Capítulo 2. Un primer día lamentable.
Eran las 8:10 de la mañana. La joven llamada Suzuki corría a gran velocidad para poder llegar rápido a la escuela, ya que iba muy tarde para la ceremonia de nuevo ingreso.
—Hmm, no puede ser. Sabía que no era buena idea quedarme leyendo esos libros tan tarde.
La joven era una linda chica con cabello rosa, sus ojos color rojo transmitían delicadez cada vez que los mirabas. Llevaba el uniforme oficial de la preparatoria: falda negra y camisa blanca con corbata, al igual que llevaba consigo un suéter tejido a mano color negro amarrado en la cintura.
Sin dejar de correr, Suzuki abrió su mochila y solo con el tacto de sus manos comenzó a buscar algo dentro de esta. Buscó con mucha urgencia el objeto, pero parecía que su tacto no era lo suficientemente agudo para encontrarlo, así que, aún con el riesgo de caer y lastimarse, Suzuki se acercó la mochila a la cara y comenzó a revisar con mucha rapidez cada rincón de la mochila. Todo parecía ir mal, ya que no encontraba lo que buscaba, sin embargo, el brillo de alegría regresó a su rostro cuando repentinamente encontró el objeto que parecía esconderse de ella.
Mientras regresaba la mirada al frente, Suzuki sacó de la maleta un listón rojo el cual se comenzó a amarrar en la cabeza para formar una diadema. Aquel listón, ahora siendo una diadema, extrañamente desafío las leyes de la física, ya que, aun siendo simple tela, esta se quedaba levantada, asemejándose a las orejas de los conejos. La diadema no era tan larga, pero a la vez no era tan corta.
—Ni siquiera me dio tiempo de peinarme... —Comentó Suzuki y extrañamente el listón se movió como si tuviera voluntad propia—. ¿Ah?, Eso es el portón de la escuela... Excelente, solo quedan unos cuantos metros más y llego.
Suzuki apresuró el paso y al llegar al portón principal frenó bruscamente para luego seguir corriendo hacia dentro de la escuela, ignorando por completo a los tipos que vigilaban en la entrada.
—¡Oye!... ¡Llegas demasiado tarde!
—¡Lo siento! —Suzuki se detuvo para disculparse, aunque decidió no perder más tiempo, así que volvió a correr. —¡Soy de nuevo ingreso! ¡Voy tarde a la ceremonia! ¡Bye, Bye!
Los tipos que vigilaban no pudieron detenerla, así que mejor no le dieron importancia. Estudiantes como Suzuki son recurrentes siempre en el primer día, logrando así una comprensión de parte de los vigilantes. Sin embargo, uno de ellos se dio cuenta que la chica no recogió el mapa que le dan a todos los de nuevo ingreso.
—... ¡Oye!... ¡Espera, no te hemos dado tu mapa! —Gritó uno de los vigilantes.
—¡No se preocupen, sé cómo llegar! —La chica miró hacia atrás para responderle a los vigilantes. Lo que generó que, por andar distraída, se impactara contra un grupo de chicos quienes junto con ella cayeron al suelo. —¡Ouch! Yi,yi, yi, ay. Ese golpe si me dolió. —Comentó en el suelo Suzuki.
Al darse cuenta de lo que había sucedido, aun con un dolor en la cabeza, Suzuki se puso de pie rápidamente y comenzó a disculparse.
—Lo siento, lo siento mucho. No vi por donde iba. ¿Se encuentran bien? —Comentó Suzuki mientras observaba con detenimiento a los chicos que estaban en el suelo.
—Sí, sí. No te preocupes estamos bien. —Comentó el joven el cual tenía el cabello de un color muy singular, quien todavía seguía atontado por el impacto.
Suzuki al mirar que aquella persona no podía ponerse de pie, de una forma desinteresada, pero aun sintiendo algo de culpa, estiró su brazo con el fin de ayudar al chico a ponerse de pie.
El chico levantó la mirada, observando fijamente y con detenimiento los ojos de la chica. Las personas dicen que los ojos son el espejo del alma e inesperadamente el chico comprobó esas afirmaciones. Calidez, es lo que esa brillante mirada trasmitía, pero si mirabas con atención podías apreciar los pequeños matices de oscuridad. Quizás era el contraste entre la luz del día y la posición en la que se encontraba el chico, o solo fue que él vio más de lo que debía.
