Ella siempre iba detrás de los que tenían prestigio y aunque ahora estaba con alguien así no podía evitar sentirse avergonzada de eso. Aparte de casado, rico y conocido, ella era conocida solo por aquellos con los que una vez se acostó y le daba vergüenza ver las caras que le lanzaban. Dejó de pensar en eso al ver cómo el rubio se arreglaba la camisa y la corbata haciendo que los chupetes que le hizo no se vieran para nada.

—¿Tan rápido te vas? —

—Debo ir a la empresa, pero regresaré temprano para estar contigo. Te lo prometo— elizabeth sonrió por esa palabras, se acomodo su vestido y luego lo abrazo por los hombros pegando su cabeza a sus senos —No me provoques linda, no se si pueda controlarme justo ahora —susurro

—No me importa lo que digas, haré lo que sea con tal de que me conviertas en tu señora—meliodas no supo cómo interpretar esas palabras, si molestarse o aliviarse pero sólo se dio media vuelta, la atrajo de la cadera para pegar sus cuerpos y le dio un beso, esos besos que te robaban el alma y querías que durarán todos los días