Capitulo 7- Primera incursión (Parte 2)
18 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 15:59.
El Buitre en el que Ezekiel volaba, se encontraba surcando los cielos a gran velocidad. A un lado y a otro de este, otros dos Buitres, lo acompañaban en su viaje hacia la zona de aterrizaje donde dejarían a los soldados.
—Buitre 6 a Buitre 4, ¿divisáis la ZA (zona de aterrizaje)?—preguntó este a través de su intercomunicador.
—Si —contestó con rapidez 4 a 6—. Está a medio kilómetro hacia el Este, unos 7 grados.
—Recibido, pues vamos para allá.
Propulsadas gracias a sus motores, las naves color verde añil viraron hacia el Este, tal como había señalado 6. A cierta distancia, otros Buitres ya iban preparándose para el desembarco y aterrizaban dejando soldados en el suelo. Entre medias de estas, por encima a reacción, naves Cernícalo sobrevolaban todo, directas a por el enemigo, pese a que las defensas antiaéreas las derribarían. Por ello, tan solo harían un recorrido inicial para bombardear la zona, y se alejarían a toda velocidad. Aun con eso, muchas serían derribadas.
—¡¡¡ Mierda!!!, ¿has visto eso?—preguntó tétrico el piloto de 4.
Seis buscó con la mirada y vio lo que se trataba. Dos Cernícalos habían sido derribados. Podía verse la estela de humo que dejaban, mientras precipitaban hacia la blanca nieve. Cayeron, levantando nieve mientras avanzaban hasta hundirse en esta. No eran las únicas. Varias naves eran derribadas en el aire y precipitaban contra el suelo. Otras, estallaban en una explosión de fuego, muriendo sus tripulantes en el acto. Las defensas antiaéreas de los Gélidos eran más efectivas de lo que se creía. Tenían mas alcance y explosiones de plasma de color azul y verde tenían el cielo. Era un espectáculo precioso, pero solo hacía falta una ráfaga para hacer que una nave fuese derribada.
—Joder —masculló 6 tras ver las dos naves Cernícalo semihundidas en la nieve—. Más vale que tengamos cuidado
Las dos naves enfilaron hacia la ZA mientras se movían tratando de esquivar las ráfagas de plasma. El piloto de Buitre 6 estaba muy nervioso. Ya había pilotado en campos de batalla infinidad de veces, así que esta no debería de pillarle desprevenido. Usando sus mandos, controlaba la nave con habilidad, hasta ir acercándose a la gran explanada donde aterrizaría. Con rapidez, avisó a la sargento mayor Muller.
—Falta poco para tomar tierra—informó a través del intercomunicador—. Diez minutos como máximo.
Muller le devolvió la contestación, y se dispuso a informar a sus soldados. Todo iba según lo previsto. Seis se dirigía a su zona de aterrizaje. Debía de estar a tan solo unos 300 metros...
Un repentino traqueteo sacó al piloto de su apaciguado viaje. La nave comenzó a temblar de forma violenta. Uno de los pilotos comenzó a sonar de forma estridente. El sistema indicaba que la nave perdía altura. Consulto el ordenador de a bordo y descubrió horrorizado que uno de los propulsores había sido alcanzado. Solo de refilón, pero estaba dañado. La nave empezó a caer en picado. Agarró los controles con firmeza. No estaba dispuesto a permitir que se estrellara. Con decisión, enderezó los mandos y pasó a control manual, buscando mantener enderezada la nave y aterrizar sin heridos.
La nave fue descendiendo. No en picado, pero era evidente, que acabaría estrellándose de forma aparatosa y sin control. Buitre 6 hacia lo mejor que podía por no acabar estrellándose y matando a todos los ocupantes, pero se hacía difícil. Finalmente, tomó tierra, pero en vez de posarse de forma delicada, empezó a partir sobre el resbaladizo suelo. Así fue durante los primeros 10 metros, ya que enseguida, tropezó con una gran roca enterrada en la nieve, lo cual hizo que la nave diese varias vueltas de campana. Quedó ladeada, con media parte enterrada bajo la fría nieve. El piloto de Buitre Seis logró salvarse, satisfecho por haber conseguido aterrizar la nave sin mayor percance, pero en realidad, por el camino, varios soldados habían ido cayendo a través de la compuerta abierta.
