Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 5- Tensa Calma (Parte 2)

El cielo estaba completamente oscurecido. La penumbra cubría todo el lugar, no dejando ni un solo ápice de claridad. El fuego se elevaba orgulloso sobre los restos, que con su ardiente calor consumía. El humo envolvía todo en una tóxica atmósfera que no solo dificultaba la respiración de cualquier ser vivo que hubiese cerca, sino que además, entorpecía la visión bastante. Así, aquel conglomerado de columnas, paredes derrumbadas y casas derruidas era distorsionado hasta convertirse en una serie de grotescas figuras, propias de la obra de un artista de corriente postmodernista que pretendía hacer pasar por arte.

Estas ruinas fueron en otro tiempo un poblado formado por mineros. Estos pertenecían a una compañía minera que viajaba de planeta en planeta extrayendo minerales con ayuda de gigantescas maquinas a las cuales iban acopladas inmensos taladros que perforaban la tierra, para que luego robots excavadores pudieran extraer el preciado tesoro geológico. Y ahora, una de esas grandes maquinas yacía destrozada al lado del pueblo. El gigante de metal estaba roto en varios pedazos, con muchas partes quemadas y jirones de metal chamuscado elevándose alzados como las garras de un depredador a punto de caer sobre su presa. El soporte de la taladradora, colocado en la parte delantera del vehículo, estaba rota y el descomunal cono de acero y titanio había caído pesadamente sobre la tierra, rodando varios metros. Pero ahora, permanecía tan quieto como el resto de los elementos del lugar.

En ese mismo instante, algo se movió en aquel sitio. Una pequeña silueta se escurría entre la ennegrecida bruma y se acurrucaba entre los escombros. Era un niño de piel oscura. No tendría ni 10 años. El joven tenía el rostro contraído en una expresión de miedo y pavor. De sus ojos caían cristalinas lágrimas que recorrían sus mejillas. Respiraba intranquilo y un gran dolor se revolvía en su cuerpo, como una sibilina serpiente que estuviera devorándolo por dentro. Alzó la vista hacia el cielo. Y entonces, lo vio.

La descomunal nave de los Inmortales se elevaba allí arriba, grandiosa y descomunal. Prácticamente ocultaba el cielo a su alrededor. Alargada, curvada por los lados, con la parte delantera acabada en punta y la de atrás igual, pero un poco más grande, aquella brillante nave de colores dorados, parecía un transporte creado expresamente para traer dioses. Y de hecho, ese era su cometido. De repente, se empezó a escuchar un sonoro zumbido. Un molesto ruido que sonaba con mucha estridencia, taladrando los oídos del muchacho y haciendo retumbar hasta el último rincón de su mente. El chico taponó sus orejas con las manos. Pudo ver unas extrañas compuertas abriéndose por los lados de la nave. Del interior de esta, salía un resplandeciente color azul. El interior de la nave comenzó a brillar más fuerte. El chico cerró los ojos. El sonido era cada vez más fuerte. Se agachó y apretó sus manos contra la dolorida cabeza, que parecía a punto de explotar. Él solo quería que aquella pesadilla finalizara de una vez.

 18 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 13:30.

El capitán Abdoul Oliveira se removió de forma brusca en su asiento. Un sonido le había despertado de su profundo, aunque nada agradable sueño. Miró a su mano derecha, la cual estaba agarrando la pistola que tenía en la cadera, metida en su correspondiente pistolera. Era un acto reflejo que tenía, cosa de la estricta instrucción a la que eran sometidos todos los soldados de Infantería Básica. Siempre alertas, hasta cuando dormían. Al principio, el hombre de piel negra muy oscura, alto y de constitución fuerte miraba algo confuso a todas partes. Hasta que finalmente escuchó la voz.

—¡Capitán Oliveira! —gritaba el coronel Maddox a través del intercomunicador sobre la mesa.

El capitán fue rápidamente hasta esta y pulsó un botón justo debajo. De la superficie cristalina, salió proyectada una imagen tridimensional de la cabeza del coronel. Abdoul se quedó quieto, a la espera de lo que Maddox tuviera que comunicarle.

—Coronel —saludó de forma protocolaria.

—¿Por qué demonios no ha respondido a mi llamada? —preguntó algo molesto Maddox.

—Tiene que disculparme coronel, he estado liado con algunos asuntos y no he podido atender a su llamada —mintió Oliveira.

