Deerstalker
El restaurante del hotel estaba vagamente iluminado, ambos tenían que fijar muy bien la mirada para poder distinguir de la cena. Las velas entre ellos parpadeaban, haciendo que las sombras bailarán sobre el rostro de Sherlock mientras Irene contaba su encuentro con Fiona.
Él le interrumpía frecuentemente, irritado que Irene no fuera capaz de discernir el material preciso de sus medidas, o recordar cómo estaban abotonados las mangas de su camisa. Hacía tiempo que había dejado de comer su salmón encroute pero, de vez en cuando, tomaba su tenedor y comía del spaghetti marinara de Irene.
— Sabes que, en algunas culturas, eso sería inapropiado —señaló Irene al momento que Sherlock tomaba un langostino, con su tenedor, solo para examinarlo severamente a la luz de la vela.
— Tonterías —Sherlock canturreó al momento que ponía el langostino sobre la flama—. Nuestra cubierta es que somos pareja, las parejas comparten su comida todo el tiempo. Es una expresión de sentimiento.
— Tú no estás compartiendo mi comida, la estás torturando ¿Qué te hizo el pobre langostino?
— El chef está teniendo una aventura... Con su hijastra adulta —dijo Sherlock mirando de reojo el marisco— Espero y si sea su hijastra.
— Lo estás haciendo mal —mencionó Irene. Sherlock le observó con una ceja arqueada.
— ¿Qué estoy haciendo mal?
— El gesto romántico.
Ella puso su tenedor en su espagueti y extendiendo su mano libre, toca el rostro de Sherlock para rozar la curvatura de su boca con su pulgar. Sherlock la mano y luego a ella.
— Abre grande, cariño.
Él obedeció sin rengar y ella introdujo el espagueti en su boca. Sherlock comió reflexivamente e Irene aprovecho el momento para correr su pulgar sobre esos suaves y regordetes labios, antes de dejar caer su mano. Sherlock tomó un trago de agua y tosió ligeramente, dejo sus anteojos sobre la mesa haciendo que sus mejillas se tiñeran de un rosa claro. Él le observó.
— Bien. Me hincó ante tu experiencia.
— Me alegra escucharlo —Irene sonrió para luego inclinarse hacia delante y bajar su voz—. Con toda seriedad, ese hombre en el bar nos ha estado observando. Creo que debes actuar con tu ciencia-nerd.
Sherlock tomó su tenedor e inclinándolo sutilmente pudo observar, a través del reflejo, el bar a sus espaldas. Luego enderezó sus hombros ligeramente y alzó su mano para alcanzar la de Irene.
— Tienes razón, querida —sonrió— ¿Ordenamos el postre?
Una de las mayores desventajas de vivir en un hotel era cuando Sherlock se levantaba a ridículas horas de la madrugada para caminar y revisar su laptop, sin las intenciones de realizar sus cosas en otra habitación. Después de tres noches siendo despertada en intervalos de tres horas, Irene lo había pensado seriamente. Asesinaría a Sherlock Holmes. Ella sólo pensaba como realizarlo y una idea vino a su mente, golpearlo con su propia laptop (no era algo elegante, pero si satisfactorio) cuando Sherlock se pone a los pies de la cama, con una mirada extasiada en su rostro, y gritó:
— ¡Clapham Junction!
Él se puso su abrigo y salió veloz de la habitación. Irene suspiró y talló sus ojos con los torsos de sus manos. Era obvio que a Sherlock nunca se le paso por su mente que ella necesitaba su sueño de belleza. Ella se alzó de la cama para arreglarse y conocer a su objetivo el día de hoy. En las últimas semanas había intercambiado mensajes con aquella chica. Irene supo que su objetivo se llamaba Sarah y que ella, tal como Sherlock dijo, era una estudiante de veterinaria en su último año en la universidad de Londres. Ambas organizaron una reunión, en un Starbucks cerca de Nothing Hil, para poder conocerse.
