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Capitulo 26- Intercambio (Parte 1)

11 de Mayo de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 09:08.

Tormenta de nieve. Era lo que azotaba el campamento en el que Zeke se encontraba. Un fuerte vendaval muy frío arrastraba una considerable cantidad de nieve que estaba dejando grandes montículos frente a los edificios. Sería un milagro que las entradas de estos no fuesen bloqueadas pero seguramente acabarían usando algún robot de limpieza para que se encargara de despejar estas. Pero solo se podría hacer una vez la tormenta hubiera amainado.

Ralston estaba acostado en su cama. Con medio cuerpo erecto, leía un libro en su tablet digital. Llevaba casi la mitad y aunque esperaba poder terminarlo, algo le impedía concentrarse. Era una extraña sensación. Como la leve sospecha de que algo malo iba a ocurrir. Lo tenía de los nervios y apenas podía concentrarse en la lectura. No era para menos. Dos días antes, había visto como diez Valquirias se alzaban desde lo alto de un montículo dispuestas a matarlos a todos. Aquella imagen lo dejó completamente paralizado. Incluso tras la marcha de la líder, llamada Sif, la desesperación embargaba tanto a Zeke qué se desmayó. Todos sus amigos se preocuparon por su estado. El sargento Skinner igual. Pero solo fue una leve conmoción producida por los nervios ante lo que acababa de presenciar pero él sabía que había algo más. Todo aquello no era más que el principio de algo mucho peor.

—¿Qué? ¿Disfrutando de la lectura?—preguntó su amigote Kyle Sandler, asomándose desde la litera de arriba.

Zeke, hasta ese momento ensartado en sus pensamientos le respondió con una clara negación.

—Yo tampoco—le correspondió su amigo mordaz-. Estoy tragándome Perdidos de nuevo y aun no he entendido su maldito final. ¡¡Que series más raras hacían en el siglo XXI!!

—¡Dichosa HBO!—le dijo Zeke divertido.

Pese a la euforia inicial suscitada por Sandler, los ánimos de Ezekiel no tardaron en apagarse. Seguía sintiendo esa angustia por dentro, retorciéndose como gusanos dentro de un hediondo cadáver.

—Eh, ¿tío?—preguntó preocupado Kyle— Te encuentras bien?

Su amigo bajó de un salto de su litera y se sentó al lado de Zeke. Este también se sentó sobre la cama. Kyle miró preocupado a su amigo y le pasó un brazo por encima de los hombros de forma afectuosa.

—Ya sé que lo de las putas Valquirias fue chungo—expresó con tono calmado—. Y esa zorra alada que casi acabó contigo...si hubiera estado allí le habría dado su merecido.

Zeke miró a su amigo y le reconfortó tenerlo cerca. Sería un insoportable bromista y un individuo algo salido pero en el fondo era buena persona. Se preocupaba por él.

—Créeme, si la hubieras tenido cerca te habrías vuelto loco queriendo ligar con ella—le comentó divertido Zeke.

—¿Tan buenas están?—preguntó sorprendido Sandler.

—¡Son alienígenas tío! ¿¡Cómo van a estarlo?!—replicó Ralston.

—Pues la Princesa Frígida bien que lo está—argumentó su amigo—. Y tú has pasado mucho tiempo con ella...

No quiso saber más de aquel comentario tan jocoso por parte de su amigo. Hablar de Freyja era peor que hablar de las Valquirias. Hacía días que no sabía nada de ella. No habían vuelto a hablar y todo el tema sobre el posible intercambio de prisioneros le inquietaba mucho. Para colmo, estaba lo de Cruz. Les había pillado y aunque en todo el tiempo tras aquello, no había mencionado respecto a lo que vio, Zeke temía que ella hubiese dicho algo al sargento Skinner o al capitán Oliveira. No es que la creyese capaz pero cualquiera sabía.

—Colega, no te comas tanto el tarro con lo que está pasando—dijo Kyle mientras le daba unas palmadas en la espalda—. Todo se solucionará, ya lo verás.

—¿Tú crees?—preguntó Zeke, mirándole fijamente.

—Claro, coño—dijo sorprendido Sandler—. Haremos el intercambio, rescataremos a esa chica y todo solucionado. ¿Es que tú dudas de que eso sea así?

Zeke miró hacia delante. Quedó pensativo por un momento pero no tardó en responder a su amigo.

—No sé, Kyle—respondió algo apesadumbrando—. Tengo la sensación de que esto es más de lo que nos han dicho.

