Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 26- Intercambio (Parte 2)

Desde lo alto de aquel montículo Zeke pudo ver la dantesca escena. Oliveira ordenando a los dos sargentos que llevaran a Freyja frente al malvado Loki. La Gélido forcejeando con Malkovich, no deseando acercarse al vástago de Odín. Como este miraba con desprecio a ella y luego la agarraba de un brazo para luego lanzarla al suelo, dejándola humillada y temerosa. En esos momentos, Zeke sintió una ira reverberando por todo su cuerpo, calentando cada centímetro de su ser y ansiando masacrar a todos los allí presentes. A pesar de todo, siguió pendiente. Lo único que esperaba es que el intercambio se hiciera bien y no hubiera que lamentar muertos o heridos. Aunque eso supusiera separarse de Freyja. Le dolería pero no quedaba otra alternativa. Lo que no sabía es que nada de eso se iba a solucionar.

A través de los prismáticos, Zeke vio como Loki cogía a la teniente Natalia Torres y la llevaba hacia Oliveira y el resto de soldados. Todo parecía en orden, hasta que el Gélido se detuvo.

—¿Pero qué coño hace?—preguntó tenso Sandler.

—Calma—le respondió el sargento Skinner—. Veamos que ocurre.

Loki y el sargento Oliveira empezaron a hablar. Se les notaba discutiendo, o al menos, eso era lo que Zeke podía deducir de la expresión en el rostro del capitán. Algo raro ocurría. No tenía sentido que el individuo del Linaje Congelado se parase sin más. Ya les habían dado a Freyja. ¿Por qué detenerse?

Entonces lo sintió. Ese susurro. La llamada lejana que solía aparecer en esos momentos tan inesperados. Pero esta vez, la percibía más cercana, como si supiera el lugar al que ir. Estaba ms cerca de lo que creía. Y de hecho, le instaba a ir hacia ese lugar.

—¡Joder!

—¡Hijo puta!

—¡¡¡Acabad con ese cabrón ya!!!

Los gritos lo sacaron del trance. La voz se desvaneció mientras Ezekiel volvía a la realidad. Todos estaban alterados. La rabia supuraba de todos ellos de forma intensa.

—¡Disparad!—gritó el sargento— ¡Matadlos a todos!

Zeke volvió a mirar a través de los prismáticos. Casi ahogó un grito cuando vio lo que tenía delante.

-----------------------------------

Loki había empalado a Natalia Torres con su espada, y él y sus hombres atacaban a Oliveira y al resto.

A Oliveira no le dio tiempo a asimilar todo lo que ocurría. Que uno de sus soldados había robado una llave. Una llave perteneciente a un Alfar que el propio Loki mandó a buscarla. Que habían detectado grandes picos de energía indicando que el artefacto estaba cerca de su compañía. Que la llave activaría el Conducto. Que debía de volver a manos legítimas, es decir, de ellos. No comprendía absolutamente nada y estaba lejos de ofrecer una respuesta satisfactoria.

—No sé a qué te refieres—le respondió el hombre.

Y ojalá nunca hubiera dado esa respuesta. Porque con aquellas palabras acababa de firmar la perdición tanto de él como de todos sus soldados.

Loki lo miró con frustración y apartó la cabeza, como si quisiera observar lo que tenía a un lado. El silencio envolvió aquel momento en un instante imperturbable. Oliveria lanzó una mirada de incertidumbre  tanto al sargento Malkovich como al sargento Otomo. Estos no supieron que decirle. Cuando volvió hacia delante, Loki era quien le miraba ahora.

—Veo que tendremos que hacer las cosas de otro modo.

Su tono de voz no sonaba nada alterada. De hecho parecía sereno. En paz. Y no pareció perturbarse cuando en un abrir y cerrar de ojos, desenvainó su espada y atravesó el abdomen de la teniente Torres, quien emitió un horrible grito de agonía mientras la afilada hoja del arma aparecía por su vientre destellando con un rojizo brillo y dejaba caer gotas de sangre ocre sobre la blanca nieve.

—No...—musitó levemente Oliveira.

Ya había perdido el control de la situación. El peso de una responsabilidad mayor se sintió con más fuerza cuando vio que era incapaz de controlarla. A pesar de ello, sus reflejos se movieron con rapidez. Ya no era miedo o arrepentimiento lo que recorrían su cuerpo, sino ira y furia descontrolada.

—¡No!—gritó como una enrabiada alimaña.

Sacó su pistola y apuntó a Loki, dispuesto a matar al Gélido. Pero no llegaría a efectuar ningún disparo.

