Capitulo 17- Turno de guardia (Parte 1)
25 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 12:32.
Habían pasado ya cinco días desde que despertó. En todo ese tiempo, había permanecido en la cama. No se movía de allí para nada, excepto para hacer sus necesidades. Estaba bien atendido, los enfermeros y enfermeras eran muy amables, siempre que el necesitaba algo, ellos estaban allí para proporcionarle todo lo que necesitase. Pero Ezekiel Ralston ya estaba harto.
Mientras él permanecía en la enfermería de la Base Alfa, Kyle y el resto de la Compañía Lobo se enfrentaban cada día a una nueva y peligrosa batalla, arriesgando sus vidas, pasando por toda clase de penurias. No era por sentirse incómodo allí, a salvo de los disparos y las explosiones, pero pensaba que estaba traicionando a sus compañeros de armas. Tanto a los supervivientes como a los caídos. Por ello, no había dejado de preguntar a los médicos cuando le darían el alta.
—Soldado Ralston, según su ficha médica, usted ha sufrido una grave herida en el brazo derecho—le informó un medico con el que deseaba hablar—. Es una fractura localizada en el cubito y se recupera, pero de forma muy lenta. Aunque ya no tendrá que llevar el soporte, que se le quitara mañana, su brazo deberá quedar en reposo—se lo quedó mirando a través de las gafas circulares que llevaba puestas—. Así que no, me temo que aun no podrá volver al combate.
El muchacho suspiró. Ya era el cuarto médico al que veía pidiéndole que le diese el alta de una vez. Estaba harto de escuchar siempre las mismas malditas palabras. ¿Tanto les costaba dar la vista gorda y decir que si?
Frustrado, Zeke ya no sabía qué hacer o decir. Se sentía sin fuerzas para poder seguir y eso le desilusionaba. No se había alistado para ahora quedar parado mientras sus amigos morían. Para esto, no habría hecho nada. Era contraproducente que pensara así ahora. Odiaba la guerra y la violencia, pero Kyle y el resto de su compañía seguían luchando. Para él, era una necesidad estar al lado de sus amigos, incluso si morían.
Vio al doctor alejándose, y antes de que se marchase, le llamó. El médico se giró sorprendido. No entendía que era lo que Ezekiel querría ahora. Y es que lo que el muchacho deseaba era hacer cualquier cosa, lo que fuese. Lo necesitaba.
—Soldado Ralston, ¿qué desea ahora?—preguntó el médico ya molesto por tanta impertinencia.
—Verá doctor...—dijo mirándole a la cara. Se encontraba algo indeciso, pero continuó—, he pensado que quizás, no sé, podría hacer algo en la base. Aunque sea ayudar en administración. Quiero contribuir a esta guerra y no me importa que sea en una actividad normal, como hacer inventario, reparar vehículos o que se yo, hacer guardia en los almacenes de suministros. Quiero hacer cualquier cosa.
El médico quedó pensativo. Con el dedo índice de su mano derecha apoyada en la sien y el pulgar y el índice de la izquierda rascándose la barbilla, se mostraba en una más que elocuente pose reflexiva. Después de estar un pequeño rato pensado, habló.
—Bueno, ahora mismo, ras la batalla se está necesitando mucho personal para gestionar diversas actividades relacionadas con la base, así que tu ayuda no les vendría nada mal.—La expresión de su rostro se volvió relajada— Además, no requerirá que hagas demasiado esfuerzo con tu brazo, permitiendo que su recuperación sea mejor.
—¿Entonces?—preguntó Ralston ansioso.
—Sí, me has convencido. Te firmaré el alta ahora mismo—dijo el médico convencido.
Zeke quería dar saltos de alegría, pero se contuvo.
—¿Adónde tendré que ir para que me asignen mi tarea?—preguntó.
El doctor, que ya se marchaba, se volvió.
—Oh, sí, casi ni me acuerdo—comentó algo alborotado—. Tienes que ir al centro de operaciones. Está en el centro, es el más grande. Una vez allí, pregunta por una tal oficial Hynes. Ella te asignara la actividad en la que trabajar.
Recordó con atención el nombre que el médico acababa de darle y fue a preparar sus cosas. Se quito la incómoda bata, que según Kyle "le dejaba el culo fresquito", y se puso la ropa reglamentaria de color verde oscuro. Luego, metió todas sus pertenencias en una mochila.
Mientras recogía cada objeto, vio el brazalete de Evelyn, aquel que ella pidió que le entregase a su hermana Scarlett. Se lo habían entregado al poco de despertar en el hospital. Estaba entre su ropa y, como parte de sus pertenencias, se lo guardaron para así devolvérselo. Lo observó por un instante, y sintió un leve pinchazo en su estomago, una intensa sensación de pena que parecía amenazar con inundar su cuerpo. La dejó a un lado, y se percató de que allí estaba el otro colgante. El hexágono azulado atado a una cadena dorada. Zeke arqueó una ceja cuando lo vio ahí. No era que le extrañase el objeto en sí, sino mas bien su aparición, como si espontáneamente hubiese decidido materializarse allí. Lo cogió, y al hacerlo, una inesperada voz, un susurro, se deslizó hasta lo más profundo de su mente. Inquieto, lo metió en la mochila y se dispuso a marcharse.
Poco antes de irse, decidió darse un pequeño paseo por la enfermería. Recorrió los pasillos repletos de camillas donde había personas, que como él, resultaron heridas. Algunos tenían heridas leves o poco preocupantes, que en poco tiempo se recuperarían, pero otras estaban bastante mal. Caminó, mirando cada camilla, a la persona tumbada en ella. Siguió avanzando, hasta detenerse. La había encontrado.
Tumbada sobre la camilla y tapada hasta el pecho, se encontraba Scarlett Muller, la hermana de la sargento mayor Evelyn Muller. La chica estaba relajada, dormida plácidamente, como una bella durmiente que esperase ansiosa a su príncipe azul. En realidad, estaba en coma. La lanza de una Valquiria (quien si no) atravesó su cuerpo, dañando su médula espinal. Aunque los médicos lograron operar y repararla, se desconocía el grado de daño causado por la rotura de esta. De momento, permanecía en estado vegetativo. Tan solo respiraba, y poco mas, en verdad.
Zeke miró a la mujer. Tenía piel clara y los labios carnosos, aunque algo pálidos. Sus parpados estaban cerrados de forma hermética. Su pelo, largo y ondulado, era de color rojo. Le caía por ambos hombros, ocultándolos, pareciendo dos ríos de lava incandescente cayendo de un volcán en erupción. Le pareció muy bella.
Pasó su mano por el fino pelo y sus dedos se perdieron entre los cabellos. Acarició su rostro y pudo ver como Scarlett se estremeció levemente, como si notase la caricia. A Ezekiel se le hizo un nudo en la garganta. Sentía una gran tristeza en su interior viendo el estado de la chica y que desconocía lo que le había ocurrido a su hermana. Se preguntó por qué se daban tragedias tan horribles en el universo, si de verdad todo esta tan dejado al azar como tan comúnmente se aceptaba. ¿Realmente no habría algo que impusiera un orden, o al menos, un sentido a todo lo que sucedía?
Decidió dejar de filosofar. Lo siguiente que hizo fue coger la mano a Scarlett y ponerle ahí el brazalete de Evelyn. Luego, volvió a apretar su mano. Scarlett ladeó la cabeza y parecía decir algo. Zeke escuchó atentamente. Acababa de decir "Evelyn".
Salió de la enfermería, y fue directo hacia la base de operaciones, que para su sorpresa no estaba demasiado lejos. Nada mas llegar, encontró la entrada, una sala que conectaba con varios pasillos y que tenía una escalera a su derecha. Se acercó a una especie de mostrador donde un hombre jugueteaba con una pantalla translucida en el que jugaba a un antiguo videojuego llamado Pac-Man. El tipo estaba tan ensimismado, que no prestó atención a Zeke.
—Erm, disculpe—dijo el joven soldado acercándose al mostrador.
El hombre alzó la vista a Ezekiel y al verlo, se asustó un poco. Apagó la pantalla y se recompuso.
—Sí, ¿qué desea?—preguntó, cruzando sus brazos, para dar una pose seria y trabajadora.
—Verá—comentó mientras miraba al hombre—, busco a una oficial. Se llama Hynes, creo.
Estaba algo dudoso, pero en cuanto vio el rostro del hombre cambiar a una amplia sonrisa vio que quizá, había dado en el clavo.
—La oficial Jessica Hynes, si—recordó mientras consultaba en la pantalla del ordenador—. Es la oficial de mantenimiento. Se encarga de coordinar cada actividad de la base. Si la buscas, tomas este pasillo, luego giras a la derecha y el despacho lo hallarás al final.
Memorizó lo que le habían dicho y tomo el camino en busca de la mujer. Recorrió el pasillo y quedó ante la puerta. Frente a esta, respiró nervioso, y con algo de indecisión tocó.
—Pase—dijo una voz femenina.
Ezekiel entró y se encontró dentro de un pequeño despacho. Al lado, había un escritorio con una silla delante y detrás, se encontraba la oficial Hynes, sentada en un sillón mientras consultaba cosas en su ordenador. Tenía el pelo rubio y largo. Notó que la luz, al reflejarse sobre este, parecía darle un brillo cuasi dorado. Cuando ella lo miró, se topó con unos ojos de color verde añil muy brillantes y vivos.
—¿Qué desea?—preguntó la mujer con una leve sonrisa, dejando entrever su blanca dentadura.
—Venía a hablar... con usted, Oficial Hynes—decía algo nervioso Ezekiel.
—Siéntate—habló ella de forma amable. Zeke se posó en la silla.
Tenía que reconocerlo aquella mujer lo alteraba. Era muy atractiva. Debía de tener unos treinta años, y a pesar de esa edad, parecía poseer una exuberancia que irradiaba con fuerza. Trató de mirarla a la cara y no de bajar hacia sus pechos, que, aunque ocultos por una chaqueta, marcaban sus redondeadas formas bajo esta.
—¿Qué es lo que quiere, soldado Ralston?—preguntó la oficial sin más.
A Zeke le sorprendió que supiera quién era. La miró y preguntó de donde había sacado su nombre.
—Manejo el sistema de seguridad local, siempre investigo a quienes entran. Ya sabes, por seguridad.- Eso último no sonó nada bien a Ezekiel. Prefirió continuar.
—Fui herido durante la batalla de los Cuatro Cañones...
—Si, lo pone en tu hoja de servicio—interrumpió ella sin más, leyendo lo que veía en la pantalla—. Participaste en esa batalla, y te hirieron en el brazo. Según pone aquí, deberías estar en rehabilitación.
—Bueno, el médico que me atendió debe estar tardando en actualizarlo, pero se supone que ya me han dado de alta—se explicó el chico de forma algo torpe.
—Ya veo—comentó la oficial Hynes de forma seca.
A Zeke aquella mujer empezaba a parecerle algo impertinente. No es que le cayese mal, pero se la notaba áspera e intransigente tras esa barrera de encanto que poseía. Mas le valía tener cuidado.
—Y, ¿acaso que deseas volver al combate?
Aquella pregunta que formulaba fue la nota de atención que necesitaba. Sabia como podían gastársela oficiales de alto rango como ella. Si se enteraban de la insubordinación de sus soldados, podían ser duros y severos. Ante eso, decidió responder rápido para desquitarse de problemas.
—No, soy consciente de que aun me estoy recuperando. Lo que deseo es que se me asigne un trabajo en la base, algo que no perjudique mi recuperación a ser posible—dijo con seguridad.
El rostro de Jessica Hynes cambió. Sus facciones, hasta ahora tensas y duras, pasaron a relajarse y ella se mostró de nuevo encantadora. Una dulce sonrisa dibujada con su brillante dentadura encandiló a Zeke. El muchacho se recompuso un poco y esperó a que la oficial hablase.
—Menos mal—dijo riendo un poco—. Pensé que ibas a ser uno de esos soldados ansiosos por volver a luchar a pesar de que sus heridas se lo impidiesen.
Vio que la mujer parecía aliviada. Sintió curiosidad.
—¿Y eso?—preguntó.
—Hemos tenido algunos incidente—habló ella despreocupada—. Hace unos días, tuve que llamar a seguridad para que se llevasen a una soldado que deseaba volver a su compañía. Le dije que se fuese y ella se negó. Insistió y dijo que no se iría de mi despacho hasta no devolverla con sus compañeros. ¿Y yo que tengo que ver con eso? ¡Soy administradora de la base, no quien da el alta a los soldados!
Empezó a reír a mandíbula batiente y Ezekiel, por llevarle la corriente, también se rió. Vio que Jessica Hynes parecía más espontánea de lo que aparentaba. Quizás solo había que cogerle el punto.
—Vale, déjame un momento que consulte en la base de datos para ver que encuentro—dijo la oficial. Acto seguido, empezó a teclear.
Pasó un pequeño rato, en el que Zeke no dejó de mirarla. Su forma despreocupada de trabajar, esa casquivana manera de hablar, sus miradas llenas de picardía. Sabía que tras ese semblante serio se ocultaba una mujer alegre y divertida, pero era evidente que tenía que ser así, mas en el puesto en el que se hallaba. Aunque había que reconocer que su espontaneidad podía ser un poco molesta.
—Bien, pues creo que tengo algo—dijo sin apartar la vista del ordenador.
Ezekiel la miró impaciente.
—¿De qué se trata?—preguntó interesado.
—Buscan un recluta para que se ocupe de vigilar las celdas de aprisionamiento —dijo mirándole con un leve rubor de simpatía.
—¿Se refiere a la cárcel?—inquirió Zeke sorprendido—. Pero, ¿creía que no había prisioneros?
—Oh, sí. Hay una—dijo ella con tono misterioso—. En la Fortaleza Trelleborg atraparon a un Gélido. Dicen que es una personalidad importante. Puede que una princesa.
Ezekiel no escuchó nada de un prisionero enemigo. Ni siquiera de Kyle, que se enteraba de todos los chanchullos le había comentado algo al respecto. O quizás sí, y él lo había olvidado. Como fuere, creyó que ser el guardián de una supuesta princesa del Linaje Congelado no podría ser tan mal trabajo.
No muy lejos de allí, encerrada en una celda, Freyja intentaba dormir, a pesar de la incomodidad de la cama. Intentaba conciliar el sueño, sin saber, que muy pronto todo iba a cambiar de un modo inesperado para ella.
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