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━━🕋. 물: 𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗨𝗠 𝟬𝟮

De su tacto he aprendido que arde como el sol. De su mirar he asimilado que siempre penetra sin rencores. De su sonrisa me he ilustrado hasta perderme en mi mismo. De su esencia me he enamorado sin alguna otra alternativa. Es como materializar el gozo en todo el sentido de la palabra. Como robarle a Isis su propia sangre o como traer de Osiris el temible pecado. Tan oscuro pero tan hermoso. Tan prohibido pero tan deseable. Tan perfecto pero tan distante.

Le teme. Se amedrenta ante esa falta de confianza. Se enfurece ante el silencio de sus preocupaciones. Se entristece ante el dolor compartido por su lazo. Se frustra por no saber que hacer. Grita. Tira todo. Golpea. Explota en una bruma de oscuridad que le nubla la mente hasta lastimarse. Hasta tratar de destruirse porque le falta el aire. Le falta tacto. Le falta su tacto.

Necesita de ese diminuto cuerpo a su lado. Necesita de sus caricias improvisadas. Necesita de sus dulces besos. Necesita de su sentir. Lo necesita consigo para su propia calma. Hundido en la cama mientras se entierra en su tierna piel. Lo necesita entre sus brazos cuando Ra toca su dermis. Lo necesita cuando abre su mirar para volver a ese mundo. Necesita verlo respirar tranquilo a su lado. Con las matas pardas desordenadas sobre las suaves almohadas de lino. Con su tersa piel acariciando las mantas. Con su desnuda imagen protegida por su cuerpo. Por su alfa. La persona en la que debe buscar soporte. A la que debe depositar su absoluta confianza. A la que debe contarle todo.

Pero ahora su despertar ha sido solitario. Rodeado de penumbras congelantes que le aplastan el pecho. De sensaciones nebulosas que no le aclaran nada. De pesares en el alma que lo aturden con fuerza. De desasosiegos por la repentina ausencia de su excelso omega. Por un escape que no tiene nombre ni motivo.

El inicio de su amanecer es una completa tortura. Hace falta la caricia de esos delgados dedos sobre su rostro. De esos melosos besos antes de ponerse de pie. De ese inefable sentir al tomarlo de la cintura. De ese simple acaecimiento que es su presencia misma. Por eso grita enfurecido apenas es consciente del escenario. Enfurece por tanta desfachatez. Se enfada por tan descarado atrevimiento. Por esa huida sin motivo que lo enloquecen por completo.

Sus pasos firmes hacen temblar el palacio entero. Se dirige de un lado a otro buscando la menuda figura. Aprieta los caninos. Aprieta los nudillos. Se vuelve un caos que ni el propio Osiris es capaz de apaciguar. Orus vivo en la Tierra es ahora una niebla de ira que termina desquitando su furia con todo aquel que se cruce por su camino. Desde el torpe infante que nada ha hecho hasta el anciano sacerdote que implora piedad.

Las puertas del aposento real se cierran con temible fuerza. Han provocado el eco macabro que hace llorar a los cachorros del Harem. A los pobres que ahora temen al antes bondadoso soberano. Al mismo que tantas veces ha cedido a los caprichos de su omega para unirse en un correteo infantil que terminaba por sacarle una corta sonrisa.

Los toques endebles en su puerta distraen su remembranza. Su oscuro mirar ha ido a parar directo al tembloroso sirviente que ha inclinado la cabeza ante su glorioso ser. Ante el dios vivo que merece su absoluto respeto.

—¿Y bien? —su voz suena irritada incluso cuando aparenta cansancio. Su lobo se estresa ante el silencio. Ante la falta de respuestas. —¡Habla de una vez! —. Y el cuerpo miedoso se inclina antes de soltar balbuceos.

—N-No hemos podido encontrarlo soberano—solo eso hizo falta para que todo en el alfa explotara. Para que sobrepasara el lindero de su escasa paciencia.

—¡Entonces no necesito tu maldita presencia en este cuarto! —caninos visibles. Venas duras. Mirada encolerizada—. ¡No vuelvas a mostrarte ante mi presencia sin una maldita respuesta! ¡Busquen a la Luna! ¡Encuentren una pista de su paradero! ¡Necesito saber a que parte del reino se ha ido!

—Entendido so-soberano.

¡Largo! —la puerta fue cerrada con extrema premura. Y el soberano se vuelve a hundir en una desesperante soledad.

El Nilo ha sido testigo de los delicados pasos de una hermosa figura a las orillas de su existir. El Nilo ha sido testigo de su funesta tristeza contagiada a sus azules aguas. El Nilo ha sido testigo de tan deprimido pero angelical rostro llorar en sus corrientes. Tocar su inestable silueta hasta perderse en su desgarro. Desear ahogarse para olvidar un poco de sus penumbras. No se lo permitieron. ¡Gracias a los dioses que no lo hicieron! Gracias a ellos que no permitieron que tan bonita pieza se ahogara en sus penas. En zozobras que se iban transformando en su destruida mente. En angustias que lo tuvieron perdido. Completamente desconectado.

El Nilo fue testigo de sus temblorosos pasos salir de sus aguas. El Nilo fue testigo de las tersas telas pegarse a su tez. El Nilo fue testigo de ese borroso mirar. El Nilo fue testigo de esas temblorosas caricias a su piel. De esas miedosas manos sobre el plano vientre.

Como la noche en un manto hechizante de oscuridad se fue llevando a la dulce figura que a pasos torpes fue desapareciendo. Escoltada con generosidad hasta el palacio del Gran sacerdote de Egipto. Solo. Angustiado. Triste. Con ese enorme pesar de haberse atrevido a abandonar el calor de su fuerte esposo. De haber escapado de tan posesivos brazos. De haber huido del palacio a la noche. Desprotegido por los dioses que nada pudieron hacer para evitar su escape.

Al alba siguiente fueron ellos esta vez los testigos de un furioso soberano que irritado dio inicio a un mandato corrupto guiado por sus agrios sentires. De esa manera los amaneceres en soledad empezaron a ser frecuentes. Las tardes antes melifluas perdieron su sabor. Y las noches no eran ahora los momentos de intimidad ni de toques necesitados para apaciguar pasiones.

—Pero mi soberano. Si reduce las porciones de trigo los esclavos no van a ser capaces de-

—¡No te he preguntado! —desde el trono la voz retumba ante todos. —¡Hablas con Orus vivo en la Tierra! ¡Tu soberano! ¡No cuestiones lo que te mando! ¡Obedece!

El preceptor agacha la cabeza ante tanta ira dirigida a su persona. El resto apenas es capaz de emitir palabra alguna. Se atemorizan ante la simple idea de hacer enfadar al alfa. Saben bien que su actitud ha ido en declive desde la larga ausencia de su Luna en el palacio. El hermoso omega hace falta en el lugar. No solo al gran soberano. Asimismo a la gran Corte real que deplora la presencia calmante del dulce esposo real para con el soberano. Siempre de pie dispuesto a intervenir cuando notaba que el alfa estaba a punto de perder los estribos. Tomando su mano o interrumpiendo de manera suave hasta lograr amasar a la violenta fiera.

Pero ahora el decorado asiento al lado del gran alfa se encuentra solitario. La primorosa presencia del omega se ha extinguido. Se ha ido opacando con lentitud. Y eso no ha hecho otra cosa que oscurecer la personalidad del soberano que ahora desconoce de la palabra control o compadecimiento.

—Mi soberano. Lamento informar que debo intervenir—las cabezas giraron casi abruptamente hacia la osada actitud de uno de los mandos confiables del gran monarca.

—Piensa cuidadosamente antes de hablar Min—el soberano no ha perdido el efecto ronco en su voz. Por el contrario trata de suprimir todas sus ganas por matar a quien sea que se atreva a oponerse a sus palabras. —No quiero que los arrepentimientos vengan luego.

—Lo he reflexionado desde que ha emitido su orden... mi soberano—dice. Su mirada teme pero no intenta rendirse—. Y lamentablemente considero que no ha tomado las decisiones correctas.

Eso es todo. Los murmureos apenados no se hacen esperar. Saben bien que aquello ha sido un insulto hacia su señor.

¿Disculpa? —se retuercen. Retroceden temerosos al ver como el gran alfa Kim se pone de pie—. ¿Sabes acaso lo que tus insignificantes palabras han tratado de emitir? —el alfa menor traga duro. Pero nunca retrocede o se cohibe sobre su sitio. —¡No te equivoques conmigo! ¡Ubica tu lugar antes de siquiera cuestionar mis decisiones! ¡Tu soberano sabe lo que hace por tu reino! ¡Y si digo que se va a disminuir las porciones de trigo es porque de esa forma va a ser!

—Pero eso solo va a provocar que la capacidad de los escla-

¡No te atrevas a responderme! —el golpe que le sigue no aguanta tiempos ni respiros. Solo impacta contra el rostro del alfa menor que atontado cae al suelo. —¡Eres un maldito sirviente en este palacio! ¡No te otorgues derechos que no te he atribuido! ¿Entendiste?

El alfa menor no responde. El lugar entero se sume a un completo silencio que satisface con levedad al orgullo del gran monarca. Mismo que irritado voltea sobre sus propios pasos directo a su gran lugar. Al gran Trono.

—No es digno de llevar tal puesto—como hielo. Como metal hirviendo. Directo a un gran monte que termina por ser arena. Lentamente empezando a destruirse por tan endeble soplido de odio. —No merece ser nuestro soberano—. Y el resto reza e implora. Ruega a todos los dioses por no presenciar la masacre que seguro va a suceder.

Min. —Y es como el susurro de un avecinamiento. Como el anuncio de un fenecimiento arbitrario que va a ser llevado a cabo—. Vas a morir.

Oh dulce omega. El existir mismo del materializar de los dioses. Sangre de Isis. Mira lo que tu ausencia provoca en este ahora ruin soberano.

©lduhn2here | ©alduhdhanna.

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