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Meliodas despertó con el corazón hecho trizas provocando un dolor en su pecho. ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era que se había tomado unas cervezas para conseguir valor al momento de enfrentar a elizabeth y después todo era borroso. Tenía pequeños destellos de gritos y gemidos, unos cuantos de verla a ella llorando, otros donde le gritaba pero no podía recordar que y después todo negro una vez más. Tuvo que dejar de indagar en su memoria cuando un dolor intenso de cabeza llegó hasta él, estaba crudo y lo sabía.
—Buenos dias— esa dulce voz hizo que se sentará en la cama de golpe dirigiendo sus ojos hasta la puerta donde se la encontró a ella con una mueca. Había ido hasta su casa, oh mierda — Supongo que tienes resaca — no le contestó, solo oscureció su mirada consiguiendo que ella desviara sus ojos hasta el suelo y temblara. Puede que no supiera lo que paso anoche pero eso no quitaba el hecho de que ya sabía lo que había hecho —Oye, si quieres puedo hacerte el desayuno. Te doy algo para el dolor de cabeza y te explico—
—No gracias ya hiciste suficiente— murmuró frío levantandose de la cama. Lo que menos quería es que hiciera que se enamorara más de ella
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