Los ojos de Hebe estaban clavados sobre el techo acostada en la gran cama sin parpadear, las lágrimas caían lentamente y no preocupo por quitarlas, en su estancia en la tierra había aprendido que llorar no era signo de debilidad, sino de fortaleza y en ese momento lo necesitaba más que nada. La puerta de la alcoba se abrió, entro una joven de cabello rubio y ojos verdes, hizo una pequeña reverencia y frunció el ceño al verla.

—Excelencia— hablo Liliana, Hebe la miro— Su majestad, el príncipe Apolo me ha pedido el favor que venga a hacerle compañía mientras se desocupa de algunos asuntos con la reina madre.

Hebe le sonrió.

—Gracias— asintió con la cabeza y se dejó caer sobre la cama mirando el techo—¿Cuándo llegaste?

—Poco tiempo de que usted partió, su padre me coloco como la dama de compañía del príncipe Apolo y desde hace meses he vivido aquí— explico.

—Comprendo— asintió con la cabeza, la miro— Estoy muy agradecida que en ausencia mi hermano estuvo con alguien que le hiciera compañía, te lo agradezco mucho...—se quedó callada y pregunto— ¿Cómo te llamas?

—Liliana— contesto y asintió con la cabeza— Estoy para lo que se le ofrezca.

Hebe agradeció, la puerta se abrió, se giró y sonrió mirando a Apolo quien también al verla también lo hizo, el joven príncipe paso a grandes zancadas y la abrazo, Hebe se aferró a él y su garganta se cerró, recordó a su padre y las lágrimas bajaron por su mejilla.

—Papa— susurro.

—Lo sé— hablo Apolo— Yo también lo extraño.

Apolo observo a Hebe quien le sonrió, la joven señalo la puerta y Apolo le sonrió agradecido que los dejara solos, cuando la puerta se cerró, Hebe se alejó de él se retiró las lágrimas de sus ojos.

—Te he extrañado mucho— confeso y sentó sobre la cama— Hubiera amado pasar más tiempo con él, decirle cuando lo quiero y que siempre lo necesito.

—Él lo sabe Hebe—asintió con la cabeza Apolo— Él sabe cuándo lo querías y el dolor tan grande que tuvo que enfrentar cuando partiste.

—Papa jamás decía lo que sentía...

—No, no lo hacía, pero sus ojos siempre lucían tristes, detrás de su rostro de piedra siempre sufrió por ti, siempre te protegió mandando arcángeles a la tierra así sabia como te encontrabas.

Hebe bajo sus ojos y miro hacia el piso.

—No traes alas— señalo Apolo, Hebe negó con la cabeza— ¿Quieres que te ayude con eso?

Hebe asintió con la cabeza, Apolo señalo hacia la ventana, en unos momentos regresaron sus alas blancas y se clavaron en su espalda y sintió que una parte de su cuerpo había regresado, las alas se volvieron de color dorado, se desaparecieron y Hebe lo miro regalándole una sonrisa.

—¿Qué paso con tus alas? ¿Cómo las has perdido?

—Las perdí por amor— sonrió y negó con la cabeza— Lo odie cuanto me la corto, pero estaré siempre agradecida por haberme salvado de su padre.

Apolo alzo una ceja.

—¿Lucifer?

Hebe lo miro y le asintió con la cabeza.

—El amor imposible te hace hacer locuras— parpadeo— ¿Qué traen Liliana y tú?

Apolo la miro y frunció el ceño.

—Sentí sus miradas enamoradas detrás de mí— hablo Hebe antes de que su hermano pudiera contestar— Déjame adivinar ¿Obra de cupido? — Apolo le sonrió— Ese cupido, matare a ese Ángel.

Hebe apoyo su cabeza en hombro de su hermano y ambos se quedaron en silencio, frunció el ceño y lo miro.

—¿Dónde está Ares?

—En su trono y si quieres hablar con él, ahora que es el rey deberás sacar una cita para poder verlo.