El chico desvió rápidamente la mirada, ya que sintió que había mirado fijamente a la chica por demasiado tiempo, quizás sintió que fue maleducado de su parte y eso lo hizo sentirse apenado. Aceptando la ayuda, el chico sujetó la mano de Suzuki, y con un pequeño impulso se puso de pie.
«Es muy suave y cálida»
No era la primera vez que el chico sostenía la mano de una mujer, sin embargo, era la primera vez que se sentía muy nervioso al hacerlo. Tal vez era la belleza tan radiante de Suzuki o quizás era el aura de amabilidad que cubría su persona, lo único cierto era que había algo indescriptible en esa chica que dejaba en "jaque" a cualquier hombre.
—¿P-por qué siempre debo de ser yo el que acabe debajo de ustedes? — Cerca de ellos se escuchó una leve voz, la cual parecía que estaba siendo asfixiada.
—Lo siento, David. D-deja me pongo de pie... — Uno de los chicos, al parecer el más alto, utilizó la fuerza de sus piernas para quitarse de encima a los demás—. Ya está.
—Oye, Raúl. ¿Podrías ayudarnos? —Comentó un joven con el cabello corto, que se estaba sobando la cabeza por el dolor.
Suzuki miró detenidamente al joven que ella había ayudado y le dijo.
—Así que te llamas Raúl. La verdad nunca había escuchado ese nombre en la vida, por lo que será difícil olvidarlo. Mucho gusto, me llamo Kyomi Suzuki. —Repentinamente Suzuki se quedó en silencio, recordando lo que estaba haciendo hace unos minutos. Así que sin perder tiempo volvió a correr. —¡Lo siento!... ¡Voy tarde a la ceremonia!
La joven se fue corriendo rápidamente mientras alzaba su mano para despedirse, dejando muy atrás a los chicos. Generalmente cualquiera se sorprendería al ver gemelos o trillizos, por lo que ver quintillizos su pondría una sorpresa aún mayor, pero este no fue el caso de Suzuki. Ella ni siquiera se dio cuenta de que eran quintillizos o al menos de que eran hermanos.
—¿Acaso es tonta?... No se dio cuenta de que nosotros vamos al mismo lugar. —Opinó Fernando.
Los chicos se pusieron de pie, comenzaron a estirarse para quitarse el dolor y después se prepararon para correr.
—Entonces, ¡Vamos a correr! —Exclamó Eric.
—Esperen un segundo, queridos amos. —Emma apareció de entre los arbustos de forma inesperada para poder detener de manera fría a los chicos.
—¿Eh? ¿Y a hora qué, Emma? —Comentó Fernando al mismo tiempo que pensaba «¿Qué hacías dentro de los arbustos?»
Emma levantó la cámara mientras le brillaban los ojos, parecía que intentaba expresar una extraña emoción, pero su rostro siguió tan serio como de costumbre. Sin perder tiempo, Emma señaló el cartel que estaba a su derecha, aquel cartel tenía escrito:
"Bienvenidos estudiantes de nuevo ingreso"
—No. No voy a hacer eso. —De forma obstinada, Fernando intentó alejarse de ese cartel, sin embargo, Emma lo tomó muy fuerte del uniforme.
—Emma, ¿podrías sol...? —Las palabras de Fernando fueron silenciadas por la mirada fría y de asesina que tenía Emma. Al final Fernando terminó aceptando de manera obligada.
Los chicos se juntaron enfrente del cartel y comenzaron a realizar algunas poses extrañas: las poses eran muy similares a las de los personajes cuando son elegidos en videojuegos de peleas, todos hicieron poses excepto Fernando.
—Oye, Fernando, relájate y disfruta un poco. —Comentó Juan.
Fernando enojado solo desvió la mirada.
—Muy bien, digan whisky, mis queridos amos.
Después de tomar la foto, Emma, al parecer alegremente, pero con su rostro de seriedad, comenzó a guardar la cámara.
—¿Qué crees que haces, Emma? —Dijo Juan mientras tomaba la mano derecha de Emma—. Todavía falta una foto. ¿Encontraste eso, David?
David se encontraba revisando las maletas que había traído Emma. Después de revisar por un tiempo, David sacó un trípode para cámara.
—Ah, lo encontré. Aunque es muy pequeño... No, espera... se puede hacer más largo.
David acomodó la cámara en el trípode y activó el temporizador.
—No comprendo que están intentando hacer, Goshujinsama.