Maddox arqueó una ceja como señal de extrañeza. Abdoul sonreía algo alterado, tratando de disimular. No quería que el coronel se enterase de que la razón para no haber contestado era que se había quedado dormido. Sería quedar en evidencia delante de un superior.

—Bien, como sea ya está aquí. Ahora pasemos a cosas más importantes —dijo Maddox sin previo aviso.

—¿De qué se trata? —El capitán Oliveira estaba muy sorprendido por la presteza del coronel. Parecía muy nervioso y con ansias de hablar.

—Verá, he decidido dar inicio a la primera ofensiva. —El rostro del coronel denotaba una gran seriedad—. Usted y su compañía se unirán a otras tres para formar parte del ataque.

Abdoul se quedó paralizado. Estaba impresionado por lo que el coronel le acababa de decir. Por fin, entrarían en combate. Era un momento importante para él. La primera vez que sería capitán y tendría que demostrar de lo que estaba hecho para poder liderar a la Compañía Lobo. Sabía que muchos de los soldados solo eran reclutas que jamás habían visto el horror de la guerra, por ello, era consciente de lo importante que era para ellos tener un líder, que no solo velara por su seguridad, sino que además, pudiera dirigirlos en la batalla. Sin dudarlo, fue a unos de los intercomunicadores y avisó a uno de los oficiales. Ordenó a todos los sargentos mayores reunirse para hablar sobre el ataque y la estrategia a seguir. Y mientras esperaba que llegasen, la visión de un niño atemorizado viendo una inmensa nave se coló de forma súbita en su mente. Como pudo, trató de no pensar más en ello. Tenía que estar concentrado, puesto que lo que venía ahora era más importante.

18 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 15:26.

—De verdad, ¿qué coño crees que va a pasar? —preguntaba algo cadencioso Kyle Sandler a Zeke.

El día había empeorado desde que se confirmó que los soldados iban a entrar en combate. El cielo estaba completamente negro. Un gran número de nubes se habían concentrado y la idea de que pudiese caer una nevada era inevitable. Pequeños copos de nieve comenzaban a caer mientras los soldados se reunían justo en frente del centro de operaciones de la Base Omega, donde el capitán Oliveira iba a contarles cómo sería la estrategia del ataque a seguir. Cada soldado se encontraba en su correspondiente compañía, dirigidos por su sargento mayor que también esperaba expectante lo que el capitán les tuviera que decir.

—¡Mira Zeke, la sargento Muller! —señaló Kyle a Ezekiel.

Delante de ellos pudieron verla. La mujer alta y poderosa parecía afligida. No es que estuviese llorando pero su rostro se notaba entristecido. Lo que fuese que le pasara a su hermana, debió de ser terrible. Ezekiel se preguntaba si estaría preparada para dirigirlos en el campo de batalla.

—¿Crees que está bien? —preguntó Zeke a Kyle.

—No está mal, algo ruda para mi gusto pero en fin, es follable —respondió él con tono jocoso.

—¡Joder Kyle! —Zeke se mostró contrariado—. Me refería a como estaría tras lo de su hermana. ¿No sé cómo eres tan capullo y salido?

Ya iban a iniciar otra aireada discusión, cuando de forma repentina uno de los suboficiales del capitán pidió atención extrema. Abdoul Oliveira hizo acto de presencia enseguida. El hombre de gran estatura y piel negra como la noche se mostraba imponente ante sus soldados. Esa era la imagen que tenía que darles, de un líder seguro de sí mismo y de ellos, que iban a dar lo máximo en la batalla. Se encontraba sobre una plataforma de metal, unida a las escaleras del centro de operaciones que usaba como improvisado atrio.

—¡Muy bien soldados! —dijo con su fuerte y sólida voz—. Maddox acaba de informarme de que ya van a comenzar las primeras maniobras de ataque contra el enemigo y la Compañía Lobo será una de las divisiones que se movilizaran.

Todos se encontraban en silencio, expectantes de lo que el capitán pudiera decirles. Oliveira oteaba a cada soldado, sus rostros de expectación en algunos, de miedo en otros, de completa indiferencia en varios. Sintió una leve nostalgia, al recordarse a sí mismo en la posición en la que se encontraban ellos ahora. Un joven recluta aguerrido y deseoso de luchar pero temeroso ante lo que pudiera encontrarse. Pero esos tiempos, hacía mucho que pasaron. Él ahora era el líder de aquellos hombres y mujeres .Debía demostrar que era capaz de ello.

