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Capitulo 4- Reliquia de los dioses (Parte 2)

16 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta K-4, nombre en clave "Midgard". 10:41.

Su pelo largo y rojizo caía por ambos hombros. Parecían lava anaranjada y caliente emanando del interior de un volcán en erupción. Al moverse, la melena se balanceaba en el aire, ondulante, de un lado para otro, en un hipnótico baile que encandilaría a cualquiera. Excepto a los Gélidos, que solo tenían ojos para matarla.

Scarlett Müller se había quitado su casco hacía rato. Le estorbaba para apuntar bien y el peso adicional la hacía más lenta. Ahora corría lo más rápido que podía. Sus piernas daban grandes zancadas sobre la nieve. Parecía una gacela en plena huida de los leones que la persiguieran. Detrás de ella, más Gélidos de clase Alfar le disparaban. Las bolas de plasma impactaban sobre la nieve, derritiéndola. No eran pocas las que rozaban a Scarlett, que podía sentir el calor que emanaba de estas. Eran una clara señal de lo cerca que se encontraban. Tenía que seguir avanzando, pero cada vez estaba más fatigada. Su cuerpo mostraba claras señales de agotamiento y había desfallecido un par de veces. Siguió corriendo, tratando de eludir a sus perseguidores. Poco a poco, el bosque se iba abriendo. Muy pronto, llegó a campo abierto y vio que no estaba muy lejos del punto de evacuación. Pero nada la tenía preparada para lo inesperado.

De repente, de su lado derecho, vio venir una criatura que no había visto nunca. Estaba recubierta con un traje color blanco con franjas doradas recorriendo sus brazos y piernas. La criatura se movía muy rápido pero no corría, sino que volaba. Justo al pasar delante de ella mientras corría tratando de ponerse a salvo, recibió un fuerte golpe en la pierna. Cayó de espaldas, mientras sentía un fuerte dolor en su pierna. Pensaba que se la había fracturado. Desorientada, se puso bocabajo y miró a su atacante, colocado justo delante de ella.

Era una Valquiria, la fuerza de mayor rango de los Gélidos. Hembras de la especie, especialmente entrenadas para realizar misiones rápidas y directas, como asesinatos o protección de lugares de vital importancia. Esta, tenía sus alas doradas totalmente desplegadas, las cuales sostenían una lámina del mismo color, con las cuales podía dirigir la dirección y movimientos del vuelo. Debajo de estas, un propulsor que expulsaba energía plasmática, permitía a la Valquiria impulsarse a gran velocidad o elevarse en el aire. La Valquiria blandía con diestra maestría una lanza fotovoltaica con la cual había derribado a Scarlett e iba a por ella. La francotiradora desesperada, busco su rifle y lo vio a varios metros de distancia, demasiado lejos para recuperarlo. Sacó su pistola y apuntó a la Valquiria. Esta emprendió el vuelo nada más ver el arma y a Scarlett le dio tiempo para incorporarse y recuperar su rifle. Lo tenía en sus manos, cuando en ese mismo instante, dos Alfar que acompañaban a la Valquiria le dispararon.

Scarlett logró esquivar el primer disparo, pero no el segundo. Este impactó en su hombro izquierdo y la francotiradora pudo sentir el calor emanando de su ropa al arder y penetrando su carne. Sentía el intenso escozor devorando su piel, calcinando su carne y llegando al suelo. Cayó de nuevo al suelo y uno de los Alfar se le fue acercando. Su corazón latía muy deprisa y abría su boca tratando de aspirar bocanadas de aire que parecían escapársele. Empuñando la pistola en su mano derecha, disparó contra el Gélido que se le acercaba. Fueron cuatro disparos los que salieron del arma. Dos impactaron en el pecho, una en el cuello y otro en la cadera. El Alfar precipitó contra el suelo, inundando de color purpura el pálido suelo. Logró rodar una vez más, por el suelo, esquivando otra caliente bola de plasma, y con su brazo izquierdo dolorido, apoyó el rifle. Apuntó al segundo Alfar, y con la mano derecha, apretó el gatillo. Un sordo disparo recorrió el lugar de una punta a la otra. La bala impactó en el estómago del Gélido, que llevó sus manos a su herida, no sin antes mirar a Scarlett. Ella solo vio un rostro cubierto con un casco, con dos lentes de cristal por los cuales vería el Gélido, pero que no le transmitían nada. Hecho un ovillo, el Alfar se acurrucó esperando la muerte.