Irene arrugo su nariz al entrar al establecimiento, el olor a café rancio mezclado con liquido de limpieza parecía saludarla con una bofetada al rostro. No era el tipo de lugar que ella frecuentaba y tampoco era uno de los que escogería para una reunión. A Irene le gustan las pequeñas pastelerías, esos lugares donde los postres franceses y el café fuerte, servido en diminutas tazas de porcelana, eran lo primordial, no agua con sabor a café servido en una taza del tamaño de un pie de elefante y magdalenas con las cuales podrías jugar bolos con ellos.
***
— ¿Ángela? —Preguntó una joven mujer en pantalones vaqueros y un suéter, el cual sus amigos le dijeron que era encantador, mientras se acercaba tentativamente— Soy Sara. Yo... yo reserve una mesa con sillas cómodas.
— Que adorable —Irene sonrió tan cálidamente como pudo y su cita parpadeo aturdida.
— Hice un pedido para las dos.
— Gracias —dijo Irene tratando de parecer contenta mientras miraba a un vaso lleno de leche espumada.
— Todos me dijeron que no confiara en las citas en línea, en especial en las fotografías pero, eres más bonita de lo que parecías —dijo Sara mientras se sonrojaba—. Lo siento, eso fue tan soso.
— ¡Oh, no! —exclamó Irene mientras sonreía tratando de poder sonrojarse. En esos momentos deseaba poder hacerlo pero era una de las cosas que no podía fingir— En realidad, pensaba lo mismo de ti —unos hoyuelos se formaron en las mejillas de la joven mujer y rápidamente tomo de su café con crema. Irene sorbió su capuchino cautelosamente— ¿Vives cerca de aquí? —preguntó.
— Sí, mis padres tiene una casa a la vuelta de la esquina.
— Es difícil encontrar un lugar en Londres con un alquiler accesible —dijo Irene con simpatía.
— Si, bueno, no es eso en sí, mi madre no está muy bien y a ella le gusta tenerme consigo, tu sabes... —dijo Sarah mientras movía la servilleta nerviosamente— ¿Y qué hay de ti? Cuéntame.
— ¡Oh! Tengo un pequeño apartamento en Hampstead.
— Suena bien —mencionó con tono melancólico.
— Si, pero, a veces suele estar muy solo...
Irene presintió que Sarah es el tipo de chica que responde a los vulnerables. El tipo que protege, siempre buscando un perrito enfermo por el cual velar. Irene puede encajar perfectamente en la línea de un necesitado y un protector, y ella está bastante segura de que Sara le servirá su corazón en una bandeja de plata. Y así poder entregarlo a sus buenos compañeros de Janus Entreprises.
Allá Vamos.
***
— Tenemos que averiguar quién te contrato —Sherlock le decía. Ambos estaban en el pequeño parque detrás del hotel, sentados en una banca, soportando el clima frio. Sherlock llevaba puesto una enorme chamarra, a la cual se aferraba firmemente (debió haber olvidado su abrigo). Pero Irene estaba contenta por el exterior, ella ya comenzaba a sufrir "fiebre por encerramiento" —. Alguien está invirtiendo demasiado, en la vida sexual de esta chica, tanto que tuvo que emplear a una banda criminal para hacerlo. Pero ¿Quién haría esto?
— ¿Quizás un ex? —Irene sugirió dudosa— ¿Alguien que la quiera totalmente?
— Hmmm. Quizás —Sherlock suspiró—Nunca imagine que Moriarty se hubiera involucrado en algo tan trivial.
— Un nuevo aire, supongo.
Sherlock sacudió la cabeza.
— No. Esta operación ha estado por un buen tiempo. He buscado la historia de "La flecha de cupido." Estadísticamente, su tasa de éxito es igual a sus competencias, pero cuando uno encuentra los mensajes es un número mayor a lo habitual de clientes relatando que han descubierto el amor de sus vidas solo para que las cosas, inexplicablemente, sean desmoronadas de la nada.
— Una relación que el sitio destruye. Ingenioso, en realidad.
— Apenas original —dijo Sherlock chasqueando la lengua—. No puedo imaginar que Moriarty tuviera mucho que ver en ello. Debió haber sido supervisado por otra persona, tenemos que saber quiénes son y cuál es la mejor manera de hacerlo.
