Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El Banco del Reino del Norte

— ¡Saludos, Señor! —saludó un Recaudador Pyro.

— ¡Cállate y déjanos pasar! —le gritó Scaramouche, prácticamente empujando al hombre para entrar por la fuerza al edificio.

Después de haber corrido bajo la intensa lluvia y casi caeros por las escaleras, tú y tu superior llegasteis por fin al destino final de vuestra misión.

Las enormes puertas del edificio se abrieron y entrasteis al Banco del Reino del Norte. Docenas de Fatui dejaron todo lo que estaban haciendo y agacharon la cabeza en señal de respeto en cuanto vieron a Scaramouche entrar a zapatazos. Tú simplemente te dedicaste a mirar los diferentes elementos decorativos del lugar. Llevabas tiempo sin pisar el interior del edificio, pero seguía impresionándote como si fuera la primera vez.

Pero, volviendo a la realidad, seguiste a tu superior por las escaleras, luego por el pasillo, y finalmente hasta las oficinas. El Sexto ni siquiera se dignó en llamar a la puerta, sino que agarró el pomo y lo giró violentamente sin preocuparse por los desperfectos que pudiera ocasionar. Entró e impacientemente te agarró por el brazo y tiró de ti hacia adentro sin desaprovechar siquiera un segundo para cerrar la puerta detrás de ti.

Las orejas curiosas de los Fatui afuera quedaron finalmente bloqueadas por la puerta, y por fin pudisteis obtener algo de privacidad. Te mantuviste firme en tu sitio cuando el joven Heraldo se acercó a ti y te atrapó entre la pared y su cuerpo. Después de respirar hondo, Scaramouche se separó de ti, se giró y le lanzó una mirada asesina a quien estaba detrás de él.

En la otra parte de la habitación se encontraba una figura alta, la cual rodeó el escritorio en frente suya y se apoyó en el mueble, cruzando los brazos y suspirando. El mueble de madera pareció soltar un pequeño quejido al escucharse un crack.

Scaramouche y la otra persona mantuvieron la mirada fija durante unos instantes. Momentos después tu superior te hizo un gesto con la mano para que te preparases, y, siguiendo sus órdenes, agarraste tus pistolas fuertemente.

— Vaya, vaya, ¡pero si son Scaramouche y su secretaria-asistenta [Nombre]! Estoy ya tan acostumbrado de veros siempre juntos... —Tartaglia os saludó, mientras que en su rostro había una sonrisa de desconcierto—. Y parece que os habéis calado hasta los huesos con la lluvia. ¿Queréis secaros en la siguiente habitación?

En cuanto Scaramouche chasqueó los dedos, tú apuntaste hacia el Undécimo con ambas pistolas, las cuales brillaban con energía elemental.

— Wow, tranquilos... —el Undécimo soltó una risa tensa y levantó las manos, intentando parecer lo más despreocupado posible—. Vamos, no he hecho nada. Soy inocente.

El agua goteaba del sombrero de Scaramouche y caía en el suelo. Aparte de eso, el silencio era casi ensordecedor. Prácticamente se podía sentir su ira en el aire... no era algo agradable de experimentar.

— ¿Qué has estado haciendo estos últimos días? —preguntó Scaramouche en el tono más calmado que pudo—. Porque hemos escuchado de unos residentes que vieron a la Viajera con un chico alto, rico y de pelo anaranjado en una cita. ¿Algo que explicar, Tartaglia?

La pregunta no era una pregunta, sino una orden directa. Scaramouche le exigía una respuesta para lo que habíais escuchado de la chica cocinera del Restaurante Wanmin. No era un simple rumor del lugar, ya que los lugareños raramente mentían sobre las andadas de la Viajera. Por tanto, ¿era posible que el Heraldo en frente de vosotros hubiera tenido una cita con ella?

