Luego de la pequeña reunión con los chicos, Yoongi se había quedado a dormir en casa.

Durante la cena se comportó como siempre frente a mi mamá, incluso se atrevió a tomar mi mano y besar mi mejilla; la sensación de amor estuvo allí de nuevo.

Quise eliminarla mas no pude, me permití gozar esa calidez durante minutos, porque sabía que él es ajeno, que nunca va a pertenecerme por más que yo quiera. 

En estos momentos, estoy terminando de ponerme la pijama mientras él arregla la cama. Sí, dormiremos juntos. Sin ningunas otras intenciones. 

—Me hace recordar a cuando hacíamos pijamadas cuando estábamos más pequeños —comentó fugazmente provocando que pusiera mi atención en él—. Era divertido cuando Seokjin se dormía y pintábamos su cara. 

Solo éramos niños. Vivíamos cada día como si fuese el último, nuestra única preocupación eran los pequeños raspones en las rodillas. Éramos felices en ese entonces, ¿qué sucedió ahora?

—O cuando Namjoon se levantaba a buscar comida creyendo que no lo escuchábamos.

Ambos nos reímos ante el recuerdo. Y fue lindo. Sentí como si apenas eso hubiese sucedido ayer. 

Luego de terminar de vestirme, me dirigí hacia la cama.

—Bien, como siempre quiero el lado izquierdo —referí escuchando su queja—. Ya sabes que me gusta estar cerca de la pared. 

—Pero a mí también me gusta. —puchereó.

—Es mi cama, mis reglas. —sonreí triunfante cuando se dio por vencido. Nos acostamos en nuestros respectivos lugares.

Él al estar más cerca de la mesa de noche, apagó la lámpara, y se acercó un poco hacia mí. Tímidamente sentí sus brazos alrededor de mi cintura, así que sonreí acercándome para formar un cómodo abrazo.

—Recuerdo también cuando dormíamos juntos y siempre amanecíamos abrazados. —murmuró en voz baja.

—Eso era porque le tenías miedo a la oscuridad y siempre me abrazabas a mitad de la noche. —le recordé.

Incluso una vez se fue la luz y Yoongi saltó al árbol que está frente a mi ventana, y no bajó de allí sino hasta que llegó su papá a verlo.

Eran días tan bonitos. Buenos tiempos, donde mamá nos cantaba para dormir y un extraño olor a vela nos relajaba.

—Aparte de eso, me gusta abrazarte. Eres calientito como un oso. —murmuró apretándome en sus brazos.

Mi corazón dio un vuelco emocionado, y las famosas mariposas en mi estómago se hicieron presentes.

A decir verdad, no tenía nada de sueño. Me removí algo incómodo, volteándome para estar frente a frente con Yoongi. En la habitación solo entraba la tenue luz de la ventana.

—Eres demasiado lindo —murmuré en un susurro. Bajo y melifluo, como brisa del viento—. Me gustas mucho.

Las palabras fluyeron sin haberlo querido, entonces él me sonrió de esa manera tan bella como solo Min Yoongi puede hacerlo.

—Lo sé. Tú también me gustas un montón, Jimin. —respondió.

¿Y dónde queda Jihye?, quise decir. Me abstuve, no quería arruinar el bello momento.

El abrazo se volvió más sólido, y entre sus cálidos brazos me quedé totalmente dormido.

Es mágico, como una dulce canción de cuna. Dices mi nombre y suspiro de alivio, todo en ti es hermoso.