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Capitulo 11- Oceano de Arena (Parte 3)

25 de Abril de 2665. Sistema Lornar. Planeta 0-4, nombre en clave "Karnak". 12:53.

Tina Hughes observaba con detenimiento como el pelotón de soldados montaba el campamento, aunque más bien parecía un puesto de avanzada. Algunos soldados cavaban zanjas, donde se apostarían con ametralladoras para defenderse de un posible ataque. Otros colocaban escáneres móviles, encargados de detectar cualquier movimiento sospechoso a kilómetros de distancia. El sargento Mohamed Habib, era el encargado de dar órdenes y velar por que los soldados hicieran bien su trabajo. Era alto, moreno de piel, con una barba de unos tres días, sus ojos eran blancos con el iris negro. Debía tener unos 40 años, pero su constitución fuerte y robusta mostraba que estaba en forma. Parecía un veterano curtido en mil batallas, pero en verdad, no llevaba demasiado en el cuerpo.

Ella permanecía sentada sobre la cálida arena. El clima bochornoso la estaba matando. No soportaba las altas temperaturas, y media cantimplora la había gastado en mojarse la cabeza. Ahora permanecía serena, enfrascada en sus pensamientos. Recordaba cosas de su infancia, el día en que se alisto en la Infantería Básica, y como no, se acordaba de la sargento Walker. Sonya y ella se habían hecho muy buenas amigas desde que fueron enviadas a eta misión. Habían pasado 8 días desde que comenzaron la misión y Tina veía en ella a una figura a la que seguir y admirar. Su heroína, se podría decir. Pero ahora, estaba preocupada. Hacia una hora que no recibían noticia de la sargento y el resto de escuadrones, y eso le hacía pensar en lo peor.

—Cabo Hughes—dijo el sargento Habib, acercándose a ella— ¿Por qué está sentada y no ayudando a sus compañeros?

Tina se puso en pie y se colocó en formación, a pesar de que Habib no se lo había ordenado.

—Señor, estaba algo fatigada por el calor—contestó de manera automática.- Solo había parado un momento para recobrar el aliento.

—Puede descansar, soldado —habló él con una leve sonrisa formada en su boca.

La cabo se relajó. Habib se puso a su lado, y se dejó caer sobre la arena. Hughes, viendo la despreocupación del árabe, le imitó y se sentó cómodamente, aunque la aridez del suelo no invitaba a ello.

—Veo que el calor puede contigo—comentó el militar mientras se quitaba el casco, revelando una cabeza con pelo corto de color marrón oscuro.

La chica simplemente asintió.

—No eres la única—dijo a continuación, mientras echaba un trago de fresca agua de su cantimplora—. Yo nací en la península Arábiga, un lugar de la Tierra muy caluroso. Debería estar acostumbrado a esta clase de climas, pero este lugar es como el mismísimo infierno.

Carcajeó mientras le tendía a Tina la cantimplora para que bebiese, pero ella la rechazó cortésmente. Habib se la quedó mirando por un leve instante.

—¿Te pasa algo?—preguntó—. Te noto muy tensa, como si tuvieras alguna preocupación encima que te pesara mucho y deseases soltar.

Guardó silencio, pero los oscuros ojos de su sargento la observaban con expectación,  esperando una respuesta, que tarde o temprano, tendría que llegar.

—Sargento, verá...—dijo, aunque enseguida se quedó callada. Tras un pequeño momento de reflexión, volvió a hablar—.   Estoy preocupada por la sargento Walker. No han vuelto a contactar con nosotros, y ya ha pasado una hora. No quiero pensar que les haya podido ocurrir algo malo, pero...

Habib notó la tristeza en el tono de su voz. Sonya y Tina se había hecho muy buenas amigas, y aunque un superior no debería de simpatizar demasiado con sus subordinados, tampoco podía negar el tiempo hacia que las relaciones se reforzaran. Este, miró al grupo de soldados, que ya habían terminado de montar el campamento. Dos permanecían apostados en una zanja, apuntando con sus fusiles a todo lo que se moviese. Los otros tres, permanecían sentados o mirando los escáneres, por si detectaban algo. Un toldo, levantado con unas vigas cilíndricas de metal, servía para improvisar una sombra. Este se movía tambaleante, gracias a una leve brisa de viento, que de paso, les proporcionó un refrescante respiro a todos los allí presentes. Luego, se giró y miró a la cabo Hughes.