Juan llevó de la mano a Emma hasta el cartel y los demás se fueron agrupando al lado de ellos.
—Nos tomaremos una foto todos juntos. Solo sonríe. —Emma miró a Juan con el mismo rostro de seriedad que siempre—. Ya veo, te es imposible sonreír... Hum... pues entonces solo haz la señal de paz.
Emma no entendía lo que estaba sucediendo, pero aun así intentó realizar la señal de paz.
—¿Cuánto tiempo pusiste, David?
—Pues... no mucho...creo.
El flash de la cámara parpadeo y la foto al fin fue tomada. Los chicos pudieron adoptar una pose para la foto que quizás dure para la eternidad.
—Bueno, ya nos vamos. Nos vemos más tarde, Emma. —Comentó Juan.
—Apúrense. Ya vamos muy retrasados. —Comentó Eric mientras comenzaba a caminar en dirección al auditorio.
Los chicos se despidieron de Emma y salieron corriendo hacia el auditorio. Al no conocer el lugar, la búsqueda fue más difícil.
—Oye, ¿no se supone que llevas un mapa contigo, Eric? —Eric comenzó a revisarse por completo y luego se encogió de hombros.
—¿Acaso perdiste el mapa?
—No fue mi culpa. Tenía el mapa en la mano cuando sucedió el accidente. A lo mejor salió volando en el momento del impacto. —Respondió Eric.
—Oigan, no es por nada, pero siempre he tenido mala condición física, sin embargo, he podido correr a gran velocidad sin perder el aliento. —Comentó Juan con alegría
—Esto se debe a la técnica "adopción". ¿Acaso no está escrito en tu guía? —Comentó David. —Juan solo desvió la mirada y fingió que silbaba. —Espera, ¿no leíste la guía?... He de creer que ustedes sí lo leyeron. —Los demás igual desviaron la mirada—. ¡No puede ser! ¿Acaso fui el único que leyó la guía?
—Para qué te mentimos si al final lo descubrirás. —Comentó Raúl de manera sarcásticamente honesta.
—Aaah... Hmm. Resumiendo todo ese apartado de la guía. Al parecer fuimos acoplados al nivel básico de habilidades físicas de este mundo. Si nos quedábamos con nuestros cuerpos del otro mundo, existía la posibilidad de no durar ni un segundo aquí.
—¿Eh? Miren allá, eso parece un auditorio. —Comentó Raúl mientas señalaba a un gran edificio—. Solo hay que cruzar este jardín.
Los chicos se apresuraron para tratar de llegar antes de que descubrieran su ausencia. Atravesaron un amplio jardín con flores raras, pero de hermosos colores. Ellos no lo notaban por ir a gran velocidad, pero para ser un mundo donde existe la magia, toda la escuela parecía una preparatoria normal, no había nada extraño; En cada edificio se encontraban varias aulas donde imparten las clases, aulas completamente normales e iguales a las del mundo "normal". La única distinción eran los carteles que decoraban la escuela: cuya información era sobre magia y esas cosas. La otra distinción son las flores que eran extrañas y cada camino al aire libre era decorado por postes de luz fabricados de un material parecido al metal. Al final los quintillizos lograron llegar a la puerta del auditorio. Había mucho ruido así que quizás no notarían que llegaron tarde.
Eric comenzó a abrir lentamente la puerta de madera y de reojo pudo observar a varios alumnos de pie que se encontraban cantando el himno de la escuela.
—Bien, todos están distraídos. Es hora de entrar.
Juan se puso de espalda contra la puerta y comenzó a girar la cabeza hacia casi todos los lados posibles.
—Perímetro asegurado, señor. —Susurró Juan—. Pueden continuar con la misión. Cambio.
—¿Podrías dejar de ser tan infantil por un rato, Bik? —Comentó Fernando con algo de disgusto, pero a la vez con vergüenza ajena.
—Negativo, cadete... Es más, deja de perder el tiempo y entra. Hermosa enfermera de cabello blanco se acerca de manera inesperada a las 12 en punto.
Los demás voltearon para confirmar si era verdad lo que decía Juan sobre la hermosa enfermera. Y extrañamente Juan decía la verdad. La enfermera llevaba puesto su distintiva bata blanca y unos lentes redondos, los cuales resaltaban más su belleza. Al caminar parecía que estaba en una pasarela de moda mientras que su cabello blanco era soplado con delicadeza por la suave brisa de la primavera. Sus ojos color miel expresaban paz y tranquilidad.