— Es para saber quién está detrás de Sara —Irene suspiro—. No te preocupes, ya ando en ello.
***
Irene le envió un correo a Sara, organizando una cena cerca del lugar donde tuvieron su primera cita. Era un genérico bistró italiano, el tipo de lugar en el que ella estaba segura que Sara encontraría romántico. Irene ordenó vino y bebió un poco en lo que esperaba a su cita. Al poco rato Sarah llegó, sonriendo y sonrojándose sus mejillas.
— Siento llegar tarde. Tuve una situación con una perrita chihuahua embarazada —dice mientras deslizaba la silla para tomar asiento. En ello miro a su alrededor e Irene comenzó a verter vino en uno de los vasos—. Nunca había estado aquí. Es encantador, muy romántico.
Oh, que previsible. Irene reprimió un suspiro. Sara charlaba sus anécdotas en los laboratorios de la veterinaria, sobre sus locos compañeros del lugar, usos inapropiados a un bazo de cabra, ese tipo de cosas que un veterinario contaría. Ella no era des interesante, pensaba Irene, aunque la mayoría de sus conversaciones hablara sobre animalitos lindos y esponjoso. Irene jamás había sido una persona de mascotas. Una vez tuvo un cliente que llevó a su diminuto perro a una de sus sesiones. Irene recordaba que esa pequeña cosa había sido un fastidio que su dueño atado a la cama, ya que había marcado su territorio, ruñó unas sábanas de seda y mascó su látigo favorito. Desde entonces aquel cliente se fue directo a la lista negra.
Pero por supuesto, estas no eran el tipo de historias que le contaría a Sara. En cambio, hablo sobre su trabajo ficticio en una concesión de arte, su interés por el teatro, sus últimas vacaciones.
Cuando el postre llegó, Irene decidió dirigir la conversación hacia aguas más turbias.
— Mi última novia, amaba el tiramisú —Irene encontró la aguja sobre el pajar— Lo siento, sé que terrible hablar sobre los ex.
— No, no —decía Sara agitando su mano—. Esperaba que hubieras tenido admiradores en tu tiempo.
— Oh, no realmente ¿Y qué hay de ti? Eres bonita y veterinaria, creo que debe de haber chicas detrás de ti.
Sarah se sonrojó.
— Aun no soy veterinaria, y bueno, realmente, había una chica... una doctora. Solíamos platicábamos y así fue como nos conocimos —los ojos de Sarah parecían idos— Sin embargo, no termino bien.
— ¡Oh! —Exclamó Irene— Yo me compadezco, mis relaciones han sido un desorden, mi primera novia era celosa, tuve que alejarme, bloquear todos sus números, un sinfín de cosas para alejarme de ella.
— ¡Oh! —Sara le miró con simpatía— Eso es horrible, bueno, afortunadamente nunca he pasado por ello.
— ¿Qué paso? —preguntó Irene volviendo a llenar la copa de la chica.
— Bueno, ella tenía un problema con mis padres o ellos tenían un problema con ella, en realidad. Hubo mucha tensión, desde el momento en que los presente. Al final Maddy me dijo que tenía que elegir entre ella o mis padres y, bueno... Son mis padres ¿Sabes?
Irene presionó suavemente su mano.
— Ella no debió hacerte elegir.
Sara suspiró.
— Tal vez no... pero de eso, ya fue hace mucho.
Irene la estudia por un momento.
— ¿Tus padres aprueban el hecho que salgas con otras mujeres?
— Bueno —Sara tomo la servilleta— Creo que sí, me libere a los dieciséis y ellos parecían aceptarme perfectamente, pero con Madeleine...
— A veces es fácil aceptar una cosa, en teoría, que cuando se presenta la situación en la realidad.
Sara volvió a suspirar.
— Si, eso podría haber sido pero... ¡Mi padrastro me creo mi perfil en el sitio de citas!
— ¿Oh?