Su amigo lo vio con un completo gesto de extrañeza, como si no creyese lo que Ezekiel acababa de decir. En un principio no supo que decir y de hecho, se mantuvo callado por un pequeño rato. Pero al final, habló.

—¿Qué pasa?—fue la pregunta que le hizo—¿Tu es que acaso sabes algo que los demás desconozcamos?

Dirigió su vista hacia Kyle y entonces sacó algo del bolsillo. Kyle miró extrañado a Zeke cuando vio como este extendía el brazo y abría la palma de su mano para mostrarle lo que ocultaba. Sus ojos se abrieron desorbitados.

—¿Pero qué cojones es esto?—espetó el muchacho perplejo.

Allí había una extraña pieza de orfebrería hexagonal de color azul claro resplandeciente. Estaba enganchada a una cadena de color dorada. Miró a Zeke, sin saber que decirle.

—Lo tenía uno de los Gélidos que matamos en la batalla de los Cuatro Cañones- le explicó Ralston-. Desde que lo tengo, he estado experimentado cosas raras.

-          ¿Y que es lo que sientes? ¿Remordimientos por saquear cosas del enemigo?—le preguntó gracioso su amigo-. Dudo mucho que su dueño vaya a venir por él.

—¡Esto va en serio Kyle!—interrumpió tajante Zeke.

El muchacho se quedó mirando a Ralston muy sorprendido ante la reacción de este. En un principio, no supo cómo hablarle.

—Tranqui tío, que solo era una broma.

—Lo sé Kyle—dijo apesadumbrado el soldado mientras le cogía el medallón a su amigo—, pero es que me han estado pasando cosas muy raras desde que encontré esto.

Sandler miró el hexágono azulado, dibujando en su rostro una expresión de desconocimiento. Queria preguntarle a su amigo, pero no sabía de qué forma hacerlo

—He tenido visiones—le comentó tenso Zeke—. He escuchado voces que parecen hablarme desde la infinitud del cosmos. Parecen decirme que está pasando algo más importante que esta guerra en la que combatimos. Que nuestras vidas corren peligro.

Escuchó atentamente cada una de sus palabras. Sabía que Zeke pasó por muchas cosas terribles pero oírle decir todo aquello le dejo alucinado.

—Escúchame—dijo serio a su amigo—, sé que has pasado por cosas muy malas, casi mueres tío. Comprendo que ha sido algo muy duro y eso te ha dejado un poco traumatizado, pero ahora estas aquí conmigo y el resto. No tienes nada de qué preocuparte e inventarte rollos metafísicos.

—Ya, Kyle—le habló Ezekiel—, pero es que lo que estoy viendo y oyendo es real. Algo raro ocurre y esta cosa tiene algo que ver con ello.

A esas alturas, ya no sabía si su amigo le consideraría o no un perfecto loco pero Zeke era claro en sus convicciones.

Kyle lo miró con sus ojos azul oscuro como si no ocurriese nada. Posó su mano en el hombro de Ezekiel y habló con tono relajado.

—Descansemos. Es lo mejor—recomendó—. Hoy nos va a esperar una jornada dura y hay que tener las pilas recargadas.

No supo como tomar la reacción de su amigo. Si como algo normal o como una gran extrañeza. Sea como fuere, decidió hacerle caso. Había cosas más importantes ahora como un tenso intercambio donde habría vidas en juego. Y debían estar preparados.

Dos horas después, todos los soldados estaban fuera, listos para iniciar la marcha hasta el lugar designado para el intercambio. El cañón Voltac se hallaba a unos nueve kilómetros al Este de donde estaban ellos. Por patrullas enviadas por el capitán Oliveira, se trataba de una gran depresión geográfica que se abría hacia las grandes llanuras. Bosques colindaban a un lado y a otro, ofreciendo tanto protección como un sitio perfecto para ser emboscados por el enemigo. Oliveira y los sargentos Skinner y Otomo habían estudiado con detenimiento el lugar para saber qué estrategia tomar respecto a ello. No tardarían en escucharla.

Ezekiel caminaba con todo el equipamiento encima. Casco, chaleco y pantalón bajo los cuales llevaba la ropa aislante, recias botas y una braga que cubría su cuello desde la garganta hasta la boca. De armas, llevaba su fusil de asalto Sable modelo 2, una pistola M-4 y un cuchillo de combate, además de granadas y cartuchos de munición. Estaba listo para entrar en combate y eso, en cierto modo, no le alegraba mucho. Seguía al resto de sus compañeros cuando una voz lo detuvo en seco.

—¡Hey, Zeke!—lo llamó Miranda Cruz.