—Oigan, idiotas. Debemos de pasar antes de que terminen de cantar el himno. —Dijo Raúl.
Los demás habían sido hipnotizados por la deslumbrante belleza de aquella enfermera que aparentaba tener al menos 20 años, Raúl al notar eso sujetó a sus hermanos del cabello y los fue metiendo de uno en uno al auditorio.
Ya cuando entraron, los quintillizos comenzaron a gatear en silencio para no ser descubiertos. Eric visualizó unas sillas que estaban vacías, así que con unos gestos señaló el próximo objetivo. Eric realizó un movimiento semejante al que se realiza cuando se revuelven las fichas de dominó. Después comenzó a señalar hacia la dirección de las sillas vacías y luego levantó los pulgares. Los demás no entendieron el mensaje, pero para no parecer idiotas también levantaron el pulgar.
Ir hacia las sillas vacías parecía una tarea sencilla, sin embargo, el canto de todos los estudiantes cesó repentinamente y después estos mismo se sentaron, generando que la misión "Sentarse en las sillas" fuera más complicada. Además, las sillas estaban acomodadas por columnas, ayudando así a que hubiera algunos pasillos para que los estudiantes llegaran a sus asientos sin dificultad.
La tarea se había complicado, y se complicó aún más cuando Eric comprendió que no importaba que tan lejos estuvieran de la tarima, los profesores en este mundo poseen una vista más aguda que los profesores de su antigua escuela. En ese momento se encontraban en un mundo donde la magia existía y por ende Eric pudo deducir que la visión de los profesores sería mayor.
«Muy bien. Nos encontramos en la columna uno y nuestro objetivo se encuentra en la cuarta columna. Eso quiere decir que debemos de evitar que nos vean en tres caminos visibles. Bueno, la verdad es que no hay mucho que hacer, así que lo dejaré a la suerte.» Pensó Eric.
Eric respiró profundo y dio un pequeño salto para luego rodar hacia la segunda columna. Los demás lo miraron con asombro y luego se miraron mutuamente mientras se asentían con la cabeza. Lentamente los chicos fueron gateando hacia donde se encontraba Eric. La mirada del profesor, que estaba dando el discurso, se dirigió en dirección de la columna uno y dos. Sin embargo, no vio nada porque ya habían cruzado.
—¿Qué coño están haciendo, idiotas? —Susurró Eric con disgusto.
—Hacemos lo que dijiste. —Contestó Raúl.
—Tenemos que ser discretos. Así que traten de hacer lo mismo que yo.
Eric se acercó al borde de la última silla de esa columna y miró de reojo para verificar que no los veían. Eric volvió a realizar unas cuantas señas raras y los demás asintieron con la cabeza mientras tenían una sonrisa falsa dibujada en el rostro. De uno en uno fueron rodando hacia la otra columna, sorpresivamente tampoco fueron vistos.
«Bien, solo queda una sola columna. Las posibilidades podrían estar en nuestra contra, sin embargo, hoy la suerte juega de nuestro lado» Eric sonrió a los chicos mientras levantaba el pulgar, así que los otros contestaron de la misma manera.
Dieron un último salto con una mini voltereta y lograron cruzar. Esta vez la mirada del profesor sí había captado algo, pero no le dio importancia.
—Estamos a salvo. —Dijo Eric mientas suspiraba.
Solo les quedaba sentarse en las sillas, así que de forma veloz los cinco se acomodaron en las sillas y comenzaron a arreglarse la corbata mientras sacaban un poco el pecho demostrando su superioridad. Los chicos comenzaron a chocar los cinco en un momento de victoria. Sin embargo, el discurso del profesor, el cual era un anciano y director de la escuela, llamó su atención.
—Muy bien, estudiantes. Estamos por concluir la ceremonia, pero no sin antes recordarles que el examen de colocación se realizará en 4 días. Será un examen en donde se pondrán a prueba sus habilidades, lo que nos servirá para poder separarlos en grupos equilibrados.
—¿Examen? —Les preguntó Juan a los demás.
—Tampoco lo comprendo. David, ¿Hay algo relacionado con eso en la guía? —Preguntó Eric.
—Negativo. En la guía nunca se menciona nada sobre el examen.
Repentinamente el discurso del profesor volvió a captar la atención de los chicos.
—Hoy es un día especial, ya que la escuela ha recibido una donación monetaria de una familia muy reconocida en el mundo. Al parecer es en agradecimiento de que la escuela haya aceptado a sus honorables hijos.
