
Capítulo 3
De camino a casa de Lucas, Hazel llama a Lisa para informarle sobre su cambio de planes, así como para hacerle un pequeño resumen de los encuentros con Álvaro y Daniel de esa mañana. También le cuenta lo que había podido escuchar de la conversación que ambos habían mantenido.
—Si es que, ¡encima de tonto es gilipollas! —exclama Lisa al enterarse de lo que Daniel le había dicho a su cuñado respecto a las dudas sobre la capacidad de Hazel —:El lunes iré a hablar con Álvaro y le diré que el único que no tiene capacidad ni para atarse los cordones de los zapatos es el tonto de su cuñado.
—Si le dices eso, se dará cuenta de que he escuchado su conversación y no quiero tener a los dos nuevos jefes en contra.
—Tienes razón —admite Lisa —:Pues entonces, si Daniel me pide que le lleve un café ¡le escupiré dentro de la taza!
—¡Ja, ja, ja! Esa sí que me parece una buena venganza. Aunque, creo que me interesa llevarme bien con él. Prefiero tenerlo como amigo y no como enemigo.
—Pues, ten cuidado, Hazel. Ya sabes cómo se las gasta... Tú igual lo quieres tener como amigo, pero él seguro que te quiere tener en su cama.
—Sé de sobra cómo se las gasta y eso no me preocupa. No suelo creer nada de lo que dice, y ahora mucho menos. Lo único que me preocupa es no meter la pata y darle un motivo para que me despida.
—Tranquila, Haz, estoy segura de que lo vas a hacer muy bien. Entonces, ¿no vas a venir hoy?
—No lo sé... Yo te llamo si decido ir, ¿vale?
—¿Y te vas a perder la oportunidad de volver a ver al morenazo de anoche? —le pregunta Lisa con picardía.
—Si lo ves, ¡me lo envías por correo urgente!
—¡Hecho! Le pegaré tu dirección en el culo.
Lucas le da un fuerte abrazo a Hazel cuando le abre la puerta para que entre a su apartamento, que presenta un aspecto sorprendentemente arreglado, lo que hace sospechar que su amigo tenía la seria esperanza de acabar la cita con Mónica en aquel lugar.
Mientras le prepara un café, Lucas le cuenta cómo ha sido la conversación con Mónica en la que posponía su cita para otro día. Hazel le pide que le dé todo lujo de detalles de la conversación, intentando encontrar algún argumento para animarle a pensar que no todo estaba perdido. Y, posiblemente, la excusa de la hermana podía resultar creíble, aunque no podía dejar de pensar que si Mónica hubiera tenido la mitad de interés e ilusión que Lucas por aquella cita, solamente la caída de un meteorito o que hubiera sido abducida por los extraterrestres habría provocado su cancelación.
—¿No crees que deberías pasar página ya, Lucas? —le pregunta Hazel.
—¿Por qué? ¡¿Cómo voy a hacerlo?! Si ella ocupa todas y cada una de mis páginas...
—¡Joder, Lucas, no te pongas tan poético! —protesta Hazel—:Seamos prácticos. A ver, llevas detrás de esa chica desde que acabasteis la universidad, ¿no?
—Sí.
—Y de eso han pasado ya... ¿4 años?
—Cinco.
—Vale, y después de cinco años, consigues que acepte cenar contigo y, por lo arreglado que tienes el apartamento, deduzco que habría sido en tu casa, ¿correcto?
—Bueno, no exactamente —explica Lucas —:Le dije que había una pizzería cerca de aquí y que antes o después de cenar, podría subir a ver mis libros para que eligiera alguno, pues decía que ahora mismo no tenía nada que leer.
—Bien. Seguimos. Así que, después de cinco años demostrándole con más o menos disimulo, lo enamorado que estás de ella, acepta una cita que le propusiste... ¿hace cuánto tiempo?
—Cuatro semanas.
—Vale. Y unas horas antes de esa cita, te llama para cancelarla.
—Sí. Para que dejen salir a su hermana...
—¡Pasa de ella! —estalla de pronto Hazel. Y Lucas la mira con gesto sorprendido —:Vamos a ver, amigo mío, ¡esa chica no sabe lo que se está perdiendo! ¿Y sabes lo que creo? Que ni siquiera se ha parado a pensar que puede perderte. Está tan segura de ti, de lo que sientes por ella y de que siempre estarás ahí esperándola, que no te cuida.
—Bueno, nunca le he dicho abiertamente lo que siento... —intenta justificarse Lucas.
—No sé qué entenderás por "abiertamente", Lucas, pero estoy segura de que lo sabe. Sabe que estás loco por ella y se está aprovechando de eso. ¡Se aprovecha de ti! Porque se cree superior, se cree mejor que tú. ¿Y sabes qué? ¡Tú vales mucho más!
—No la conoces, Haz...
—¡Claro que la conozco! La vi una vez. Y sí, es muy mona, muy fina y todo lo que tú quieras. ¡Pero tú vales muchísimo más como persona que ella!
—No me digas eso de que la belleza está en el interior y esas cosas, por favor. Eso me hace sentir todavía más feo.
—¿Feo? ¿¡FEO!? —exclama Hazel poniéndose en pie —:¡Pero si eres un tío cañón! ¡Un míster universo! ¡Un Adonis! ¡Un...
—Hazel, por favor, te estás pasando... Sé que intentas animarme, pero exagerar es una forma disimulada de mentir, y eso no hace que me sienta mejor...
Hazel se queda observando el gesto derrotista de su amigo. Sí, tenía que reconocer que estaba exagerando, pero no estaba dispuesta a admitir que esa chica valía más que su amigo. Entre otras cosas, porque ella consideraba a Lucas un chico muy atractivo. El principal problema es que él no se lo creía. Siempre iba desaliñado, nunca prestaba atención a su imagen, casi siempre iba en chándal o con ropa deportiva y nunca se había replanteado la longitud de su cabello. Únicamente lo hacía cuando el flequillo le entorpecía la visión, momento en el que iba al barbero de su barrio, que llevaba casi diez años jubilándose, y se recortaba las puntas.
Hazel se queda observando a su amigo, cabizbajo, mientras empieza a andar lentamente a su alrededor. Le agarra un mechón de su cabello y le pregunta:
—¿No has pensado en cortarte el pelo?
—Ah, no. No se te ocurra planear una transformación de esas típicas que hacen en las películas americanas. ¡No!
—Tranquilo, Lucas. Para eso yo tendría que ser una experta en moda, maquillaje y peluquería (o tener un séquito de amigas que lo fueran), además de tener un armario lleno de ropa. Y sabes muy bien que no es nuestro caso —le dice Hazel —:Aunque creo que el pelo más corto te quedaría mejor.
—¿Y eso iba a hacer que Mónica se enamorara de mí? —dice Lucas con ironía.
—No. Ni tampoco te sugiero que te cortes el pelo con esa intención —Hazel se sienta junto a Lucas y le pasa una mano por los hombros, atrayéndole hacia ella —:¿Quieres que te diga lo que pienso realmente?
Lucas la mira de reojo y levanta ligeramente las cejas. Conoce muy bien a su amiga y su sinceridad. Sabe que esa pregunta es absurda, pues ella siempre le dice lo que piensa. Y también sabe que, aunque le contestara que no, que no quería saberlo, se lo iba a decir igualmente. Así que, se encoge de hombros y la deja hablar:
—Pienso que te has agarrado a lo que sientes por Mónica porque tienes miedo. Tienes miedo de enamorarte de verdad, de vivir una historia real. Creo que desde hace mucho tiempo sabes que lo de Mónica es una excusa, un amor platónico al que te has aferrado para no abrir tu corazón, porque sabes que nunca pasará nada con ella. Te escondes detrás de ese parapeto de amor no correspondido y así no corres el riesgo de enamorarte de verdad.
—¿Eso es lo que haces tú? —pregunta Lucas levantando una ceja.
—¿Yo? ¡No! ¿Qué dices?
—Tú también te escondes, Hazel. Que si no crees en el amor, que si estás mejor sola, que si nadie te controla...
—¡Pero eso es diferente! —protesta Hazel —:Tú y yo no somos iguales. Tú eres diferente. Tú eres un sentimental, eres un romántico empedernido, ¡tienes mucho amor para dar!
—Ah, ¿y tú no?
—Yo tengo amor para mis amigos —le dice Hazel, dándole un abrazo.
—Ya... Te conozco desde el instituto, Hazel. A mí no me puedes engañar.
—Ni pretendo hacerlo.
—Claro —dice Lucas con condescendencia —:Y por supuesto, tampoco me vas a decir que el hecho de que "soyelmásguapodelinstituto", del que estabas enamorada hasta la médula, te dejara plantada el último día de clase, ha tenido nada que ver en tu actitud, ¿verdad?
—¡Pues claro que no! —protesta Hazel de nuevo. Pero, que Lucas sacara ese tema, la sume por un momento en los recuerdos del pasado.
Al que Lucas había denominado como "soyelmásguapodelinsitituto", se llamaba Tomás, aunque él se hacía llamar Tom. Y, sin duda, era el más guapo del instituto. Hazel estaba enamorada de él desde primer curso, pero él nunca se había fijado en ella, ni tampoco lo había hecho ninguno de los demás chicos. Aunque estaba a punto de cumplir 14 años, Hazel era menuda, muy delgada y con rostro de niña. Todavía tuvo que pasar mucho tiempo hasta que su cuerpo diera un cambio radical para convertirse, prácticamente de la noche a la mañana, en toda una mujer de algo más de un metro setenta de altura y una figura de escándalo. Le costó bastante adaptarse a esa nueva imagen, que incluso a ella misma sorprendió, así como al deseo que empezó a despertar entre compañeros y alguna compañera.
Estaba terminando el curso cuando Hazel se convirtió en una bella mariposa y fue cuando Tom, por fin, se fijó en ella. Él sabía perfectamente cuánto gustaba a las chicas y era de sobra conocedor de lo que Hazel sentía por él. Pero, como hasta la fecha, esa chica había sido algo masculina, además de bastante tímida y, en definitiva, el bicho raro del instituto, la poca atención que le prestaba alguna vez, solo había sido para burlarse con sus amigos de su atuendo. Y cuando el patito feo se convirtió en cisne, le faltó tiempo para dar rienda suelta a todos sus encantos y prestarle toda la atención que antes le había negado. Le hablaba de amor profundo y verdadero, de la tremenda pasión que había despertado en su corazón, de cómo se había convertido en un loco enamorado.
Hazel estaba ilusionada y todavía algo insegura por haber provocado aquel cambio en su crush. Ansiaba descubrir el verdadero amor con aquel chico al que idolatraba. Y cuando él se enteró de que el máximo deseo de Hazel de que llegara el viaje de fin de curso, no era otro que él le pidiera salir y brindarle el que sería su primer beso, lo que distaba mucho de las intenciones que él tenía, prefirió desviar sus atenciones hacia la chica de la otra clase, que se había encargado de manifestar su intención de demostrar su gran experiencia en el sexo con él, la primera noche que llegaran al hotel.
Así que, cuando fueron a cenar todos juntos aquella noche y Hazel se encontró con Tom y aquella chica enzarzados en un enjambre de brazos y piernas en el lavabo del restaurante, el mundo se le cayó encima. Todavía podía recordar la mirada de desprecio y superioridad de aquella chica, así como las palabras que él le dijo cuando se vio sorprendido: "no pensarías que iba a conformarme con un beso de aprendiz, pudiendo tener todo el cuerpo de una experta".
—Sé que aquello te hizo cambiar, Hazel —dice Lucas al ver el rostro afligido de su amiga —:Tú también eres una sentimental, pero aquella noche te pusiste una coraza de la que no te has desprendido en más de una década.
—Bueno, pero me va mejor así —responde Hazel resuelta —:Y no estamos hablando de mí. Eres tú quien tiene que darse cuenta de lo que vales. No quiero que te cortes el pelo ni que cambies tu aspecto para gustar a Mónica. Quiero que te gustes tú. ¡Que te quieras! Eres un tipo encantador y vale, puede que antes haya exagerado un poco, pero eres guapo, simpático y tienes un cuerpazo. Solo tienes que creerte lo que vales. Y puedes enamorar a Mónica y a quien te dé la gana, porque eres un tipo genial. Y te lo voy a demostrar esta noche.
Se levanta y estira a Lucas de las manos para que se ponga también en pie.
—Esta noche nos vamos de fiesta, y nos vamos a divertir mucho.
—Pero, yo...
—Sí, tú y yo. Los dos. Además, tenemos que celebrar que me han ascendido y que hoy he entrado en la página web de la cadena (gracias a ti) y que no me he cargado todo el sistema.
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Hazel va a renunciar a la posibilidad de volver a encontrarse con Jon, con quien conectó de una forma sorprendente y pasó la mejor noche de su vida. Pero su amigo Lucas la necesita.
¿Significará eso que no volverá a ver a Jon nunca más?
Lo sabremos si sigues leyendo. ¡Gracias por estar al otro lado! (Sígueme si todavía no lo haces unjovenromantico)
Cavaliere
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