— Oh, qué curioso. Yo también he escuchado por ahí que hubo un revuelo con no uno, sino dos Fatui en el puerto —Childe contrarrestó—. ¿Huyendo de la Geoarmada? Eso sí que no lo había escuchado nunca de los nuestros.

— No cambies el tema. Teníamos un trato y tú lo has roto deliberadamente. Mientras [Nombre] y yo íbamos de un lado a otro como idiotas buscando información, tú te la llevaste a una cita. Esto es traición.

Tartaglia dejó escapar un suspiro mientras dejaba de actuar. Lo habías pillado in fraganti. Aunque no lo quería admitir en voz alta, se podía ver que se sentía culpable de lo que Scaramouche enumeró.

— Nunca he entendido la misión que enviaste —admitió Childe, pasando una mano por su cabello y rodando los ojos—, y puede que me distrajera después de encontrarla. La Viajera... un nombre tan vago para alguien tan hermosa como la chica que conocí hace unas semanas...

Alzaste una ceja, visiblemente confundida por las palabras que estabas escuchando. La mirada perdida en los ojos de Tartaglia era suficiente para que sospecharas qué es lo que se pasaba por su cabeza.

Scaramouche, sin embargo, estaba ahí de pie, impasible ante las palabras del Undécimo.

— Creo que he olvidado la razón por la que estábamos buscándola —comentó inocentemente con una sonrisa y sus ojos cerrados—. ¿Por qué no me ayudáis a recordarlo?

El sonido amortiguado de una campana repicando por el pasillo resonó en la oficina. La atmósfera era lo suficientemente tensa para enviar un ligero escalofrío por todo tu cuerpo. Nada temías más que Scaramouche se enojara, no querías ver a nadie gravemente herido.

— Hemos escuchado que la Viajera tiene acceso a la Gnosis de Rex Lapis —contestaste tú—. Mi señor Scaramouche desea que esté en posesión de la Zarina. Tratamos este asunto hace algunas semanas, después de la muerte de Rex Lapis. Ahora sí lo recordarás, ¿no?

Childe parecía pensativo, agarrándose con una mano la barbilla, y a los segundos empezó a asentir, diciendo:

— Hmm... Sí, creo que recuerdo haber accedido a ayudaros en esa misión... Sin embargo, he cambiado de opinión. No voy a seguir siendo partícipe de ella.

¿Podía simplemente hacer eso? ¿Negarse a participar? No estabas segura de ello. Pero tampoco lo cuestionaste, ya que él también era un miembro de los Once. Sabías que él era fuerte y no osabas ser irrespetuosa de ninguna manera. Aun así, seguías apuntándole con ambas pistolas.

Te decidiste a hacer la pregunta del millón:

— ¿Dónde está? Simplemente di la ubicación en la que se encuentra y no te molestaremos más.

— No —respondió, tajante.

— ¿Cómo que no? —habló de repente Scaramouche, veneno escapando en sus palabras después de escuchar aquello. Tú solo mirabas la situación con los ojos abiertos.

No. No te diré dónde se encuentra.

— Cómo te atreves a ir en contra de nosotros... —las manos de Scaramouche se tornaron puños y las venas le sobresalían de los antebrazos—. Cómo te atreves, Tartaglia. ¿Por qué has decidido ir en contra de nuestros planes?

Por la forma en la que el otro suspiraba con nostalgia, miraba alrededor de la habitación con una mirada distante, y sonreía ante la mención de la Viajera, todo encajaba como un rompecabezas prohibido. Soltaste un sonido de sorpresa al darte cuenta, sin entender la calidez que estabas sintiendo por el mero pensamiento de ello.

— Está... Enamorado... —susurraste, estupefacta, sin darte cuenta de que bajaste tus pistolas inconscientemente.

En el momento en el que dijiste aquello, Tartaglia parecía que se había quitado un gran peso de sus hombros. Ahora que su secreto había sido desvelado, no necesitaba seguir ocultándolo. La misión estaba destinada al fracaso desde el comienzo.

