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Prólogo

Incluso en el final de su vida, después de ser cortado por el espadachín Sasaki Kojiro, los pensamientos del tirano de los mares fueron los mismos, desprecio a su rival. Si de algo se lamentaba era de no mostrar un poco más de su poder para aplastar a ese anciano que, de alguna manera había podido seguir blandiendo su arma como si nada incluso después de ser atravesado en su hombro y su costado.

Pronto sintió su cuerpo fragmentarse y volverse polvo cósmico, pronto su conciencia desaparecería en la nada. Un último pensamiento recorrió su mente ya fragmentada.

"Los dioses no se unen, los dioses no conspiran, los dioses no confían, así es como un dios debe ser, una existencia perfecta desde su nacimiento."

—Te equivocas, Poseidón.

—¿Quién dijo eso? —preguntó el Zeus de los mares.

Para su sorpresa él no había desaparecido sino que había sido enviado a un lugar, claro, si a ese espacio en blanco se le podía llamar lugar. Inmensos tronos faltos de color con gigantes de cuarzo como estatuas estaban sobre Poseidón, ninguno tenia rostro, sino mascaras de porcelana con orificios completamente negros en sus ojos, narices y bocas.

—¿Quiénes son ustedes? —interrogó con una voz demandante.

Una de las estatuas, tal vez su líder, habló.

—¿Acaso no lo recuerdas? El credo que sigues recitando está incompleto.

Poseidón frunció el seño.

—He preguntado quiénes son. —demandó en respuesta.

—Oh, Poseidón, pobre Dios pequeño. —respondió otra estatua con su voz femenina.

Poseidón quiso responder pero fue interrumpido por otra de las voces, una voz que se escuchaba vieja.

—Nosotros somos los dioses de los dioses, somos seres verdaderamente perfectos.

—¡Nadie está sobre los dioses! —Esa declaración enfureció a Poseidón que convocó su tridente, para su sorpresa su arma divina apareció en perfecto estado.

Lanzó su arma hacia uno de los gigantes buscando asesinarlo, pero solo lo atravesó, como si no hubiera nada ahí y siguió de largo desapareciendo en el color blanco.

Entonces la estatua hizo un movimiento de su mano.

Poseidón sintió un gran dolor y todo se sacudió, cuando vio sólo quedaba su cabeza, todo su cuerpo había explotado.

—¿C-, Cómo? —preguntó incluso siendo solo una mera cabeza.

Su conciencia no estaba desapareciendo, al contrario, aún sentía vívidamente el dolor de todas sus extremidades explotando al mismo tiempo.

Otra de las estatuas alzó su mano y el tiempo pareció retroceder, el cuerpo de Poseidón volvió a formarse y estar de pie donde estaba al principio, rápido recuperó su compostura.

Entonces cayó al suelo de rodillas por culpa de una fuerza misteriosa.

—Escucha Poseidón —habló la primera estatua—. Aunque ustedes intenten ocultarlo conocen la verdad, los dioses no son más que una creación de los humanos, recipientes sobre los cuales depositar su fe.

—¡Lo que estas diciendo es-!

—Verdad. —interrumpió la estatua.

Poseidón cerró su puño con frustración, quería responder pero una fuerza extraña se lo impedía por más que él usara todas sus fuerzas.

—Como creaciones de los humanos todos ustedes son imperfectos. Y eso está bien, no hay nada que puedan hacer. El problema viene de como, incluso en tu muerte, fuiste tan cabezota.

Otra de las estatuas tomó la palabra.

—Eres tan cabeza dura que incluso hemos tenido que venir en persona para hablar contigo.

—Y castigarte.

—Yo-... —Poseidón pudo decir una sola palabra.

—¡Silencio! No queremos excusas. Poseidón, Dios de los mares, terremotos y caballos, aquí y ahora nosotros, los absolutos, te declaramos culpable, culpable de ser asesinado por un simple mortal, culpable por ser tan cabezota.

Los dientes de Poseidón chirriaron, quería hablar, defenderse, pero no podía abrir su boca, algo se lo impedía denuevo.

—Como castigo te enviaremos a otro mundo, uno donde deberás aprender a ser un verdadero dios.

—Sin embargo queremos darte un incentivo, por eso mismo, cuando logres completar tu credo y te vuelvas un verdadero dios te llamaremos y te cumpliremos el deseo que quieras.

—Incluso, volver al principio de tu combate.

Eso le interesó a Poseidón, poder mostrar a ese insecto lo que pasaba si usaba un poco más de su poder, sin embargo no por eso confiaría en estos "absolutos", no los necesitaba. Él solo necesitaba su poder como dios, él era un dios verdadero.

—Te entregaremos tres cosas que te puedes llevar contigo, ¿Qué es lo que quieres?

Poseidón sintió que esa presión sobre su cuerpo desaparecía.

Lentamente se puso de pie mirando a todas estatuas, ahora podía hablar, y eso hizo.

—Que patético —comentó llamando la atención de todos los presentes—. Dios no debe demostrar nada a nadie, ¿Dicen que están por encima de los dioses? No sean tan insolentes por ser un poco fuertes.  Verán como es un dios.

Poseidón estiró su mano y su tridente volvió a él.

—Muy bien.

—Te volveremos a llamar dentro de diez años terrestres para ver cómo ha ido tu avance.

—No nos defraudes, tirano de los mares.

Y así, la oscuridad volvió a invadir a Poseidón, él pronto volvió a sentir. Agua, si, la oscuridad a su alrededor era un océano profundo en el cual no llegaba la luz.

Abrió sus ojos, estaba en lo profundo de su preciado elemento, sintió la presión de las profundidades aplastando su cuerpo, pero para un dios como él eso no era nada.

Poseidón no sentía motivación en salir para comenzar su trabajo, sintió paz, y sólo eso le importaba. Él hacía lo que quería cuando quería, así era un dios. Para él el tiempo no era nada, miles de años podían pasar en un solo instante.

Y en este momento dios quería solo flotar en el agua. Moviéndose con la corriente nadie se atrevió a interponerse en el camino. Peces, tortugas y tiburones. Todos pasaban a lo lejos ignorando al dios, tal vez intimidados por su presencia.

Ni siquiera los poderosos monstruos marinos como los calamares gigantes o los dragones marinos se atrevieron a interponerse en el camino de Dios.

Poseidón pasó así un par de años solo flotando, ocasionalmente teniendo algún pensamiento y reflexionando, cuestionándose preguntas que nunca haría a nadie, después de todo Dios no preguntaba.

Su cuerpo se hundió y quedo ahí de pie en lo profundo del océano mirando solo hacia arriba.

Después de que los meses pasaron Poseidón finalmente se movió.

Él se sentó de la misma forma que Sasaki lo había hecho, tal vez de forma consciente o inconsciente. 

Intentó imaginar su lucha, intentó saber como un simple mortal fue capaz de enfrentarlo. Su cerebro divino estaba trabajando más de lo que lo había hecho en mucho tiempo.

Poseidón no solía pensar, era más bien una fuerza reaccionaria, reaccionaba a los estímulos externos conforme sus caprichos. No era un estratega ni un sabio, era un tirano que usaba su fuerza para obligar que se cumpliera su voluntad.

Tal vez por eso, tal vez por otra razón, a Poseidón le fue imposible. Por más que lo intentó no pudo comprender o imitar a Sasaki. No podía imaginarse en los pies de un patético mortal porqué él era un Dios perfecto.

Se quedó ahí, viendo su batalla. Siempre igual, siempre con el mismo resultado.

Poseidón era una fuerza de reacción, Sasaki una de acción. Sasaki siempre actuaba primero con una acción forzando a Poseidón siempre a la misma reacción.

Es por eso que él había perdido, tal vez si Poseidón hubiera actuado en lugar de reaccionado hubiera empalado a Sasaki, pero eso era un futuro imposible de imaginar para Poseidón. En su mente fue asesinado dieciocho veces.

Siempre Poseidón mostraba cada vez más un poco de su poder y siempre antes de poder mostrarlo todo Sasaki lograba una ventaja momentánea y lo asesinaba

Sin que se diera cuenta otros tres meses más habían pasado. Alrededor de Poseidón algas y corales de brillantes colores habían aparecido, sin embargo todos se quedaron alejados en un radio de diez metros como una señal de mostrar respeto al Dios.

Poseidón, como un cadáver, se encontraba sin mover un solo músculo.

En ese momento algo ocurrió.

Un brillante rayo de energía azul blanquecino avanzó destruyendo todo a su paso. Poseidón fue capaz de ver como delante suyo a decenas de kilómetros el rayo golpeaba en un barco hundido a lo lejos y explotaba.

No, espera, ese no era un barco hundido. No estaba en lo profundo del lecho marino sino que estaba flotando un poco navegando por las profundidades.

—Un submarino. —pensó el dios recordando aquel invento de la humanidad, sin embargo tampoco era eso. Era más bien un inmenso galeón que navegaba por lo profundo del océano como si estuviera en la superficie.

El barco explotó y sus partes fueron esparcidas por lo profundo del lecho marino.