El chico se giró para ver a la cabo. La chica lo miraba con sus brillantes ojos verdosos, tan deslumbrantes como intimidatorios. Se estremeció un poco, temeroso de lo que pudiera pasar en ese mismo instante. Decidió acercarse a ella, más cuando vio como ella le hacía el gesto con la mano. Kyle le lanzó una mirada cargada de sospecha que Ralston no pudo evitar notar clavándosele en lo más profundo de su ser. Fue hasta ella y la siguió, apartándose del resto de la gente.

Ya lejos del resto, vio como Miranda se volvía para hablar con él. Esperaba ver en su rostro ira o  alguna muestra de enfado pero en vez de ello, no encontró más que serenidad. Contuvo un poco la respiración a la espera de lo que pudiera ocurrir.

—¿Estás bien?—preguntó con voz calmada la cabo.

—Si—contestó Zeke—, no me pasa nada.

—Es que me preocupé por tu repentino desmayo tras lo de las Valquirias hace un par de días— miró hacia un lado para luego volverse—. Me preocupaste.

—Pues no temas, ya estoy bien—comentó alegre el soldado, tratando de quitarle hierro al asunto.

Entonces, Miranda se fue acercando lentamente. Zeke se inquietó un poco, sin esperar que fuera a ocurrir. ¿Le iba a besar? ¿O le pegaría un fuerte puñetazo? Con aquella chica no sabía que esperarse. Pero lo único que Cruz se limitó a hacer fue quedarse frente a Ralston sin decir nada. Este la miró sorprendido. No veía ninguna reacción en su ovalado rostro de morena piel. Tenso, esperó alguna respuesta. Y la obtuvo.

—Sé que has estado hablando con la prisionera—dijo seca la cabo—. Os vi hablando, así que voy a ser lo más clara que pueda, ¿Qué demonios haces con esa extraterrestre?

La pregunta pilló desprevenido a Zeke, quien en un principio no supo que responder. Se quedó mirando hacia otro lado, no deseaba ver a la cara a Miranda.

—Zeke, contéstame—le insistió al muchacho—. Por favor, explícame que hacías hablando con ella. No me digas que piensas traicionarnos, ¿verdad?

Al notar la angustia en su voz, Zeke respondió rápido.

—No Miranda, jamás os traicionaría—dijo raudo.

—¿Seguro?—preguntó desconfiada ella.

—Por supuesto—le aseguró él—. Yo...es solo una amiga.

La chica torció el gesto de incomprensión en su rostro. O no le gustaba la respuesta o había algo en ella que le incomodaba.

—¿Con que una amiga?—dijo perpleja Miranda— ¿Ahora has decidido confraternizar con el enemigo Zeke?

Ralston notaba por donde iba todo aquello. Hacerse amigo de Freyja había supuesto rebasar los limites de lo moralmente aceptado por muchos. Freyja era parte de los Gélidos, el enemigo contra el que él y otros muchos soldados habían jurado que lucharían. Se suponía que aquellos seres pretendían acabar con la raza humana. Suponían una amenaza para su familia, amigos y resto de personas. Y sin embargo, el había iniciado una amistad con uno de ellos.

—No sé que fue peor—comentaba Cruz enojada—, si oírte hablar con ella o decirle que la amabas. Zeke, ¿pero tú estás bien de la cabeza o qué?

Miro sus ojos cada que mas cristalinos. Parecía a punto de llorar.

—¡Ella no es como los otros!—le contestó sin pensar—. En realidad es prisionera de los líderes del Linaje Congelado. De alguna manera, deberíamos de verla antes como una aliada más que como una enemiga.

—¿De verdad has creído lo que te ha dicho?—La cabo le miraba fijamente mientras hablaba— Zeke, pensé que eras más listo. Incluso el idiota de Kyle no habría caído en algo así.

No sabía que responderle. ¿Tenía razón? Freyja podría haberle mentido, fingir un simple papel para infiltrarse en las filas enemigas y así engatusar a algún soldado que le proporcionase información que luego entregarle a sus jefes. Con lo encantadora e inocente que era, le parecía probable.

Sus dudas removían su conciencia. Le era difícil creer algo así pero cada vez que recordaba a la Gélido, su cálida voz, su sonora risa y ese encanto natural que transmitía le era imposible creerlo. Todo en él se convirtió en una tempestad de recuerdos que ahora parecían resultarle meros espejismos. Y hoy, iban a entregarla al enemigo de nuevo. ¿Tan estúpido había llegado a ser? 

—Creo que te equivocas—le dijo firme—. La conozco. He pasado mucho tiempo con ella y puedo asegurarte que jamás me ha engañado. Ella odia a los líderes de su especie más que nosotros. Y no tiene nada que ver en todo esto.