Aliviada, Scarlett parecía estar más cerca de vivir. Pero no por mucho. Los otros Alfar ya estaban cerca y de hecho, sus certeros disparos, estaban por darle. Ya iba a echar a correr cuando repentinamente, la Valquiria reapareció justo delante de ella. Sin dudarlo, Scarlett le propinó una fuerte patada con su bota y golpeó la cabeza de esta con el rifle. Aunque aturdida, la Valquiria seguía consciente y disparó a la francotiradora en su pierna que antes le había golpeado. Ella emitió un fuerte grito, y quedó bocarriba. La Valquiria fue directa a por ella, pero Scarlett le disparó con la pistola. Esquivó sus ataques y golpeó de nuevo a Müller, justo tras lo cual, clavó la lanza en su vientre. La francotiradora miró fijamente a su atacante, que no pareció transmitirle ningún sentimiento a través de su inexpresivo rostro. Sabía que iba a morir, no le cabía ninguna duda, y mientras sentía la lanza penetrando, pensó que al final, había fracasado y su muerte seria en vano. Como muchos otros soldados, se convertiría en un leve recuerdo de aquella horrible guerra.

 18 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta K-4, nombre en clave "Midgard". 13:07.

Su vista no se apartaba de él. Maddox ni siquiera pestañeaba. Toda su atención estaba centrada en la visión de aquel extraño artefacto. Aquella urna de color negro azabache, coronada por una extraña pirámide del mismo color y con unos arcos bordeando la parte superior siempre cambiando de colores entre azul y naranja. ¿Qué era? ¿Un ordenador, un alimentador de combustible, un simple elemento decorativo? ¿Un arma? Eran tantas las teorías que se barajaban para tan extraño y atrayente objeto. Y eso, lejos de fascinar al coronel, le inquietaba aún más. Y no quería ni pensar en que ahora, estaba en manos del enemigo.

—Coronel Maddox —interrumpió de forma repentina un hombre que entraba en su despacho.

Aquel tipo era Eric Kessler, teniente de Infantería Básica y su mano derecha. Tenía treinta y ocho años aunque su piel pálida y su rostro juvenil, parecían hacerle aparentar menos. Fue hacia el coronel, que se lo quedó mirando algo apesadumbrado.

—¿Se encuentra bien? —preguntó el teniente con preocupación.

—Tranquilo, todo está bien —dijo el coronel tranquilo.

En ese mismo instante, Kessler se acercó al coronel y le besó. Al principio, el coronel parecía mostrarse tenso, reacio a aceptar aquella muestra de cariño, pero enseguida le correspondió, atrayéndolo de la espalda. Tras finalizar el beso, ambos se quedaron mirando por un leve instante.

—¿Seguro? —preguntó Kessler, algo preocupado aun—. Escuché tu discusión con los oficiales de Vanguardia desde la otra habitación. Gritaste mucho.

—Sí, pero solo para cagarles de miedo —dijo en tono burlón Maddox—. Ahora habrán vuelto a su base con el rabo entre las piernas.

Ambos sonrieron. Pero Kessler enseguida cambió su semblante a uno más serio.

—¿Crees que harán algo? —preguntó de nuevo.

—¡Estás muy preguntón tu hoy! —dijo alegre y más sereno Maddox. Se separó de Kessler para volver a mirar la pantalla—. No, no creo que hagan nada. Y si lo hacen, Hank les bloqueara cualquier intromisión.

—¿El general Coriolis?

Maddox asintió. Él sirvió a las órdenes del ilustre general Hank Coriolis hace muchos años, cuando él era coronel, y Maddox no más que un simple sargento. Y ahora, ambos estaban metidos en un asunto muy importante. La Xeno- Alianza parecía muy interesada en los restos de tecnología dejadas por la Primera Raza, una milenaria civilización extraterrestre de la que apenas se tenían datos. Lo poco recopilado, se perdió durante el Conflicto Colonial pero ahora la Xeno- Alianza buscaba con recelo, mucho de su tecnología. Por motivos, que de momento, desconocían. Ante esa situación, un reducido grupo de altos cargos del gobierno y del ejército de la Confederación habían iniciado una exhaustiva operación de recuperación e investigación de artefactos y objetos de la Primera Raza. Todo, para averiguar qué era lo que interesaba a aquellos extraterrestres y descubrirlo a tiempo para que no cayeran en sus manos y así, usarlo en su contra. Evidentemente no estaban ellos tan solo involucrados en esto. También personal de la Vanguardia estaba con ellos pero un grupo escaso, que ni siquiera informaba a sus líderes de ello. De momento era mejor que guardasen secreto. Pero, ¿Por cuánto?

—¿Saco la botella de vino y bebemos unas copas para relajarnos? —preguntó Eric Kessler, mientras la extraía de una caja.

Su mirada seguía sin apartarse del artefacto. Tan misterioso a la vez que abominable.

—No —dijo el coronel con voz seca.

Kessler se quedó parado ante esa afirmación. No sabía que decir.

—¿Qué quiere entonces? —preguntó dudoso el teniente.

—Quiero que avises a todos los capitanes de cada compañía. —Su tono sonaba autoritario, el que pondría un líder— Diles que preparen a las tropas. El ataque va a comenzar.

El teniente dejó la botella en la caja. Fue directo a la puerta y justo antes de salir, se volvió hacia el coronel.

—¿Quiere que avise a Strickland y Carville?

—No —contestó de inmediato Maddox—. Ellos ya tienen mucho trabajo supervisando la expedición a Karnak. Limítate a informarles, pero ya está. — Guardó silencio un mero instante y volvió a hablarle—. Mejor, no les informes. Cuanto menos sepan de este asunto, mejor.

Kessler salió, y Maddox volvió su vista de nuevo a aquella extraña reliquia. Un regalo o una maldición de los Dioses, pensaba Maddox. Solo tendrían un modo de averiguarlo. Y esa era la razón de aquella operación.

 16 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta K-4, nombre en clave "Midgard". 10:42.

Seguía mirando con desdicha a la Valquiria. Todo ello, mientras notaba su cuerpo enfriarse, quizás uniéndose al suelo sobre el que se encontraba. Pensaba que ese era un modo casi poético de morir. Uniéndose de nuevo con el mundo, con la madre naturaleza. Volver a ser de nuevo parte de ella. Siempre fue así de espiritual. Muller giró su cabeza hacia un lado y al hacerlo, notó que un fino hilillo de sangre chorreaba de su labio. Ya estaba todo hecho pensaba. No lo había conseguido. La operación Tormenta de Espadas sería un rotundo fracaso y lo que encontraron en la cueva, seguiría siendo un misterio. Miró al grupo de cuatro Gélidos, acercándose. Cuatro Alfar que se ensañarían con ella de forma cruel y despiadada. Serían criaturas inteligentes, pero al igual que los humanos, también eran crueles. Ya su cabeza empezaba a adormecerse, a dejarse llevar a las oscuras tinieblas, cuando atisbó algo extraño. Un leve chispazo que hizo recuperar a la francotiradora su consciencia por un instante.

Los Alfar alzaron la vista al cielo. Comenzaron a alborotarse, a alzar sus armas al cielo, como si algo horrible se acercarse desde el aire. Scarlett se extrañó por lo que pasaba. Y entonces, lo escuchó. Un leve rubor que acompañaba al incipiente viento que se estaba levantando. Un sonido de motor, de propulsores que sonaban intensos y fuertes. En ese mismo instante, los cuatro Alfar fueron acribillados a tiros. Escuchó el sonido emitido por los cañones de unas ametralladoras rotatorias. Vio como los Gélidos se llenaban de agujeros por todo su cuerpo, de los cuales supuraba sangre purpura. Cayeron al suelo, inertes y muertos.

Una gran sombra se alzó sobre Muller. La francotiradora giró de nuevo su cabeza, y vio una inmensa mole, una descomunal bestia de metal voladora sobre ella. La Valquiria entró en pánico y extendió sus alas, dispuesta a alzar el vuelo. No lo iba a permitir. Con gran esfuerzo, sintiendo la lanza clavada en su estómago retorciéndose y haciéndole más daño, Müller logró alcanzar el rifle. Todo ocurrió en un instante. Agarró el fusil con la mano derecha. Con su cuerpo henchido por el calor y la excitación, Müller apuntó directo a la cabeza de la Valquiria. Justo antes de que la viera, apretó el gatillo, y la cabeza de la Gélido estalló, expulsando sangre purpura y lo que parecía ser restos de su cerebro. Satisfecha mientras el cadáver caía hacia atrás, Müller se recostó y entornó los ojos. Oyó unas compuertas abriéndose, gente gritando. Sus ojos se fueron cerrando, mientras poco a poco, una leve sensación de paz le invadía. Ya no había porque luchar, solo quería morir.

17 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta K-4, nombre en clave "Midgard". 12:07.

Evelyn Müller se abría a golpes por la Base Punto Alfa. Que su hermana estaba grave en la enfermería de la base, la había vuelto loca. Así que nada más llegar, se dirigió sin miramientos. Estaba muy asustada. Nunca quiso que Scarlett se alistase. Y cuando entró en combate, hizo todo lo posible para protegerla. Incluso se opuso a ir en aquella fuerza expedicionaria con el sargento Sheen. Le dijo que tendría cuidado, que sabía a lo que se enfrentaba, y aunque confiaba en su palabra, sabía que no era suficiente. Su hermana sería todo lo fuerte y aguerrida que quisiera, pero también era confiada e inocente y no tenía ni idea de donde se metía. Y eso, podría haberle costado la vida. Con una gran desazón en su corazón, entró en la enfermería. Allí, una joven chica vestida con un traje de color azul claro con mangas de color azul oscuro se sobresaltó al verla. Era una enfermera.

—¿Qué desea? —preguntó abrumada.

—Vengo a ver a mi hermana. —El rostro de Evelyn se notaba serio y apenado— Es la francotiradora Scarlett Müller. Servía con el sargento Robert Sheen.

—Por aquí —dijo la enfermera mientras abría la puerta automática.

Ambas entraron a una amplia sala, donde había desplegadas varias hileras de camillas. Una hilera pegada a una pared, luego dos justo en el centro, pegadas una contra otra, y la última, en la pared contigua. Se abrieron paso, y mientras avanzaban, Evelyn las miró. Vacías ahora, pero tenía la extraña sensación, que muy pronto muchas estarían llenas. Siguieron adelante, y entones, la pudo ver.

Sobre la cama estaba su hermana. Tapada hasta la cintura con una manta color verde, su cabello rojizo estaba extendido, tapando sus hombros. Los ojos los tenía cerrados y una máscara transparente estaba pegada a su boca y conectada a un tubo que llevaba al respirador artificial que tenía a su lado. Varios parches estaban adheridod sobre su cabeza y brazos, conectados al ordenador que monitorizaba sus constantes vitales. Se acercó a ella y cogió con su mano uno de los brazos. Sentía el calor emanando de su cuerpo, lo cual indicaba que seguía viva, pero estaba inerte, no notaba ninguna sensación de vida en ella. Rompió a llorar.

—¡Scarlett, no! —gimió Evelyn con impotencia.

Sus lágrimas recorrían su rostro, mientras esperaba que su hermana despertase para decirle que todo estaba bien, pero nada de eso ocurría.

—Sufrió una fractura en la columna vertebral como parte de una herida realizada con un arma punzante —dijo la enfermera, aunque dudosa de que fuese correcto.- El arma no seccionó la columna, pero rompió varias vertebras y dañó la médula espinal.

—¿Se recuperará? —preguntó impaciente Müller.

La enfermera la miró cohibida. Notó en sus ojos la desesperación del que no sabe qué hacer.

—Está fuera de peligro. Sus constantes vitales son correctas, pero no reacciona. No saben si saldrá del coma —vio como Müller se volvía más y más seria—.   Lo siento.

Después, la enfermera se marchó y dejó a Evelyn Müller con su maltrecha hermana, preguntándose porque aquella maldita guerra seguía llevándose tantas vidas.


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