—¿Honorables?
—¿Una familia de ricos?
—¿Quiénes serán esas personas?
El murmullo de los estudiantes comenzó a inundar todo el auditorio, mientras que a los chicos les corría un gran escalofrío por todo el cuerpo.
—¿Cre- creen que se trate de...? — Sin poder terminar su pregunta tartamudeó Fernando.
—N-no, n-no creo. Eso sería mu-mucha co- coincidencia. —Contestó aterrado Juan.
Con un fuerte golpe en el atril de madera, el director silenció a todos los estudiantes.
—Hmm, sé que es extraño que un profesor diga la palabra "honorable" en estudiantes que ni siquiera conoce, sin embargo, así es como su madre los describió en el recado. Además, también pidió que dijera esto frente al micrófono. —El profesor respiró profundo y con una vena resaltada en la frente comenzó a decir. —Hola, mis niños. Soy su mamá Catalina. Espero que tengan suerte en su primer día de clases. Recuerden que su mami los quiere. Un beso para ti Eric, un beso para ti David, otro para Raúl, un besito para Fernando y otro beso para ti Juan, bye, bye.
Los chicos se encontraban abatidos con la mirada perdida, ya que sus esfuerzos para no resaltar fueron tirados a la basura por la acción de su propia madre. Los demás estudiantes estaban confundidos y algunos estaban conteniéndose las risas. Pero todo el ambiente cambió cuando el profesor dijo su última frase antes de retirarse de la tarima.
—Es un gusto que los miembros de la familia Windsor estudien en esta preparatoria.
Los murmullos volvieron a comenzar, pero ahora no se trataban de murmullos normales, al parecer algo había con ese apellido, ya que los alumnos habían reaccionado de una forma inesperada para los quintillizos. Los chicos se encontraban en serios aprietos. Habían logrado entrar sin ser vistos y sin llamar la atención, todo iba de maravilla, pero al parecer no importa en que mundo vivan, ellos siguen siendo desafortunados.
Inclinando un poco su asiento hacia atrás, Eric comenzó a mirar hacia el techo mientras suspiraba.
—Parece que sufrimos un sabotaje de nuestro superior, capitán Eric. —Comentó Juan mientras inclinaba su cuerpo hacía en frente.
—Todo nuestro plan iba de maravilla... Si te soy sincero, realmente esperaba algo como esto. — Comentó Eric cabizbajo.
—Tch. Bueno, no importa mucho. Ellos no tienen la más mínima idea de nuestros rostros ¿o sí? —Con algo de esperanza comentó Raúl.
Como si lo hubiese deseado, o tal vez el destino simplemente tiene algún problema con los quintillizos, casualmente en la silla que se encontraba enfrente de Raúl sobresalía un listón que le resultaba muy familiar. Los chicos miraron detenidamente aquel listón, el cual se movía como si tuviera vida propia, y de la nada David comentó.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto.
Aquel listón, que se asemejaban a las orejas de un conejo, se paró repentinamente como si hubiese escuchado lo que David había comentado. La dueña del listón lentamente fue mostrando su rostro hasta que este mismo quedó al descubierto. La chica miró fijamente a Raúl y con una gran sonrisa la cual, por pura casualidad, estaba llena de malicia. La dueña de ese listón era nada más y nada menos que Kyomi Suzuki.
—Hmm. ¡Así que tú eres Raúl Windsor! ¡Y esos cuatro son tus hermanos! —Con una voz que resonó por todo el auditorio, comentó Suzuki con alegría.
Al escuchar esto, los chicos recibieron el golpe final que destruyó en pequeños fragmentos todos sus esfuerzos. De la nada, todo el auditorio se había vuelto a inundar con los murmullos de los estudiantes. Palabras de confusión, unas con desconfianza y otras de desinterés, se podían escuchar por todo el auditorio.
Enfrente de los estudiantes se encontraban todos los profesores de la preparatoria, los cuales solo analizaron detenidamente la situación. Cada profesor tenía algo que lo diferenciaba, poseían rasgos muy pocos comunes, había desde un profesor con un traje de pirata color negro, uno que apenas alcanzaba los 30 cm de altura, y otros que solo se mantenían en silencio, sin embargo, solo con su aura transmitían el significado de respeto.
El director al ver toda esta escena decidió terminar con el discurso, pero antes realizó una pequeña sonrisa de satisfacción.
—Esto es todo por el momento. Vayan a conocer las instalaciones de la escuela. Que no se les olvide entrenar para su examen. Pueden retirarse.
Sin perder tiempo, los chicos salieron corriendo del auditorio, formando una extraña, pero sincronizada fila.
—Hmph. ¿Tienes algún plan, Eric? —Preguntó Fernando.
—Solo uno. Tenemos que evitar el seguir llamando la atención. No entiendo por qué, pero al parecer nuestro apellido nos traerá un poco de problemas. —Respondió Eric mientras se presionaba en mentón con ayuda del pulgar.
—¿Un poco? —Cuestionó Juan, quien se encontraba corriendo hasta el final. —. ¿Si escuchaste, Eric? Aquellos murmullos no eran normales... La única forma de evitar llamar la atención es que no nos volvamos a encontrar con ella.
—¿Con quién?
—Con esa chica llamada Suzu...
Una chica con una gran sonrisa en el rostro se encontraba corriendo a la misma velocidad que Juan.
—¡¿S-Su-Suzuki?!
—Hola
Juan se encontraba confundido y sorprendido, por lo que no prestó atención hacia donde corría, ocasionando que se estrellara contra un poste de metal. Al escuchar el fuerte impacto los demás se detuvieron.
Los chicos no se habían percatado de que estaban siendo seguidos por Suzuki, así que estaban confundidos. Al mismo tiempo Juan se encontraba tirado en el suelo con un gran chichón en la frente.
—Oye Suzuki, ¿Qué haces aquí? —Preguntó Raúl.
Ignorando por completo las palabras de Raúl, Suzuki solamente se dirigió hacia donde estaba tirado Juan y se agachó en frente de él.
—Oigan, ustedes son muy malos. Todavía que los saludo y salen corriendo del auditorio sin siquiera despedirse o mínimo regresar el saludo. —Comentó Suzuki con una voz de decepción—. Parece que los rumores sobre la familia Windsor eran reales. —Comentó mientras que con su dedo tocaba en repetidas ocasiones el chichón de Juan.
—¿Rumores? ¿A qué te refieres? —Preguntó Raúl.
—¿Hmmm? Pertenecen a esa familia y ni siquiera saben lo que son. ¿Será qué realmente no son miembros de esa familia?
Al escuchar esta falsa, aunque realmente cierta, acusación, David inteligentemente intentó desviar las sospechas inventando una excusa muy rara.
—Bueno, siendo sinceros nosotros tenemos un pequeño secreto. Así que como disculpa te lo contaremos, pero debes de prometer que no se lo contarás a nadie. ¿Lo prometes? —Comentó David.
Al escuchar esto, el listón de Suzuki comenzó a moverse de manera inexplicable. Aunque tenía un rostro de seriedad, su listón delataba que realmente estaba curiosa por saber ese secreto.
—Sí, es una promesa. — De forma alegre Suzuki aceptó.
David puso su mano derecha en la barbilla y comenzó a pensar. En ese momento Eric se acercó a David y le susurró al oído.
—Ni siquiera sabes que vas a decir ¿o sí?
David se encontraba preocupado, sin embargo, respiró profundo y después dijo.
— Escucha con atención, Suzuki-san. —Al escuchar esto el listón de Suzuki comenzó a moverse de un lado a otro, al parecer reaccionaba a las emociones de su dueña—. Cuando éramos niños, nosotros sufrimos una enfermedad de nacimiento, el cual provocó que nuestra madre, al ser muy sobreprotectora, nos encerrara en su gran mansión. Esto obviamente generó que creciéramos apartados del mundo exterior, por lo cual ni siquiera habíamos asistido a la escuela. Era tanto su sobreprotección que tampoco nos dejaba entrenar, así que con respecto al combate somos inexpertos... Respondiendo a tu cuestionamiento, nosotros si somos de esa familia, sin embargo, hemos pasado casi 15 años encerrados sin conocer más allá de un par de muros que nos privaban de nuestra libertad. —Repentinamente David cubrió su rostro con las manos y comenzó a recitar un monólogo muy melancólico—. Nuestro mayor sueño y deseo, es el de poder conocer el mar. Esas olas que solo podíamos apreciar en pequeñas ilustraciones, al igual que nuestros diversos planes para escapar de nuestra madre... fueron nuestro pan de cada día.
