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Dicen que el amor es como encontrar el sosiego luego de una funesta guerra. Dicen que el amor es como el resollar esencial luego de un ahogo oscuro. Dicen del amor que es fiel apasionado. Dicen que es amante. Entusiasta. Un sentimiento adorado cual vehemencia exclusiva a los dioses. El estado suscitado por firmes caricias e incitado por una belleza extravagante que captura el alma. Provocado por el embelesamiento de tan preciosa presencia. De tan perfecta criatura.

Sus cabellos se iluminan a la luz de Ra. Suaves en matices ocasos cual pecanas que saborea en su boca. Dulce. Diminuto. Labios voluminosos que rutilan incluso cuando Osiris trae consigo su manto estrellado hasta llevarse las almas que han abandonado este mundo. Su mirada iridiscente provoca el hechizo sempiterno en quien se atreva a observarlo. Delicados. Melosos. Dos iris espolvoreados en escarcha de invierno. Azules como el cielo e intensos en turquesas como el mar. El mismo que ha almacenado las dulces corrientes de un llanto divino. Del Nilo que se enamora cuando el de porcelana piel se desnuda a sus orillas hasta entregar su cuerpo a sus suspirosas aguas. Lo observa. Se encanta. Se maravilla al ver como la seda blanca cae de su cuerpo resbalando con extrema sensualidad. Con ese encanto provocativo connatural de tan arrebatador omega.

Sus curvas se delatan ante su delicado caminar. Tan precisas. Tan amoldadas. Un cuerpo de quimera que parece haber sido construido por el mismo Ptah. El creador del universo entero. Un arquitecto por excelencia. El que ha reposado sus manos sobre las caderas anchas del omega hasta hacer diminuta su cintura. Tan lindo e indudablemente deleitable. Como si fuera descendiente de la misma Isis. Hermoso en todo su esplendor. Una apariencia que ha cautivado a muchos. Desesperados por pedir la mano de tan agraciado zagal.

Muchas fueron las propuestas e innumerables fueron los rechazos. Hasta que el momento menos esperado hizo entrada a su vida sin pedir permiso alguno. Porque tuvo que ser de esa forma. Y porque fue escrito de esa manera en su marcado destino.

Su encanto natural pudo con absolutamente todo. Soltando sus atractivos donaires mientras festivo mueve las caderas provocando a la realeza presente a querer devorarlo entero. No fue su designio el de bailar tentador ante la suavidad de un arpa. Mucho menos capturar por completo al mismo Orus vivo en la Tierra. Al gran soberano que deleitoso lo observaba desde el trono listo para atacar. Por ello no pudo evitar sobresaltarse al sentir unas gruesas manos en su cintura tirando de su cuerpo en retroceso. Observando a su familia inclinar la cabeza ante la imponente presencia que acorralado lo mantiene preso por la cintura.

No fue hasta que la gruesa mano lo hizo girar sobre sus pies que pudo reparar en quien lo ha tomado por las caderas cual fiera felina. El gran soberano lo observaba con su acostumbrada seriedad pero con una leve sonrisa que pudo pasar desapercibida al resto. El omega temeroso no supo reaccionar en el momento. Sus manos se mantuvieron sobre el pecho ancho del alfa debido al giro inesperado que dio. Y ahora sus piernas temblaban ante lo solemne que se observaba el soberano. Ante lo galante que se mostraba frente a su endeble presencia. Ante el fuerte agarre que hizo en su cintura pero sobre todo... ante ese caliente beso que fue capaz de provocar mareos intensos hasta hacerlo delirar. Sumiso ante su dios viviente que posesivo no quiso soltarlo nunca. Ni esa suspirosa noche ni en lo que quedaba de sus apenas florecientes vidas.

El sucesor del sumo sacerdote se encontraba apenas en sus quince primaveras cuando fue desposado por el novicio soberano que tuvo que aceptar su cargo mucho antes de lo planeado. Con veintidos abriles se dispuso a rechazar reglas e ignorar intereses de suma importancia que pudieron favorecer al reino con otros candidatos. Con admirable porte valiente lo observaron tomar de la mano al sublime pero adolescente omega para presentarlo frente a la corte como su futuro esposo. Y por lo tanto... su futura Luna.

La corte no pudo emitir reclamo alguno por temor a la gran personalidad explosiva que caracterizaba al soberano. Pero asimismo porque de alguna u otra forma el soberano inconscientemente pudo conocer a su prometido antes de tiempo. Fue por ello por lo que aceptaron sin rechistar la boda del gran alfa Kim con nadie menos que el mismo sucesor del sumo sacerdote de Egipto: El distinguido Dong Wook. El mismo que tuvo el honor de llevar a cabo la ostentosa ceremonia para finalmente unirlos en matrimonio. Y como no: ¡Para coronar a su cachorro como la Luna del complaciente soberano del entero Egipto! El hermoso omega que ahora formaba parte de la gran realeza. El primer esposo real.

Los cuatro primeros semestres desde su boda fue ambigua para los adolescentes e inexpertos enamorados. La corte real constantemente iba exigiendo al soberano de Egipto contraer matrimonio con dos o tres esposas o esposos para agrandar sus alianzas con el reino. Y como el ahora soberano de tan extravagante reinado era su deber seguir lo que se tiene escrito en los bien cuidados papiros. Su bonito esposo—con una resplandeciente marca en su cremoso cuello—se encelaba de inmediato ante la ligera referencia del tema. Apretando los labios para intentar reprimir barbaridades que presurosas deseaban salir de tan dulce boquita. Era apenas un adolescente que empezaba a experimentar lo que era el amor e innumerables veces ignoraba el gran lugar en el que se encontraba. Como el ahora gran esposo real siempre debe priorizar los intereses del reino. Y por supuesto no priorizar sus tan revoloteados sentimientos que a veces intensos se mostraban ante su alfa.

Pero a sus quince primaveras era incapaz de entender aquello. Le molestaba en absoluto pensar siquiera en compartir a su alfa con otra persona. Por lo que cual cachorro haciendo una rabieta abandonaba el calor de su alfa hasta descender los escalones del gran trono para salir entre fuertes pisadas de la sala real. La corte miraba temerosa hacia la entrada por donde minutos antes el omega se esfumaba. Mostrando una clara pusilanimidad ante el tan evidente comportamiento del gran esposo real. Eso era. Aunque discrepaban con el omega eran conscientes de antemano que el mismo estaba bastante por arriba de ellos. En la gran cima de oro al lado de su gran monarca.

El imponente soberano Kim nunca le ha dado una negativa por respuesta a su hermosa Luna. Es por ello que temen ante cualquiera de sus actos que puedan incomodar pobremente al gran omega real. Aunque el primer esposo—todo festivo—ha madurado con el pasar de las lunas no pueden evitar seguir temiendo por su vida ante cualquier cosa insignificante que pueda molestarlo. Porque de lo contrario aparece el soberano dispuesto a cortarles la cabeza solo por haberlo incomodado con algunas palabras. Por eso siempre tocaban el tema del matrimonio sin atreverse a levantar el rostro cuando el omega estaba presente. Pese a que ahora con sus dieciocho primaveras no escapaba furioso del lugar... era incapaz de evitar hacer una mueca que por supuesto no pasaba desapercibida por su alfa. El mismo que divertido por su claro enfado lo tomaba por la cintura hasta sentarlo en su regazo. Disfrutando del tierno rubor en el limpio rostro mientras aclaraba por tercera anualidad consecutiva que no iba a casarse con otro omega.

Con veinticinco abriles de edad el soberano ha adquirido una infinita variedad de conocimientos. Ahora estratega bastante analista sabe de antemano las medidas adecuadas a tomar frente a un asunto grave o inesperado que cruce su camino. ¡Pero no solo eso! Al ser un alfa pura sangre sus habilidades se han desarrollado hasta el triple en potencia. Facilitando prevenir ataques imprevistos o contratiempos innecesarios. Por supuesto que sus instintos tampoco fueron olvidados. Ahora era bastante protector con su Luna e innecesariamente posesivo. Territorial por donde se le viese. Marcando el palacio entero con su aroma constantemente. Y por supuesto: Reabriendo la hermosa marca rosa en el delgado cuello de su hermoso esposo.

Todos siempre al finalizar sus intensos celos que el de cabellos pardos gustoso intentaba calmar. Porque cuando el alfa entraba en celo era completamente insaciable. Sus nudos eran inmensos—casi monstruosos. Lo llenaban por completo en apenas unos cortos segundos hasta sentir como la viscosa sustancia blanca se resbalaba por sus gruesos muslos. Eran capaces de pasar horas encerrados en los aposentos reales. ¡Incluso semanas sin querer salir! Con un alfa bramando al instante al sentir las exangües presencias de los sirvientes que miedosos se acercaban a proporcionarles comida. Saliendo acelerados apenas el agresivo alfa semidesnudo tomaba el recipiente de oro para alimentar a su diminuto omega.

Un mes luego el gran esposo real tuvo sentires dolientes que preocuparon a todos. Hubo ocasiones en las que en plenas reuniones ceremoniales—de la mano de su alfa como era establecido—se desplomaba antes de ser tomado por su preocupado soberano. En otras simplemente el apetito se iba o por el contrario aumentaba incluso el doble. No fue hasta que todos vieron al primer esposo desfallecer en pleno casamiento de la princesa Kim que el soberano se dispuso a tomar serias acciones al respecto. El omega estuvo inconsciente por una semana entera que tuvo como loco al de oscuros cabellos. Exigiendo de inmediato la visita de los sacerdotes para curar al apagado esposo.

Ese tiempo fue absolutamente tortuoso. Nadie pudo dirigirle siquiera el habla al soberano porque de inmediato se irritaba para terminar en gritos furiosos en un intento por desquitarse.

El alfa no fue capaz de comer absolutamente nada esa semana. Se mantuvo caminando de un lado a otro en la puerta del gran aposento real a la espera de la persona que ansiaba ver ahora: el sumo sacerdote de Egipto. Padre de su bella Luna. El alfa en el que depositaba su completa confianza.

Afortunadamente no fue nada serio. Solo malestares algo intensos por lo elevado del agobio por el que el omega pasaba. Le recomendaron absoluto reposo con bebidas suaves que iban a encargarse de encomendar a la cocina real. Por lo que no era nada por lo cual preocuparse. O eso fue lo que el sacerdote dio por respuesta.

Pese a que pudo sentir como un gran peso se esfumaba de sus hombros... el alfa fue capaz de sentir que le ocultaban algo. Y sus sospechas fueron en aumento al ver como su omega imploraba por algo en secreto a su padre. El mismo que en desacuerdo suspiraba antes de asentir con la cabeza para pasar a acariciar los cabellos de su cachorro hasta darle un corto beso en la frente. Por supuesto que el soberano no pudo pasar desapercibido aquello.

Pasaron semanas hasta que el gran esposo real poco a poco pudo recobrar el color en su mirada. Travieso correteando cual adolescente por los pasadizos del palacio o con los cachorros del harem que divertidos o melosos lo llenaban de besos. El inmenso palacio fue recuperando su gozo ante las hermosas risas del omega que se encontraba el doble de afectuoso a lo acostumbrado. Con una dulce sonrisa plasmada en el rostro ante todo. Demasiado bonito ante la vista de cualquiera. Precioso por donde se le mirase. Ahora en su edad cumbre de madurez sensual mostraba al mundo que no era un chiquillo que se encelaba con nimiedades o provocaba berrinches cuando lo deseaba. Era una flor hermosa que acaba de evidenciar sus atractivas fragancias para engatusar con su dulce esencia.

Pese a que el omega se admiraba completamente recuperado e incluso activo... hubo momentos en los que el alfa lo atrapaba perdido. Con esa mirada que vagaba a su alrededor sin un punto en particular. Mordiendo sus labios de los nervios sin percatarse siquiera de la presencia de su soberano. Por eso se asustaba por completo cuando el alfa lo abrazaba por la espalda en un intento por calmarlo. Besando su marca repetidas veces hasta escuchar las dulces risitas de su Luna. Pensando ingenuamente que las preocupaciones de su esposo se disipaban aunque sea un poco o que olvidaba sus problemas por un momento. Asumiendo equivocadamente que por fin se estaba recuperando el orden universal destinado por los dioses. O que su Luna encontraba la tranquilidad a su lado.

Al inicio del alba siguiente... el soberano se vio perdido en la soledad de su cama.

©lduhn2here | ©alduhdhanna.

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