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—¡No! Yo no quiero esto—
—Tu no la quieres en casa y yo necesito una nueva secretaria—se excuso el mas bajó acariciando los cabellos platas de la hermosa y ansiosa mujer detrás de él. Zaneri solo pudo apretar sus pulso hasta que sus nudillos quedarán pálidos —¿Qué dices elizabeth? ¿Aceptas? —
—A sus órdenes señor meliodas —elizabeth sonrió de forma tan adorable que no pudo evitar provocarle un sonrojo a el hombre casado. Pará su mala suerte su esposa lo vio y salió de esa casa vuelta una verdadera furia, esa maldita zorra se las iba a pagar.
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