024.
Lee Saerom
No podía estar pasándome esto. En otras circunstancias y en otro tipo de relación, estoy segura de que me alegraría de ver a mi madre después de varios meses, pero no.
Me alejé de la puerta, sintiendo mis manos sudar, más sabiendo que Hoseok estaba semidesnudo. Dios mío, no quería creer que ella iba a venir, aunque es capaz de todo, pero ahora no por favor.
El timbre volvió a sonar, y desesperada salí corriendo de vuelta a la habitación, donde Hoseok me miró asustado.
—¿Qué sucede?
—Mi madre está afuera, y lo último que quiero es que sepa que un hombre durmió en mi casa.
Confesé, viendo toda la ropa en el suelo.
—Entiendo. Ahora que no abres la puerta, puede sospechar.
Otra vez el timbre. Empecé a recoger la ropa, haciendo que él también me ayudara.
—Lamento tener que hacer esto, pero toma tus cosas y entra a mi armario.
Gracias al cielo, este parecía entender. Lo ayudé a llevar todo, cerré la puerta y fui hasta el salón. Me daba tanto miedo dejarla pasar, sabía lo que me esperaba, ya podía escuchar sus comentarios clasistas, egoísta y egocéntricos. Lo peor, es que justo cuándo abrí la puerta, recordé que llevaba la camisa de Hoseok.
Frente a mí apareció la imagen de ella, completamente molesta. Sin saludar o decir nada, se adentró a mi hogar.
—Es increíble que tardes tanto en abrir esta maldita puerta.
Suspiré.
—Hola, mamá.
Se quedó de espaldas, viendo o mejor dicho, analizando mi hogar. Cerré la puerta, y me acerqué un poco a ella, para cuándo se giró, me miró con asco.
—¿Me explicas por qué estás tan desalineada? Péinate un poco, por Dios.
—Bienvenida a corea. Es una sorpresa verte por aquí.
Volvió a darme la espalda, fue a sentarse a mi sofá, luciendo completamente incómoda. Miraba con atención toda mi casa, eso iba a ser un problema. Comprendo que ella tenga un gusto completamente distinto, pero antes era capaz de obligarme a cambiar cosas de mi propia habitación, solo por qué no eran de su agrado. Estaba equivocada si piensa que en mi casa podrá hacer algo.
—¿Quieres algo de beber?
—Oye Saerom, ¿cuánto pesas? Lo digo por qué te veo las piernas más gordas, al igual que tus mofletes —Otra vez—. Comprendo que por la genética mía tienes grandes caderas, pero no debes descuidarte.
Bajé la cabeza, aguantando las ganas de decirle algo. Por más que diga, trato de guardar mis comentarios para no faltar el respeto. En estas ocasiones, mi padre saltaba a defenderme, pero cuándo me encontraba sola, como ahora, simplemente guardo silencio, estando segura de que se equivoca.
—¿Qué haces aquí?
Me miró seriamente, para luego ponerse de pie acercándose a mí.
—Es obvio que vengo para ver como vive mi princesa —Su mirada me persiguió desde mis pies, hasta mi cabeza, como si estuviera analizándome detalladamente— ¿Desde cuándo usas camisas de hombre? Además, huele a perfume de hombre.
Solo a mí se me ocurrió ponerme la camisa de Hoseok, de todas las que tengo, soy idiota. Lo último que quería, es que ella sepa que estoy con alguien, de verdad será mi peor pesadilla durante el tiempo en que esté en el país.
—También vienes a decirme cosas aquí. Al ver que me encuentro bien, supongo que ya te puedes ir.
Ignorándome, se dio la vuelta, caminando por todo el salón, hasta que la vi yendo por el pasillo ¿Qué le pasa? La perseguí, viendo como entró a la habitación de invitados, al no ver a nadie se dirigió a mi habitación, pero se quedó varada en la puerta.
—¿Estuviste con un hombre anoche? —Me miró de reojo— Sería horrible, ya que ni siquiera he notado que eres relevante en este país con esa carrera que escogiste.
—Ya está, mamá.