— ¿Enamorado? —tras la pregunta, Scaramouche soltó una inesperada carcajada—. ¡Enamorado! ¡¿Cómo puedes enamorarte de ella?! ¡Estás loco!

— Tú deberías de entender la situación en la que me encuentro, Scaramouche —comentó el Undécimo, quitando su mirada del Sexto y mirándote por un momento—. Aunque yo no soy el tipo de persona que se niega a admitir sus sentimientos.

Las pupilas de Scaramouche se dilataron considerablemente, observando al otro Heraldo mientras se alejaba de la mesa.

Sus palabras parecían cortar profundamente en Scaramouche... Estaba ofendido, enojado, casi podría decirse que estaba hasta asustado por lo que escuchó. Nunca antes lo habías visto con esa mirada culpable en su cara, sus mejillas se ruborizaron lo más mínimo y su piel palideció como la de un fantasma.

— Dispárale, [Nombre].

Apuntaste tus pistolas contra él y abriste fuego inmediatamente. Balas blancas de Cryo salieron disparadas, destrozándose al impactar contra el suelo cuando Childe esquivó el ataque.

El Undécimo tuvo tiempo de reírse burlonamente antes de saltar en el aire para evitar tus disparos. Scaramouche esperaba con anhelo el momento en que el otro Heraldo recibiera un golpe, pero estaba llevando más tiempo del que pensabas.

Childe intentó escapar, casi invocando sus poderes elementales para ayudarse a escapar hacia la salida. Viste esto como una oportunidad dorada y apuntaste de nuevo, esta vez señalando el suelo a pocos metros delante de él.

En el momento en que su pie aterrizó en el suelo, disparaste dos veces. Los ojos de Childe se abrieron de par en par y dejó escapar un grito (bastante masculino) cuando cayó rodando al suelo.

Quedó ahí indefenso, suspirando con decepción por haber sido capturado tan fácilmente. Tus disparos crearon un bloque de hielo sólido atrapando su torso y sus brazos.

Scaramouche se acercó y se agachó junto al Heraldo. Tú te asomaste por encima de su hombro para ver cómo interactuaban.

— Nunca te diré dónde está la chica... —gruñó Childe—. La protegeré pase lo que pase... Nunca más será herida por nada ni por nadie...

— Nunca has fallado para lograr sacarme de quicio —escupió Scaramouche.

— No retiro lo dicho —Tartaglia soltó un suspiro suave—. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero no puedes engañar a tus propios sentimientos.

Scaramouche se levantó y se volvió hacia ti, inclinándose hacia adelante y murmurando:

— Encárgate de esto.

Luego se fue, abriendo la puerta y saliendo.

Te quedaste sola con un Childe olvidado en el suelo. Te agachaste junto al joven Heraldo y él reaccionó de inmediato.

— Descongélame, [Nombre]. Sé que eres mucho más comprensiva que él.

— Dime dónde está la Viajera.

— No lo haré.

— ¿Ni siquiera una pista?

— No.

— Tú y yo sabemos cuanto tarda el hielo de Snezhnaya en derretirse. Incluso con Pyro.

Él te miro en silencio y acabó frunciendo el ceño.

— Está bien —dijo, derrotado—. Ve a la Funeraria El Camino. Un hombre allí llamado Zhongli debería tener respuestas a tus preguntas.

Sacarle información fue fácil. Demasiado fácil. Casi demasiado bueno para ser verdad. Pero la aceptaste a pesar de todo. No te importaba si mentía, solo necesitabas información para tu superior. Siempre daba miedo cuando se enfadaba.

— No le hagáis demasiado daño —te suplicó.

— No puedo prometerte nada —respondiste.

El hielo a su alrededor brilló y pronto desapareció como por arte de magia. Había pasado ya un tiempo desde que descongelado a alguien. Normalmente te hubieran ordenado dejarlos solos para que sufrieran...

