—Yo...Yo...—

—No digas nada— miro en silencio como este se estiraba en la cama y luego empezaba a levantarse lentamente aun bajo los efectos de el alcohol—Quedate con la cartera si quieres solo debo salir de aquí—

—E-Espera meliodas yo no...yo... —este la miró a los ojos en silencio, pero tuvo que bajar la mirada cuando vio la decepción en esos ojos verdes pues sabía bien que no tenía una excusa. Se había encariñado con él, no, se había enamorado por completo de meliodas pero sin ese dinero jamás iba a poder vivir una vida tranquila. El dinero mueve el mundo ¿no? —Lo lamento —

—Fue mi culpa por enamorarme de una ladrona— elizabeth abrió sus ojos con sorpresa, ¿había escuchado bien o su mente le jugaba una broma? —Fue mi culpa por que creí que detrás de esos ojos interesados y ese cuerpo de zorra, podía haber una mujer que me quisiera— susurro dejando caer dos pares de lágrimas que desapareció de inmediato—Tómalo todo y después me largarse, no quiero volver a verte—

—No, no dejaré que te vayas —

—¿¡Por qué!? ¿¡Eh!? ¿¡Por qué te quieres seguir burlando de este idiota!? ¿¡Por qué te gusta la buena vida de robarme y vivir como si nada!? ¿¡Por qué mi pene te hace sentir mujer!? . ¡Deja de lastimarme elizabeth! — su grito solo hizo que las lágrimas bajaran de los ojos azules de la dama acorralada—¡Toma tu maldito dinero para que pueda largarme! Lo haz hecho cada maldita... —

—¡Meliodas! — antes de poder seguir con su muestra de ira, el rubio se desvaneció por completo desmayandose por el choque de emociones y el alcohol cayendo en un golpe seco. Elizabeth lo tomó entre sus brazos subiendolo a la cama de inmediato y luego lo cobijo con cariño. Al hacer eso pudo saberlo por completo, se había enamorado y la prueba misma era que había soltado la gran suma de dinero que había en esa cartera por ir a sostenerlo y darle calor. Era una estúpida.