Tanto Raúl como Eric se percataron de que David estaba llevando su historia demasiado lejos, así que Fernando trató de traerlo de regreso, ya que en su mente David se encontraba en un largo viaje de fantasía.
—Vuelve, vuelve, vuelve, vuelve, vuelve. —Al ver que no era escuchado, Fernando decidió darle un golpe en la cabeza a David—. ¡Ya cabrón!
—L-lo- lo siento. Me dejé llevar.
Al mismo tiempo notaron que Juan y Suzuki se encontraban arrodillados mientras lloraban de tristeza.
—Qué historia tan más triste. —Con los ojos llenos de lágrimas comentó Juan.
—Tienes razón. Lo más triste de esa historia es el saber que no tienen amigos de la infancia. —Comentó Suzuki mientas acariciaba con delicadeza la cabeza de Juan.
Repentinamente esos dos volvieron a romper en llanto. Los chicos que se encontraban de pie solo miraban a su compañero Juan con cara de "¿Qué demonios está haciendo este cabrón?"
De la nada Suzuki dejó de llorar y se puso de pie.
—Bien. —Lentamente Suzuki se sacudió el polvo que tenía en su falda—. Está decidido. De ahora en adelante me convertiré en su gran amiga de la infa... La verdad es que sería raro que me digan así cuando apenas nos conocimos hoy. —Entonces, Suzuki se golpeó la palma con ayuda de su puño izquierdo y con un aura de extrema confianza, parecía que se le hubiese ocurrido la idea del siglo—. Fu, fu, fu, fu. Muy bien, quizás no me podrán llamar "amiga de la infancia". Así que ustedes tendrán el honor del llamarme ¡hermana mayor! Apláudanme por esa maravillosa idea.
Juan comenzó a aplaudir esa "brillante" idea de Suzuki. En realidad, parecía que Juan realmente se había creído semejante estupidez. Los demás solo podían ver como una idea sin sentido era apoyada por su compañero.
«Ya su estupidez era muy grande por sí solo, ahora encontró a una compañera. Esto será fastidioso.» Pensó Fernando.
Era cierto, dos idiotas se habían vuelto aliados en realizar idioteces. Más que aliados, ahora nació lo que sería una hermandad muy poderosa.
—Tu plan suena muy bien, Suzuki, solo un pequeño detalle... somos de la misma edad. —Comentó Fernando mientras caminaba hacia Juan.
—N-no puede ser verdad. Mi plan perfecto falló. —Suzuki comentó desconcertada.
Fernando se puso delante de Juan e intentó darle un golpe con su dedo en el chichón, sin embargo, Juan desvío el golpe con su mano derecha.
—Sabes, Fernando. Mayormente lo que dices siempre me irrita. —Con una voz que expresaba mucha seriedad Juan encaró a Fernando.
—Hmph. ¿Te irrita? Yo solo digo la verdad, Bik. ¿Hay un problema con eso?
—Hmm. La verdad sí. Ser honesto no es el problema. Pero la honestidad sin empatía solo es crueldad.
Juan y Fernando se miraron fijamente de manera muy seria. Al ver esto Suzuki comenzó a ponerse nerviosa e intentó separarlos.
—Vamos, chicos. No tienen que poner...
Suzuki no pudo terminar de hablar, ya que el aura que envolvía a esos dos era un aura de ira y eso instintivamente paralizó a Suzuki.
—¿Arreglamos esto como siempre, Fernando?
Fernando no respondió, solo se pudo apreciar una pequeña sonrisa en su rostro. Aquellos dos cerraron su puño derecho y al mismo tiempo movieron hacia atrás el brazo en donde tenían el puño. Repentinamente la atmosfera había cambiado: esto parecía una batalla entre el cielo y la tierra. Suzuki estaba aterrada, ya que, ante sus ojos, esto posiblemente podría llegar a destruir el mundo. Tanto Fernando como Juan entrecerraron los ojos y de forma rápida regresaron sus brazos hacía el frente, parecía que sus puños chocarían, sin embargo...
—¡¡Piedra, papel o tijera!!
—¿Eh? — Suzuki solo pudo realizar un pequeño sonido de confusión.
Juan había sacado tijeras mientras que Fernando sacó piedra.
—No puede ser perdí. —Dijo Juan mientras se revisaba la mano: pensaba que Fernando le había hecho trampa.
—Hmph. Ahora como perdiste tendrás que invitarme el desayuno. —Comentó Fernando con altanería. —Fernando extendió el brazo para levantar a Juan, y este mismo se puso de pie con ayuda de Fernando.