— Si, bueno, él trabaja en eso así que, supongo que él sabe de estas cosas. Él se mantiene al margen con el sitio, verificando que todo fuera legítimo.
— ¿No tienes suerte? —Irene cuestionó sonriendo ampliamente.
— ¿Y qué hay de ti? ¿Tu familia acepta que seas gay?
Irene había esperado esa pregunta y había calculado su respuesta con mucho cuidado. Ella miro hacia otro lado apretando su rostro con un sentimiento doloso.
— No he vuelto a ver a nadie de ellos desde que me corrieron. Tenía dieciséis.
Sara suspiro apenada y apretó la mano de Irene.
— ¿Qué paso?
— Me mude con mi novia. Ella era mayor que yo, sabes, tenía problemas de salud mental... y termino yendo bastante mal, como te dije. Pero me las arregle al final. Me encontré un trabajo, un mueble propio... —continuó Irene. Ella contó una historia que contenía un poco de verdad mezclada con mentiras para que fuera fácil de recordar. Y era exactamente el tipo de historia con el que se ganaría a Sara. Estimular esos latentes instintos protectores.
— ¡Oh, Ángela! Eres una mujer muy fuerte —dijo mientras sus ojos se cubrían en lágrimas. Esto iba ser muy fácil.
***
— Es el padrastro —ella le informa a Sherlock al momento de llegar a la habitación—. Posiblemente la madre también, pero él fue el que le creo la cuenta en el sitio.
Sherlock asintió con brusquedad.
— Lo sospechaba, mira esto —dijo dándole un montón de papeles. La última voluntad y testamento de Richard Sutherland. Irene se puso a leer.
— Le dejo todo su dinero a su hija en un fondo fiduciario, bajo condiciones bastante peculiares. Ella solo obtiene el dinero cuando se vaya de casa.
— Ah...
—Hasta entonces el dinero está en total control de su madre.
— Y el padrastro. Así que... ¿Quieren que no se enamore y se vaya de casa?
— Parece que sí.
— Dios...
E Irene pensaba que sus padres era fríos.
— Me gustaría que tuvieras la oportunidad de conocerlos, averiguar todo lo que puedas sobre ellos, conexiones de negocios, amigos... necesitamos saber quién les puso esta idea en su cabeza.
Irene asentó con su cabeza.
— Hecho.
***
Se necesitaba un poco de maniobra para conseguir que Sara invitará a Irene a su casa. Ella tuvo que recurrir a una manipulación emocional bastante poco sutil, antes de la chica ceda y extienda la invitación a cenar. El hogar de Sara era una casa grande y bien ventilada en Bayswater, el jardín delantero lucia perfectamente cuidado. Era de seguro que los gastos eran altos para mantener la casa. No era de extrañar que quisieran a Sara con ellos.
Amelia Hamilton (de soltera Sutherland) le saludo cordialmente desde la puerta.
— ¡Querida, hemos oído hablar mucho de ti! —exclama mientras le da un beso en la mejilla. Irene intentaba no toser ante el horrible olor del perfume y de ginebra vieja.
— Ángela —dice Sara mientras corría escaleras abajo. Llevaba un vestido de noche corto y negro. Ella abrazó a Irene torpemente, claramente estaba nerviosa.
Irene conoció al padrastro, Reggie Hamilton, en la sala de estar. Él era más joven que su esposa y llevaba un blazer muy feo y camisa rosa. Él saludo a Irene bastante alegre.
— Encantado de conocerte. Me alegra que Sara encontrara a una buena mujer como tú —dijo mientras sus ojos parpadeaban conspiratoria mente. Esto, sin duda, era plan suyo.
A Irene le ofrecieron una copa y todos charlaron un rato sobre cosas triviales. Reggie es un empresario estableciendo su propia compañía llamada "IT Company." Irene reconoce una presunción vacía cuando la ve, y sospecha que el negocio de Reggie está siendo subvencionado por el fondo fiduciario de Sara.
Amelia hablaba lánguidamente de la decoración que ha hecho en el comedor y de la maravilla de los pilates. Sara siempre estuvo tranquila junto a ella disfrutando de la calidez de su cuerpo.