Sin decir más, abrió la puerta, viendo mi habitación. La cama estaba completamente desordenada y mi ropa en el suelo. Guardó silencio por varios segundos analizando el lugar, como la controladora que era. Se dio la vuelta, para verme.
—Primero es tu futuro y lo demás viene por añadidura. La mayoría de los coreanos no se centran en su vida profesional, solo en el estúpido supuesto amor, se conforman con cualquier cosa, además de ser la mayoría unos machistas —Suspiró—. Mejor haz algo aquí, conviértete en la mejor enóloga, vuelve a Australia y si quieres, cásate con un buen hombre rico. Y escúchame algo, no se te ocurra por ninguna cosa, acostarte con alguien y salir embarazada, no te arruines la vida más. Usa la cabeza.
Sentí su dedo en mi frente. No han pasado más de 30 minutos, pero ya me siento ofuscada. Un gran peso encima de mi espalda y esa presión en el pecho, de todas las cosas que esta mujer esperaba de mí, de sus palabras extremadamente duras, queriendo que sea igual que ella. Yo no puedo, yo soy Saerom, no Hyun Joo.
Comprendo lo que dice, algo realmente verdadero en cierta parte, pero sus palabras ofensivas y crueles, no me aportan nada. Antes solo hacía que generara asco a la comida, enfermedades en las cuales me costó escapar, por vivir trastornada de mantener una estúpida figura. Yo sé que es lo que tengo que hacer, no sé si es por desgracia, pero eso lo heredé.
Sé desde un principio que quiero ser la mejor de todo, porque así soy. Quiero llegar a lo más alto, demostrando que puedo, más en la profesión que yo escogí, y no la que quería mi madre. Aun así, le juré que todo lo que se interpusiera en mi camino, aunque fuera ella, yo llegaría.
—¿Dónde te quedarás?
—Pues en tu casa.
—No. Imposible —No la quiero aquí—. Puedes ir a un hotel.
Salió de mi habitación, riendo. Aunque inventara miles de excusas, ya puedo saber que no se irá a otro lugar, y tendré que aguantarla todo este tiempo.
—Ay Saerom. Dejaré mi maleta aquí, espero que cuándo regrese tengas la otra habitación mi.
Me puse enfrente de ella, pero esta solo me miró mal, esquivándome.
—Esta es mi casa, he estado bien sola.
—Saldré a pasear un poco, iré al centro comercial y a comer, tal vez me pongo en contacto con viejas amigas.
Miré como fue hasta la puerta, y salió. Llevé mi mano a mi cabeza, me dolía bastante. Me va a salir alguna cana, arrugas, mi estrés incrementará o algo. Maldición, ¿por qué ahora?
Fui a sentarme a mi sofá, cubriendo mi rostro entre mis rodillas. Qué horror, amo a mi madre, pero no por ello puedo olvidar todas las veces que me humilló, como alejó a mis novios diciendo cosas horribles, sus diferencias de tratos con mi hermano y conmigo, su egoísmo, su egocentrismo asqueroso que solo me generaba migraña.
Escuché la puerta abrirse. Levanté mi cabeza, todo para ver a Hoseok acercándose a mí. Mierda, él escuchó todo. Se sentó a mi lado, solo viéndome, sintiendo yo vergüenza.
—¿Era tu madre?
Asentí, aguantando las ganas de llorar, pero de la rabia.
—Lamento tanto que tuvieras que escuchar todas esas cosas.
Tomó mi mano, atrayéndome a él lo que me sacó una pequeña sonrisa. Pegué mi cabeza a su pecho desnudo, mientras sentí sus manos pasar por mi espalda.
—No te preocupes. Por cierto, eres genial haciendo tu trabajo, a veces me da miedo competir contigo para ser el mejor enólogo —Me separé un poco viendo su rostro, que tenía una gran sonrisa que me contagió—. Te aseguro también que soy rico, puedo pedirte matrimonio.