Una decena más de barcos con el mismo diseño salieron desde detrás del que explotó, todos ellos navegando en la misma dirección.

Los barcos apuntaron sus cañones laterales en dirección a Poseidón. El dios estaba confundido por eso, ¿Cómo esos simples mortales podían verlo desde tan lejos?

Rápidamente borró todos esos pensamientos, ninguno digno de ser pensado más de unos segundos.

Simples armas mortales no podrían hacerle nada, incluso si lo atacaban solo controlaría los mares a su alrededor y aplastaría las embarcaciones.

Poseidón vio los proyectiles calculando su trayectoria en su mente en menos de un segundo y entendió que no se dirigían en su dirección.

Los proyectiles volaron encima y alrededor del dios que ni se inmutó.

Sintió el agua vibrar detrás suyo, una explosión probablemente.

Entonces una sombra tapó los rayos de luz que se habrían paso hasta el dios.

Poseidón no miró hacia atrás, no necesitaba hacerlo, poco sabía que una gran serpiente marina de dos cabezas había aparecido.

Siseo y abrió sus grandes bocas cuando una nueva ronda de bolas de cañón la sacudió violentamente.

La serpiente gritó tan fuerte que las aguas se sacudieron y grandes olas se formaron en la superficie. Entonces de los colmillos de una de las cabezas comenzó a salir una espesa nube de veneno morado que, como una cortina, comenzó a cubrirlos.

Poseidón ni siquiera se movió. Fue cubierto por la nube violeta siendo lo último que vio a los barcos sumergidos tirando anclas para quedar fuera del rango del veneno, después movió su cabeza unos centímetros a la derecha y un rayo de energía cruzó a milímetros de él por donde había estado su cabeza y destruyó otro de los barcos del cual más de una docena de hombres comenzaron a salir.

Brillantes armaduras de placas celestes bajaron de los barcos empuñando lanzas, una única figura llevaba una armadura de azul verdoso y lideraba empuñando una lanza de tres puntas brillantes, un tridente.

Ellos se adentraron en la niebla.

*****

La misión se supone seria fácil, una Anfisbena hace unos meses había aparecido cerca de la Polis y su veneno era llevado hasta la ciudad enfermando y matando a peces y personas por lo que el ejercito se había movido para acabar con ella.

Los doce galeones de Nueva Atlantia zarparon para acabar con el monstruo, liderado por el general de cuatro puntas y dos capitanes élite de tres puntas.

Viajaron por tres días y dos noches hasta que finalmente llegaron a su destino, frente a ellos la extensa entrada a una cueva marina, el hogar de la Anfisbena.

Usando un catalejo los capitanes vieron una larga lengua de cinco metros salir desde el umbral de la cueva. Después, un brillante rayo de energía salió disparado desde la cueva, fue tan rápido que antes de poder reaccionar uno de los barcos explotó en miles de piezas. Los marinos salieron volando, los muertos comenzaron a flotar a la superficie mientras los heridos se hundían en lo profundo.

Rescatistas rápidamente fueron hacia ellos, algunos nadaron hacia arriba para tomar a los muertos y otros hacia abajo para recuperar a los heridos.

—¡Mierda, es la primer cabeza! ¡Debemos obligarla a defenderse, ataquen!

Los barcos rápidamente flanquearon la cueva apuntando sus cañones laterales en esa dirección, recargaron y entonces dispararon.

Tres capas de símbolos mágicos se formaron enfrente de la boca de los cañones y entonces las inmensas balas salieron disparadas, al pasar por el primero su densidad aumentó, al pasar por el segundo su poder de impacto se duplicó, y al pasar por el tercero, su velocidad se volvió monstruosa.

Las balas, todas ellas grabadas con runas que minimizaban la resistencia del agua, eran la cumbre de la tecnología bélica de aquella civilización, sus mayores armas.

Fueron perfectamente guiadas hasta golpear todas en la cabeza del monstruo, sin embargo éste ni se inmutó después de recibir todos los impactos.

—I-, Imposible... —susurró con miedo el general, esos disparos deberían ser capaces de atravesar incluso la gruesa piel de un gigante de las profundidades, ¿Cómo es que la Anfisbena había sobrevivido como si nada?

La cabeza salió de la cueva mostrándose ante la tripulación, pronto una segunda cabeza también apareció.

La anfisbena estaba mostrándose en todo su esplendor, era una larga serpiente marina de varios cientos de metros con una cabeza en cada extremo, mientras la primera disparaba un rayo de energía la segunda escupía un veneno mortal.

—¡De nuevo! —volvió a gritar.

Los marinos recargaron los cañones y dispararon una nueva ronda de bolas de cañón que golpearon ambas cabezas de la Anfisbena.

El monstruo rugió y todos los barcos se sacudieron a pesar de la distancia que había entre ellos.

Aunque las balas de cañón no le estaban haciendo realmente nada se sentía increíblemente molesta por los insectos que pensaban podían compararse a ella.

Entonces una de las dos cabezas de la Anfisbena comenzó a escupir su potente veneno violeta, extendiendo una cortina con la cual se cubrió y asesinó a todo a su alrededor.

El veneno era tan potente que mataba sólo con el tacto, derretia literalmente a los peces a su paso. La cortina de veneno también era densa al punto que solo la Anfisbena podía ver vagamente entre ella.

Entonces cubierta por su veneno la serpiente cargó un nuevo rayo de energía desde su primera boca.

Un círculo mágico se formó en su boca y desde ahí un poderoso rayo salió cortando el mismísimo océano y destruyendo otro barco de los humanos.

Solo quedaban diez.

Cuando la Anfisbena estaba por disparar de nuevo pudo sentir las corrientes moviéndose y siluetas entrando en su nube de veneno.

Era hora de comer.

Cerrando su mandíbula ambas cabezas se movieron para comenzar a cazar.

—¡Mantengansen cerca y recuerden mantener sus amuletos consigo! El veneno los matará antes de que el agua reviente sus pulmones. —advirtió el capitán apretando con fuerza su tridente.

—¡Entendido! —respondieron los caballeros a su espalda mientras lo seguían entre la espesa niebla.

Sus pesadas armaduras los empujaban hacia abajo pero gracias a unas aletas de escamas y hierro en sus armaduras podían empujar hacia arriba y nadar tan rápido como los peces o, como en este caso, caminar suavemente por el lecho marino para no ser descubiertos por la Anfisbena.

Pero la suerte no estaría de su lado, en menos de un segundo un rayo los golpeó sacudiendo la tierra en sus pies, un heiser que yacía dormido explotó arrojando caballeros por todos lados, el agua caliente los golpeó y fue horrible, como respirar fuego.

Asquerosas ampollas se formaron en su interior pero no pudieron sufrir mucho antes de que las bocas comenzarán a devorarlo uno por uno.

—¡Ataquen! ¡Ataquen! —ordenó el capitán.

Veinte caballeros se lanzaron apuñalando con sus lanzas de una o dos puntas, golpearon entre las escamas cortando la carne de la Anfisbena, eran como mosquitos molestos que lo picoteaban.

Ambas cabezas se ayudaron a quitar a los molestos caballeros de sus cuellos y devorándolos como a un delicioso snack.

Eso hizo enfadar al capitán.

—¡HIJA DE PUTAAAAA! —gritó y cargó de frente con una estocada de su tridente.

Sin embargo la Anfisbena simplemente lo golpeó con una de sus cabezas empujándolo lejos. El capitán logró bloquear el golpe con su tridente pero el impacto rompió sus cosillas y lo mandó volando hacia atrás.

Tirado en el suelo el capitán luchó por intentar ponerse de pie.

—¿¡Está bien señor?! —gritó uno de los caballeros que corrió a socorrerlo, extendió su mano y el capitán la tomó para apoyarse en él y ponerse de pie.

—Tranquilo estoy bi-...en.

El capitán volvió a caer sin entender bien el porque, entonces vio que sostenía las manos de uno de sus hombres.

—¿Eh?....

El sostenía las manos, solo las manos.

Una de las cabezas de la Anfisbena había devorado el cuerpo de su soldado.

Ese fue el colmo.

Aun con sus huesos rotos se puso de pie y comenzó a cojear por la niebla encontrándose solo con los cadáveres de los hombres que lo siguieron a su muerte.

Salvar a uno, solo uno. Es lo único que quería.

Sin embargo no se encontró a nadie, solo cadáveres, fue entonces cuando lo vio, una silueta tenuemente visible entre el humo, era un apuesto hombre alto y rubio con el pecho expuesto y un tridente en su mano.

El capitán no entendía quien era ese hombre pero tampoco tuvo tiempo de pensarlo, detrás de él la Anfisbena también lo había notado y abrió sus grandes mandíbulas cargando un rayo de energía.

Debía salvarlo.

Con esos pensamientos el capitán se lanzó.

—¡Cuidado! —gritó mientras saltaba contra la Anfisbena para recibir el ataque de energía de lleno.

El ataque lo enterró profundamente en el suelo, partes de su armadura estaban destrozadas con las aletas quemadas tanto como su carne, huesos fracturados, músculos destrozados y su tridente roto.

Su casco se cayó y se pudo ver sangre saliendo a montones de su boca y disolviéndose en el océano.

La Anfisbena entonces se alzó sobre el hermoso hombre rubio cuyos ojos verdes luchaban por no cerrarse.

La Anfisbena preparó un rayo y cuando estaba por dispararlo alguien saltó sobre su cabeza clavando su tridente en su cráneo.

La Anfisbena sacudió su cabeza para tirar al insecto de su cabeza, por culpa de eso su rayo fue disparado en una dirección diferente pasando a milímetros cerca de Poseidón.

El caballero con tridente entonces cayó al suelo pero empuñando su lanza se lanzó de nuevo contra la Anfisbena que la golpeó salvajemente con su cabeza.

El caballero cayó pero volvió a ponerse de pie y volvió a atacar pero cuando su tridente golpeó en las escamas se rompió en un montón de pedazos.

La Anfisbena entonces estampó denuevo al caballero en el suelo, cuando golpeó su casco salió volando demostrando a una joven y esbelta mujer de cabello azul oscuro y unos brillantes ojos rosados como gemas.

El caballero resultó ser una mujer caballero.

Ambos capitanes quedaron indefensos frente a la Anfisbena que comenzó a burlarse de ellos.

—¿En serio pensaron que podrían hacerme algo? —rió—. Yo no soy una simple Anfisbena, soy la reina de ellas, la primera en mi tipo. Fui elegida como una de las cuatro bestias celestiales del rey demonio-sama, sus simples armas mortales no podrán hacerme nada.

Ambos capitanes de tres puntas al escuchar eso se sintieron desesperado.

Las cuatro bestias celestiales eran monstruos a los que los humanos no podían enfrentar y están al servicio del gran rey demonio de las profundidades, Nodisep que vivía en la gran torre al centro del océano que separaba las aguas y los cielos, el que se dice fue capaz de matar a los dioses.

Sin embargo hubo alguien que no se desesperó, esa persona, no, mejor dicho ese dios estaba enojado. Enojado por como un simple y débil mortal se había lanzado para protegerlo.

Para él esa era toda una humillación, como si dijera que él, Poseidon, el dios más perfecto, necesitará ayuda.

La fuerza que expulsaba era capaz de sacudir las aguas y asustar a todos los presentes.

Poseidón hizo un solo movimiento de su tridente y entonces toda la cortina de humo fue dispersada.

El dios entonces se mostró de pie frente a la Anfisbena bajó la atenta mirada de todos los soldados.

—¿¡Tu quien eres, basura?! —gruñó la Anfisbena.

Poseidón ni siquiera la vio, eso hizo enojar al monstruo.

—¡Muereeeeeeeee! —gruñó la segunda cabeza que lo atacó por la espalda.

Sin embargo con un solo movimiento de su brazo Poseidón empaló la cabeza atravesando todo el cráneo.

—¡¿Q-, Qué?! —La Anfisbena se sorprendió—. ¿¡Cómo pudiste atravesar mis poderosas escamas?! ¡No importa, eso es lo más lejos que llegarás, yo me desharé de ti con el poder aumentado que me dio el rey demonio-sama!

La Anfisbena cargó un poderoso rayo, más fuerte que cualquier otro que haya disparado, un rayo de energía violeta que incluso lastimó su boca, cuando estaba por disparar vio como Poseidón ni siquiera lo estaba mirando.

—¡Mírameeeeeeeee! —gruñó disparando aquel ataque, el más poderoso de su vida, sin embargo Poseidón atravesó cortando ese ataque sin problemas llegando hasta la otra cabeza de la Anfisbena.

—¡¿C- Cómo?!

—No seas tan arrogante.

Poseidón enterró su tridente en el cráneo de la anfisbena acabando con su segunda cabeza.

—Tú ¿Cómo atravesaste mis barreras inquebrantables?... ¿Qué eres?

Poseidón ni siquiera vio al monstruoso en sus últimos momentos.

—Soy un dios, un verdadero dios.

—Ya veo... Pensar que creía que eras un mortal... Que tontería de mi parte...

Ese día aquel mundo donde los dioses habían muerto pudo ver en mucho tiempo la presencia de un ser divino, de un dios.

Poseidón había llegado, quedando sobre el cuerpo de la Anfisbena y reflexionando. Eso no había sido nada comparado con la lucha contra Sasaki.

Poseidon seguía sin comprender como pudo haber sido derrotado por ese simple mortal.

Todos los soldados vieron estupefactos la figura divina del tirano de los mares y sintieron algo que hace mucho no sentían; Esperanza.

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