Eventualmente Sara y su madre salen de la habitación para preparar la cena e Irene se queda sola con el padrastro. Él le sonríe a sabiendas.
— Debo decir, que estoy impresionado. Me dijeron que la gente era de buen ver pero, no pensé que enviaran una persona como tú.
Irene sonrió.
— Bueno, queremos dar una buena satisfacción.
— Apuesto a que sí —dice mientras se inclina hacia ella. Irene ajustó su postura ligeramente, en una pose más seductora, pasando casualmente su dedo por el borde del vaso.
— He estado deseando concerté. Cuando Sara me habló de ti, estaba segura que eras la persona detrás de mi empleo —mencionó mientras miraba el cuerpo de Reggie—. Estaba segura que eras... interesante.
— Más interesante que la pequeña Sara ¿Eh? Bueno ella es una niñita agradable, pero una mujer como tú. Debes de aburrirte —dijo mirando a su boca, mientras su lengua pasaba su labio inferior.
—Me gusta lo que hago —Irene se acerca un poco más—No significa que no disfrute en divertirme de vez en cuando.
El rostro de Reggie se agudizó predatoriamente.
— ¿Talvez podríamos reunirnos para tomar un trago, cuando esto termine?
Irene sonríe suavemente.
— Quizás.
Ella observa al tipo, evaluándolo. Sus pupilas estaban dilatadas, el pulso acelerado, el cerebro lanzando hormonas con algo de alcohol empañado. Es hora de ir a la yugular.
— Tengo curiosidad Reggie ¿Quién te recomendó nuestros servicios? Porque no pareces ser el tipo de hombre que se involucre en círculos de tan mala reputación.
— Oh, soy muy respetable, pero sé la ventaja de tener amigos con mala reputación —Irene sonríe—. Era mi socio de negocios. Alistair Baines, creo que había hecho algo de trabajo contigo en el pasado, vendiendo secretos comerciales, este tipo de cosas —Irene subrepticiamente saca su teléfono y comienza a enviar mensajes de texto a Sherlock detrás de su espalda—. Pero no hablemos de negocios, ¿Por qué no mejor me dices que has estado haciendo con mi pequeña hijastra? ¿Es tan dulce como parece?
Afortunadamente se escucha el sonido de unos pasos. Sara asomó su cabeza.
— ¿Listos para cenar? —Preguntó sonriente.
***
La cena era un momento aburrido, simplemente notándolo por lo blando de la comida y el tedio en la conversación. Reggie se había pasado de copas y divagaba sobre sus negocios, favoreciendo tanto a Irene como a Sara. Irene estaba sorprendida de que ella soportara esto, pero la gente podía ser extraordinariamente ciega cuando se trataba de sus seres queridos.
Después de la cena, Sara acompaño a Irene a la estación del metro. La tensión generada en la cena fue esfumada por una Sara eufórica, riéndose y abrazando el brazo de Irene mientras caminaban.
— No puedo creer que les agradaras.
— Soy muy simpática —dice Irene mientras sonríe.
— ¡Oh, lo sé! —exclamó Sara mientras le miraba con adoración—No sé porque alguien como tu está conmigo.
— No digas eso —por alguna razón las palabras salen con más dureza de lo que Irene pretendía, y se obliga a suavizarlas con una sonrisa—. Yo soy la afortunada.
Llegaron a la entrada del metro subterráneo e Irene se detuvo, levantado la mano para recoger el cabello de la cara Sara. Ella se quedó quieta, con los ojos abiertos y esperanzados. Irene se inclinó hacia delante y presionó suavemente sus labios en la boca de la chica. Sara apretó su mano sobre el brazo de Irene y la empujó más hacia ella liderando el beso. Lo que Sara carece en delicadeza lo compensaba con entusiasmo, cuando se separan el lápiz labial de Sara se había corrido. Irene sonrió y de su bolso saco un pañuelo.
— ¿Te veré pronto?
— Por supuesto —Sara dijo sin aliento e Irene le sonríe por encima del hombro mientras se alejaba
***
— ¿Todo va viento en popa? —Fiona preguntó mientras seguía el paso de Irene sobre la calle Laugthon.
— ¿Me estas siguiendo? —Irene preguntó mientras alzaba sus cejas.
— Hay cámaras CCTV por todas partes, casi no necesito seguirte.
—Pero lo estás haciendo, la otra vez enviaste a un hombre a mi hotel, a espiarnos a mí y a mi novio mientras cenábamos.
Fiona sonrió.
— No estás tan perdida ¿Eh? Sí, te seguimos... fue una sorpresa verte con un hombre así, no creí que fuera tu tipo. En realidad no pensé que los hombres fueran tu tipo.
— Bueno, Héctor tiene dinero. Una chica tiene que comer, después de todo.
— Sí, supongo que sí. Bueno, admiro tu gusto. Normalmente no suelo buscar rubios.
Irene mira ambos lados. No estaba segura de sí a Irene le gustaría ser cuestionada sobre "Héctor," pero Irene piensa que no sospecha, Fiona solo sonrió al cielo como si ella y él compartieran un secreto peculiar.
— Tengo algunas instrucciones para ti.
— Déjame adivinar. ¿Quieres que Sara se comprometa en una relación conmigo para luego romper bruscamente con ella?
—Casi, pero no. Quiero que la chiquilla acepte mudarse contigo, prométele fidelidad eterna, que siempre estarás. Luego te haré desaparecer rápidamente.
Irene observó eso frunciendo el ceño.
— Nos conocemos desde hace dos semanas ¿Crees que puedo impedir que busque otra relación?
Fiona se encogió de hombros.
—Es una posibilidad, toda nuestra información sobre ella indica que una mujer con una disposición romántica.
Irene sopló por su nariz.
— Tu eres la jefa —ambas llegaron a la entrada del hotel—. Te invitaría una copa, pero...
— Pero tienes una cena —Fiona sonrió—. Entra, creo que te están esperando. Mantenme informada.
— Lo haré.
Irene miró a Fiona alejarse tan enérgica con sus zapatos poco halagadores. Irene subió lentamente los escalones del hotel.
***
Irene ya había cenado y Sherlock nunca mostraba hambre, así la cena de hoy estaba cancelada. Así que ambos pasaron la cena para ir al bar del hotel para tomar una copa pero ella no demostraba ningún entusiasmo por su daiquiri, tomo las hojas de menta y empezó a deshilarlas en la servilleta.
— ¿Algún problema? —preguntó Sherlock mientras alzaba una ceja.
— Irene —dijo mientras daba una vuela a la servilleta.
— Hoy estuviste muy bien. He trazado una gran parte de un anillo de espionaje industrial, solo con lo que me enviaste. Estoy seguro que puedo encontrar más información.
— Grandioso —respondió sin ánimos.
— Pensé que disfrutarías de tus victorias —Irene se mantuvo en silencio—. Ya veo que no. Pensé que esto sería familiar, manipulando a la gente, negociando con el sexo.
— Es juego de niños —dijo secamente.
Sherlock parpadeo hacía ella.
— ¿Y... eso te molesta? —Preguntó pensativo— Esta chica Sutherland es demasiado ingenua, manipulada con demasiada facilidad ¿Deseas una misión más desafiante?
— ¿Cómo lo disfrutarías si alguien te contratara para buscar un gatito perdido? —Preguntó— Estoy mejor que eso.
Sherlock mostró una cara desdeñosa.
— Tú trabajo y el mío, son muy diferentes.
Irene sonrió veloz.
—Te gusta pensar eso ¿No? —Preguntó mientras da el último trago a su daiquiri y se alzaba de la silla— ¿Pero sabes que, Sherlock? Me gusta lo que hago tanto como a ti, y soy buena en con ellos, con la gente. Ellos son un rompecabezas, todos se arman de una manera diferente y una vez que averiguo como se arman, que es lo que les gusta puedo hacer lo que sea con ellos. No hay ningún otro juego como ese pero, en la seducción, entra y es un juego, siempre. Con algunas personas se siente como jugar al ajedrez, con otros es como la ruleta rusa. Pero siempre es interesante, siempre es un reto.
