Capitulo 20- Túneles ( Parte 1)
25 de Abril de 2665. Sistema Lornar. Planeta Karnak. 22:00.
Walker y el resto de su unidad, o más bien lo poco que quedaba de ella, caminaban por el túnel que supuestamente les llevaría hasta la gran ciudad de la Estirpe Cambiante, y de allí, a su salvación. Esperaba que todo aquello que le había dicho la Quimera que torturó fuese cierto y no un engaño, cosa que no descartaba. El ser era una criatura de gran capacidad mental y ella apenas poseía las facultades necesarias para averiguar si un telepata le mentía o no. Tan solo podía confiar en que el dolor infligido durante la tortura fuese suficiente para que esta dijese la verdad. Y confiaba en que fuese así.
Pero no era eso lo único que tenía preocupada en esos momentos a la sargento mayor de Vanguardia. Ella iba en cabeza, y al volver la vista, vio a cada uno de los soldados. El sargento Mohamed Habib, la soldado Mia Hollander y los cabos Zacarías Gómez y Tina Hughes. Esta última, la miraba con sus tiernos ojos azules. Al verla, Walker sintió un leve rubor por su cuerpo.
La sargento era incapaz de olvidar lo que había pasado entre ellas. Aquel repentino beso, pero, ¿cómo era posible? Para Sonya, Tina era como una hermana pequeña, esa chica de menor edad a la que quería cuidar y proteger de todo mal. Y ahora, esa dulce e inocente chica le había dado el beso de su vida. En años, nadie jamás la besó de ese modo. Fue tan dulce y precioso Por otro lado, estaba el hecho de que a ella no le atraían las mujeres, sino los hombres. Y lo que sintió con ese beso.... Trató de olvidar el tema, ahora había cosas más importantes en marcha, como huir de aquel planeta, pero no sin antes hacerse con algo de información. Recordó la visión que la Quimera le proyecto antes de morir. Tenía que averiguar que era exactamente de qué se trataba, pero sabía que no iba a ser algo bueno.
Tras terminar de interrogar a la Quimera, Walker y el resto volvieron a la superficie en busca de munición y armas. Afortunadamente, los Cirascus sólo se llevaron a los soldados, pero no sus fusiles, pistolas y armas explosivas. Lograron encontrar bastantes cartuchos de fusiles de asalto y bastantes granadas. También encontraron un cartucho de explosivos A-113, de gran potencia destructora. Les podría venir bien si tenían que abrir una puerta o un agujero en una pared. Cualquier opción era buena. Luego de eso, volvieron al túnel y una vez allí, Sonya decidió que lo mejor era descansar para reponer fuerzas. Así que pasaron seis horas descansando. Después de despertarse, comieron un poco e iniciaron la marcha. Les esperaba un largo camino.
El silencio retumbaba por todas partes. Mirasen donde mirasen solo veían oscuridad, excepto por pequeños focos pegados a las paredes que alumbraban un poco, pero solo para señalizar el camino. Avanzaban a paso lento, atentos a cualquier de señal de peligro. Aquel lugar podía poseer trampas o algún sistema de detección, aunque la Quimera le aseguro a Sonya que en los túneles no había nada. Pero mejor era no fiarse.
Sonya continuaba en cabeza. El resto seguía detrás, como si al ser la líder tuviera que ser ella quien los guiase. Miraba hacia delante, pero enseguida giró la vista hacia su derecha para mirar a Habib. El sargento árabe parecía una sombra en medio de la negrura reinante gracias a su piel oscura. Aunque algo clara, esta le permitía pasar bastante desapercibido. Se colocó al lado de Walker y esta le miró preguntándose que querría.
—¿Va todo bien?—preguntó Habib.
Walker guardó algo de silencio, pero enseguida habló.
—De momento—comentó algo apesadumbrada—, pero no dejo de tener la sensación de que algo grave podría suceder.
Volvió la vista a los tres soldados que iban detrás de ellos. Eran lo único que quedaba de la gran unidad que les acompañaba. Todos eran su responsabilidad, se encontraban bajo su mando y ella debía velar por ellos. Pero no lo hizo. En un abrir y cerrar de ojos todos habían muerto y ahora solo quedaban ellos cinco. Un terrible malestar le recorrió. Si volvían, sabía que sus superiores no iban a estar muy contentos con su trabajo. Pero en el fondo, no era eso lo que temía, sino al hecho de si sería capaz de conservar lo poco que quedaba. Salvar a Tina y al resto.
—Son fuertes—dijo Habib, sacándola de sus reflexiones—. Hughes, por ejemplo, me ha demostrado que es mucho más valiente e impulsiva de lo que aparenta.
—Si, es una gran chica—habló Sonya con orgullo—. Es luchadora y fuerte. Le queda mucho por pasar, pero sé que es capaz de todo.
Sonrió a Habib, quien con un leve asentimiento le otorgó la razón a Walker. Habib, con sus cuarenta años, parecía un militar experimentado, alguien que ha pasado por muchas cosas. Tenerlo cerca reconfortaba a Walker. Le sería de gran ayuda.
