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Lee Sareom

Dejé caer mi espalda contra la pared del ascensor, sintiendo un calambre inquieto en mis piernas. Había permanecido por mucho tiempo de pie, y realmente me sentía exhausta, necesitaba tomar aunque sea un descanso.

Tenía un mes viviendo en Corea del Sur, casi lo mismo desde que empecé a trabajar en la gran empresa Royal Liquor Shinsegae, o mejor conicidad como RLS. La más famosa y reconocida, con los mejores talentos del país. Dedicada a la fábrica y exportación de bebidas alcohólicas, más porcentaje para los vinos.

A pesar de que estuve en el país por vacaciones, se me estaba haciendo complicado el hecho de adaptarme completamente. Viví toda mi vida en Australia y vaya que era otro aire, otras personas, pero era un reto que acepté para lograr mis objetivos.

Saqué mi teléfono de mi bolso, ya que no lo veía desde que salí. Tenía un par de mensajes de Chris, mi mejor amigo, quien no paraba de insistir que le dijese como iba todo por aquí, me trataba como una hermana pequeña, como si no pudiese cuidarme sola.

Estoy camino a mi oficina,
te llamo por la noche.
12.05 p.m.

Guardé mi móvil, solo para recordar sus palabras. "Sé que eres la Enóloga estrella de Victoria Wine, ¿pero tan segura estás que lograrás serlo en Seúl?" Nada era seguro, pero sí mi esfuerzo.

No me importa si para obtener ese reconocimiento, tengo que competir con los demás, yo ganaría, estaba dispuesta a lo que fuese. Tenía buenas calificaciones, a pesar de altibajos, fui a por ello. La oportunidad que me ofrecieron fue lanzada sobre la mesa, lo dejaba o lo tomaba, y hasta un tonto la tomaría.

Hay muchas cosas difíciles en esta vida, superar a otros también. Se necesita una gran cantidad de conocimientos, trabajo arduo, años de experiencia en el mercado, tenacidad y coraje. Lo tenía todo, y solo debía tener la capacidad de mantenerme en un punto fijo para llegar a la altura perfecta, sin caer, demostrándoles a todos que conseguí lo que muchos no creían, siendo reconocida mundialmente como la mejor enóloga.

El vicepresidente me había asignado una oficina en el mismo piso de los supuestos verdaderos talentos que tenía la empresa. Me consideraban así por la amplia experiencia de mi carta de presentación, por las recomendaciones de empresarios Australianos y estaban seguros de que mis títulos aportaban mucho.

Y claro que podía aportar algo, como la ampliación a nuevos rumbos, como comprar terrenos más fértiles para la creación del vino propio. En eso me he dedicado todos estos días, además de ponerme al día con papeles que me han dado, analizar propuestas, bodegas y encargarme de mi primera cata de vinos, que es de donde vengo justo ahora.

Salí de aquel cubículo que me dio calor, yendo hacía mi oficina. Agradecía que al menos aquí siguieran con una temperatura fresca, porque en Australia, en pleno abril, estaríamos entrando a invierno, que es lo que amo.

—Buenas tardes, ingeniera Lee.

Miré a la chica que estaba afuera de mi oficina, Jiheon, quién era una asistente. Era algo que me sorprendió, no tenía la necesidad de alguna secretaria o algo así, por ello le dije que se hiciese llamar mi asistente. Le respondí su reverencia, para poder entrar, pero justo miré como alguien venía justo a mí.

Se trataba de la directora de Operaciones. Como siempre, venía con una pequeña sonrisa en su rostro, después de saludar a todos los de su alrededor, que la miraban con estrellas en los ojos y babas en los labios.

—Lee, al fin vuelves. Hay una reunión en la sala del CEO, están todos los directores y necesitan a los enólogos, es decir, a ti también.

Asentí. Me regaló una sonrisa y se fue, dejando su perfume por todo el lugar.

—La directora Im es espectacular.

Musitó Jiheon, viendo con admiración a la mujer que se alejaba. Era verdad, Im Nayeon parecía buena en su trabajo, así como en la forma de ser, era genial. Resoplé, viendo a Jiheon ahora. Le pedí que dejase mi bolso en mi oficina y que me entregara los resultados de la encuesta de los que visitaron la cata el día de hoy.

Tenía que asistir a mi primera reunión.

Durante mi instancia por aquí, a penas había podido hablar con alguien, literalmente no solía cruzar palabra si no fuese para saludar. Me sentía ajena al país en el que nací, pero no era momento de centrarme en eso, solo en demostrar que su altanería hacia mí, se acabaría cuándo llegase tan arriba que les dolería el cuello para verme.