18 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 16:05.
Abrió los ojos. El frío envolvía su cuerpo. Una leve brisa silbaba sonando como una dulce voz que le estuviera susurrando. ¿Había muerto? Eso creyó, pero al voltear la cabeza, de manera azarosa, vio que no. Seguía con vida, pero no en el mejor lugar. A su alrededor el caos se había desatado. Justo delante de él, yacía la gran aeronave que lo había transportado hasta allí. Ahora, estancada en la nieve, sin movimiento alguno en ella. Miró a su alrededor y pudo ver a sus compañeros. Algunos en el suelo, probablemente muertos o heridos, mientras que otros corrían desesperados a ayudar. No veía a la sargento mayor Muller por ningún lado, lo cual indicaba el desorden que había.
—¡Menos mal que estas aquí!—dijo aliviada una voz que le resultaba familiar.
Al darse la vuelta, pudo ver a su amigo Kyle Sandler, el cual estaba justo encima de él mirando por si tenía alguna herida. Él desde luego si tenía una. Una pequeña raja se había abierto en su frente. Un poco de sangre manaba de ella. No parecía preocupante.
—Bien, no tienes ninguna herida ni te has roto nada—concluyó sonriente.
Ezekiel se puso en pie. Notó un intermitente dolor en una de sus piernas, y también algo de dolor aislado en sus brazos y espalda. Pero solo eran sus músculos, retorciéndose por los golpes. A su alrededor, los pocos soldados que habían salido ilesos ponían orden. Los heridos fueron arrastrados a un lado. Vio a la sargento Muller, junto a la cabo Cruz, transportando a Eph Kingston. El muchacho negro, alto y robusto era cogido entre las dos mujeres, dando la sensación de que no pudiesen con él, pero en verdad, si podían. Dejaron a Eph apoyado contra un pequeño montículo de nieve. Su pierna había sido atravesada por una pieza de metal, por la parte inferior, cerca del tobillo. De la herida supuraba sangre, pero a pesar de eso, y del seguro insoportable dolor, Kingston tenía un rostro estoico, recio, sin ninguna expresión de malestar. Pero gotas de sudor le caían de la frente, indicando que en el fondo, sufría. El muchacho prodigio, que se iba a comer el mundo, ahora no era más que otro soldado incapacitado. Y quizás afortunado.
—Burrows, ven aquí. ¡Te necesitamos!—gritaba desesperada la sargento Muller.
La joven médico del pelotón fue como el rayo hasta allí. Con rapidez, se colocó al lado de Kingston y le ayudó a acostarse. Luego, le administró un calmante que aliviaría su dolor. Zeke y Kyle veían la escena impertérritos, incapaces de asimilar lo ocurrido. Petrificados, ante a lo que había ocurrido, y con desasosiego, al saber que no era más que el principio.
—¡Sandler! ¡Ralston!—Un fuerte grito los sacó de su ensimismamiento a ambos.
Desde la distancia, Evelyn Muller los miraba juiciosa.
—Ayudad con los heridos—ordenó sin trémula.
Mientras los dos soldados ayudaban a sus compañeros incapacitados, un jeep Búfalo llegó a la zona del siniestro. Se detuvo y de dentro salieron dos oficiales de alto rango y el capitán Oliveira, enfundado en un traje de combate con placas de metal recubriendo su pecho, brazos y piernas. Muller, nada más verlo, dejo de atender al so heridos y se dirigió hacia él, acompañada por la cabo Cruz.
—Capitan Oliveira —saludó Muller.
—Sargento Mayor Muller—contestó el capitán, quien observó el horrible escenario— ¿Está su pelotón operativo?
Muller negó con la cabeza, estaba algo nerviosa, pero tenía que comunicarle al capitán un informe de la situación.
—Hemos perdido a tres soldados. Hay varios heridos. —Su voz sonaba quebrada— Solo quedamos unos 7 soldados, sin contarme a mí y a la cabo Cruz.
Oliveira quedó un momento en silencio. El altivo capitán de Infantería Básica observó el paupérrimo escenario, plagado de heridos y algún cadáver, que ya había sido tapado, tanto por higiene como por respeto. Acto seguido, miró a la sargento.
—Escúcheme, usted y los soldados que tenga aun en pie, se dirigirán al Norte a través del bosque—informó con seriedad—. La división acorazada viene por el Noroeste, preparados para destruir las torres antiaéreas, pero según nos han informado, en los límites se han colocado campos de fuerza capaces de repeler el avance. Las compañías Cobra y Barracuda ya están avanzando posiciones, pero necesitan apoyo. Vosotros seréis el apoyo. Tendréis que cubrir a los ingenieros para que puedan inutilizar los generadores que crean esos campos de fuerza. Habrá mucha presencia enemiga, así que confío que luchen con determinación y bravura. La misión depende de ello.
Evelyn Muller escuchó atenta cada una de las palabras del capitán, pero sentía un gran peso sobre ella. Una carga que no sabría si seria capaz de transportar, y más tras los últimos acontecimientos. Estaba muy dolida por lo de su hermana, y su único deseo era vengarse de los Gélidos, pero no sabía hasta que punto esas ansias les serian de utilidad a ella y a su unidad.
Mientras el capitán Oliveira ordenaba a sus médicos que atendieran a los heridos, Muller reunió a todos los soldados que seguían en pie y los preparó para el siguiente paso. Vio preocupación en sus rostros, miedo, aunque la mayoría parecían ansiosos por entrar en combate. Esperaba que los soldados diesen lo mejor de sí, era fundamental, no solo por la misión, sino por su supervivencia. Y ella era la máxima responsable de ello. Respiro hondo, mientras les daba la espalda, lista para avanzar hacia el bosque, oscuro y sombrío, que parecía guardar horribles secretos que muy pocos deseasen. Muller tomo aire, lista para lo que se presentase. Pensó en Scarlett, en como quedo tras su encuentro con los Gélidos. No debía convertir aquella batalla en una venganza, pero de algún modo, era un recuerdo que necesitaba para poder luchar y acabar con esta amenaza. Lo haría por ella, y sobreviviría para demostrarlo.
—¡Escuchad atentamente!—dijo con su atronadora voz—. Tras este bosque está la artillería que tanto nos está jodiendo. Llegar hasta ella no será fácil, pero tenemos que inutilizarla. Nos dividiremos en grupos de 5 y avanzaremos con cuidado. Derribó nuestra nave, matando a muchos de los nuestros. ¡No podemos permitir que eso se repita!
Acto seguido, se dio la vuelta. Miro a la cabo Miranda Cruz, una gran guerrera que había demostrado estar a la altura de las circunstancias, lo bcual le merecía su ascenso a cabo. Le recordaba a Scarlett. Eso le reconforto.
—¿Veis mi culo?—preguntó hacia los soldados. Estos la miraban expectantes—Pues no lo perdáis de vista.
—No es mal culo—comentó Sandler. Zeke le dio un fuerte codazo.
Tras esto, los 15 soldados se adentraron en el bosque. Los arboles eran inmensos, con troncos cilíndricos muy grandes y marañas de ramas que se extendían por todas partes, dejando tan solo que un puñado de rayos de luz entrasen. La nieve caía por el lugar de manera pacífica. Todo tenía un ambiente sereno y tranquilo, que no parecía indicar la clase de conflicto que se cernía sobre ellos. Ezekiel hundía sus pies en el quebradizo suelo. La nieve se lo tragaba, pero aun así, conseguía levantar suficientemente los pies para poder llevar una marcha rápida. A su lado, Sandler corría más ágil. Siempre había sido más rápido que el. No muy lejos, otros también corrían raudos. Hubo una explosión. No les dio a ellos, pero pudo ver la nieve elevándose y sintió la onda de choque.
—¡Nos atacan!—dijo una voz perdida en la penumbra.
Vinieron más explosiones. Una detrás de otra, dejando una sinfonía de violentos sonidos que martilleaba los oídos sin piedad. Ezekiel se puso muy nervioso, y con sus sentidos muy activos, avanzaba desesperado.
—¡Corre Zeke!—le gritó Kyle, al cual vio moviéndose con mucha habilidad.
Las explosiones iban y venían. Las figuras de los soldados se difuminaban en aquel caos. El ruido era un torbellino incesante que se agolpaba en su mente. Y entonces, sintió su cuerpo caer violentamente a un lado. Todo le daba vueltas y rodó por el frío suelo.
—Es mi hora— pensó para sus adentros, pero no había muerto.
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