Simplemente, me eché a reír, me consoló al menos. Dejé que sus brazos me abrazaran, me confortaban bastantes. Sentí como dio un beso en mi cabeza, que solo me hizo recordar que me gustaba tantísimo, temiendo que era amor. Pero supongo que no terminaría siendo algo malo, si se trataba de Hoseok, él era mi hombre ideal desde el primer instante en que lo conocí.
Volví a sentir un beso en mi cabeza, para luego separarme y darme otro en mi frente.
—No creo que sea debido a que te adelantes tanto, ni siquiera somos pareja.
—Oh, vamos, no me digas algo tan cruel. Pasamos la noche juntos, supongo que en cualquier momento puedo pedírtelo.
Mi corazón se sintió mal, Dios mío. Durante todo este tiempo he estado besándome con el idiota de Kim, teniendo momentos demasiados íntimos, hasta tener sexo, pero no había posibilidad de que pudiéramos estar juntos como pareja, algo imposible. En la posición en la que me encontraba, era difícil de como actuar. Cualquiera podría decir que simplemente escogiera a Hoseok, por qué no me hizo la vida imposible como Kim, ¿pero quién quita estos sentimientos que llevo dentro?
Una cosa es que te puedan gustar dos personas, pero ahora, me acosté con los dos. Pero, decidí alejarme de uno, no podría estar con él jamás, somos como el agua y el aceite. Peor aún, Kim y yo somos como el cloro y amoníaco, nos volveríamos altamente tóxicos.
Mierda, y más mierda. Mi trabajo, en eso es mejor pensar.
•
Traté de mantener mis ojos abiertos, viendo la pantalla que estaba dentro del ascensor. No me encontraba totalmente bien, debería ir al médico, al psiquiatra o no sé, a algún sitio que me ayudara a mantener la compostura para no romper nada cada vez que mi madre me dijera algo.
He estado poniendo cosas en mi rostro, para que al menos las ojeras disminuyeran un poco ¡Solo han pasado dos malditos días en los cuales no estoy soportando! El sábado, cuándo regresó de su gran compra y paseo, Hoseok se había ido ya a su casa. Esta se dedicó a mostrar todas las cosas que compró, a criticar mi armario, mi casa. No pude dormir a mi horario normal, ya que me desvelé escuchando sus conversaciones hasta tarde.
El domingo, que no salí, puesto que debía quedarme a trabajar. No logré concentrarme porque tenía supuestamente cosas que hacer, no dejaba de hablarme criticando cosas de mi padre, de sus amigas, sobre ella, siendo tan vanidosa. Lo peor, hablando sobre mi comida que según dice debería contratar a alguien. Hasta ya remodeló su habitación. Se duchó tantas veces cuándo sentía un poco de calor, ya que siempre quería lucir "perfecta".
Anoche, bueno, solo he dormido 3 horas, por el hecho de que tardé en acabar los informes y revisar a detalle cuestiones de la vendimia. De paso, hoy vine más temprano para preparar una reunión.
El peor fin de semana desde que llegué y la peor semana por lo visto.
—Les diré que me pongan las mejores uñas, no me gustó como me las hicieron —Suspiré, no dejaba de hablar. De paso, me obligó a traerla a mi empresa, bueno, ni siquiera acepté, ella me persiguió—. Ah, cuándo lleguemos a casa, te mostraré el plan de dieta que te cree.
Las puertas se abrieron y salí casi corriendo para escapar. Caminé, sintiendo los pasos de ella detrás de mí. Se sentía bien el aire desahogado de aquí afuera, debo tratar de aguantar estas horas, hasta que se vaya a casa.
Jiheon estaba detrás de su escritorio, que al verme se puso de pie para saludarme. Miró de reojo a mi madre, y yo solo asentí. No es por nada, pero ella y yo nos parecíamos bastante. Siempre decían que mis padres hicieron una buena mezcla conmigo, por qué tenía cosas de ambas, al igual que mi hermano.
Me adentré a la oficina, después de encargarle un café a Jiheon, sintiendo a mi madre detrás, que ya podía empezar a criticar algo.
—Oh —Dejé mi chaqueta en el perchero, para luego ir a mi escritorio, viendo como esta miraba mi oficina—, es amplia, me agrada. Un sofá grande, mesa redonda, estanterías... aunque la que tenías en Australia era mucho mejor. ¿Qué tienes detrás de esa puerta?