—Este de... ¿No se supone que pelearían a muerte? — Suzuki se encontraba demasiado confundida, tanto que su cerebro no podía procesar todo lo que había sucedido.
—¿Pelear? —Comentó Fernando mientras levantaba levemente una ceja—. Si realmente creíste que me pelearía con Juan... Eres más ingenua de lo que pensé—. Fernando se dio media vuelta y caminó en dirección hacia donde estaban los demás. Suzuki se encontraba algo confundida, pero también se sentía muy tonta al creer que ellos se pelearían. De la nada, los pensamientos de Suzuki fueron detenidos por un leve golpe en la frente.
—Oye, Suzuki. Si te quedas vagando en tu mente, te volverás a quedar a atrás. —Con una cálida sonrisa le comentó Juan—. Apresúrate, "Nueva amiga". —La alegría regresó a Suzuki, quien miró como los demás chicos se detuvieron y esperaron a que ella comenzara a caminar.
—Suzuki, ¿podrías llevarnos al comedor de la escuela? —Preguntó amablemente Eric.
Felizmente Suzuki asintió con la cabeza.
El nuevo grupo de amigos se dirigió al comedor de la escuela. Pasaron por varios pasillos que parecían abandonados, esto era así ya que ellos trataban de ocultarse de los demás alumnos. No querían seguir destacando. Suzuki caminaba enfrente de ellos a pasos agigantados, como si fuera una niña que le estuviera mostrando algo nuevo a sus padres. El grupo continuó caminando hasta que Suzuki, de nuevo por ir distraída, chocó con un alumno derramando encima de él una bebida. Aquel tipo parecía una gran montaña en movimiento y con una expresión de molestia la cual ahuyentaba a todo mundo, estaba siendo acompañado por su grupo de amigos, que contándolo a él eran alrededor de cuatro integrantes.
—L-lo siento. —Suzuki rápidamente intentó disculparse, sin embargo, aquella montaña de músculos sujetó a Suzuki del listón con demasiada fuerza. Parecía que le arrancaría la cabeza.
—Alguien tan insignificante como tu... ¿Acaso buscas pelea? —Cuestionó el tipo. —Tch. Debido a tus cuernos puedo deducir que eres un demonio de bajo linaje. Así que asumo que eres débil.—Aquel tipo miró con detenimiento a Suzuki y con desinterés comentó—. No vales la pena. Solo eres un objeto inservible utilizado por ellos. —Comentó mientras señalaba a los quintillizos—. Lo único de valor podría ser tu belleza, y es solo por eso que ellos te siguen. No es porque sean buenas personas, solo son hombres que se comportan buenos contigo con el único objetivo de que tú puedas satisfacer sus deseos más mundanos... solo eres un vil y triste accesorio.
El grupo de amigos del tipo comenzaron a reír mientras señalaban con desprecio a Suzuki. Esta ultima estaba con la mirada perdida en el suelo y con una voz ahogada solamente pudo decir.
—D-devuélveme... el listón. D-devuélveme por favor el listón.
Aquellos que en su momento habían sido adorables ojos y con un brillo insuperable, se habían apagado y lágrimas comenzaron lentamente a escurrirse.
—¿Qué? No logro escucharte... bueno eso es obvio, las personas débiles solo sirven como objetos. Y tú, pequeña demonio, solo eres un triste y desechable objeto.
Aquel tipo estiró el brazo donde tenía el listón, como si estuviera por regresárselo, sin embargo, en su rostro tenía dibujada una sonrisa la cual expresaba su fascinación por la desesperación ajena. Ingenuamente Suzuki intentó alcanzarlo, pero en el rostro el tipo tenía la expresión de que no importa lo que hagas, al final no lo recuperarás. Cuando Suzuki estaba a punto de alcanzar el listón, el tipo intentó retirar rápidamente su brazo, sin embargo, parecía que algo se lo impedía.
El rostro de Suzuki había cambiado de tristeza a incredulidad y asombro cuando vio una silueta que, aunque quizás no estaban del mismo tamaño, podía rivalizar con ese tipo, mientras que esa misma silueta lo sujetaba evitando que retirara el brazo.
—¿Acaso no escuchaste? Ella dijo que le devolvieras el listón, idiota. —Con una voz con matices de ira y desprecio, se encontraba Fernando sujetando el brazo del tipo mientras lo miraba directamente a los ojos.
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