—Quien me preocupa en cambio es Gómez—dijo señalando al cabo, que se encontraba al lado de Tina.
—¿Él? —se refirió dubitativa Sonya—. Es cierto que eso de que escucha voces es un poco siniestro, pero de momento nos está siendo de gran ayuda.
—¿De veras lo piensa?—le preguntó Habib. Su mirada sorprendió a la sargento.
Al ver sus ojos, dejó bien clara su desconfianza. Sonya pensó en ello. ¿Cómo era posible que de repente Gomez supiese manipular tecnología de la Estirpe Cambiante? En el tiempo que ella y el resto de los que le acompañaban hasta llegar al lugar donde se produjo el primer ataque, tardaron casi media hora. ¿Qué ocurrió en ese intervalo de tiempo? Había algo que no cuadraba en todo aquello.
—¿En que estás pensando?—le preguntó extrañada Sonya.
Habib miró hacia atrás. Se le notaba un poco agobiado por todo aquello, pero luego volvió la vista a Sonya. Se mordió un poco el labio, como si tuviera reticencias a querer hablar.
—Es evidente que el cabo Gómez no está loco. Eso queda claro—explicó, pero también con cierta desconfianza—, pero opino que quien le dice esas cosas, no lo hace por simple altruismo. Alguien está muy interesado en nosotros. ¿Por qué? Lo desconozco, pero no me inspira confianza.
—¿Quién se podría tratar?—preguntó Walker algo ansiosa.
Habib apartó levemente su mirada. Parecía algo molesto con esa pregunta.
—Sea algo despierta sargento mayor, ¿usted quién cree?- Expresó interrogativo el árabe.- Estamos en uno de sus mundos, rodeados por ellos.
Se detuvo ante aquella inesperada revelación. Era imposible, pero tan claro que no comprendía cómo no se había percatado. Se dijo a si misma que por su corta intuición era por lo que había perdido a tantos, y ahora, podrían correr la misma suerte. Pero eso ya no eral o importante. Ahora lo que importaba era averiguar por qué estaban ayudándoles. ¿Quién se atrevería a hacerlo? ¿Acaso había traidores entre las Quimeras?
Todo aquel soliloquio de pensamientos se vio interrumpido cuando escucharon unos pasos. Al principio, eran distantes, pero les hizo ponerse a todos en guardia. Apuntaban con sus armas hacia delante. Las luces que les precedían empezaron a alumbrar con más fuerza. Ante ellos, se proyectaba una inmensa y grotesca sombra que les atemorizo a todos. La conocían. Era la sombra de un Cirascus.
La bestia se iba acercando poco a poco. Escuchaban el repiqueteo de sus puntiagudas patas sobre el frío metal, que les ponía de los nervios. La sombra iba agrandándose poco a poco y obligo a todos a retroceder. Se miraron inseguros, sin saber qué hacer. Todas las miradas se centraron en Walker, quien en un principio parecía a punto de entrar en pánico. Pero la sargento se tranquilizó. Ella era la líder y sus decisiones serian las que los salvasen, o condenasen. Pensó un poco y al final, se dirigió a todos.
—Bien, lo que haremos será retroceder hasta el túnel de la izquierda por el que vinimos. De ahí, tomaremos el de la derecha, y nos ocultaremos. Sabemos que el Cirascus no tomara ese camino.
—¿Está segura sargento?—preguntó con miedo Hollander.
—Si—le contestó Walker.
Lo dijo decidida. Hollander parecía escéptica, pero al final decidió aceptar las órdenes, como todos. Sin más, el grupo comenzó a retroceder. El Cirascus sonaba cada vez más cercano. Podían ya no solo escuchar sus pasos, sino también el chasqueo de sus pinzas o la profunda respiración a través de sus habitáculos pulmonares, dos hendiduras colocadas justo detrás de la cabeza del artrópodo gigante. El grupo fue avanzando y paso al túnel de la izquierda. De ahí, fueron hasta el de la derecha. Todos corrían rápido, pero entonces, Gómez se detuvo. Walker se dio la vuelta al ver al cabo de ese modo.
—Cabo Gómez, vamos —le ordenó la sargento—. Tenemos que darnos prisa nos alcanzara.
El cabo permanecía quieto. Totalmente estático, como una estatua. De repente, miró a Walker y al resto.
—Si vamos por ese camino, moriremos.—dijo con voz trémula.
Ninguno podría creer lo que el cabo acababa de decirles.
—Gómez, ¿de qué demonios estás hablando?—preguntó temerosa Walker. No muy lejos, escuchaba los pasos cada vez más cercanos del Cirascus.
—Ese no es el camino que debemos tomar. Es este otro—dijo, señalando hacia la pared izquierda.
—Si, claro ¡¡y te lo ha dicho esa estúpida voz que te habla en tu cabeza no!!—dijo con tono despectivo Hollander.
—¡Hollander, basta!—habló cabreada Walker—. No es momento de ponernos idiotas.
—No pretendía serlo—La chica de pelo purpura lanzó una mirada a Gómez con cara de pocos amigos.
El Cirascus emitió un rugido estruendoso. En cuanto les vio, sus cuatro pinzas se abrieron y se colocó en una clara postura de ataque.
—Si puedes sacarnos de aquí más vale que lo hagas ahora—le ordenó Walker a Gómez.
El hombre se dirigió a la pared y empezó a registrarla de un lado a otro. Mientras, el Cirascus iba por ellos.
—Mierda, ¡¡¡viene hacia aquí!!!—ritó horrorizada Tina.
La gran bestia avanzaba rápida por ellos. Sin dudarlo, Walker ordenó abrir fuego contra el monstruo apenas recibía daño alguno. Esperaban acertar en sus ojos, eso les podría dar cierta ventaja. Pero seguía acercándose. Imparable, ya casi lo tenían encima.
—¡Rápido, venid aquí!—llamó Gómez con fuerza.
Los cuatro corrieron hacia el hueco que acababa de abrir el cabo. La ultima en entrar fue Tina, que casi sentía las pinzas rozándole detrás. Pero de un rápido salto, entró dentro. Tras eso, la compuerta se cerró con un estruendoso ruido.
Todos respiraban intranquilos. Afuera, se escuchaban los golpes intensos del Cirascus, que furioso, aporreaba la pared metálica. Walker volvió la vista hacia la compuerta, viendo como temblaba con cada golpe. Esperaba que aguantase.
—¡Maldito cabrón!—gritó alguien con fuerza.
Era Hollander, quien había agarrado por el cuello a Gómez. Habib y Tina trataban de separarlos, pero la soldado les golpeó con fuerza. Después, su puño impacto en el rostro de Gómez. Este cayó hacia atrás, dándose un seco golpe en la cabeza, colocándose la chica encima de él.
—¡¡Hollander, ya está bien!!—habló furiosa Walker.
La chica le miró de nuevo. Sus ojos refulgían ira y odio. Eso estremeció a la sargento.
—No pienso hacerlo, sargento. —Su voz sonaba desesperada y errática—Este loco nos esta llevando a una muerte segura. No lo permitiré.
—¡¡Hollander!!—dijo Sonya desesperada— Entiendo tu preocupación, pero Gómez no tiene culpa de nada. Él nos está conduciendo a sitios seguros, nos está ayudando, en ningún momento pretende hacernos daño.
—Mentira, sargento. Todos sabemos la verdad, pero no queremos creerla—habló la chica, fuera de sí—. Está poseído por una Quimera y nos arrastrará a una muerte segura.
De repente, Hollander sacó su pistola, apuntando a todos. Ninguno se movió, solo podían ver como la chica colocaba el arma sobre la cabeza de Gomez, quien cuando vio lo que la soldado pretendía, se estremeció horrorizado.
—Por favor, detente... — le pidióSonya preocupada mientras se acercaba.
Un sordo disparo tuvo lugar en toda la sala. Tanto Walker como Habib y Tina saltaron hacia atrás al escuchar el sonido. Miró, pero afortunadamente solo fue un tiro ciego. No acertó a Gómez.
—No os acerquéis—dijo una Hollander al borde del llanto—. Te...tengo que hacerlo.
—¡No tienes por qué! —gritó Tina.
Hollander apuntó a la cabo. Esta se echó hacia atrás y eso puso tensa a Walker.
—Escúchame — habló, tratando de captar su atención, algo que logró, pues la chica la miró—. Se que tienes miedo. Todos lo tenemos, pero Hollander, somos compañeros. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros. Protegernos. Esto no va a servir de nada, tan solo nos destruirá. Así que, por favor, baja tu arma....
La chica soltó su arma, pero no fueron las conciliadoras palabras de Sonya las que la convencieron, sino el horror que presenció justo detrás de la sargento. La compuerta de metal se abrió con un chasquido muy fuerte. Una descomunal pinza negra surgió del hueco abierto y apresó el brazo de Walker. Gómez no la cerró bien del todo y los golpes posteriores del Cirascus la habían dejado entreabierta. El escorpión gigante llevaba acechando desde un buen rato, a la espera de que alguno se acercase lo suficiente. Y ya era su hora.
Sonya sintió la fuerte presión en su brazo y luego, vio como su cuerpo era arrastrado fuera de la estancia. Pudo ver a Tina, Habib y el resto gritar movidos por el pánico.
—¡Sargento, no!—decía la desgarradora voz de la cabo Hughes, mientras esta se perdía en los estrechos túneles de las Quimeras.
Ahora solo veía su cuerpo tembloroso recorriendo estancia tras estancia. Era bamboleada de un lado a otro, golpeándose a veces contra las paredes metálicas. Vio alejarse todo. Su vida, sus propósitos, su deber. Tina. Había fallado y le esperaría un destino tan cruel como al del resto de soldados que vio antes. Morir. En su caso, triturada entre las tenazas de un Cirascus. Cerró sus ojos, esperando que la muerte no fuese tan terrible como le describieron alguna vez. Pero en el fondo, sabía que siempre era horrible.
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