Siguientes lugares: ¡Sal de tu zona de confort!
También queremos hacer un reconocimiento a los demás participantes de nuestro primer concurso, ¡pues sus relatos también estuvieron muy buenos y no deben desanimarse! ¡Están muy cerca de crecer mucho más!
4° lugar: AllFan_
Género: Ciencia Ficción
Narrador: 1ra persona
Técnica narrativa: Descripción sensorial/Simbolismo/Metáfora/Elipsis
Imagen de inspiración.
RELATO:
Pasos desquiciados de la perfección
—No digas ni una sola palabra, hijo mío, es lo único que te pido —pidió mi madre mientras cerraba la puerta de mi habitación, sonriendo suavemente bajo unas lágrimas que deseaban salir—. Escóndete y no te muevas hasta que te lo pida, por favor.
Era lo que normalmente me solía pedir cuando aquellos señores de negro llamaban a la casa de mi madre para recibir la paga que les correspondía. Me escondía en mi habitación, aunque más de una vez me escondía en el armario o en el sótano oculto que mi asqueroso padre había construido.
—Son mil trescientos crinos, señora.
—Pero... aumentó desde la última vez.
—¿Acaso se niega a pagar?
Su voz robótica intervenía en modo de amenaza, asustando a mi madre y que pagara con un notorio temblor en sus manos. Me imaginaba lo frustrante que debía ser tener que darle dinero a una raza de seres que deseaban ser robots. Se hacían llamar cyborgs, los próximos que conocerán una perfección increíble y que no tendrían que sufrir más como antes.
¿Por qué? ¿Cómo habíamos llegado a esto?
La ciudad en donde vivíamos avanzaba excesivamente rápido, la tecnología había conseguido llamar tanto la atención que ahora nuestra raza deseaba tener una parte tecnológica en su cuerpo. Vista desarrollada, oídos perfectos, un tacto exageradamente sensible... Para ellos era belleza, pero para personas como mi madre y yo nos resultaba una aberración.
Salir era conocer la nula existencia del aire puro, calles grises donde los robots se encargan de mantenerlo todo limpio con perfección. Coches que se movían a gran velocidad sin causar ningún estruendo, un movimiento suave y sutil como si fuera una brisa de aire cruzando a mi lado. Carreteras que daban la sensación de flotar y moverse por sí solas junto a trenes de alta velocidad que cruzaban por tubos que se movían hacia la dirección que uno deseaba. Los ojos de cualquiera que viera la ciudad serían maravillados por la impresionante evolución, pero sus manos tocarían la frialdad del metal junto a un aire que sería difícil de respirar por la contaminación y la toxicidad.
La naturaleza que nos rodeaba era plástica, no era propio de un tronco de un árbol, aspero, duro, con las hojas de diversos colores cayendo sutilmente hacia el suelo. Estos árboles no eran propios de un planeta que irradiaba vida. Tampoco lo hacían las flores ni la hierba, los ríos que una vez cruzaban y llevaban consigo a diversas especies de animales que se movían con felicidad ante un sol fuerte que siempre aparecía.
Ahora solo eran días nublados y gélidos.
Los edificios altos superan y dejan atrás la antigua ciudad que nosotros teníamos. A una altura que podía uno tocar el cielo, ¿podrían llegar a tocar las nubes? muchos dicen que ahí arriba existen seres que son capaces de conocer la felicidad extrema. Eran mitos que se perdían con el tiempo, pero no como materiales que brillaban en colores llamativos, ilustrando imagenes irritantes y molestas con el intento constante de convencerlos de productos que necesitan.
¿Y los jóvenes no se asustan? Eso se preguntaba mi madre mientras daba vueltas alrededor del comedor. La respuesta la tenía yo porque ellos mismos ya tenían implementados en su cuerpo partes tecnológicas, como sus ojos no eran como los míos, sino que los cables se metían en medio del globo ocular y se podían ver números de su ojo que analizaba todo su alrededor con perfección.
—Ker... Kersmark, cariño mío, es mejor que duermas, mañana tienes clases.
¿Deseaba ir a clases con todo lo que me rodeaba? Tampoco es que tuviera muchas ganas cuando mis compañeros de clase me miraban con desprecio por no querer implementar cables y metales exóticos que mejoraba mi cuerpo. Cierto era que nuestra raza era débil, a nadie le gusta sentir en su cuerpo la constante degradación de los sentidos, era una condición irremediable que teníamos... Era muy normal no poder ver a los veinticinco años, pero con la tecnología, se evitaba eso.
¿Era bueno? Claro que lo es, el hecho de que la tecnología pueda ayudar tanto a nuestra raza es maravilloso. Sigo creyendo que la tecnología puede ayudar si se usa con prudencia, pero da miedo ver que los que te rodean dejan un lado a esa humanidad, que su piel poco a poco cambia hasta ser solo metal, que los cables de su cuerpo son más visibles, que el suave tacto es reemplazado por el metal frío que intenta simular el abrazo de un amigo de clases.
No me gustaba estar en clases, pero ahí estaba, sentado en aquella silla que se acomodaba a mis comodidades con un ordenador donde me enseñaba grandes cantidades de información. Era como si enfrente mía hubiera alguien que me indicara que hacer, como un ser como éramos nosotros me decía que hacer y cumplir. Todo tenía un patrón repetitivo, un sonido que te notificaba si lo hacías bien tu trabajo, junto al bullicio de voces apagadas y robóticas de aquellos que fueron como yo.
Antes no era así, eso es lo que siempre pensaba mientras mis manos temblaban sin parar, mientras me agarraba de mis cabellos azulados largos y respiraba angustiado. Pedía perdón a mi madre por haber nacido en este mundo, la de gastos que le dí cuando pudo ser como mi padre, alguien adaptado a la tecnología. Los gastos eran increíblemente altos, pero si ella no eligió comprarlos era para cuidarme y darme todo el cariño que ese hombre alto e insensible nunca me dio.
Recuerdo su mirada fría de esos ojos grises mientras me miraba con desprecio:
—Kersmark nunca será perfecto si dejas que sea como los Boix's.
Y girándose sutilmente, su chaqueta larga y azulada ondulaba con aquel viento frío, caminando hacia cualquier sitio lejos de nuestra casa como un recuerdo que en mis peores momentos aparecería para torturarme. En ese día me di cuenta que la ciudad tenía los colores gélidos propios de un invierno triste donde la soledad intervenía en aquellos que no expresaban sus emociones. Miraba sin corazón alguno hacia ese hombre que desconocía mientras las lágrimas herían mi orgullo, apretando mis manos para jurarme una sola cosa:
—Los mataré, acabaré con ellos y seré su gobernante.
Un deseo que a mi madre le pareció imposible porque revelarse contra ellos era sinónimo de muerte. ¿Cómo puedes desear tal cosa, Kersmark? Nosotros estamos destinados a esa evolución porque nosotros somos ineficientes, porque nosotros hemos nacido con defectos que solo la tecnología puede ayudarnos.
Palabras que resonaban mientras miraba perdidamente hacia mi habitación azul, podría ser como el cielo, a veces lograba calmarme y darme ideas prudentes, pero cuando cambiaba a un color oscuro como el universo, me aparecían ideas que colmaban mi calma como un vaso a punto de derramar el agua y acabar con todo.
Era todo demasiado complicado y solo miraba mis manos temblorosas, sintiendo la viscosidad de un líquido que era mezclado por la contaminación, un material exótico que le daba brillo y fuerza a esos metales que conviven en esos cuerpos robóticos. Una vez más las ponía en mis mejillas, arrastrándose poco a poco para sentir una emoción tan fuerte de felicidad, sabiendo que a lo mejor la demencia se adentraba en mi cabeza poco a poco, pero, ¿eso importaba?
Respiraba rápido ese aire gélido que perforaba mis pulmones como estacas clavadas en vampiros. Mis mejillas coloradas sentían el líquido inusual y espeso que me hacían darme cuenta de la realidad. Reía, mis oídos escuchaban mi risa desquiciada para luego mirar hacia enfrente y llorar desesperadamente al darme cuenta de que me había transformado en un amenaza.
El suelo sucio de aquella alejada zona de la ciudad era decorada por miles de cables destrozados por la guadaña que tenía en mi lado derecho, un arma que agarré en medio del terror que me suponía ver a varios de ellos mirándome con desprecio por no ser como ellos.
Reía sin parar mientras veía como los ojos cableados parpadeaban en un color rojo, dándo la señal de que alguien había perdido la cordura. Con una pisada fuerte contra esos ojos muertos, agarré todo lo que fuera reutilizable. Cables, metales, chips, teclas, placas , su vestimenta y sus mejoras, para ir corriendo hacia los barrios bajos.
Las miradas juzgaban sin decir nada, nadie se atrevía a decir una sola palabra porque conocían la verdad de este lugar, el gobernador actual que hablaba con palabras dulces llenas de esperanza negaba la realidad de este mundo del cual no pensé que conocería más de una vez. La primera vez fue cuando a mi madre no le quedó otra que hacer venta de algunas partes de su cuerpo, pues se consideraba como algo valioso y que en la sociedad se iba perdiendo.
¿Hasta qué punto habíamos llegado? Era lo que me cuestionaba mientras llevaba con cierta dificultad todos esos materiales que había arrancado sin piedad alguna. Llamaban perfección a ser un cyborg, eso era lo que eran, no ser un robot perfecto. Cada vez que me acordaba de sus gritos miraba con desconcierto las calles sucias que en parpadeos me mostraban una irrealidad, sangre cubierta en las calles que pisaba, resonando cada paso como una marcha fúnebre a todo aquel que se atreviera a tocarme.
Pero lo irónico es que a esa edad no se me daba bien amenazar, mi mirada perdida por la locura hacía que los demás creyeran dos cosas: que la ceguera estaba afectándome o que había cometido un delito del cual ellos, imperfectos cyborgs de baja calidad, se habían acostumbrado. ¿Quién iba a decirme que iba a llegar a este momento de mi vida? Capaz porque veía injusto que esos robots lo tomaran todo, capaz porque creía que todo era culpa de mi padre, capaz porque me había hartado de todo que sería lo peor que habrían creado ante esa falsa esperanza.
¿Dónde ves la felicidad ser inhumano? ¿Dónde ven la ilusión de repetir patrones aburridos donde no conocías el exterior? ¿Dónde ven la felicidad al no sentir nada? Al menos a mi me esta curioso verme las manos de la culpa y reírme por saber que no era correcto.
Abrí la puerta repentinamente al ver a ese cyborg de mirada perdida, temblando al verme respirando lentamente, mis ojos emitían un brillo rojizo del que nunca había tenido, pues mis ojos eran azules. Se notaba mi ansias de cometer posiblemente el mayor error del que me arrepentiría, pues el miedo de saber cómo se lo tomaría mi madre me inundaba.
La mujer de manos angelicales que escuchaba mis llantos y preocupaciones, diciéndome que la culpa no era mía más que este mundo que había cambiado en cuestión de años.
—Harás todo lo que pida sin rechistar, un gesto en falso y conocerás el verdadero infierno.
El contrario me miraba sin saber que decir, su mandíbula se movía sin parar como si fuera un muñeco cascanueces que no funcionaba correctamente. levantaba sus manos como si cometiera el mayor delito, pidiendo clemencia a la vez que obedecería todo lo que yo pidiera.
Fue ahí cuando sentí el poder por primera vez y mis labios se curvaron de una forma que aterraron al contrario, siendo más eficaz de lo que yo esperaba, aunque no me gustó la operación, mi cuerpo gritaba al escuchar los constantes golpes de un martillo perforando los huesos, el irritante sonido de una sierra perforando la piel y los músculos. Por mucho que tuviera esa conocida anestesia, mi cuerpo pedía auxilio como si le torturaran con el constante goteo de una pared agrietada que caía en la cabeza.
Pero nunca grité, pues supe que sentir, que tener emociones o vivir era indecente. Eso me lo enseñó mi padre al igual que todos los que me rodeaban, simulaban emociones y eso me parecía tan asqueroso que decidí tomar mis propias elecciones y que todos debían aceptar.
En medio de aquella operación me pude dar cuenta que aquel que cumplía mis órdenes se movía con una eficacia inusual. A pesar de tener miedo, su cuerpo obedecía a todo sin fallar y eso solo hacía que le mirara con interés mientras mi mente funcionaba como los engranajes de un reloj. A cada tick que contaba los segundos, ideas crueles venían a mi cabeza porque sabía que ellos eran serviciales.
Como nosotros fuimos antes de ser robots.
Claramente había excepciones, solamente hbaía que ver a mi padre al desentenderse de nosotros, al elegir su camino donde escogía la libertad. Su vida fue un misterio para mí, pero si lo volviera a ver no dudaría ni un segundo en arrancar todo para obligarle a hacer una tarea y que la efectuará con eficiencia.
Que trabajen para mí y ante el fallo torturarlos, pero que sigan siendo esclavos. No era una idea que me pareciera tan cruel al saber que ellos mismos se habían condenado con aquella tecnología que no era tan perfecta como creían.
Ese día en el que me levanté y me di cuenta de los cambios, miré hacia mi alrededor para ver que tras la ventana semi-rota se encontraba la gélida nieve que siempre me acompañaba. Observe todo mi cuerpo tras el espejo que ese sirviente me ofreció, susurrando palabras de clemencia mientras observaba con total indiferencia lo que era.
Un robot, me había vuelto como ellos, pero mis ideas y las pocas emociones que tenía seguían ahí. Todos los cables que alguna vez detesté se encontraban en mi interior funcionando con perfección, una piel que al tacto de cualquiera que no fuera robot sería desagradable e incómoda. Una apariencia intimidante, y más al conseguir los dos metros de altura con aquellas botas incrustadas en mis piernas.
Veía a alguien que detestaba y eso solo hacía que riera con crueldad, apartándome para tomar la chaqueta azulada de aquel individuo que me miraba perplejo por la situación, respirando aliviado al saber que seguiría un día más con vida.
Ahora solo tenía algo pendiente y no era algo que me hiciera especialmente feliz.
—Kersmark... —murmuró mi madre, poniendo sus manos en su boca con lágrimas que eran como dos cascadas.
Jamás sentí tanta culpa.
—¿Por qué? ¿Qué hice yo para que cambiaras así?
Jamás tuvo la culpa, eso lo tenía tan claro. Me acercaba a ella mientras mi respiración se agitaba, queriendo expresar mis palabras. Lo sentía tanto en verdad, pero no me parecía justo que ella viviera un mundo así de injusto donde la desesperación había cambiado todo. ¿Qué quedaba de humano ahí?
—Kersmark, podemos hablarlo, de verdad, podemos ir a otro lado, dicen que hay otros códigos donde vivir —trató de explicar mientras se acercaba a mi con sus manos intentando agarrar mi rostro.
Solo ella... era la única que quedaba con vida.
—Lo siento, mamá.
Y jamás en mi vida vi un destello brillar con tanta fuerza, jamás pensé que mi deseo fuera ejecutado con rapidez, sin pensar ni un segundo ni dudar. Ver como mi brazo derecho se movía junto a la guadaña que escondía fue algo de lo que me costó borrar de mi memoria, ver cómo había cortado en un tajo vertical a la única que se consideraba fuera de este mundo robótico a la vez que la única que me amaba incondicionalmente.
No sé cuántos días han pasado, ni siquiera los meses ni los años, no conozco el tiempo. Solo me miro enfrente del cristal donde mi chaqueta larga y azulada ondula con calma ante el viento que hace hoy. Los colores de la ciudad siguen siendo azules, pero ya no son tan fríos, ahora resuenan en un orden que corresponde y que yo mismo he podido conseguir. No me avergüenzo de los gritos llenos de desesperación, de esos agarres que intentaban arrancar mi poca piel o como me escupen sangre hacia mi rostro con tal de pronunciar alguna palabra.
—Señor Kersmark. —La voz de alguien que se me hace familiar, como una madre, suena a mis espaldas. Girándose con total calma, veo a quien es mi sirvienta—. Su segundo prototipo de guardián está listo para ser ejecutado.
Muevo mi cabeza hacia un lado mientras mi cabeza hace que detenga esa reproducción de un pasado que trato de borrar. Observo con detenimiento hacia aquella que ha sido totalmente fiel a mí. ¿Quién fue en su momento? ¿Por qué la habría creado? Una parte de mi las lágrimas desean caer por la culpa de haberlo hecho, pero otra aparte de mi me lo impiden porque tener emociones está prohibido.
—Póngalo en marcha, ahora iré hacia la sala de pruebas. Veré si Zookologie cumple mis expectativas.
—Sí, señor.
Y aunque me costó mucho ser capaz de dominar la tecnología, ser capaz de comprenderla y usarla como si se moviera a mis órdenes, no puedo negar que una parte de mi desea por un segundo volver atrás y hacerlo bien...
Pero pensar en el ruido irritante y mal coordinado de una sinfonía imperfecta, de un grupo de seres que no saben actuar como debe, hacen que mis nervios se colmen y deba intervenir. ¿Qué son ellos bajo mi mandato? Nada más que una orquesta que no tiene a su director.
Y todo aquel que decida ir por un camino distinto o cometer un fallo, conocerá mis formas de arreglarlo.
5° lugar: Jack_and_sn0w
Género: Ciencia ficción
Narrador: 1ra persona
Técnicas narrativas: Descripción sensorial/Sarcasmo/Metáfora/Elipsis
Imagen de inspiración:
RELATO:
El viejo del laúd
Fue una vez que lo encontré en las ruinas de Vieja Mérida, allí pude escuchar los suaves pasos casi rítmicos, cuatro de mis compañeros habían muerto, uno murió con un fino corte en la garganta, casi con la habilidad de un cirujano y el otro murió con un disparo en la frente. Es con el resto a quienes no pude ver morir, pero es por sus gritos que resonaron en las calles de Vieja Mérida que al día de hoy prefiero no imaginarme lo que les pasó esa fatídica noche.
Recuerdo aún el día que decidimos adentrarnos en esta misión, fue por medio de la secta de Blödysathva, aquellos bastardos y sus temas raros de magia pagan bien por hacer el trabajo sucio que ellos mismos dejan por sus excéntricas costumbres, así que ya sabía con que ir preparado, me esperaba algunos seres salvajes, tal vez wendigos, ghouls o incluso diablillos de estirpes bajas.
Compramos balas benditas, algunas granadas e incluso cartuchos de escopeta, puede que después de un cataclismo haya poca comida o agua, incluso que la luz sea muy intermitente, pero eso sí, puedes apostar que las balas nunca desaparecerán.
Mira, no soy un novato, llevo en el negocio de cazarrecompenzas casi nueve años y sé que en ese tiempo uno logra adaptarse a cosas muy jodidas, como seres que literalmente son solo unas grotescas parodias de lo que alguna vez fue un humano corriente o incluso con seres mágicos que no son para nada iguales a lo que los cuentos de hadas te han enseñado, desde que la Tierra quedó contaminada por un aire corrosivo estos bastardos han querido hacer de las ruinas del mundo su hogar, y es ahí donde tipos como yo entramos.
Mis trabajos son simples, matas al tipo en el cartel de se busca o matas a engendros que están en edificios haciendo su nido, y siempre hay gente queriendo acercarse a mí para el contrato de turno, como digo las misiones del culto de Blödysatva dejan una buena comisión por cazar y matar seres de pesadilla o la captura de seres mágicos. Y no es raro el despistado que cree que con solo una pistola en mano y una espada ya se cree en condiciones de siquiera hacer una misión de alto riesgo.
No culpo a estos tipos, a veces los premio con hacer el reconocimiento en la zona, una labor bastante peligrosa de la cual muy pocos sobreviven, pero vamos, no puedes decir que yo sea malo, los hago firmar un contrato, ellos son los que no leen, así que en su premio está la paga fuerte, si sobreviven les doy una buena paga, pero si mueren me quedo con sus cosas. En el contrato no estaba estipulado que tuviera que llorar por ellos.
Todos nos preparamos para la misión era matar a un tipo, no teníamos gran descripción más allá de un viejo con vestimentas de seda y un laúd.
Pensamos que podría ser un brujo, así que preparamos nuestro equipo de defensa y las armas, casi todos mis compañeros llevaban lo básico, un chaleco antibalas, unas botas militares, y unos brazales y el casco por si acaso nos encontrábamos con desconocidos en la misión. Yo era un poco más especial, usaba unas chaleco anti fragmentación y un equipo acorazado, botas, brazales tu dime, era lo mejor que podía conseguir con mi sueldo, y no me quejo, yo solía comprar lo mejor.
Armados con rifles y escopetas nos adentramos a un edificio dentro de las ruinas de Vieja Mérida, era la casa de Montejo, no era un edificio especialmente grande, e incluso estaba en el centro y no en el extremo norte donde se comenta que las cosas locas se conglomeran ahí.
La noche era calurosa como era de esperar, solo nos acompañaba la luz de la luna y nuestras linternas, las lámparas de la calle no servían ni para chatarra, ya estaban casi corroídas en su totalidad, y la luz que dan las pocas que aún sirven solo ayudan a hacer más tétrico el paisaje con su horrendo color naranja, decisión estúpida de aquellos gobernantes de antes del cataclismo.
Esa noche solo podía pensar en la recompensa y como de bien me vendría un tecnoarmadura americana recién desenterrada, ah los gringos, siempre creando cosas para luego dejarlas acumular polvo, al menos el mundo les está dando las gracias por dejarnos algunos juguetes nuevos, es lo único bueno que hicieron ya que gracias a sus locos experimentos tenemos que vivir con estos engendros de las mitologías.
Revisamos cada parte de la casa, me pregunto cómo debió de verse siendo un museo, lástima que ese tiempo ya pasó, pero era gracias a su estado en ruinas que era más fácil el explorar el lugar, eran menos habitaciones en la que nuestro objetivo podía refugiarse.
Fue gracias al sonido armonioso de las cuerdas de su laúd que encontramos al viejito. «Vaya imbécil.» Pensé, con valentía y soberbia sostenía a mi fiel escopeta la SPAS-12, solo ella sabe cuántos horrores he visto y cuantos amigos he visto irse por cada misión que tomo, misiones que a veces desearía no haber hecho.
Ya estaba acostumbrado a dispararle a cualquier sujeto en frente mío, no me temblaba la mano, incluso buscaba formas más alocadas y originales de disparar mi escopeta, pero sería en esta misión cuando por fin comprendí el error de mi ego desmedido.
Lo encontramos en una exhibición de esculturas, no había nada en las paredes, no había símbolos de invocación, o cadáveres, nada, solo él y una habitación limpia, incluso las mesas y sillas estaban intactas, no tomamos importancia esos detalles, para nosotros eran excentricidades de viejo loco. Algo que solo haría un viejo decrepito que creía ser más fuerte por unos truquitos de magia.
Al entrar a la susodicha habitación escuchamos su voz recitar algo en un idioma asiático, chino o algo así, no me preguntes exactamente, no soy lingüista, solo soy un tipo con escopeta, lo mejor que te puedo decir es que mencionaba a Buda, lo poco que entendía de él era la frase "Sidartha no Budhaya".
Los ojos de aquel anciano, estaban cerrados, y sus cantos eran muy serenos, bastante considerando el cómo entramos que fue pateando a la puerta.
—Oye viejo, levántate, es hora de que empieces a cantar lo que hiciste, y no te hagas el bobo, sabes porque vinimos. —Su respuesta parecía de esos tontos dichos filosóficos de las galletas de la fortuna, no tenía la paciencia como para andar jugando al sabiondo como él.
—Es la naturaleza del tiempo y la casualidad quienes me trajeron aquí, es el Tao y su infinidad quien en su luz caótica y su ordenada oscuridad me han llevado a comprender aquellos secretos que hombres de armas no conocen, o más bien son reacios a aprender. —No comprendí a que se refería el viejo con esas palabras, Josiel, uno de los integrantes de mi equipo me hizo una seña en señal de abrir fuego, le contesté que no silenciosamente cerrando mi puño.
—¿De qué hablas? El culto de Blödysatva te está buscando, y tu cabeza vale unos treinta mil créditos. Al menos dime que has hecho. ¿Mataste a alguien, eres un demonio, robaste?
Continuó tocando ese extraño laúd, sus prendas de seda de color rojo y negro se mecían suavemente con cada movimiento, cada rasgueo, cada nota, todo era tan perfecto, pero era una perfección muy aterradora, como si cada nota que él tocara fuera un testamento, una maquinación que nosotros no podíamos entender.
—¡Maldito anciano responde, no me hagas volarte los sesos! —Grité asustado.
—Es la senda del conocimiento, he visto lo que ellos han ignorado, verás, mi orden me negó volver a pisar el templo de nuevo una vez comenté mi versión del Tao, mi búsqueda de la comprensión, no basta una vida sola como para entender la naturaleza de nuestro mundo, ni la del universo, por ello busqué la inmortalidad, pero fue ahí que empezó mi caída. —Se detuvo un momento para ajustar su vestimenta al parecer buscaba algo, apuntamos directo a él, hasta que en un movimiento suave sacó un abanico el cual usó por un buen rato. —Por medio del culto encontré entusiastas en el conocimiento esotérico y antiguo, no importaba para ellos el que fuera o de donde viniera, parte de sus tradiciones, vienen de mí, y de lo que Buda prohibió, sabía que ellos caerían, tarde o temprano lo harán, ellos... Me dieron lo necesario para prolongar mi vida lo suficiente, pero no bastaba, ellos pedían, exigían cada vez más, pero no querían aprender más de mis resultados prohibidos del Tao, solo deseaban una liberación, solo deseaban un sueño adolescente, la anarquía.
Con miedo me atreví a preguntar más, era, era tan extraño aprender de esto, deseaba saber más del culto, nunca había sentido la curiosidad de saber de lo que decía un objetivo, pero esto era diferente, había algo en sus palabras que, aunque me llenaban de curiosidad, por el tono sereno y las luces centelleantes sabía que algo andaba mal.
—¿Qué tiene que ver tus creencias con ese culto? —Pregunté sosteniendo mi rifle casi acariciando el gatillo, en ningún momento apartamos la mira de él, a pesar de su extraño comportamiento.
—Todo, ellos deseaban conocimientos para controlar a lo que ustedes llaman "engendros" y yo se los di, pero, ellos lo usaban con el simple propósito de un mundo anárquico, un mundo sin reglas, un mundo para el fuerte únicamente, el sueño de un niño. Yo simplemente quería conocimiento, y fue por esa magia que le di con la que alargué mi vida, usando a los enemigos del culto, y tal cual como los niños malcriados desearon que les diera mi conocimiento sin saber las implicaciones, querían la inmortalidad para gobernar este mundo, pero me negué, gente tan inmadura como ellos solo crearían un mundo desangrado y carente sentido.
—¿Por qué deseas aprender más? No le veo sentido a tu búsqueda. ¿Qué puede tener la vida detrás como para que agrandes un culto y reniegues de él al final?
—Todo, son los ciegos quienes no ven el Tao, incluso yo aún soy ciego en usar conocimientos que lo contradicen, he visto cada final, cada vida y muerte, el cantar del ciclo eterno, he visto más allá de lo que nuestras corruptas almas pueden comprender. ¿Qué es la vida sino una constante interminable de dolor y sufrimiento? Es simple, una eterna rueda que poco le importa nuestro destino, es la guerra y el decaer de los reinos la mayor gracia dentro de nuestra naturaleza, la mayor constante, miles de vidas perdidas por la locura de un dirigente, la muerte de un pueblo y su cultura, y con ello, la resurrección de las cenizas, un nuevo ciclo de los hijos de los conquistados movidos por la venganza.
—Señor, está claro que este anciano solo está ganando tiempo, matémoslo, no sabemos si puede invocar algún engendro o que él esté poseído por uno. —Comentó Sixx, mi especialista en lo esotérico, confiaba en lo que me decía, pero algo en mí no podía pensar claramente, incluso cuando me vi tentado a disparar sus palabras siguieron manteniéndome al borde de la curiosidad.
—¿Quieres saber que pasó en el pasado? Es el culmen del libertinaje del deseo y la ira, humanidad en todo su esplendor... Yo también estuve ahí, lo vi todo, incluso vi caer aquellas semillas de la destrucción, como fueron el castigo del Alfa y el Omega para nuestro mundo.
—¡Señor, dispare! —Imágenes vinieron a mi mente, sentí un fuego abrasador en la piel vi caer las estrellas del cielo, un ojo acechante mostrando con tristeza el dolor que la humanidad brindó a su semejante.
—Es así cuando el mayor imperio logró despertarlos, siendo el fuego la única forma de diezmar sus números, es así que con el Tao como planeo controlarlos, matarlos de hambre, pero aún necesito de las almas de aquellos que hayan sido tocados por la oscuridad de Mara. Y es para disgusto mío que ustedes son el vivo reflejo de él.
Con miedo antes de jalar el gatillo sudé frío, por cuestión de segundos tuve una sensación de que lago malo sucedería, al salir disparado el cartucho el pecho de aquel anciano quedó con un agujero enorme, mientras tanto la pared se pintó de rojo por la sangre, aún con todo sabíamos que algo aquí no tenía sentido, ninguno de nuestros objetivos era así de fácil.
Sería solo el sonido del Laúd lo que haría que el miedo en nuestros corazones se disparara, siendo un temor ante lo desconocido, el ancestral sentimiento tan natural ante la ignorancia del ser humano hacia la naturaleza del infinito cosmos y de aquellos quienes han sucumbido ante las artes arcanas que debieron caer en el olvido.
Ahora esas palabras tenían sentido, el monje había trascendido la muerte y éramos nosotros quienes lo ayudaron a pasar aquel misterioso y oscuro umbral, su cuerpo se levantó lentamente como si despertara de un largo sueño, ninguno de los brujos o hechiceros jamás había logrado estas cosas. Incluso con sus más abyectos rituales, fue entonces cuando nos mostró que aquel hombre con el que hablamos había cambiado en un ser macabro que se había emancipado de las leyes de nuestra realidad.
Cada nota de su laúd cambiaba algo de nuestra realidad, y fue cuando intentamos escapar de la casa, cuando vimos que los pasillos se hizo infinito, el sonido de su laúd se hacía más fuerte con cada paso, cuando parecía que ya nos movíamos a algún lado la misma realidad se transmutaba en lo que se consideraría una paradoja en sí misma, una cruel sátira, ángulos retorcidos adoptaron las paredes de esta antigua casa deformándose hasta crear un laberinto oscuro y lleno de seres de pesadilla cuya existencia era anterior al concepto mismo del tiempo y cuyos cuerpos eran formas retorcidas que solo un sueño de una mente enferma lograría ver.
Aunque nos ignoraban dichos seres ninguno de nosotros se sintió seguro de moverse en este lugar por la posibilidad de un ataque repentino de dichas bestias, las notas del laúd, aunque lejanas y con una suave y lenta armonía eran solamente una fachada cruel lista para caer en cualquier momento.
Es después de un largo rato que pudimos ver un atisbo de realidad, ingenuamente sentimos de nuevo seguridad y confort.
Intentamos huir de nuevo, podíamos ver la luz de las lámparas de las ruinas un rayo de esperanza sombrío que se cernía como un consuelo angelical. A pesar de nuestros intentos por llegar a la puerta y salir de este lugar fue de nuevo la visión de aquel etéreo lugar donde nos encontramos con aquel anciano.
Tocando con sus melodías del laúd convocó sombras cuyas formas eran caóticas masas revoloteando violentamente en el aire, atacar no servía de nada, pues a tu consciencia y a tus pecados no puedes derribarlos de un tiro.
A pesar de que intentamos correr aquellas sombras eran rápidas y con gran jubilo la risa del anciano rompió de nuevo la realidad nuevamente, el novato y Sixx habían sido atrapados, a pesar de ayudar al novato a escapar nada se pudo hacer con Sixx que se quedó atrás.
Sus gritos ahogados fueron lo que dio apertura a esta horrenda sinfonía de muerte, fue con el corte en su garganta lo que cesó su vida.
Saliendo a las ruinas no nos fue mejor, la zona de exclusión estaba dos horas de aquí rumbo al norte, serían los callejones oscuros donde su cacería se intensificó, no importaba cuanto intentáramos hacer silencio, no importaba cuan rápido fuéramos, él estaba siempre detrás, Josiel fue la segunda víctima, aunque no consiguió un poco de tiempo, sería un disparo lo que acabó con él, un disparo que, por sus gritos, fue para no sufrir de una muerte peor a manos del viejo.
Poco más recuerdo de esa noche con claridad, pues la mente humana no es capaz de racionalizar aquello que escapa de la fina tela de la realidad, pero tras separarnos las señales de comunicación cayeron, ya no quedaba nada que hacer para los otros dos.
No paré de moverme entre las calles, la luz era esa delgada línea que me separaba de la muerte, cada vez más cerca escuchaba ese maldito laúd, no podía parar de correr a pesar de que ya no tenía fuerzas suficientes, no podía dar marcha atrás pues sus pasos estaban tan cerca, no podía llorar, mi mente aún no procesaba lo que había pasado esa noche.
Fue con la luz del amanecer cuando pude parar por fin, pero aún con la luz del sol y la seguridad que me daba, el temor de ser acechado quedó en mí, cuando salí de las ruinas, no sentí realmente la sensación de victoria o tan siquiera del alivio, pues algo en mi quedó en ese lugar, algo que por siempre me consumirá.
Aunque pasen años, aunque mi memoria se marchite, sé que aquel viejo del laúd sigue acechándome, sé que cada día que pasa estoy cerca de oír de nuevo su melodía maldita, y cuando suceda eso no habrá luz que me proteja al final.
6° lugar: Sary_Clem
Género: Terror
Narrador: 3ra persona
Técnicas narrativas: Descripción sensorial/Simbolismo/Analepsis
RELATO:
EL MISTERIOSO GOTTSCHALK JOST
Sinopsis
En uno de los inviernos más helados y sin corazón existidos hasta el momento, la ciudad de Quedlinburg, ubicada a orillas del río Bode, Alemania. Se bañaba en desesperación y hambre a cada instante, a pesar de las calles estar adornadas de blanco se podía notar el carmesí resaltante en cada rincón.
Durante la primera guerra Mundial la muerte era noticia de cada día, solo que una mañana de enero todos quedarían sorprendidos con los sucesos a continuación; donde la rebeldía y obstinación del pueblo cambiarán el destino de dos personas inocentes, condenando a más de un descendiente a sufrir de por vida las consecuencias de aquel desfavorable suceso.
GOTTSCHALK: El antiguo nombre alto alemán compuesto que significa "sirviente de Dios"
Aclaración:
A pesar de que el lugar y el castillo de Quedlinburg, si existe en la vida real, de hecho, fue declarado patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO en el año 1994, la historia es totalmente ficción.
28 de enero de 1915
—Excelencia, es mejor que parta, el pueblo anda inquieto —informo el fiel sirviente, vestido con su icónico traje de pingüino color negro.
—No pienso dejar mi castillo Adler, menos sin Val —menciono mientras admiraba el amanecer.
—La señorita no demora. Ya mandé a alguien como usted lo ordenó.
Sin más, Adler se retira de la alcoba, no sin antes realizar una reverencia. Conforme pasaban las horas, él siguió esperando a su amada sin ningún tipo de señal, logrando que su preocupación aumentaba.
Él sabía que los pueblerinos no estaban contentos, puesto que fue acusado injustamente de robarse el dinero de los impuestos, abusando del poder otorgado de su título y la confianza del rey. Aun así, por más que trato de resolver la situación por el bien de todos, las pruebas creadas en su contra por sus enemigos ganados por su carácter soberbio, no lo ayudaban.
Preocupado, se disfrazó con una gabardina y sombrero negro saliendo de la seguridad de su palacio, ubicada en la punta de la colina más alta del lugar. Camuflado entre la oscuridad creciente de la noche y los aldeanos del lugar.
Mientras avanzaba se daba cuenta del desastre armado, tiendas destrozadas, casas quemadas y personas muertas por doquier, demostrando que el rojo simboliza poder, pasión y energía, pero en este caso solo era una clara advertencia del peligro creciente mezclado con la pureza y la calma del blanco debido a la nieve resultante del invierno. Por donde mirara se encontraba ambos colores mezclados desde las paredes hasta el piso, aterrorizando a su paso.
Sin perder más el tiempo se dirige rápidamente hacia la casa de la señorita Valda Beck, mujer que corteja desde hace tiempo convirtiéndose en su prometida, una que para bien o para mal todos saben sobre su relación, colocando a la pobre chica en el foco de todos.
Al irse acercando a su destino, la angustia y desesperación crecen dentro de él, presintiendo una tragedia. Con el corazón palpitante observa desde lejos la multitud aglomerada a las afueras del hogar de su amada; hombre con antorchas iluminando las calles, a la par de otras personas armadas, gritando sin parar exigiendo justicia.
Al adentrarse ve con horror como su querida y amada Valda se encuentra amarrada y arrodillada en el frío suelo en medio de todos, con nada más que una bata fina y al intentar ayudarla solo obtuvo el mismo destino de ella, ser insultado, golpeado y despojado de sus ropas. Quedando solo en ropa interior en el duro frío de una noche invernal. Valda lloraba sin parar, repitiendo sin parar que lo dejaran porque era inocente, mientras el Conde solo maldecía una y otra vez tal barbarie contra ambos.
Lo cierto era que en el corazón de los ciudadanos no había cabida para la compasión, ellos solo anhelaban la muerte de ambos, ya que de esa manera saciaban su sed de venganza. Primero fue la joven dama acusada injustamente de brujería por su belleza y aunque la mayoría sabía que solo era una excusa para cometer tal crimen, no les importo en lo más mínimo dañar un alma inocente y pura, dando como resultado una muerte lenta y agonizante en la hoguera. A la vez su excelencia, el Conde admiraba con terror y mucho dolor aquella escena.
—¡Juro que esto no quedará impune, todos ustedes lamentaran haber nacido! ¡No descansaré en paz hasta que la verdadera justicia los alcance y mi amada reciba su venganza!
Delante de todos gritó con su último aliento, antes de que la orca le arrebatara la vida.
Actualidad.
12 de enero de 2024
En la mitad del pueblo, con el alba de fondo, una familia se muda a la famosa calle de las desgracias, conocida por hace más de cien años ser la testigo de diversas injusticias muy conocida por todos los habitantes, puesto que se volvió parte de la historia del lugar, solo que omitieron la verdad.
—Val, las cosas no se bajarán solas —grita una señora de cabello negro con medio cuerpo fuera de la puerta principal.
—¡Voy madre! —responde su hija, dueña de una belleza sin igual.
La inocencia declarada por su mirada azulada, junto con su cabello castaño tan fresco como el verano, llama la atención de todos desde el primer momento y no solo por su delicadeza, sino por vivir en la casa con un pasado marcado por la desgracia.
Su madre, Adelina, no tuvo otra opción que mudarse a ese oscuro hogar, definido de aquella manera por los mismos ciudadanos, ya que durante todos esos años nunca fuera habitada por sus terribles misterios, logrando así que su precio fuera muy accesible; después de todo, la señora debía minimizar sus gastos por la reciente muerte de su esposo Conrad; en otras palabras, la familia Schmid había caído en aparente desgracia.
Adelina, como viuda y responsable de su única hija, Valentina, se vio obligada a dejar varias de sus comodidades, ya que de esa manera se cercioraba de un futuro para querida primogénita; una chica de 16 años que cada vez que miraba le recordaba a su difunto esposo por el color de sus ojos, sin contar de la personalidad tan seria y divertida a la vez, heredera de ambos, una de la cual se enamoró años pasados.
—Madre, ¿por qué no me dijiste que desde aquí se puede apreciar un castillo?
—Porque deseaba que lo descubrieras sola y así pensaras que este lugar es hermoso —respondió esperando la aceptación de su primogénita.
—Sí, es hermoso ¿Feliz?
—Contigo a mi lado, siempre.
De esa manera tan afectuosa terminaron de desempacar sus pertenencias, preparándose para la entrada de su madre al palacio, ya que era una de las guías turísticas del lugar. Se fueron caminando atravesando la famosa plaza de mercado para llegar hasta el castillo, uno que realmente tenía intrigada a la joven apodada Val.
—Madre, ¿puedo ir al museo más tarde?
—No creo que te dé oportunidad. ¡Apenas mires el castillo de cerca, no vas a querer salir!
La adolescente solo tuerce sus labios en desaprobación con la opinión de su madre, colocándose los auriculares, empezando a escuchar música como tanto le gusta, de esa manera acortando el trayecto al castillo. Apenas entran y como su madre le advirtió quedo fascinada con la estructura.
—Toma —le hizo entrega de un folleto—. Esto te ayudará a entender un poco más todo el lugar, ve todo lo que quieras, solo no bajes al sótano porque está prohibido por la administración, nos encontramos para cenar, ¿bien?
—¡Bien! —respondió simple, caminando entre los inmensos pasillos.
A medida que avanzaba leía el folleto que le había entregado su madre, adentrándose a un mundo encantado, pero a su vez iba quedando sola, provocando que el ambiente se volviera poco a poco más frío y tenso.
En eso su reproductor empezó a sonar "Can't Help Falling In Love" dando un aire muy romántico y sumamente extraño por el frío repentino. Sin importar nada, Valentina seguía avanzando sin darse cuenta de que se perdía, llegando justo al único lugar que su madre la había advertido no ir: "el sótano".
Sin poder resistirse se acercó a la puerta, una que se abrió sola, logrando que jadeara de sorpresa a la vez que su teléfono empieza a fallar. Se retira los auriculares con el ceño fruncido debido a lo raro de todo a su alrededor.
De repente la habitación se iluminó dando a conocer una especie de cuarto o eso parecía por la cama en medio del lugar, a su vez había diversas cajas y cuadros tapados; todo le gritaba irse, aun así, no lo hizo. Ella continuó atraída por el misterio latente, al adentrarse la puerta se cierra de golpe asustándola, se regresa rápidamente para intentar abrirla, pero esta no cede, dejándola encerrada y sin posibilidad de pedir ayuda, ya que su teléfono no respondía.
—¡Demonios! —replica molesta y frustrada.
En eso su teléfono empieza a emitir un ruido muy fuerte, casi ensordecedor, logrando que desconecte los auriculares para así guardarlo en la parte trasera de su pantalón, evitando seguir escuchándolo para no asustarse peor de lo que ya estaba. Suspira, derrotada y sin más que hacer, recorre el lugar, empezando a destapar varios cuadros, que no son más que retratos de aparentemente la realeza alemana.
Pasan unos minutos y cada vez se siente más frío en el lugar logrando estremecer a la delgada chica. Con un poco de torpeza se corta con un vidrio al intentar moverlo para así adentrarse más en la habitación, ya que estaba en medio obstruyendo el paso, logrando que tal objeto se manchara de sangre.
—¿No te dijeron que no entraras al sótano? —pregunta un hombre de voz gruesa, asustándola a tal grado de gritar y saltar, logrando que caiga sentada en la cama, puesto que se encontraba cerca.
—¿Y no te enseñaron a no asustar a los demás? —mira a su alrededor para saber quién es el dueño de aquella voz, pero como respuesta empieza a nevar—. ¿Nieve? ¿Acá dentro?
Realmente impactada se levanta sin dejar de observar, tratando de ver algo, pero no logra ver nada ni a nadie y para completar tampoco se logra escuchar aquel hombre. Sin salida y aterrada se pega a una pared chocando con un cuadro exaltándose, se gira para poder verlo y resulta ser solo una pareja joven.
Es un caballero aristocrático sosteniendo una lupa con su mano derecha, a la vez que su izquierda parecía sostener una especie de vara roja, elegantemente vestido con un traje negro, camisa blanca, corbata y pañuelo rojo. Junto a una hermosa dama de mirada tranquila y azulada, adornada con un vestido de color rojo. Como accesorio lleva perlas y el cabello recogido. A pesar de sus expresiones serias, era fácil descifrar que ambos se amaban.
Valentina se queda admirando la pintura totalmente atraída e impactada por su parecido con la joven, a la vez siente un frío recorrer su cuello estremeciendo todo su ser, al girarse se da cuenta de que un chico de ojos oscuros y cabello castaño está detrás de ella, asustándola a tal grado que no solo grita, sino que también se acorrala contra la pared.
—¿Por qué te escondes así? ¿Acaso está loco?
—No es grata mi presencia, Vermissen —menciona haciendo una pequeña inclinación—. Y con respecto a su otra pregunta, para muchos sí lo estoy, aunque en realidad depende de cómo me quiera ver.
Valentina frunce su ceño al escuchar tales palabras, puesto que es raro que alguien en esta época te trate con tanto respeto.
—¿Por qué? Espera, ¿vives aquí? —señala con desagrado a su alrededor, dado que para ella un sótano empolvado, lúgubre y frío no es un lugar decente para vivir.
—Sí, este es mi hogar... Siempre lo ha sido.
—¿No prefieres irte de esta...?
No termina la frase porque la habitación se ilumina de repente dejando apreciarla nuevamente, pero esta vez todo está ordenado, causando que ella se sorprenda y asuste de tal manera que corre a la puerta tratando de abrir la cosa vana, ya que esta se encuentra sellada.
—No debiste bajar, solo por esta vez te dejaré ir Val, pero si vienes nuevamente, lo convertiré en tu destino...—el joven misterioso toma a la chica de los brazos aterrándola por su apariencia repentina—. No lo dudaré ni un segundo, mi amor.
Empuja a la chica lejos, logrando que traspase la puerta como si esta no estuviera presente, logrando que su corazón martillee contra su cavidad torácica, amenazando con salirse, primero una habitación con vida propia y luego un hombre misterioso y guapo que asegura vivir allí desde siempre, pero, ¿cuándo es desde siempre? Y peor aún, se parece al joven de la pintura.
16 de enero de 2024
Varios días después, la pequeña, Val, todavía siente estragos al recordar la tarde en el sótano del castillo, volviéndola retraída, algo no común en ella.
—¿Qué tienes hija? Tienes días extraña —pregunta su madre claramente preocupada.
—Nada, solo son tareas.
Mintió con intención de no pasar por paranoica, puesto que creía que entre más negara lo sucedido era como si simplemente nunca hubiera existido. Ese día no tenía clase, por lo que debía acompañar a su madre nuevamente al castillo misterioso, frío y terrorífico.
—Supongo revisarás el castillo nuevamente, ¿no es así? —pregunta una vez dentro del lugar.
—Sí, es muy hermoso como para no hacerlo.
Pero la verdad era que estaba aterrada con solo la idea de regresar a tal lugar. A pesar de eso no quería admitir nada porque no era su estilo, ella era más de ser una chica fuerte y valiente tal y como su difunto padre le había enseñado. Sin más remedio subió las escaleras buscando como distraerse en tan amplio paraje, llegando así al tercer piso, un pasillo largo con infinidad de puertas.
Nadie en sano juicio puede negar la belleza de tal sitio, pero Valentina solo podía sentir escalofríos y la mirada pesada de alguien o algo como si acechara desde el interior de las paredes; entre más caminaba por aquel pasillo, solo podía escuchar pasos apresurados y por más que mirara a su alrededor solo encontraba desolación.
Con la respiración agitada y paso apresurado se adentró en una habitación que para su suerte tenía varias ventanas iluminando el lugar.
—¡Perfecto! —pensó.
Aunque su realidad era otra, puesto que en una de las esquinas del lugar estaba de pie aquel joven misterioso.
—Me pareció decirte que no volvieras. —Apenas al escucharlo su cuerpo tembló, pero armándose de valor respondió:
—Pensé que hablabas del sótano —menciono logrando que el misterioso hombre negara mientras se acercaba.
—Hablaba del castillo, mi castillo. —El pecho de Val subía y bajaba descontroladamente.
—¡No sé quién eres, déjame! —grito tratando de huir de aquella habitación.
Por más que intento moverse no pudo, su cuerpo parecía pegado al piso, logrando que la joven adolescente empezara a llorar. Conmovido por su llanto, él agarró su rostro y la beso como tanto deseaba desde hace cien años, provocando que Valentina se separara rápidamente y asustada.
—No sé quién eres, ni me interesa saberlo, pero jamás se me vuelva acercar —dice con lágrimas sobre su rostro y temblando sin parar.
—No te preocupes, ya recordarás. Te lo dije si volvías no dudaría.
Así como aparece desaparece tan rápidamente que si no fuera porque la toco diría que solo lo imagino.
18 de enero de 2024
—Chal, querido, ya deja esos papeles, tomemos un poco de té —menciona una mujer con mirada traviesa.