Pidió a uno de los suboficiales que activara la plataforma visual. Dos cámaras, colocadas debajo de la plataforma, lanzaron varios haces de luz color verde oscuro. Los reclutas, sorprendidos, se echaron hacia atrás. Los haces bailotearon de un lado para otro hasta unirse. Ante los ojos de los soldados, se formó un mapa tridimensional que mostraba una gran cadena montañesa a cuyo lado se podía ver un gran bosque, tras el cual había una inmensa llanura, bordeada por las montañas al final. Era una recreación perfecta y única del lugar que se disponían a atacar.

—Este mapa ha sido formado gracias a las balizas que Vanguardia lanzó antes del inicio de la operación —informó el capitán—. El enclave se halla a 20 grados al Norte, 12 grados al Este. Se sitúa a una distancia de unos 50 kilómetros de donde nos hallamos. Nosotros nos encontramos al Suroeste.

Nadie decía nada. Solo contemplaban atentos todo lo que el capitán Oliveira explicaba. Ezekiel aprovechó el largo discurso para mirar a su alrededor. Vio a muchos de sus compañeros de pelotón. Además de a Sandler, encontró a Miranda Cruz, la cual en esos días había sido ascendida a cabo. También halló a otros compañeros como a Chang Tae Jung, un coreano de pintas muy raras, adornado con piercings y el pelo verde, a Katie Burrows, una de las médicos del equipo, chica risueña y algo inocentona con la que Sandler trató de ligar varias veces sin lograrlo nunca o Eph Kingston, un muchacho de color alto y musculoso que al parecer venía de una academia militar y que se había alistado para promocionar y hacerse Vanguardia. Estos eran algunos de los soldados a los que Ezekiel conoció durante su periodo de instrucción, pasando buenos ratos, otros más molestos, pero a todos les tenía un cariño especial. Y ahora, temía que muchos de ellos no volvieran de esta batalla. Incluso temía por Kyle.

—En este lugar, los Gélidos han emplazado defensas antiaéreas —decía Oliveira mientras en el holograma se desplegaban unos gráficos mostrando una larga fila de torres en cuyo extremo había un gran cañón—. Estos cañones están cargados con munición protónica muy potente y capaz de derribar naves, desde un simple Buitre hasta una fragata de combate interestelar. Estas torres de defensa antiaérea serán nuestro objetivo.

La tensión se cortaba con un cuchillo. Ezekiel miraba a cada soldado, desde un simple recluta hasta a los sargentos mayores. En sus ojos, veía reflejados el inconfundible sentimiento del miedo.

—Sargento Meyers —dijo un tipo de pelo corto naranja que había levantado la mano—. Señor, ¿está seguro de que este ataque es una buena idea?

Oliveira lo miró con algo de desaprobación pero enseguida contestó.

—Entiendo su preocupación soldado. Pero me temo que no tenemos otra alternativa.

La expresión de horror en la cara de algunos no invitaba al optimismo.

—Seremos desplegados en la zona sur del lugar —señaló en el mapa una gran explanada justo al lado del bosque—. Usaremos la cobertura de los árboles para abrirnos camino hasta las torres. Nuestra misión será servir de apoyo a la división de Tanques Rinoceronte y blindados Búfalo. Ellos se ocuparan de destruir las torres, pero nosotros debemos de defenderlas de los posibles atacantes.

Estaba excitado. Pero no por el hecho de matar enemigos, sino por el peligro que eso conllevaría. Volvió de nuevo a mirar a todos los asistentes y vio al sargento Adam Skinner. Este, al verlo, le otorgó una amistosa sonrisa. Ezekiel seguía nervioso, pero al ver al sargento recordó lo que este le dijo antes de que las sirenas sonaran con estridencia. No tenían otra, había que luchar. Así que poco a poco, fue haciendo acopio de aquel miedo. Tenía que asumirlo. Por él, por su familia, por todo.

—Después de neutralizar las torres, nuestro siguiente objetivo será la fortaleza situada al noroeste de esta posición. —En el holograma, se amplió una zona donde se veía un edificio de forma cubica, con murallas bordeándole. Su techo estaba coronado con extrañas protuberancias. Se encontraba cerca de la cadena montañosa. Esta vez, los vehículos serán los que nos proporcionen el apoyo, ya que seremos nosotros quienes asaltemos la fortaleza.