Miranda permaneció callada. No mostraba ninguna reacción ante lo que Zeke acababa de decirle. Tan solo se limitó a pasar por su lado. Él la observó extrañado, preguntándose si se lo diría o no a alguien. La vio caminar en dirección a donde tendría lugar la reunión. Antes de marcharse, la chica se volvió.

—Ya veremos si lo que dices es cierto— habló ella mirándolo de forma penetrante-. Espero que así sea.

La vio alejarse y quedó pensativo ante lo que acababa de decir. Esperaba tener razón. Sin pensárselo, corrió hasta la chica y juntos, fueron hasta el centro del campamento.

 11 de Mayo de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 12:19.

El intercambio seria un plan sencillo. Oliveira no podría haberlo explicado de mejor forma. Mientras que él y un grupo reducido de soldados se encargarían de llevar a la prisionera ante los Gélidos para llevar a cabo la negociación, un grupo se mantendría cerca, tras una pequeña loma donde seria indetectables. Serian el salvoconducto en caso de que las cosas salieran mal. Por otro lado, el tercer y cuarto grupo estarían en zonas elevadas, armados con rifles de francotirador, cubriendo en todo momento a sus compañeros.

Ezekiel, junto con Kyle, Miranda Cruz, Katie Burrows, Ephraim Kingston y Paula Keating, ascendían por una empinada cuesta hasta lo alto de aquel montículo. Este colindaba con una amplia explanada que era parte del cañón Voltac. Todos avanzaban con el sargento Skinner a la cabeza, liderando la marcha.

—Joder, ¡como no falte mucho creo que me moriré aquí mismo!—exclamó Kyle emitiendo un fuerte bufido.

—¡Vamos, hombre!—dijo enérgico Zeke— ¡Si no queda mucho!

Kyle se mostró contrariado ante lo que su amigo acababa de decir.

—Me tomas el pelo, ¿no?—se quejó mientras respiraba profundamente—. Creo que a este paso, cuando lleguemos arriba, ¡ya habrán rescatado al rehén y se encontrará sana y salva en su casa!

—Si tú lo dices—le respondió Zeke.

Alguien empujó a Kyle, quien por poco perdía el equilibrio. Era Miranda, quien cruzó rápido entre los dos hombres.

—Vamos tortugas, que os quedáis atrás.

Zeke ayudó a su amigo. A punto estaba de caer. Ya estable, se volvió a él.

—Parece que Miranda no está de muy buen humor—comentó.

—Pues sí, no sé que le pasará—dijo Ralston, aunque él sabía de sobra el motivo—. Siempre ha tenido una muy mala leche.

—Eso no te lo discuto, amigo —le dijo un sonriente Sandler.

Los dos continuaron el camino, riéndose del sorprendente comentario de Zeke. Ni el mismo creía ser capaz de semejante golpecito de humor. Prosiguieron su avance hasta alcanzar la cima. Se trataba de una amplia explanada desde donde se podía ver todo el paisaje que conformaba el indómito ecosistema de Midgard. Zeke observó aquella estampa. Una amplia llanura recubierta de blanca nieve a la cual seguían hectáreas de bosque profundo y tenebroso. Más atrás, se veía una gran montaña alzándose.

—¡Ralston!—gritó de forma repentina el sargento Skinner—. Ve con Keating y ayúdala con el rifle.

Zeke no perdió tiempo y se dirigió a donde se encontraba la soldado. Esta se encontraba agazapada sobre el frío suelo, asiendo el fusil de francotirador con sus manos. Zeke se recostó al lado de ella. Al verlo, Keating se mostró bromista. Como siempre.

—Otra vez juntos—expresó algo quejicosa—. Pues no te hagas ilusiones chaval.

—Descuida, no me las he hecho—respondió el sonriendo.

Todos estaban listos y posicionados. Zeke uso sus prismáticos para ver mejor como seria el intercambio. Vio acercarse un primer grupo. Esos eran Oliveira y el resto, que escoltaban a Freyja. Observo a la Gélido, quien avanzaba con paso indeciso. Un nudo se le formó en el estómago al verla.

—¡Se acerca algo!—gritó Kingston.

Ralston buscó con sus prismáticos y vio de qué se trataba.

Era una nave de tamaño mediano de morro hexagonal y color azul oscuro. Descendió hasta tocar tierra y las compuertas de esta se abrieron.

—Bien, preparaos—dijo firme el sargento Skinner—. Esto va a empezar.

El capitán Abdoul Oliveira estaba nervioso. No tenía ni idea de cómo iban a desarrollarse los acontecimientos. Vio aparecer la nave, con un intenso zumbido que cegaba los sentidos. Vio como aterrizaba y como de dentro de ella, salían un grupo de individuos. Estos se acercaron hasta ellos y el capitán pudo verlos mejor.

Reconoció a la teniente Natalia Torres, quien pese a tener un buen aspecto, denotaba en su rostro miedo y sufrimiento. Había visto cosas terribles y ni quería saber del trato que le habrían dispensado los Gélidos pero tan solo esperaba poder salvarla. Pese a no contar con apoyo, confiaba en que las cosas salieran bien.

Además del rehén, Oliveira se fijó en los cinco Gélidos que la traían. Dos eran Alfar armados con sus lanzas pero los otros tres no los lograba identificar. Uno de ellos era alto y delgado. Su cuerpo lo recubría un traje de placas de color negro. Su casco estaba coronado con dos extensiones proyectadas hacia atrás que parecían cuernos. Un cristal circular de color azul era lo único que se veía en su rostro. A los lados, estaban los otros dos, provistos de armaduras brillantes y con dos largas y afiladas espadas en cada mano. Tratar con seres así era un auténtico martirio.

Todos se miraron los unos a los otros. El silencio reverberaba en aquel lugar. Ninguno parecía querer dar el primer paso. Al final, el capitán fue quien tomó la decisión.

—Bien, como sabréis estamos aquí para realizar un intercambio de prisioneros—habló con seguridad pese a no ver reacción alguna por parte del enemigo—. ¿Cómo procederemos?

Ninguno de los Gélidos hizo algo. Siguieron estáticos como si hubieran quedado congelados. Oliveira se volteó a Malkovich y Otomo, quienes le miraron con incomprensión. Luego miró a la Gélido, la tal Freyja. Esta tenía la cabeza gacha, como si no deseara mirar a sus congéneres. Volvió su vista hacia el séquito que tenía delante. Estos seguían igual. Sabía que él tendría que dar el primer paso. Respiró hondo y se dispuso a hablar de nuevo.

—Vale, entonces lo haremos nosotros.

Señaló a los dos sargentos y estos se adelantaron con Freyja. Esta caminó pero de forma lenta y torpe. Malkovich farfulló un poco y le dio varios empujones a la Gélido, tratando de que avanzase. Era como si no quisiera estar cerca de los suyos. Algo que le resultó extraño. Una vez colocada delante, decidió esperar a ver que ocurría.

El Gélido alto, que parecía el líder, miró fijamente a Freyja. Esta agachó la cabeza, como si estuviera avergonzada. Se acercó y quedó frente a ella. Entonces, Oliveira pudo escuchar como este le susurraba algo. En ese mismo instante, el Gélido agarró del brazo a Freyja y la zarandeó con fuerza. Esta gritó en su idioma, sin que nadie pudiera entender lo que decía. Todos se pusieron tensos y por un instante, el capitán llevó su mano a su propia pistola. Al final, el Gélido arrojó a Freyja al suelo y le gritó algo (probablemente un insulto). Tras esto, uno de los Alfar levantó a la Princesa Frígida y se la llevó. Tras eso, Oliveira se calmó. Pero solo un poco.

—Ahora es vuestro turno—dijo el capitán.

El líder de aquellos seres miró a todos los humanos y parecía verse en él un cierto requiebro de desprecio hacia ellos. Siguió expectante de lo que ocurriese. Pero no pasaba nada. Empezó a desesperarse.

—Creo que ya hemos demostrado que estamos dispuestos a cooperar—dejó bien claro Oliveira, tratando de sonar calmado—. Ahora, vosotros podríais hacer lo mismo.

De nuevo, el líder de los Gélidos se movió para mirarlos a todos. Luego se volvió hacia la humana e hizo un gesto a uno de sus guardias. Este agarró a Torres y la llevo hasta el.

—Tenía razón mi hermana—dijo con tétrica voz—. Los humanos sois criaturas impacientes.

Oliveira tragó saliva. Vio como el Gélido cogía a la chica de un hombro con fuerza y empezaron a caminar. Otomo y Malkovich se disponían a avanzar pero el capitán les detuvo. Vieron como ambos individuos avanzaban un poco pero Loki se detuvo a mitad de camino.

El capitán se puso mucho mas nervioso. No sabía si sería capaz de resistir con aquella tensión atenazándole. Entonces, Loki hizo la pregunta que desataría el caos.

—¿Dónde está?

Oliveira quedó sorprendido ante aquella cuestión.

—¿El qué?

—¿La llave que tu soldado nos ha robado?

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