Un afilado cuchillo se clavó en su hombro derecho, haciendo que Oliveira perdiera fuerzas para sostener el arma. Se giró levemente para a continuación ver a Malkovich, Otomo y el resto de la unidad que lo escoltaba atacando a los Gélidos. Los Alfar cayeron con rapidez, no así la guardia de Loki, cuyas armaduras repelían las balas que les disparaban.

Para Oliveira ya era tarde. El dolor era tan insoportable que no llegó a sentir la segunda cuchilla clavándose en su pierna. Primero cayó de rodillas y finalmente, terminó tumbado sobre el frío suelo, sintiendo el punzante hielo clavándose en su cara. Fue testigo indemne de la masacre. Los Huskarl se movieron con una rapidez impresionante. Sus dos espadas volaban rozando el aire con sus afilados filos. Uno cortó la mano de Malkovich. Otro cercenó el brazo de Otomo. En su constante vaivén, le arrancaron de cuajo la cabeza a una soldado. Toda la escolta de Oliveira luchó con bravura. Pero no sirvió de nada.

A Ben Malkovich le clavaron la espada en el pecho y la otra seccionó su cabeza. Otomo resistió hasta el final pero con cuatro espadas clavadas en su cuerpo, poco podía ya hacer. Tirado en el suelo, se arrastró tendido cuanto pudo hasta que sus fuerzas le abandonaron, quedando allí como un ya inútil trozo de carne sin vida.

Vio llegar a más Gélidos que socorrieron a su señor. Se oían disparos desde la lejanía. Esperó que sus soldados llegaran para socorrerle pero eso era algo difícil. Y más cuando notó una sombra empequeñecerlo. Uno de los Huskarl permanecía a su lado, mirándolo con cierta desidia. De sus espadas aun goteaba la sangre de los dos sargentos ya muertos. El ser, sin ninguna molestia, dio la vuelta a Oliveira y le quitó los dos cuchillos que le había clavado. Uno en el brazo y otro en la pierna. Los guardó con sumo cuidado en sus respectivos compartimentos y empezó a blandir una de las espadas. Lo iba a ejecutar. Y en verdad, eso era lo que ya deseaba.

—Espera—dijo una voz a sus espaldas.

El Huskarl se detuvo y se hizo a un lado. Loki apareció con su inexpresivo rostro en el cada vez más borroso campo de visión del capitán. Cada vez tenía una mayor apariencia fantasmagórica. Era un ente grotesco y malvado que disfrutaba de la sangre ajena derramada. Y Oliveira sabía que solo acababa de empezar.

—Tú te vienes conmigo. Te voy a llevar a un lugar magnífico donde ninguno de los insignificantes seres de tu especie ha estado jamás.

Le dijo algo a su guardia y este se acercó, agarrando al capitán de una pierna. Así, empezó a arrastrarlo fuera de aquel lugar, mientras veía los cuerpos sin vida de sus hombres. Mientras miraba a los Gélidos que atacaban al resto. Mientras contemplaba el aplastante desastre en el cual había sido participe sin ser avisado.

Zeke asistió con horror la carnicería. Fue horrible. Todos perecieron tan rápido que apenas tuvo tiempo de asimilar lo que ocurría. Pero la conmoción no afectó al resto de soldados, quienes convirtieron aquel horror en rabia desatada que alimentaba su fuerza para atacar a aquellos seres, ya proscritos asesinos, que iban a pagar por los crímenes a los que acababan de asistir.

Los cuatro francotiradores, entre los que se encontraba Keating y Sandler, abrían fuego sin compasión contra el enemigo. Zeke vio como uno a uno, los Alfar allí presentes caían ante cada disparo efectuado, siempre acertando en la cabeza o el pecho. Si antes se había derramado sangre humana, ahora era la de los Gélidos la que caía.

—Zeke, detéctame al cabronazo de su jefe—le pidió una concentrada Keating— ¡Pienso encajarle una bala en su maldito cráneo!

Con ayuda de sus prismáticos, buscó a Loki. Pero el de quien estaba preocupado era de Freyja. ¿Dónde estaría? ¿Se la habrían llevado los Alfar que acababan de aparecer? ¿O estaba perdida en mitad de aquel devastado campo de batalla? La buscó desesperado pero no la halló por ninguna parte. Al que si vio, fue a Loki. Y al guardia que arrastraba al capitán Oliveira.

—Mierda, ¡se están llevando al capitán Oliveira!

—Dime su posición—dijo sagaz Keating.

—¡A la izquierda de donde tú miras y un poco arriba!  —exclamó Zeke, quien olvidó todo sobre las coordenadas en grados y minutos. No había tiempo para eso.

Miró a la soldado. Esta se hallaba plenamente concentrada, moviéndose con paciencia para detectar el objetivo. No estaba tensa o alterada por los gritos o disparos. Eso en cierto modo, lo envidiaba Zeke. Tener más nervios de acero era algo que el chico deseaba poseer.

—Ya es mío—dijo Keating.

Se disponía a apretar el gatillo. Zeke miró presuroso a través de los prismáticos para asistir al momento. Allí estaba Loki, junto con el guardia que se llevaba al capitán, inconsciente de que la muerte estaba más cerca de lo que creía. Era un completo ignorante de su destino. Pero nada de eso ocurriría. Varios disparos y gritos interrumpieron aquel momento.

Varios soldados se volvieron para ver qué era lo que ocurría. De repente, vieron como un hombre ascendía del camino.

—¡Nos atacan!—gritó señalando hacia abajo. Era el soldado Lawson, quien con otro vigilaban el perímetro— ¡Hay muchos enemig....!

No llegó a completar la frase porque medio rostro suyo comenzó a arder tras recibir el impacto de una caliente bola de plasma. Más de estas incandescentes esferas azuladas comenzaron a ascender de la pendiente, siendo el preludio de la fuerza enemiga que se acercaba.

—¡Ralston, Sandler, Cruz y Mackey, cubridnos!—ordenó el sargento Skinner.

Los soldados obedecieron y Zeke siguió a sus compañeros hasta unas rocas que estaban justo al lado del principio de la empinada cuesta. Desde ahí, pudieron ver como el enemigo subía. Todos eran Alfar, dispuestos a acabar con ellos.

—Bien, lancémosles unas granadas—dijo rauda Cruz.

Cuatro de los cilíndricos explosivos fueron arrojados y estos rodaron hasta llegar a los pies del enemigo. Cuando los Gélidos vieron las granadas, retrocedieron despavoridos. Entonces, se produjo la explosión. Mucha nieve fue levantada a causa de la detonación y varios de los Alfar volaron por los aires. Cuando todo quedo despejado, tan solo quedaban los cadáveres inertes de los enemigos que estuvieron demasiado cerca de la explosión. Pero no tardaron nuevos en aparecer.

—A por ellos—gritó con fuerza Miranda.

Apuntando con sus fusiles, empezaron el tiroteo. Los Alfar se cubrían donde podían pero apenas había sitios donde hacerlo. Eso, unido a la ventajosa posición que tenían los soldados humanos, hacia que muchos Gélidos comenzaran a morir me manera constante. Zeke recargaba su arma y seguía abriendo fuego sin ningún remordimiento. Se olvidó de Freyja, de la horrible masacre que acababa de presenciar. Dejo a un lado todo. Ahora estaba esto y tenían que sobrevivir. A cualquier precio.

Los Gélidos respondían con disparos plasmicos de sus lanzas. Zeke podía sentir de vez en cuando el cálido roce de estas. Parecía reconfortante pero solo necesitaban que tocase su piel un poco para empezar a hacerlo arder. Mientras se agachaba para recargar de nuevo, vio a su amigo Kyle, apretando con fuerza sus dientes mientras masacraba a toda clase de enemigos. Se le notaba en pleno estado de excitación, disparando su arma como un alocado héroe de una película de acción. Metió un nuevo cargador en el rifle y se preparó para salir de su cobertura.

Varias bolas de plasma chocaron contra la roca. Zeke logró cubrirse a tiempo pero no así el soldado que tenía a su lado. Una de estas le empezó a quemar el pecho.

—¡Le han dado a Mackey!—gritó mientras apagaba el fuego con un poco de nieve.

—Avisa a Burrows—le dijo la cabo Cruz.

Zeke llamó a la médico quien no tardó en aparecer y atender al soldado herido. Kingston no tardo en unírseles.

—¡Que ganas tenía de volver al ruedo! —exclamó eufórico el muchacho de la pierna metálica.

—No eres el único—le respondió Ralston.

La batalla continuaba pero cada vez más Alfar aparecían en escena. Pese a lograr mantenerlos a raya, la presencia de tantos enemigos se volvía algo preocupante.

—Son demasiados—dijo nerviosa Cruz— ¡No vamos a poder con todos!

—¡¡No digas eso, cariño!!—gritó un fuera de si Sandler— Que vengan, ¡que les voy a dar de mi medicina!

Zeke se rió de las ocurrencias de Sandler pero la inesperada alegría se esfumó cuando se fijó en las armas que portaban algunos Gélidos. Eran curvadas y acababan en punta. Supo que aquello era muy peligroso.

—¡¡Retroceded, deprisa!!—gritó alarmado el soldado.

Sus compañeros no entendían a que se refería Zeke pero Cruz, como obedeciendo a un sexto sentido dedicado a detectar malos augurios, le hizo caso. Arrastró a Sandler fuera de las rocas y junto a Kingston, corrieron hacia atrás. De repente, las rocas se iluminaron con un súbito resplandor azul que luego dieron paso a una serie de fuertes explosiones igual de azuladas. Tras las detonaciones, todos miraron a Ralston. Sintiéndose observado, respondió.

—Son arcos de luz—indicó mientras trataba de aspirar un poco de aire—. Disparan proyectiles provistos cargas de plasma que detonan nada más clavarse en su enemigo.

Mas explosiones sobrevinieron tras decir esto. Viéndose sobrepasados, retrocedieron hasta donde se hallaban el resto.

Allí las cosas no iban mejor. Nada más verles, Skinner fue directo a ellos.

—¿Cómo está la situación allí abajo?—preguntó presuroso el sargento.

—No muy bien—respondió Cruz—. Son demasiados.

Skinner mantuvo una expresión de seriedad y concentración durante un pequeño rato. Parecía  evaluar la situación y buscar el modo de salir de aquella locura. Miró a un lado y a otro. Finalmente habló.

—¡Reuniros todos ahora mismo! —gritó con fuerza.

Todos los allí presentes acudieron a su llamada. Le rodearon, colocados de rodillas para evitar el fuego enemigo. Skinner no tardó en hablar.

—Es evidente que las cosas aquí no están bien, así que lo mejor será retirarnos. Volveremos al campamento y solicitaremos transporte aéreo para salir de este maldito lugar—respiró un poco. Estaba algo agitado—. Así que no perdamos más tiempo. Descenderemos por el otro camino.

Los soldados hicieron caso a las órdenes de su líder y se prepararon para salir de allí. Zeke iba junto con Kyle y Miranda, de hecho, no se despegaba de ninguno de los dos. Ambos formaban un gran tándem pese a que Cruz no soportara a su amigo. Ambos habían demostrado ser grandes luchadores. El grupo descendía por la cuesta, que se encontraba cobijada contra una gran pared de roca. Al final, había un camino que los llevaría de vuelta al campamento. Una vez allí, solicitarían ayuda para que un grupo de naves les recogiese y así regresar a la Base Omega para preparar un futuro ataque con el cual vengar a los caídos y rescatar al capitán Oliveira. El pelotón ya se hallaba al final del camino cuando los Gélidos les sorprendieron.

Varios Alfar atacaban con sus lanzas, disparando recalentadas bolas de plasma que se estrellaban contra las rocas. Keating, que iba de los primeros, se cubrió tras una piedra de gran tamaño y con su fusil de francotirador mató a varios enemigos. Lo hizo sin perder ni un ápice de concentración, siempre atenta de lo que hacía. Se volvió al resto.

—Por aquí va a ser imposible ir—informó decepcionada.

—Maldita sea—farfulló Skinner.

El sargento fue de un lado para otro, cavilando sobre que hacer ahora. Miró a todos los soldados y una gran preocupación empezó a acrecentarse por dentro. Tenían que salir de allí como fuera, siempre que no fuera en una bolsa de cadáveres.

—Están acorralándonos—dijo para sus adentros—. Esos bastardos nos quieren empujar a un callejón sin salida.

Zeke veía al sargento cavilar desesperado. Sabía que quería aparentar estar normal pero el notaba la angustia generada por ese momento. La angustia de no saber qué hacer al verte superado por un hecho insalvable. Entonces, Zeke escuchó un sonido.

—¿Qué coño ha sido?—preguntó Sandler a su lado.

Él le miró con gesto incomprensible y empuñando sus rifles, fueron al lugar del sonido. Al empezar a avanzar, este volvió a escucharse y alertó a la cabo Miranda Cruz.

—¿Sabéis que es?—dijo ella desconcertada.

Ambos amigos negaron con sus cabezas y la chica se les unió en la búsqueda. No hicieron más que torcer un recodo del camino cuando toparon con el origen de tan misterioso sonido. A Ezekiel casi se le para el corazón en ese instante.

A quien tenían delante era a Freyja.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro