Capitulo 25- Huida desesperada (Parte 1)
26 de Abril de 2665. Sistema Lornar. Planeta Karnak. 08:09.
Una mirada valía más que cualquier palabra. Y la de Sonya Walker no podía ser más clara en esos momentos. Había perdido a muchos hombres y mujeres. Había sufrido lo indecible. La arrastraron por conductos y túneles. Casi moría en un árido océano de arena. Estuvo a punto de dar su último aliento en un foso por dos reptiles sanguinarios. Podría haber perdido a la única persona por la que sentía algo especial. Pero allí seguía. Era la líder de aquel maltrecho pelotón de soldados y la única que les podía dar la oportunidad de sobrevivir. Todo dependía de ella. Sus decisiones eran las que marcarían el devenir del grupo y su supervivencia. Todo el juego se jugaba a una carta y ella la tenia ahora mismo en su mano.
Mirase donde mirase lo único que veía eran soldados cansados y exhaustos. Ella también lo estaba. Su cuerpo le dolía bastante por los golpes recibidos por el Naga y tenía un par de apósitos curativos sobre las heridas causadas. Su cabeza aun le dolía pese a los analgésicos administrados. Se levantó como pudo, sintiendo intensos martillazos en su cabeza y un incesante dolor en la pierna derecha que se relajó cuando terminó de levantarse. Avanzó con paso renqueante hasta un grupo de soldados sentados apoyados en una pared metálica. Uno de ellos se puso de pie. Era el sargento Mohamed Habib.
—Sargento mayor, creo que debería descansar un poco —dijo preocupado el hombre árabe.
—Tranquilo, estoy bien —habló ella con voz calmada— ¿Cómo están todos por aquí?
—Mejor de lo esperado —comentó despreocupado Habib-. La mayoría se encuentra bien y en plenas condiciones. Fue una suerte hallar al otro grupo antes de que los atrapasen.
—La verdad es que si —aseveró Sonya.
Habían logrado escapar de milagro. De no ser por Habib y el resto, que volvieron pronto, estarían muertos. El sargento y el resto de soldados no hallaron mucha resistencia hasta el almacén donde tenían todo el equipamiento incautado por las Quimeras y ya rearmados, fueron por donde Walker y el resto iban para rescatar a los otros. Aparecieron en el momento preciso y les salvaron de una muerte segura. Tras esto, se llevaron a Tina y a Hollander, las más gravemente heridas y ella, junto con Gómez y Habib, lograron rescatar al resto. Una vez listo, fueron directos al laboratorio. El asalto fue muy sencillo. No hallaron mucha resistencia. Tan solo unos cuantos siervos, un par de guardianes y dos torretas automatizadas. Tras esto, lo registraron de arriba abajo. No encontraron mucho. Tan solo unos especímenes de especies desconocidas encerrados en tubos de líquido conservante y algo de información asilada en unas terminales. No era mucho, pero eso mejor que nada.
—¿Cómo se encuentra Hollander? —preguntó.
La expresión agriada en el rostro de Habib no invitaba al optimismo.
—Convaleciente —dijo el sargento—. Román afirma que el veneno podría estar afectando a su sistema nervioso, de ahí el intenso dolor. Pero el antídoto que le administro no sabemos si hará o no efecto.
Román Estrada era el único medico superviviente del pelotón. Este se había ocupado de curar tanto a Gómez como a Tina y a Sonya. Pero primero se ocupó de Hollander, la cual parecía haber sido envenenada por uno de los Naga. Que estos seres inoculasen veneno les pilló desprevenidos pero el médico logró extraer un poco del letal líquido de una de las criaturas y preparar un antídoto. O así se le podía llamar a lo que improvisó ya que ni el propio medico sabía si este tendría efecto. Lo único que podían hacer era esperar.
—¿Vas a verla? —preguntó Habib.
—Me gustaría saber que tal esta —contestó Sonya.
—Mejor sería que la dejases descansar —habló el sargento claro—. Es mejor perturbarla. Y te vendrá bien a ti.
Tenía razón. Aun se sentía algo fatigada. Tras el asalto al laboratorio se sintió desfallecer. Habían sido muchas horas en pie y estaba herida. Por ello, tomó la decisión de volver a los túneles principales y de allí, buscar los túneles auxiliares donde se hallaban los tubos que transportaban la electricidad y la energía iónica que hacían funcionar la ciudad de Karnak. Para ello, contaron con la inestimable ayuda de Sobek. La Quimera, a través del cabo Zacarías Gómez, les guió hasta ese lugar que según el representante traidor de la Estirpe Cambiante era poco transitado. En cualquier otro momento habría desconfiado de las palabras de la Quimera pero su inestimable ayuda con otras muchas cosas hizo que ya no dudase de su palabra. Le resultaba irónico. Era su enemigo y en otras circunstancias le habría matado. Sin embargo, ahora colaboraban juntos.
—Bonita arma—comentó Walker mientras conversaban.
Habib se dio la vuelta para mostrársela. La llevaba colgando de la espalda. Era larga con un cañón cilíndrico fino. Sobre la punta había una mira holográfica. Su color gris claro recordaba al mercurio, el metal fluido. Esa arma la habían bautizado como el rayo destructor ya que disparaba una potente carga energética en forma de rayo blanquecino capaz de causar. Lo hallaron en el laboratorio en manos de uno de los guardianes y Habib la cogió para usarlo contra los demás enemigos. El sargento se encariñó enseguida de esta y ahora la llevaba siempre encima. Otra fue encontrada y aunque se le ofreció a la sargento, ella prefería el incinerador. Más pequeña e igual de letal.
—¿Está cargada? —preguntó al sargento.
—Hallamos cargadores energéticos —le dijo Habib—. Si se nos acaba, la recargamos y listo.
—Bien—expresó conforme Sonya —. Nos van a hacer falta.
Tras esto, se despidieron y Sonya fue en busca de la única persona que podía ponerla más nerviosa que un Naga o una Quimera. No entendía aun que pasaba entre Tina y ella pero los últimos eventos habían puesto a la sargento en una situación muy dudosa respecto a la cabo. No habían hablado de aquel beso, de su significado. Walker sintió un súbito halito de emoción al pensar en ello y cuanto más lo hacía, sus inseguridades afloraban de manera evidente. Muy dispuesta para tomar decisiones difíciles en el campo de batalla que pueden poner en riesgo la vida de muchos pero para enfrentarse a los desconocidos sentimientos de su subordinada no era capaz. Caminó hasta donde se encontraba Tina junto a otros soldados. Ella permanecía sentada mientras que el resto conversaba tranquilo aunque en voz baja. Al verla, la chica rubia le sonrió. Eso reconfortó a Walker mucho.
—¿Cómo se encuentra, sargento mayor? —preguntó la chica con voz tímida mientras se ponía en pie para saludarla.
El resto de soldados hizo lo mismo nada más aparecer Sonya. Pero esta les dijo que descansasen. Tras eso, contestó a Tina.
—Mejor que hace unas horas, cabo Hughes. —Su voz sonaba un poco derrotada— ¿Y tú? ¿Estás mejor de tus heridas?
—Si —comentó la chica con tono despreocupado—. Apenas me duele ya.
Tina llevaba envuelta una venda en la cabeza, cubriendo la frente, que era donde se encontraba su herida principal. Román Estrada le aplicó con un apósito de solución curativa que estaba haciendo un buen trabajo. Era una suerte que uno de los médicos hubiera sobrevivido. Sin él, ahora el grupo estaría perdido.
Se sentó al lado de la cabo y al hacerlo, ella se pegó un poco contra su cuerpo, notando su calor. Apoyó la cabeza en el hombro de la sargento y ella le pasó el hombro por su cuerpo. Era una escena muy tierna, como una niña que quisiera arropar a su hermana pequeña.
—¿Cree que Hollander sobrevivirá? —preguntó Tina triste.
—Esperemos que si —respondió apesadumbrada Sonya.
La expresión en el rostro de Tina no mostraba mucho optimismo. No era para menos. Habían pasado por tantos momentos terribles, habían padecido toda clase de calamidades, que creer que por una vez la fortuna les iba a sonreír resultaba absurdo. Alguno pensaría que incluso insultante. Siguieron así por un leve instante. Walker desconocía en esos momentos como sacar a colación todo el asunto del beso. Le resultaba tan incomodo. Deseaba meterse en la cabeza de Tina para saber en que estaba pensando porque desde luego ella no tenía ni la más mínima idea de que es lo que la cabo pretendía. Tomó aire para hablar, sabía que el momento había llegado. Le gustase o no, era algo a lo que tarde o temprano debía enfrentarse por mucho que no lo deseara. Se dispuso a hablar pero Tina se le adelantó.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
La pregunta pilló desprevenida a la sargento. No era exactamente sobre la guerra de lo que pretendía hablar. Pero le resultó un alivio que la propia Tina se desviase del espinoso asunto que no deseaba tocar.
—Debo hablarlo con Gómez, ¡digo!...la Quimera —se sobresaltó al errar en cómo llamar al que les estaba ayudando en esos momentos—. Él nos dirá que hacer para salir de aquí.
—¿De verdad podremos fiarnos de una Quimera? —preguntó dudosa Tina—¿Y si nos lleva hasta una trampa?
La desconfianza de la chica era normal. De hecho, la propia Waker se preguntaba si de verdad Sobek les estaba ayudando o solo se aprovechaba de su credulidad para arrastrarlos a una encerrona. De momento parecía de fiar.
—Tú no te preocupes —dijo tranquila Sonya mientras le acariciaba suavemente su pelo rubio—. Ya me ocupare yo de él en caso de traicionarnos.
—No quiero que muera más gente —dijo apesadumbrada Tina.
Aquella triste voz estremeció a Sonya. La chica era capaz de conmoverla de muchas maneras de las que ella podía imaginar. Le dio un suave beso en la frente y la volvió a atraer con su brazo hacia ella, como si no quisiera dejarla escapar.
—Ojala fuera posible Tina —dijo la sargento mientras sentía la suave respiración de la cabo, ya dormida—, pero esto es la guerra. Siempre muere alguien.
En mitad de la fría oscuridad Sonya avanzaba a paso precavido. El túnel era estrecho, cilíndrico y algo angosto. A ella no le daba claustrofobia estos pequeños sitios pero recordó a su compañero Giorgio Stalios le daban pánico. Se lo imaginaba por allí abajo, subiéndose por las paredes, deseando salir fuera. De todos modos, ella ya estaba harta de permanecer en esos túneles. Quería volver al exterior, ver de nuevo la luz de sol u otra estrella, sentir el aire rozando su piel y respirarlo con holgura. Esa añoranza y el recuerdo de Stalios hizo que se le formara un nudo en el estomago. "Tú nunca lo harías Walker". Intentó no derramar ninguna lágrima pero era difícil.
Siguió caminando hasta que vio una silueta humana de lado apoyada contra la pared. Sabía que era el cabo Zacarías Gómez. Se acercó con cierta cautela, sin hacer mucho ruido, como si pretendiera no perturbar el sereno ambiente creado. Quedó a tan solo un par de metros del hombre. Mientras lo miraba con cierto recelo, no supo qué hacer.
—Tranquila —dijo Gómez con una total y pacífica voz—, soy yo, y tenemos que hablar.
Sonya sabía de quien se trataba. La Quimera había tomado el control del cabo. Este se giró y la miró con una mueca espectral en su rostro que enturbió a la mujer. Gómez era un fantasma perdido en mitad de la negrura de aquel lugar. Aunque temerosa, decidió acercarse. Era necesario hablar. Por mucho miedo que tuviera.
—Y bien, ¿cuál es el plan? —preguntó decidida.
Al principio, la Quimera guardó silencio. Sonya solo podía ver a Gómez poniendo una expresión de sobriedad que le hacía parecer un muñeco. Una leve reacción en su cara hizo que Walker viera que ya se disponía a responder.
—Es evidente que vuestra presencia en el planeta es peligrosa, así que debéis huir lo más rápido posible. Sobre todo tras lo del laboratorio.
—¿Tan grave es? —La preocupación de Sonya aumentó tras oír esto.
Gómez movió su cabeza hacia un lado, mirando a una pared. Parecía que la Quimera estaba sopesando que contestarle.
—Anubis ha hablado con los líderes de Karnak y estos han ordenado a patrullas que os encuentren —Apenas parpadeó mientras respondía—. Rastrean cada centímetro del lugar para encontraros.
—Deberíamos de movernos entonces —dijo decidida Walker.
—No es una buena idea —le contestó Sobek—. De día hay mas patrullas. Sera mejor esperar a la noche. Es cuando la vigilancia disminuye.
Pareció comprender, pero Walker sabía que no las tenían todas consigo. Aun corrían grave peligro en los túneles.
—¿Darán con nosotros aquí abajo?
La cabeza del cabo se movió hacia los lados con un movimiento arqueado.
—¿Estás negándolo? —Sonya estaba desconcertada ante el extraño vaivén de la testa de Gómez.
—Así es —contestó la Quimera a través del hombre—. ¿No lo he hecho bien?
A Walker le divertía el desconocimiento del alienígena ante las expresiones y poses humanas.
—Veras, se hace así —dijo y, acto seguido, movió la cabeza hacia los lados pero de forma horizontal.
Pudo ver como los ojos de Gómez se oscurecían de forma instantánea. ¿Eran acaso los ojos de la Quimera lo que se habían reflejado en los irises del cabo?
—Entiendo —respondió como un alumno que atendía a la explicación.
—¿Entonces cual es el plan? —preguntó Walker ansiosa.
Y la Quimera se lo explicó.
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