Dejaste a Childe con ropas empapadas e intensos escalofríos. Parecía que él también había olvidado cómo era el frío de Snezhnaya.

— ¡Baja aquí ahora mismo, [Nombre]! —Scaramouche gritó desde la plata baja, para después escucharse un fuerte estruendo (probablemente le diera una patada a algo por rabia)—. ¡Te juro que como no bajes ahora mismo te arrastro yo mismo agarrándote del cuello!

Sabías que aquello no era cierto. Scaramouche simplemente estaba de mal humor, pero nunca había puesto una mano encima de ti para hacerte daño. Solo ladraba, pero no te mordía. Sabías que se calmaría y volvería a alabarte una vez le dijeras la localización que Tartaglia te proporcionó.

Por otro lado, el resto personas allí temían por tu seguridad, casi lamentando que fueras la elegida para ser la asistenta del Heraldo.

***

Después de salir por la puerta de atrás, tu superior estaba haciendo un gran alboroto a pesar de que se suponía que teníais que salir en silencio. Estaba demasiado ocupado rompiendo cajas vacías y pateando cestas hasta que se rompieran. El clima era apropiado; los golpes casi sonaban como si fueran truenos sacudiendo los cielos.

— Ese idiota... ¡Son a los traidores a los que más odio! —Scaramouche echaba humo, todavía pateando objetos por el camino—. Está muerto. Te juro que lo mataré.

— Yo me lo pensaría dos veces, mi Señor —tus labios se curvaron hacia arriba—. Antes de que me llamara, conseguí que el señor Tartaglia me diera información. Me dijo que la Viajera había visitado a un hombre de la Funeraria El Camino. Su nombre es Zhongli.

Scaramouche dejó de caminar y te miró con ojos escépticos para ver si estabas diciendo la verdad. Estaba tan cerca que podías oír las gotas de lluvia golpeando la parte superior de su sombrero. Cuando supo que no mentías, su expresión se suavizó mínimamente.

— Señor, espero que le haya agradado la información.

Te sentías orgullosa de ti misma, y esperabas que él también te elogiara.

Las pestañas de Scaramouche bajaron mientras su mano lentamente se elevó hacia tu cara. Una palmadita en la cabeza, qué lindo gesto. Había pasado un tiempo desde que recibiste una de esas. Con los otros Fatui siempre era duro. Pero ahora que solo estabais vosotros dos, se había calmado. Anticipabas que te dijera "buen trabajo", pero él vaciló.

Para tu sorpresa, Scaramouche pasó un dedo por tu mandíbula, rozando suavemente tu mejilla. La lluvia en tu piel hizo que su pulgar se resbalara al tacto, deslizándose tan fácilmente por tu cara. Lo hizo por unos segundos. Entonces, de repente, se echó atrás.

— Es demasiado arriesgado ya que la Geoarmada sigue buscándonos. Ahora volveremos al campamento y continuaremos mañana con la misión. Es una orden.

— Señor, sí, señor... —respondiste con tristeza.

¿Dónde estaba ese impulso que tenía? ¿Su pasión? Era como si todo se hubiera ido por el desagüe. ¿Y por qué hizo ese gesto ahora? Parecía estar demasiado ocupado con pensamientos en su mente. Nunca antes habías visto esa mirada de tristeza en su rostro.

Scaramouche continuó caminando, cada paso que daba sonaba como si pisara un charco, pero no parecía molesto por ello. Caminaste rápido y alcanzaste a tu superior, aún teniendo una cosa más que decir.

— Señor, ¿a qué se refería el Undécimo cuando dijo que él no se negaba a admitir sus sentimientos? —le preguntaste a Scaramouche, quien inmediatamente pareció alterado, evitando tu mirada—. Parece muy ofendido, mi Señor, por algo que no me parece que suene a insulto...

Scaramouche inclinó su sombrero para esconderse de ti, evitando así cualquier otra conversación. No quería mostrarte ese lado de él todavía.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro