaramouche suspiró. Una vez vio que empezaste a comportarte decentemente, soltó tu mentón.
— [Nombre]...
— ¿Sí?
— ¿Por qué pensaste que era buena idea irnos de allí sin saber la localización de la Viajera?
—Ya no necesitábamos la ayuda de Katheryne, mi señor...
— ¡No puedo creer que te rindieses tan fácilmente! —gruñó, frustrado.
— No es eso, señor —sonreíste al ver que no tenía ni idea de lo que pasaba—. Sé dónde está.
— ¿Qué? ¡¿Cómo?!
— Había una petición del Restaurante Wanmin colgado en la pizarra que había detrás de Katheryne. Un envío de comida. La Viajera recoge los pedidos en el negocio y los lleva a los clientes. El encargo fue publicado por el restaurante en el gremio. Ellos son los que saben dónde está.
— ¿Cómo sabes que era el Restaurante Wanmin? —preguntó, retándote de esa forma.
— Había un sello en el encargo. El logo del restaurante.
Le diste una pequeña sonrisa, y Scaramouche cruzó los brazos sobre su pecho, mirándote con asombro.
— Nunca paras de sorprenderme, [Nombre]. Puede que fuese demasiado duro conrigo.
— Perdón por no dejarlo claro antes, señor —bajaste la cabeza a modo de disculpa, pero él la desestimó.
— Lo que sea. Sabía que no era un error contratarte como mi secretaria. Haces que quiera ser egoísta y quedarme contigo, que seas solo para mí, y alejarte de los otros Heraldos que quieran tenerte... Buen trabajo.
Aceptaste su elogio alegremente.
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