—Papelería, y un lavamanos mamá.
—¿No es un baño? Qué mediocres —Se sentó en el sofá, con unas revistas que había en la mesa—. El color crema hace ver el lugar superaburrido, qué horror en serio.
Encendí el computador, desesperada ya. Entré a correos de prisa, viendo como tenía varias cosas del director general. Tomé una carpeta que traje de casa, poniéndola en mi escritorio, pero entonces mi madre siguió hablando.
—Saerom, no me estás escuchando.
—¿Qué quieres ahora?
—No me faltes al respecto, niña. Quiero que me enseñes al lugar, acabamos de llegar y ya estás trabajando.
Quién la entiende.
—Tengo muchas cosas que hacer. Ve a dar un paseo tu sola, si quieres, para eso te di esa credencial, y si dices que eres mi madre tampoco te dirán nada.
Sin más, la escuché refunfuñar, tomar su bolso y salir. Dejé caer mi cabeza sobre el escritorio, cansada y ni siquiera había empezado a hacer nada. La puerta volvió a sonar, así que miré que se trataba de Jiheon.
—Ingeniera, aquí le traigo su café.
Dejó la taza a un lado de mi escritorio. Solo me miró con una pequeña sonrisa, me iba a dar algo.
—Deberás traerme una valeriana o manzanilla. Como puedes ver, esa mujer es mi madre y no puedo más.
—Seguramente se trata de una mala relación.
Asentí. Ojalá hubiese sido mi padre el que viniera, le echo tantísimo de menos.
—Baek, mi médico debe llamarme hoy, pásamelo directamente. Además, me traes la lista de los nuevos nombres de los vinos, y una taza de valeriana.
—Está bien.
La vi salir. Volví a mi trabajo. Se habían escogido el nuevo nombre de la marca de vino que saldría a raíz de la vendimia, así que me gusta estar al tanto de todo, además de que tiene que ver con lo que hago. Por otro lado, el sábado fui a una clínica privada, para poder tener a mi propio médico, que me dirigieron a una ginecóloga, ya que debía ir. Me llamarían para darme una cita.
Había tenido sexo con dos hombres distintos, con protección claramente, pero quiero que me receten algunas pastillas, además de asegurarme de que no haya nada mal. El tiempo entre los dos, es bastante diferentes, aunque eso es irrelevante.
Revisé mi presentación y fui a la sala de reuniones para dar una charla a estudiantes de la carrera, luego regresé a mi oficina para leer lo de los nombres de los vinos. Durante esta semana y la siguiente, debía encargarme de la calidad de unos vinos que prontamente iban a ser lanzados al mercado, ya que los demás enólogos tenían otro trabajo.
Me puse de pie, para ir a dejar unos papeles a una de las cajas que tenía en mi estantería. Ahora que recuerdo, han pasado un par de horas y mi madre no aparece, además es hora de la comida. Fui por mi chaqueta y salí de la oficina.
—Jiheon —Llamé su atención—, necesito que me ordenes en un documento los recursos naturales renovables en forma racional e internacional. Lo necesito lo más pronto posible, por favor.
—Como ordene ¿Va a comer?
—Gracias, y sí. Tengo que buscar a mi madre también que supuestamente quería echar un vistazo y nunca volvió.
—Suerte.
Espero tener suerte de que no haya hecho alguna locura. Eran demasiadas cosas pasando en un corto momento, así que me estreso, y sobre todo por la acumulación de trabajo que tengo, cuándo me distraigo. Mentalmente, no sé si me encontraba del todo bien. Decidí bajar las escaleras, es que si me subía en esas cuatro paredes del ascensor, me iba a dar un tipo de ansiedad o no sé.
Lo único bueno que siento que pasó, es que anoche hablé un poco con Hoseok que se quedó despierto hasta tarde. Mi mente se libró unos instantes de cosas irrelevantes. Me gustaba, algo que supe desde siempre. Su forma de hablar, por sus comentarios realistas, como me confortaba, hablaba sinceramente, un total caballero en todo momento, así es como lo sentía. Yo quiero ser su fortaleza, quiero saber más de él, quiero algo más después de que compartiéramos un momento tan íntimo.