Recorrí el pasillo color vino, irónico. Hasta quedar frente a las grandes puertas, donde había un guardia que no me dejó ni siquiera suspirar un segundo, para alistarme antes de entrar que abrió la puerta. Me adentré, mientras la grandeza abrazaba mi cuerpo.

—Guau.

Fue lo único que pude expulsar. Seúl era hermoso. Era difícil recordarlo cuándo la última vez que visité la ciudad fue cuándo tenía 15. El salón tenía un gran ventanal, un buen ambiente y varias personas ya dentro.

Vacilé si moverme, pero justo vi a Im como un salvadora que venía hacia nada más ni nada menos, que con la CEO, que había visto una vez por internet.

—Nuestra promesa de éxito, Lee Saerom. Un gusto.

Hice una gran reverencia. Volví a su mirada, y parecía tan relajada. Su cabello estaba completamente recogido y sonreía de vez en cuándo, haciendo que todo fuese más cálido.

—El gusto es mío, señora Kang. Gracias por recibirme. Espero ser un gran partido para convertirme en la mejor enóloga por mis capacidades.

Confesé, sin pudor alguno. Esta misma soltó una sonrisa mirando a Im, quien le parecía divertido lo que dije. Y cuándo parecía que la señora Kang fuese a decir algo, se detuvo en seco por la risa sarcástica de alguien. Un cretino.

—¿Mejor enóloga? —Bufó, mofándose y cruzando mirada conmigo. Tuve muchas preguntas, no sabía quién era, ni siquiera por qué interrumpe así a la persona más importante del lugar— Ni siquiera sé quién eres, ¿cómo vas a lograr llegar tan alto?

Su gesto era serio, retándome. Por lo visto me había encontrado con el payaso de la empresa. El tipo tenía su frente al descubierto, pero el cabello un tanto despeinado, pero eso no quitaba que su traje fuese perfecto, y él un asco de persona.

—Lo lamento, señor, pero tampoco soy conocedora de su identidad como para creer que es relevante. Yo soy Lee Saerom.

Alcé mi mano, para que la tomara, pero solo la miró, riéndose. Mis palabras eran suficientes, y ser cortés era necesario, estaba enfrente de mi jefa.

—Deberías conocerme, por qué soy Kim Taehyung.

Metió sus manos en sus bolsillos, orgulloso de su estúpido nombre. No tenía idea de quién carajos era, ni siquiera su nombre era conocido en Australia, ¿por qué sería importante y por qué yo no? Fruncí mi entrecejo, con ganas de acercarme a él y tomar su maldita corbata, para decirle que el único trasero que saldría victorioso del lugar, era el mío.

—Kim, considero que deberías ir a la zona de enólogos, y esperar a Jung, que nos trae el informe de los viñedos.

Habló la señora Kang, sin necesidad de ser firme. La mujer era tan suave hasta en la manera de expresarse, y así todos le tenían respeto, claro, era la dueña de todo. Vi como este, sin ninguna acción, se alejó de nosotros, yendo hacia otro sitio que no me fijé.

—Ingeniera Lee, puede tomar asiento en la fila de enólogos. Uno de nuestros investigadores de vino, vendrá a darnos una charla de como va el proceso de cosecha. Un gusto.

Le devolví su reverencia, y a la directora Im. Estaba a punto de acercarme en una de las sillas, a una esquina de la mesa, junto a una chica, pero no pude hacerlo por la presencia el cretino. Sostuvo la misma silla que yo tomé, ¿acaso se pensaba sentar aquí?

—¿Necesita algo?

Cuestioné, tratando de mantener mi calma al tenerlo tan cerca.

—Me acabo de enterar de que eres la del traslado australiano. —Elevé una ceja, dándole irrelevancia a sus palabras— Solo para decirte que no me importa de donde vengas, ni siquiera si fueras de Francia, vas a tener que esforzarte bastante para lograr ser una buena enóloga, estando yo en tu camino.

—Denoto su arrogancia, y es que no me esperaba menos de alguien que le tiene miedo a otro que llega a amenazar su objetivo.

Nos quedamos ahí, mirándonos nada más, como si así pudiéramos matarnos, yo lo haría. En el mes que estuve aquí, no tuve la oportunidad de verle y qué gracia divina, pero no voy a soportar estar cerca de alguien como él. ¿Se creía acaso el dueño de la empresa? ¿No sabe acaso que hay alguien con más talento que él? Por supuesto que no, por eso su egocentrismo nubla que esté cuerdo.

Solo espero que esto no empeore. 

Herbst

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