3. Seleccion
El día de la selección hacia los príncipes del cielo había llegado, las calles del reino estaba llena de sus gentes, ángeles, arcángeles, dioses y diosas de reinos vecinos llegaban a apoyar a su rey.
Ares cabalgaba al lado de su padre y su madre mientras la gente le hacía reverencias, detrás de ellos, en los corceles blanco estaban Hebe y Apolo asintiendo con la cabeza al pasar al lado de su gente, la sonrisa de Ares era muy amplia mientras era alabado, su ojos lucían llenos de poder y juro que algún día, cuando su padre muriera, seguirían alabandolo tal y como la hacían ahora.
Entre el público, una joven vestida de blanco, cabello rubio y ojos verdosos fue empujada, el corcel del rey se detuvo logrando evitar un accidente y el cabello relincho ante su detenimiento abrupto. La joven arrodillada en el piso miró al rey con pena e hizo una reverencia hacia el.
-Ayúdala- ordenó Zeus hacia Ares, este último miró a su padre y frunció el ceño, miró a la joven que intentaba incorporarse y Ares movió las riendas del caballo alejándose de su padre.
Zues observó a su hijo marcharse y una decepción atravesó sus ojos.
-Dejeme ayudarte- habló una voz, el rey miró hacia un costado mirando a Apolo, quien había bajado de su corcel para ayudar a la joven que había caído al piso, Apolo estiró su mano y ayudó a la joven a ponerse de pie.
El joven dios le regalo una sonrisa y regresó a su corcel, Zeus miró a Apolo hasta que subió al corcel y siguieron avanzando, Hebe observó aquel gesto de su padre y por un momento creyó verlo sonreír, la joven hizo andar el corcel hasta que llegaron al Tembló de Dioses, un lugar redondo más arriba en las nubes, más allá de su reino.
El lugar estaba iluminado por los rayos del sol y Hebe caminaba detrás de sus padres, los ángeles, arcángeles y seres mágicos tomaron asiento en silencio. Jupiter tomó lugar frente a todos y su capa negra ondeaba ante el frío aire de un lado a otro.
-Hermanos y hermanas- comenzó a hablar atrayendo la atención de todos- Nos hemos reunido una vez más para presenciar la llegada de nuestro gran Dios.
Para ellos, Dios era el padre de los Dioses, un ser de máxima autoridad y belleza que cuidaba de todos su personal real y angelical, y también en la tierra. Una luz amarilla atravesó los pilares blancos del Templo de los Dioses, volviendo al lugar en un lugar cálido, tranquilo y haciendo que sus gente se sintiera protegidos. Una silueta se mostró ante todos y abrió sus manos dejando salir una paloma blanca de su mano.
El ave voló por todo el templo y luego desapareció volando hacia la luz del sol.
-Hijos mios- habló una voz tranquila, llena de emociones positivas y que generaba paz entre todos- Nos hemos reunido una vez más en el Templo de los Dioses, agredezco a todos su presencia, es importante saber que mis hijos con dotes de dioses irán a la tierra para defender a mis hijos terrenales de la crueldad del demonio y sus hijos de la oscuridad.
Zeus asintió con la cabeza hacia Dios, agradecido de aquellas nobles palabras.
-Acerquense hijos mios- habló Dios señalando a Hebe, Apolo y Ares.
Ares se coloco en el centro de sus hermanos y los tres se arrodillaron frente a su Dios mirando al piso.
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