Irene se alejó no muy segura de porque le dijo eso a Sherlock. Cuando ella voltea a mirarle, se sorprendió al verlo inclinarse hacia adelante con una mirada intensa. Cuando se encontró con sus ojos, el volteo hacia otro lado, sentándose de nuevo en el sofá del bar y observando a todo el mundo como si de mármol tallado fueran. Lo que sea que él pensaba no lo iba a expresar.
— Entonces ¿La señorita Sutherland representa un rompecabezas sencillo para ti? —habló.
Irene suspiró.
— Podrías decir eso —dijo mientras le daba un golpecito al paraguas del coctel—Esto se siente menos que jugar ajedrez y más como decirle a Bambi que daremos un paseo por el bosque y luego le disparas a la cabeza.
Sherlock, pensativo, le da un trago a su bebida.
— Necesito que termines con esto Irene. Ambos.
— Lo sé. Y lo haré.
***
— ¿No es hermoso?
Irene y Sara están de pie en el pico de una colina, infestada de ovejas, en Sussex. Mirando las sombras persiguiendo el sol el uno al otro sobre los campos verdes. No es exactamente algo que Irene considere divertido, pero un fin de semana juntas parecía la manera más rápida de mover la relación (Y con suerte terminar esta estúpida estafa).
— No tan hermosa como tú —dijo Irene, tan seductoramente como pudo mientras el viento clavaba su cabello a los ojos. ¿Acaso era una frase cliché? No. Con Sara nada podía ser cliché.
— ¿Volveremos a B&B? —preguntó Sara tímidamente, acercándose un paso más. Irene le observó. El rostro de Sara se pinta de color rosa con el viento y su cabellera se tiñe de cobre por los brillos del sol. Incómodamente le recuerda a Kate.
Ella se obliga a sonreír.
— Me encantaría.
***
Mirando a la colcha de retazos en sus habitaciones de la cabaña, Irene no se siente mejor. De hecho, se siente peor. Sara, detrás de ella, posó sus manos sobre sus hombros y empezó a besar su cuello.
— ¿Tú...? ¿Quieres...?
— Sí... solo dame un momento ¿Quieres? —dijo Irene y rápidamente fue al baño.
Ella se miró al espejo del baño, frunciendo su ceño. Sus ojos estaban enrojecidos por el viento, su cabello áspero y enredado. Hay una mancha de lodo en el hombro de su camisa. ¿Quién era esta mujer?
Irene ha mentido antes, traicionado a la gente, arriesgando la vida de otras personas para su beneficio. Y ella siempre, siempre ha sido capaz de apagar los sentimientos. Todo el mundo miraba por sí mismo en este loco mundo e Irene Adler es demasiado buena para dejar que la culpa se interponga en su camino. Entonces, ¿Por qué se siente incapaz de enfrentarse a lo que le espera al otro lado de la puerta?
Sin pensarlo saca su teléfono y hace una llamada. Sherlock contesta al segundo timbre.
— ¿Irene?
— Sherlock... —ella no tiene idea de que poder decir.
— ¿Algún problema?
— No —el borde del lavamanos presiona su cintura, el frio esmalte le hace estremecer. Ella sabe que al otro lado de la línea Sherlock fruncía el ceño, esperando a que continuara—. No me gusta esto, Sherlock.
Hay un largo silencio al otro lado de la línea. Irene esperaba su reacción, la inevitable burla.
¿Escrúpulos, Irene?, ¿Al final del juego?, ¿Estás perdiendo el toque?
— Yo... tampoco me gusta esto —al fin dice Sherlock en voz baja— Nunca he operado de este lado de la ley, supongo que soy menos como Moriarty más de lo que pensaba.
— Pero te vez bien con sombrero — Irene bromeó débilmente. Hay otro largo silencio.
— ¿Quieres que me quede en la línea? —Sherlock pregunta inseguro.
— No —respondió mientras mordía su labio inferior—. Puedo hacerlo.
Colgó.
***
Más tarde, cuando ambas estaba en la cama, Irene sugirió a Sara que se mudara con ella. Sara le miro con grandes ojos.
— ¿Es demasiado pronto? No tenemos mucho de conocernos —dijo Irene tentativamente.
—No, no, pero eso sería... perfecto —una sonrisa se forja en el rostro de Sara mientras ella pasa su dedo por los labios de Irene—. Siento que te he amado desde siempre.
Irene respiró profundamente y sonrió.
***
Sara empaco rápidamente sus cajas y ordenó la mudanza. La joven chica está llena de emoción, llena de esperanza por la nueva vida que viviría con "Ángela." Irene está contando los momentos en que ella ya no tendría que ver a ese ridículo rostro juvenil.
— Te quiero Sara —ella reitera al ver la última caja de mudanza.
— Lo sé —dice con una sonrisa al verle. Entonces su sonrisa vacila— ¿Qué te pasa, te veo seria?
— Vamos a ser felices juntas —Irene promete—. Sé que... nosotras...
— ¿Qué?
— ¿Puedes prometerme algo, amor? Si algo me sucediera... ¿Tu estarás ahí para mí? Si no estuviera ahí por un tiempo ¿me esperarías?
— Por supuesto —Sara le miró frunciendo el ceño—. Pero me estas asustando ¿Algo pasa?
—Nada en absoluto —Irene sonrió—. Un pensamiento pasajero.
El timbre sonó.
— Debe ser mi taxi.
Irene le dijo a Sara que fuera a revisar si todo estaba listo. Sara se uniría a ella con el camión de mudanza más tarde.
— Te veré pronto —dijo mientras le daba un rápido beso en sus labios.
Irene entro al taxi y Sara le observaba desde el jardín delantero. Cuando Irene cerró la puerta, ve al padrastro de Sara salir y poner su mano sobre el hombro de su hijastra. En cuanto se da cuenta de que ella esta distraída, se desliza hacia la otra puerta del taxi y se sale del vehículo para correr rápidamente. A paso acelerado saca un paraguas de su bolso y lo abre para cubrir su rostro.
Se detuvo detrás de un árbol para a ver por última vez a Sara. Irene suspira profundamente, se gira y se aleja de ahí. Sara nunca volverá a verle. Esto ha terminado.
***
Más tarde esa noche, después de otra ronda de cocteles (Ni Irene ni Sherlock estaba de humor para cenar) Irene se encontraba despierta, mirando al techo. Ahora Sara probablemente había notificado a la policía, que Ángela había desaparecido, que el apartamento que Fiona había alquilado estaba vacío y sin tocar. Tal vez habrán rastreado al taxista, quien les diría que no se dio cuenta de que ella no estaba en el coche hasta que llego a su destino. A estas alturas, el corazón de Sara se estaría rompiendo, y los ingresos de Hamilton estarían asegurados en los próximos años. Junto a ella, Sherlock aclara su garganta.
— Quiero preguntarte algo.
— ¿Mmh?
— Solo por curiosidad —hace una pausa.
— ¿Si?
— Intentaste seducirme, cuando estábamos en Baker Street ¿Verdad?
— ¿No lo sabes, tu gran detective?
Sherlock hizo un ruido irritado en la parte posterior de su garganta.
— ¿Qué tipo de rompecabezas era yo? ¿Qué juego pensabas que estábamos jugando?
—Ah —Irene lo considera— Preferí jugar póker, ese rostro tuyo, que nunca dice nada.
Ella pudo escuchar una leve risa.
— Soy muy bueno en póker.
— creo que sabrás que estoy mejor. —Irene se puso de lado. Ella pudo observar un poco del perfil de Sherlock en la oscuridad—. Interesante uso del verbo en pasado, por cierto ¿Realmente crees que he terminado de jugar contigo?
Sherlock se queda en silencio durante un largo rato y luego Irene le oyó girar en la cama por el crujir del colchón.
— Buenas noches, Irene.
— Buenas noches, Sherlock.
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