Los soldados veían como en el holograma se mostraban una serie de puntos que representaban a ellos atacando la susodicha fortaleza, mientras otros puntos más grandes, los tanques, se quedaban en la distancia, proporcionándoles fuego de apoyo. Otros puntos sobrevolaban el lugar, dando vueltas en círculo.

—Al no haber defensas antiaéreas ya, podremos recibir apoyo adicional de las naves de combate Cernícalo, así que estaremos cubiertos por los cuatro costados —puntualizó Abdoul.

Un soldado levantó su mano, con clara señal de querer hablar. El capitán, con diligencia asintió con la cabeza, dándole permiso.

—Cabo Tejada, digo yo señor, si en vez de asaltar el lugar, simplemente porque no usamos el disparo orbital de alguna de nuestras naves y mandamos todo al infierno —expresó jocoso, y varios soldados aprobaron su idea—. Seguramente así no moriría nadie y acabaríamos antes.

Oliveira lo observaba callado, pero enseguida, habló.

—Porque eso no es lo que quiere el mando. Aquí hay cosas de vital importancia para la Confederación y no vamos a usar la fuerza bruta para destruirlos. —Su tono de voz sonaba autoritario.- Además, ese no es el estilo de la Infantería Básica. Nosotros marchamos primeros y luchamos sin cuartel. Vemos al enemigo a la cara y le metemos una bala en la aveza. Somos la primera línea de ataque y defensa de la Confederación y nada se interpone en nuestro camino, lo aplastamos sin piedad.

Aquel discurso estaba cargado de tanto sentimiento y épica que muchos se sentían motivados de cara a la batalla. Varios alzaron sus brazos en claro gesto de alegría y muchos fueron los que elevaron sus voces con vítores y gritos de orgullo. Abdoul veía orgulloso a todos esos hombres y mujeres. Serian jóvenes e inexpertos, pero estaban dispuestos a luchar hasta el fin.

 —Bien, si todo está claro, id a vuestros barracones y recoged todas vuestras armas y equipamiento necesario. En un cuarto de hora, partiremos a la batalla —concluyó Abdoul Oliveira.

Todos los soldados regresaron a sus barracones.

En los vestuarios, se quitaban sus uniformes para el periodo de descanso, y se preparaban para ponerse sus trajes de combate. Primero una camiseta y pantalones de goma sintética de color negro. Estos, servían para protegerlos de los disparos de plasma que podían quemarles y causarles graves heridas. Y aunque aguantaban, podían ser penetradas tras varios impactos. Después, venía el traje de combate, hecho de una tela artificial inteligente que imitaba la coloración del paisaje en el que se encontraban. De este modo, se convertía en un camuflaje eficaz. Entre medias del traje de goma y el de tela, iban una serie de cobertores térmicos, colocados en el pecho, las piernas y los brazos, para dar calor a las zonas más sensibles del cuerpo, debido a las bajas temperaturas de Midgard. Ezekiel se estaba cambiando de ropa. Procuraba no mirar a las chicas que se desvestían a su lado. Trataba de mirar a la pared, pero como todo hombre heterosexual, no podía evitar curiosear.

—¿Algo interesante que ver? —le dijo la femenina voz de Miranda Cruz.

Ezekiel se sobresaltó. Se encontraba a su lado. La chica sin casco, revelaba una corta melena de pelo moreno. El traje de goma negro estaba adherido a su cuerpo como una segunda piel, realzando su femenina figura que aunque atlética, mostraba unas sinuosas curvas acentuadas con dos bonitos y redondeados pechos. Zeke quedó boquiabierto ante semejante visión.

—¿Qué? ¿Vas a quedarte a admirar mi linda figura o vas a terminar de vestirte? —le preguntó Cruz.

Ezekiel se percató, solo se había puesto medio traje y tenía que darse prisa. Algo alborotado, siguió vistiéndose mientras Cruz se reía de forma burlona.

Una vez hubo acabado, salió fuera, donde Kyle estaba hablando con varios compañeros, entre ellos Ryo Takahashi, Chang Tae Jung y Ephraim Kingston.

—Os digo que este ataque es un grave error —decía Chang con preocupada voz.