Llegué a las puertas del piso de la cafetería, las abrí y cuándo pasé, lo primero que me llamó la atención fue esa mesa al fondo. Mi madre se encontraba ahí, con Kim. Ella sonreía con cada cosa que parecía que ese idiota le decía. La peor escena que podía ver, un dúo de egocéntricos juntos, me pregunto quién podría ganar.
Podría esperarme lo peor de ellos –más de él–. No me dan muchas ganas estar entre los dos, así será mejor que vuelva a la oficina y regrese después. Pero, me quedé quieta en el instante en que miré quién salía de la puerta que tenía al lado, era Hoseok.
Mi corazón latió bastante rápido y si no estuviese lleno, saldría hacia él para besarlo. Le miraba tan buena cara, como si hubiese dormido bien.
—Hola.
Levantó su mano, saludándome. Oh, vaya, será que me gusta demasiado, pero no podía dejar de verlo, sus labios se miraban rositas y bien bonitos.
—Buenos días, ingeniero Jung.
—Cuanta formalidad, mi querida Saerom —Estábamos demasiado lejos, así que me acerqué a él—. Dime, ¿vienes a comer?
—Pues ya no, vine a buscar a mi madre.
—¿Ella está aquí?
Asentí, viendo hacia donde ella estaba.
—Sí, hice lo imposible para que no viniera, pero, ya ves.
Lo miré, sus ojos eran tan negros y brillantes, sobre todo, dulces.
—No te preocupes, ya verás como todo irá bien. Sabes, quería saber si...
—¡Saerom!
Abrí mis ojos más de lo normal, latiéndome el corazón aún más. Él simplemente me miró, para luego a la mujer que ya podía escuchar el sonido de sus tacones. Me coloqué a un lado de Hoseok, todo para quedar de enfrente de mi madre, la cual la seguía el idiota de Kim. Me sentía tan incómoda con la mirada acusadora de mi madre, al igual que el idiota ese.
—Te estaba buscando.
Dije, solo mirándola a ella y evitando contacto visual con él.
—Lo siento, es que me encontré con este muchacho que sí fue capaz de enseñarme algunas instalaciones. Es demasiado culto y elocuente.
Metí mis manos dentro del bolsillo de mi pantalón, aguantando las ganas de simplemente irme de ahí, no podía más.
—Pues regresemos a la oficina.
—Espera, ¿quién es este joven que está a tu lado?
Miré de reojo a Hoseok que simplemente hizo una reverencia. Claro que no se iba a quedar callada.
—Un compañero de trabajo, el enólogo Jung.
Mi madre lo miraba demasiado, que él me miró a mí.
—Será mejor que me vaya, tengo trabajo que hacer. Un gusto.
Y antes de irse, hizo nuevamente una reverencia para luego sonreírme, a lo cual le respondí. Nunca he ido a su oficina, tal vez lo vaya a visitar luego, ya que tenía ganas de pasar un rato más a su lado. Vi como se alejaba, para después toparme con el cuerpo de mi madre más cerca del mío.
—¿Qué pasa?
—¿Por qué mirabas a ese hombre así?
—¿De qué hablas?
Su cara seria seguía dando miedo, más cuándo después de unos fugaces segundos su gesto cambió, como si hubiera entendido algo.
—¿Ese hombre es con él que habías estado cuándo yo llegué?
La respiración casi me hace falta, es como si lo hubiese dicho a propósito, pero lo dijo un tanto alto. La miré confusa, para después mirar a atrás de ella, al Kim que cruzó miradas conmigo, verdaderamente fuera de lugar, hasta enfadado podría decir yo.
Tragué saliva, tratando de evitar gritarle a mi madre. Me estaba buscando la ruina, no por qué Kim estuviese aquí, sino por la gente de alrededor que pasó que solo volteó a ver.
Estoy cansada.
•
—Herbst
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