—Si sé algo de Walker, es que es una soldado de Vanguardia, y esos guerreros destacan por su gran fortaleza y determinación. —Se notaba en la voz de Habib que lo decía con orgullo y admiración— Puede que esta sea la primera misión de Walker, pero no dudo de que lo haga bien, y de que volverá con todos sanos y salvos.  —Miró a Tina con sus profundos ojos negros— Y tú, que la conoces bien, no deberías de desconfiar. Volverán todos.

La joven chica de pelo rizado rubio, oculto por su abombado casco, recobró un poco del optimismo que había perdido. Habib tenía razón. Sonya era una soldado extraordinaria, y jamás permitiría que ninguno de sus soldados muriese. Confiaba en ello.

25 de Abril de 2665. Sistema Lornar. Planeta 0-4, nombre en clave "Karnak". 12:53.

Aún recordaba cuando, un día en su orfanato, unos niños querían pegarle una paliza. Vio como el primer puñetazo iba directo por ella y consiguió esquivarlo a tiempo. Luego vino otro, una patada, más puñetazos. Los esquivaba, no con cierta facilidad, pero aun así, apenas la rozaban. En ese mismo instante, le hizo la zancadilla al niñato, que cayó de morros contra el suelo, y le asestó una fuerte patada en la barriga. Más vinieron por ella. Un niño recibió un fuerte puñetazo en la mandíbula y una patada en la espinilla. Una chica, la única integrante femenina del grupo de atacantes, quería pillarla por detrás,  pero se llevó un buen codazo en la nariz, que comenzó a sangrar de forma insospechada. Mas chicos se abalanzaron sobre ella, y aunque esta buscó defenderse con diestra mano, finalmente la tiraron al suelo y la prendieron a golpes y patadas. No fue hasta que uno de los androides cuidadores irrumpió en el patio, que la situación se pudo controlar. Ella quedó gravemente herida, pero aquella terrible situación haría que su vida cambiara de un modo que ni ella misma pensó. Mientras peleaba, una oficial de la Vanguardia que venía al orfanato en busca de jóvenes a los que reclutar para el cuerpo, vio el enfrentamiento y quedó muy impresionado con la demostración de combate que la chica había hecho. Y así fue como Sonya Walker fue reclutada para la Vanguardia.

Aquel enfrentamiento vino a su memoria en el instante en el que se hallaba. Mientras advertía a sus soldados del inminente peligro que se cernía sobre ellos, ese peligro se estaba deslizando silenciosamente por la arena. Debajo de esta, algo avanzaba sin apenas levantar atisbo de su presencia, acercándose sigiloso, pero directo por sus víctimas. Y justo cuando se encontraba bajo los pies de dos soldados, empezó la carnicería.

Walker no vio a tiempo como dos pinzas negras surgían de entre la rojiza arena y atraparon las piernas de sus dos hombres. Ya aferradas a sus presas, tiraron con fuerza de ellos, y les hicieron hundirse bajo la tierra, que pareció tragárselos como si una boca hambrienta los hubiera devorado. Walker vio como la arena saltaba al ver algo hundiéndose. Sin dudarlo, dio la orden.

—¡Abrid fuego!—gritó con voz ensordecedora.

Todos los soldados apuntaron sus fusiles de asalto contra el atacante subterráneo  y empezaron a disparar. Una tormenta de balas impactó sobre la arena, la cual se levantaba en pequeñas explosiones equivalentes a asteroides que chocaran contra un planeta, dejando pequeños cráteres. Lo que sea que hubiera allí, desapareció sin dejar ni rastro.

Todos estaban en tensión. Walker respiraba grandes bocanadas de aire, mientras notaba el intenso latido de su corazón. Parecía que este se le fuera a salir por la boca. La desesperación embargaba a todo el pelotón. No sabían que les había atacado. Había sido tan rápido. La sargento no paraba de mirar a un lado y a otro, expectante de cualquier otro movimiento. La adrenalina se le acumulaba en su cuerpo, hasta tal punto que parecía que fuese a estallar, como una bomba a la cual se le estuviera acabando la mecha. La tensión era palpable.

De repente, algo surgió entre medias de los soldados. Varios cayeron al suelo mientras arena de color rojo ocre, caía por todas partes. Walker quedo petrificada ante lo que vio. Delante de ella había una horrible criatura totalmente negra, más que el carbón, el azabache y la obsidiana juntos. Se trataba de una especie de artrópodo, un horrible cruce entre escorpión y cangrejo. Su cuerpo era alargado, ancho desde la cabeza hasta el tórax, para luego estrecharse al final. Tenía seis patas en la parte anterior, tres a cada lado, acabadas en puntas, mientras que en la parte delante, tenia dos brazos provistas de curvadas y afiladas pinzas cada una. Su cabeza redondeada tenía encima cuatro ojos esféricos de color anaranjado. Una larga cola acababa en punta, recordaba a la de los alacranes.

Los soldados, nada más ver semejante monstruosidad, comenzaron a abrir fuego contra esta criatura, pero las balas no le hacían ningún daño. Ello se debía al duro exoesqueleto que recubría todo su cuerpo, compuesta de un material muy duro, que la hacía tan impenetrable como la armadura de un caballero medieval. Mientras, los soldados intentaban matarla sin éxito, la bestia se movió con rapidez. Atacó con sus dos pinzas a un par de soldados que tenía delante, cortándole un brazo a uno, y a otro arrancándole la cabeza. Luego, movió su cola a un lado, y completamente estirada, golpeó a cuatro, que precipitaron sobre la árida arena. Uno que aun quedaba en pie, apuntaba al monstruo. Tembloroso, sostenía su tambaleante arma hacia la criatura, pero se veía incapaz de disparar por el miedo que tenia. De repente, la criatura se abalanzó sobre el pobre chico y clavó sus pinzas en su cintura. Apretando con mucha fuerza, consiguió partir por la mitad a este, que emitió un gran alarido de dolor antes de morir. Luego, aquel aberrante artrópodo se zambulló de nuevo en la arena.

Walker no podía imaginarse lo que acababa de ver. Sospechaba que debía de tratarse de alguna criatura diseñada por las Quimeras, y dedujo que el extraño cilindro que había encontrado antes del ataque era un detector de movimiento que los había encontrado y que, al parecer, había avisado a esa criatura de la presencia de ella y sus soldados. Miró por la arena, esperando ver algún rastro o algo de tierra moverse, pero nada. La sargento estaba cada vez más nerviosa. Entonces, se dijo que tenía que actuar y deprisa.

—Escuchadme—gritó al resto de nerviosos soldados—.   No podemos seguir aquí. Esa cosa nos matara se permanecemos en esta zona. Lo mejor será movernos de nuevo a la formación rocosa y subirnos a alguno de los montículos. Si veis a ese monstruo no dudéis en dispararle, pero usad la munición perforadora, no la estándar. Si lleváis granadas o algún otro tipo de explosivo, usadlo también.

Todos comenzaron a moverse. Tanaka y Ortega capitaneaban sus escuadrones, corriendo desesperados por llegar a algún lugar elevado, donde ponerse a salvo. De repente, Walker vio como a su derecha, a unos 5 metros, se levantaba una estela de arena. Esta se hundía y formaba una pequeña línea que de momento, se mantenía paralela a ellos. Sin dudarlo, Walker ordenó a tres soldados que abrieran fuego. Mientras estos cosían a balazos al ente subterráneo, Sonya lanzó una granada. Una gran explosión tuvo lugar, levantado polvo.

—¡No os quedéis ahí parados! ¡Seguid avanzando! —insistía la sargento de Vanguardia a su pelotón.

En ese mismo instante, otra criatura saltó fuera de la arena, justo delante de ellos. Cayó pesadamente y con celeridad, comenzó a matar a todos los soldados. La masacre fue horrenda. Le arrancó el brazo a uno. A otro lo lanzó por los aires y a su compañero lo aferró del cuello, causándole una profunda herida que lo dejo ahogándose en su propia sangre. La criatura abría su boca, emitiendo extraños y sobrecogedores sonidos. Su caparazón oscuro se tiño de rojo, adquiriendo un leve brillo escarlata, bajo la perturbadora luz del anaranjado Sol de Karnak. Walker no podía creer lo que veía, como aquella horrible bestia del Averno, una abominación genética de la Estirpe Cambiante, había ya matado a medio pelotón.

Ortega, diestra y rápida, logró esquivar varios ataques de la bestia y se colocó justo detrás de esta, dispuesta a dispararle con el lanzagranadas de su fusil de asalto. Pero justo cuando se disponía a atacarle, la cola del artrópodo, que parecía tener vida propia, de un rápido movimiento, clavó su aguijón largo y afilado, en la cabeza de Ortega. Llegó incluso a atravesar su casco. Esta se tambaleó, mientras sangre roja se deslizaba por su frente, tiñendo de rojo su rostro. La sargento, junto a Tanaka y otros, fueron directos por la criatura, pero esta se internó de nuevo en la arena, desapareciendo sin más, y llevándose por el camino a Ortega.

Sonya estaba a punto de gritar. Vio los cuerpos sin vida de sus soldados, muchos desmembrados y destrozados por las letales pinzas de esos seres. Parecía que fuera a llorar, pero decidió no hacerlo. Aun quedaban algunos supervivientes, y podía salvarlos. Hizo una seña y todos comenzaron la marcha hacia la formación rocosa. Con rapidez. Sin mirar atrás.

Ya estaban muy cerca de un prominente montículo al que ninguno de esos horribles seres podría llegar, cuando una de esas bestias les seguía detrás. Moviéndose como un tiburón que persiguiese a un pez, la criatura zigzagueaba, ascendiendo un momento para ver la posición de sus presas, para acto seguido, volver a sumergirse. Walker se percató, cada vez estaba más cerca. Iba ya a retrasarse para entretenerla y permitir a sus compañeros ponerse a salvo, cuando Tanaka la agarró con fuerza del brazo.

—¡No sargento, lo haré yo!—dijo el hombre enérgico.

—¡Tanaka, espera!—gritó ella desesperada mientras veía al asiático darse la vuelta, directo por el monstruo.

En ese mismo instante, el horrible escorpión emergió de la arena, todo ominoso y sobrecogedor. Tanaka cogió una de las granadas cilíndricas para inmolarse con la criatura. Pero antes de poder apretar el botón que la accionaria, la criatura artrópoda se abalanzo sobre él, clavando sus afiladas pinzas en su vientre. Lo abrió en canal, haciendo que sangre y vísceras se derramasen sobre la arena. Tanaka sentía un dolor horrible y quería gritar, pero la criatura clavo el aguijón de su cola. En realidad, no era un aguijón, sino una afilada cuchilla en forma de media luna. Esta cortó varias veces el rostro del sargento japonés que para ese entonces ya estaba muerto. Walker tan solo podía mirar, dolorida, mientras corría hacia su salvación.

Llegaron al lugar y dos de sus soldados lograron auparse hasta lo más alto del montículo. Uno le tendió la mano y Walker logró escalar hasta llegar a lo más alto. Luego, se recostó y estiró su brazo para ayudar a subir al último. En ese mismo instante, una pinza negra surgió de bajo tierra y se aferró en la pierna del soldado. Este empezó a gritar desesperado, pidiendo que lo liberasen. Sonya trató de subirlo con todas sus fuerzas, pero fue inútil. El soldado se soltó de su brazo, cayó al suelo, y junto con la pinza se fue hundiendo bajo la arena. Poco pudo hacer, excepto mirar horrorizada. 

Ya exhausta, se acostó boca arriba, respirando con afligimiento, incapaz de poder creer lo que acababa de ocurrir. En un abrir y cerrar de ojos, toda su unidad había desaparecido, engullida por la arena, por obra de dos negruzcas aberraciones. Ladeó la cabeza y miró a los dos soldados que tenía a su lado. Una chica de ojos violáceos, a la cual, se le habían saltado las lagrimas, y el otro era Zack. Este la miró con miedo e incertidumbre y dijo:

—Bien sargento, ¿ahora qué vamos a hacer?


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