—¡No digas gilipolleces Chang! —le recriminó Kingston—. Este ataque es esencial. Sin él, la raza humana estará perdida.

—Esto es una ofensa contra los dioses y no dudaran en castigarnos por ello. —La voz de Chang sonaba con alarma.

Al llegar, Zeke quedó al principio desconcertado con la discusión pero enseguida, se percató de la negativa de Chang al ataque. Él, al del mismo modo que otros humanos de la Confederación, eran parte de una incipiente religión conocida como el Legado del Antiguo Culto. Esta religión surgió a raíz de la aparición de especies alienígenas que conforman la Xeno-Alianza, similares a los dioses de antiguas mitologías como la griega, egipcia o nórdica, que son con las que se vinculan a estos seres extraterrestres. Creen que los dioses están atacando a la raza humana al haberse expandido estos por el espacio exterior, lo cual para ellos es una ofensa. Esto ha hecho que los creyentes del Legado hayan insistido con vehemencia a la Confederación en que dejen su guerra contra los dioses y se sometan a su buena voluntad. Evidentemente, no les han hecho caso.

—Y dime, tú que adoras tanto a tus dioses, —dijo con tono sarcástico Sandler— ¿cómo te has alistado en la Infantería Básica? ¿Qué harás cuando los veas y tengas que matarlos?

Chang se quedó dubitativo ante esta pregunta. Todos a su alrededor lo miraban sonrientes, con ganas de empezar a increparle y burlarse de él. Ezekiel prefería permanecer en silencio.

—Para que os enteréis me obligaron a alistarme. Yo no quería meterme en esta mierda —respondió sin dudarlo Chang.

—¡Venga ya! —exclamó Ryo muy sorprendido—. La Confederación no obliga a nadie a alistarse. Eso te lo estas inventando.

—Eso será en Marte o en Draconis IV. —Chang parecía muy contrariado— Pero en mi hogar, la colonia Tautis, le dijeron a mi familia que o enviaban a alguien a la guerra o nos obligarían a pagar impuestos muy altos y sanciones por insubordinación.

—¡Joder, que cabrones! —comentó Ezekiel.

—Pues si —le aseguró Chang.

Kingston, que había permanecido callado durante toda la discusión, intervino sin miramientos.

—De verdad, vosotros, los del Legado, me dais asco —le lanzó una mirada recriminatoria a Chang. Este se la devolvió—. Nuestra especie siendo aniquilada por unas monstruosas bestias alienígenas y vosotros los defendéis como si fuese su legítimo derecho.

—¡Nosotros les hemos ofendido, así que es normal que nos castiguen por ello! —Defendió con ahínco Chang.- Deberíamos de rendirnos y guardar pleitesía ante ellos. Solo así, quizás nos perdonen.

—Y una mierda.

Kingston se fue acercando a Chang hasta quedar uno frente al otro. El resto se alejó, temerosos de lo que pudiese pasar. Kingston era más alto que Chang, el coreano le llegaba solo hasta la barbilla. Los dos se quedaron mirando desafiantes, esperando a que el otro reaccionara para entonces encararse pero no pasó nada.

De forma repentina, la sargento mayor Evelyn Muller, acompañada por varios sargentos de su pelotón y la cabo Miranda Cruz, ordenó a todos los soldados que se pusiesen en formación. En seguida, todos estaban estirados en fila, uno al lado del otro. Muller los miró fijamente a todos. Sin mucho más que decir, dio la orden y todos los soldados emprendieron la marcha al helipuerto.

Allí, decenas de naves de transporte Buitre, se encontraban estacionadas. Abrieron sus compuertas y los soldados comenzaron a entrar. Ezekiel, junto a Sandler, Chang, Kingston, Burrows, Cruz y la sargento Muller, entró en uno de los Buitres y tomó asiento. Ya una vez estaban todos dentro, la nave cerró la compuerta y accionó los motores propulsores, haciendo que se elevase sobre el suelo. Zeke sintió la pesada nave elevándose y los continuos bamboleos, mientras veía a sus compañeros sentados. Algunos serenos, otros muy nerviosos. Miró a su gran amigo, Kyle. Este le sonrió. Ezekiel pensaba que todo saldría bien. Que no tenía por qué temer que todo fuese a salir mal. Pero solo eran vanos espejismos.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro