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━━🕋. 물: 𝗖𝗢𝗠𝗣𝗘𝗡𝗗𝗜𝗨𝗠

Egipto. Reino de Ra. Palacio terrenal protegido por los dioses. Aposento de deidades complacientes. Ciudadela de realeza rodeada de poder. Reino de glorias. Reino de pasiones. Reino de victorias. Reino de prohibiciones. Egipto. No caigas en ruinas. No cedas a la furia de un soberano desolado por ausencias dulces. No te arrodilles ante la dictadura de Orus vivo en la Tierra. Le hace falta amor. Le hace falta su mitad. Necesita de Hathor a su lado en el trono. De su fiel esposo acariciando sus cabellos. De aquella esencia meliflua que destensa sus pesares. De aquella presencia que lo vuelve loco. Egipto. No desesperes. Hathor ha de llegar pronto... Y Orus finalmente va a retomar su camino.

—¡Luna! —. Era como una brasa ardiente. Una llama enfurecida que lo recorre rompiendo cada vena de su cuerpo. Explotando cada signo vital que necesitaba para llegar a la sala del trono. —¡Por los dioses! —el recorrido oscuro de sangre recorre el cremoso cuello con el doble de impulso. El inicio de las telas rosas que lo cubren es manchado por sangre. El primer esposo real ha soltado el primer sollozo enmudecido de dolor. Es hasta cierto punto predecible e inevitable. El soberano ha perdido los estribos. El soberano ha explotado en enojo. El soberano no retiene sus impulsos e inconscientemente ha compartido sus desdichas por el lazo. El soberano hiere a su Luna.

—Sirviente Park... ¡Sirviente Park! —el otro soldado intenta animarlo. Pero el omega hace tiempo que respira con dificultad. No se atreve a moverse mucho porque se siente desorientado. Tiene los labios manchados. Y las manos temblorosas porque siente el dolor de su alfa. Siente la amargura de su pecho. Puede sentir su miedo.

—T-Trono—interrumpe el gran esposo real con dificultad. Sus piernas tiemblan siendo rodeado de inmediato por el soldado que intenta asegurar su equilibrio—. Deben llevarme al trono. Por... favor—su voz apenas es firme. Se pierde en estragos dolorosos que aparenta no sentir. Pero las muecas en su delicado rostro lo delatan.

Amado de Hepta. Protegido de los dioses. Equilibrio vivo del orden astral. Se lo imploro. Le ruego por un poco de paciencia. Le pido un poco de calma. Le pido discernimiento. Solo ruego espere su presencia colosal. Le suplico un poco de misericordia. No ensucie sus manos con sangre real. No lastime a la hermosa Luna doliente. No la haga llorar.

Grotesco. Violento. Despiadado. Sus garras destrozan la tela fina del otro. Su mirar arde e incluso enloquece. Es como el hervir de un fuego naciente en su pecho. Una mente lastimada que no encuentra refugio. Un lobo furioso que anhela a su consorte. Triste como el llorar de una nube gris. Como el llanto de Isis sobre las aguas del Nilo. Como el desesperar de Osiris encerrado en una tumba repleta de desesperaciones. En trampas. En mentiras. El soberano no piensa ni es consciente de sus acciones. Ha perdido por completo los estribos. Completamente desquiciado e indudablemente vehemente. Matar. Va a matar. Y ahora nadie puede impedirlo.

¡Vas a morir maldito Alfa! —todos se someten e inevitablemente se rinden. Sus almas mortuorias se hunden en angustia e inferioridad. En absoluto terror.

El alfa de menor rango apenas puede mantener la vista contra su inmenso oponente. Frente a su desorientado mirar se encuentra un alfa de cabellos oscuros completamente desordenados. Sus colmillos lastiman sus propios belfos. Y sus brazos ahorcando su cuello muestran en su esplendor las marcadas venas recorriendo su dermis. El soberano es un desastre. No existe ahora rastro de ese lado consciente en el que estuvo tratando de sostenerse apenas de un dedo. Ahora es un alfa a punto de sacar su lado temible.

¡Te lo he advertido muchas veces! ¡Te lo he dicho millones! ¡Ahora no quiero arrepentimientos! —el trono vibra. Tiembla ante la gruesa voz de su soberano. Solo un milagro puede detener la muerte de quien antes fue tal vez un amigo inseparable. —¡Vas a tener tu encuentro con Osiris porque de esa forma lo demando! —Amado de Hepta. Descendencia que bendice a todos los egipcios. Controla las emociones negras de un averno oscuro como el que atormenta tu mente. —Muere—el rugido es lanzado en tonos graves de odio. El soberano ha sacado la espada de su cinturete. Reluciente e impecable. Con el brillo tenebroso que demuestra su poder. Como Ra saliendo por los mares... la espada se alza opacando la luz que ilumina su rostro. Min suspira e inhala otra vez. Y solo entonces se permite apretar los parpados hasta esperar su muerte.

—¡Es-Espere! —Viento suave. Respirar universal de estabilidad. Caricia inexplicable de brillos dorados. Besos benditos de deseos prohibidos. Altar puro de placer pecador. Oh querido Hathor. Descendencia de Isis. Sangre de dioses. Bendita sea tu presencia inesperada en tan pesado ambiente de sentires macabros. Bendita sea tu dulce voz que como hechizo exponencial ha detenido todo movimiento en tu alfa. Bendito sea el gran esposo real que con solo una palabra tiene al soberano a sus pies. Bendita sea nuestra sagrada Luna de Egipto. Ancla viva de un barco perdido que nuevamente divisa las orillas del mar. —Por... favor—el golpe seco de la espada contra el suelo es fuerte.

Los milagros existen. Los dioses saben escuchar a quien lo pide con sentires honestos. Las esperas dan frutos. Como ser alado descendiendo de una nube camina lento con los brazos delgados en cortos temblores. La corte lo observa como si apreciaran a la misma Isis en persona caminar delicado hacia el estupefacto soberano.

Sus cabellos sedosos cual tela fina blanca en pureza lo invitan a observarlo. Su piel brillante como la Luna atrae a los perdidos egipcios. Sus labios gruesos seducen a devorarlo. Su mirar es como el agua manantial de las aguas sagradas del Nilo. El gran esposo real es un diamante en bruto. Una bella presea imposible de comparar. Un tesoro inimaginable en las manos de un soberano que ha perdido por completo la cabeza ante su angelical existir. Ante ese amoroso mirar que solo se dirige al antes arrebatado soberano. Ese que ha olvidado incluso como se respira. Pierde el aliento. Su omega se ha presentado en el palacio. Caminando adolorido con una mano cubriendo su cuello. Con pasos lentos e incluso torpes ha ido acortando de a poco la distancia. No existe nadie. Solo son ellos observando al otro de manera mutua hasta perderse en una odisea de emociones que controlan por completo su cuerpo.

El soberano ha perdido. El tan deseado omega tiene tanto poder sobre sus acciones. Es capaz de controlarlo con un solo mirar. De mantenerlo cautivo a sus delicadas curvas. De enamorarlo con solo unos susurros. De hechizarlo con unas simples caricias. Su Luna es capaz de hacer con el soberano lo que desee. Lo tiene a sus pies. Completamente a su merced dispuesto a darlo todo.

Omega.

Lo siente. Lo atrae. Su lobo ha soltado un suspiro enamorado ante el familiar aroma que tantas veces ha llevado orgulloso sobre su cuerpo. Pero no quiere ceder. Se mantiene quieto aun cuando muere de ganas por controlar todo para tomarlo de las caderas. Desea tanto tomarlo hasta llenarlo por completo de su olor. Necesita tenerlo. Necesita poseer ese combado cuerpo. Necesita marcarlo. Amarrarlo para no verlo escapar nunca de su lado. Necesita de su esposo. Necesita enterrar su olfato en su cuello e inhalar tan exquisito aroma de su origen. Necesita probar de sus labios. Necesita sentir su piel. Lo necesita tanto.

Cinco pasos. La garganta se le ha secado. Cuatro pasos. Sus colmillos empiezan a picar. Tres pasos. Sus manos arden. —M-Mi esposo. —Dos pasos. El omega se desvanece.

La corte espectadora lanza murmureos impactados. Su gran soberano no ha perdido ni un solo segundo en tomar al bello omega entre sus brazos. Su lobo fue veloz al sentir los ligeros temblores en las esbeltas piernas. Como el aleteo de una mariposa cortando el viento en sentido contrario. Tan audible. Tan nefasto. Su cuerpo ha actuado veloz. Sus sentidos enloquecieron. Y sus manos fuertes lo tomaron antes de que siquiera tocara el suelo. Su mirar ahora se dirige a los guardias que asustados tratan de usar todas sus fuerzas para mirarlo. Min Yoongi se ha arrastrado unos pocos pasos antes de acercarse al otro guardia que en brazos llevaba a su desvanecido omega.

—So-Soberano—. Notas tristes de piano. Como el llorar de un arpa roto. Como el desconsuelo de una perdida irrecuperable. La suave voz del gran esposo real ha sonado como una melodiosa pero endeble campanilla. Tan hipnotizadora para los egipcios presentes. Tan desoladora para el soberano. —No llore... —hizo falta que lo mencionara. Tal vez hizo falta la suave caricia en su barbilla. Su esposo ha deslizado sus dedos por su barbilla. Limpiando una diminuta lagrima de furia. Otra de tristeza. Y otra de desencanto. Su lobo ha aullado decepcionado. Con la cola escondida como soldado rendido en guerra. Kim es un desastre. Kim decepciona. Kim lastima. Kim hiere. Pero entonces su omega le da una sonrisa hechizante... Y no puede sentirse peor.

Su frente se une con la de su rota Luna real. Sintiendo su respirar cansado pero suave. Su lobo aulla en decepcionado de sus acciones. El soberano frunce la frente en completo malestar. Sus labios se arrugan en una mueca desbordante. Siente el ardor quemarle el pecho. Siente sus latidos pesados. Siente todo mal. Todo mal por sus acciones imperdonables. El gran esposo real lo observa. Con esa mirada comprensiva que lo derriten por completo. Lo someten a un castigo ambiguo en de paladar agridulce. Las blancas manos acarician sus oscuros cabellos con afecto. Y la diminuta nariz ha empezado a frotarse con la del soberano en un dulce beso esquimal. El soberano no se opone a la temblante muestra de afecto. Al contrario la hace prolongada para deleite de su esposo. Poco a poco el ambiente se mezcla con sus aromas. Y el gran palacio egipcio parece recuperar su tranquilidad.

Uno a uno—con la cabeza revuelta en pensamientos confusos—han ido abandonando la gran sala del trono. Solos ahora en su propio mundo se pierden en si mismos hasta sentirse con profundidad. El alfa ha suspirado entristecido al ver el lazo de su esposo manchado en sangre. Con arrepentimiento ha escondido su rostro en el cuello de su omega sin soltar su delicado cuerpo. La Luna se estremece ante el caliente sentir de los labios de su alfa contra su cuello. Lentos. Completamente cuidadosos para no lastimarlo. El cremoso cuello es ahora besado con ternura. La caliente lengua se encarga de borrar todo rastro escarlata de su piel. Y el respirar pesado sobre su sensible dermis ha causado miles de estragos en su cuerpo.

El esposo real ahoga un suspiro ante el arrebatador beso que se le es dado luego.

©lduhn2here | ©alduhdhanna.

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