—Siempre me convences y termino haciendo lo que quieres. —Sonríe levantándose de su escritorio, saliendo a la terraza, sin dejar de admirar a su amada.
—Falta poco para la boda, ¿no estás emocionado? —pregunto la castaña tomando su té.
—Ciertamente, ese es tema de mujeres y no entiendo, lo míos son los negocios —admitió sin una pizca de remordimiento, para nadie era un secreto que el famoso Conde era amante de los negocios.
—Yo espero que lo dejes de lado cuando viva aquí—menciono mirándolo sobre su hombro indignada.
—Y yo espero que no lo esperes, te recuerdo que el rey confía en mí, defraudarlo sería un grave error mi Val.
Valentina despierta agitada y confundida de aquel sueño, con miles de preguntas en su cabeza, tales como: ¿Quién es esa mujer? ¿Por qué parecía que era yo? ¿Por qué ese tal Chal se parece el hombre del castillo? Y, sobre todo, ¿por qué soñó eso? Cuatro preguntas sin ninguna respuesta.
Molesta se levanta de la cama tomando un vaso de agua de su mesita de dormir, se dirige al baño encontrando nieve en el piso, deteniéndose de golpe por el impacto, negando repetidas veces y cerrando los ojos con fuerza, pensando y rogando que todo sea producto de su imaginación.
Al abrirlos topa su mirada con el espejo, admirando su reflejo, que no es otro que la misma chica del retrato del sótano y a su vez la mujer de su sueño; sorprendida, deja caer el vaso al piso, bajando la mirada para darse cuenta de que ya no hay nieve extrañada vuelve a levantar su mirada notando que solo es su propio reflejo.
Retrocede nerviosa, pensando que se ha vuelto loca por estar viendo cosas que no existen y no son, pero con una duda creciente y es: ¿por qué ambas se parecen tanto?
20 de enero de 2024
Cuatro días sin dormir bien, ya con ojeras notorias y un cansancio permanente, gracias a sus sueños nocturnos. Primero fueron solo salidas de pareja, una que se demostraba afecto, pero ahora solo eran pesadillas de como morían o por lo menos eso fue lo que la despertó hace unos segundos gritando asustada y sin dejar de mirar su cuerpo.
Rápidamente, su madre entra a cerciorarse que todo esté bien a lo que la chica la tranquiliza informándole que solo es un mal sueño y que todo anda bien, la madre confiada en sus palabras no duda en irse más calmada al ver que su hija se acuesta nuevamente a dormir.
Pero la verdad es que solo se queda admirando el techo de su habitación aterrada por lo que vio, entre tantas vueltas se queda dormida sin darse cuenta entrando en un mundo de pesadillas o por lo menos eso cree, ya que en realidad son recuerdos.
—Señorita, es importante irnos, el señor ya mando por usted —menciono la dama de llaves.
—No puedo. Si salimos son capaces de herirnos. ¿No vez como están todos fuera de control? Realmente tengo miedo de lo que puedan hacer —confeso la joven chica.
—De igual manera mi niña creo debemos prepararnos para lo peor.
Totalmente agobiadas y preocupadas, intentan agarrar sus cosas para irse, pero justo en ese momento entran varias personas armadas a la habitación con una clara intención: "matarlas"
Las sacaron al frío invernar entre golpes y empujones culpándolas de brujería, a pesar de ser una época dónde ya se conocía que eso no era del todo cierto, pero a los sajónes no les importaba, sino dar a conocer su odio, uno bien infundado por los enemigos de la corona, la cual querían ver destruida y pronto obtendrían. A las pobres mujeres las despojaron de sus vestidos, dejándolas en ropa interior arrodilladas en el piso, llorando y rogando piedad.
Al ama de llaves y niñera de la chica la ataron y colgaron en la parte trasera, justo en el medio del patio, en una de las ramas del árbol de la casa. Mientras a la pobre Valda la quemaron viva según las antiguas prácticas, claro no sin antes ella jurar venganza, asegurándose de que reencarnaría y tomaría el poder de la chica en el momento adecuado.
En eso, Valentina despierta nuevamente asustada, sentándose, viendo el espejo ubicado enfrente de su cama, donde claramente puede ver a un cadáver quemado a su lado. Impactada voltea para ver, pero no hay nada, al girar su rostro otra vez al frente logra verla sonriendo acercándose a ella con cautela para tomar su cara para de esa manera impactarse tanto que grita fuertemente alertando a su madre que corre a ver qué le pasa a su hija.
Pero al entrar a la habitación la encuentra dormida, lo que la hace cuestionarse si realmente escucho bien o mal.
22 de enero de 2024
Esa mañana se encontraba el fantasma de Gottschalk Jost paseando amenamente como cualquier otro joven de Alemania, recorriendo los pasillos de su propio castillo, como cualquier otro turista; a la vez que el espíritu de su querida y amada Valda Beck en el cuerpo de Valentina Schmid se dirigía a reunirse con él como tanto anhelaban los dos después de tantos años separados.
Al verse sonrieron como dos perfectos cómplices llenos de esperanza y una insaciable sed de venganza, todos pagarían y lo harían saber.
—Tantos años separados y te sigues viendo igual de hermosa que la primera vez —menciona mirándola con adoración.
—La única esperanza entre tantas agonías era poder volver algún día.
—Ya no seguiremos esperando, es hora de estar juntos —dijo besándola.
Para estas almas en pena estar separados era equivalente a atravesar el desierto sin una gota de agua, ir al frente sin municiones. La muerte era su castigo y la reencarnación su elección.
Todos esos años él estuvo atrapado entre las paredes de su propio castillo, deseando haber llegado antes y cumplir con su deber de protegerla siempre. Viendo como pasaba el tiempo, sin respuesta, confinado al sótano por unos curas, ya que debido a su rabia no dejaba que nadie saliera del castillo anteriormente.
Todo el que entraba nunca más salía y a los días se encontraba su cuerpo a la entrada totalmente torturado y desmembrado, volviendo el hermoso lugar preso de misterios, bautizándolo como el castillo maldito del misterioso Gottschalk Jost. Debido a eso, entre tres curas y diversas monjas agarraron los cuadros de él junto a su amada y los confinaron al sótano, (ya que creían que por medio de los cuadros era que se movía dentro del castillo) bajo un sello sagrado roto el día que Valentina entro.
Lo obligaron a mantenerse atrapado, por el hecho de que siempre recorría el lugar, deteniéndose en el gran ventanal que daba a la ciudad, atormentando con su intensa mirada a todos los que pasaran y cometieran el error de mirar al castillo.
Mientras tanto, la pobre de Valda atormentaba a todos los que se acercaran a su casa; ella junto a su nana asustaban a cada ser humano o animal que osara presentarse ante ellas. Su nana mostraba su cuerpo colgado en el árbol todas las noches, mientras su niña se paseaba quemada tocando las paredes, llenándolas de sangre y restos de carne humana, parándose en medio de la casa gritando y llorando.
Ninguno podía abandonar su tormento, ese era su injusto calvario. Un castigo impuesto por otros.
27 / 28 de enero de 2024
Valentina había convencido a su madre de decirle a la directiva de una reunión en el castillo donde asistieran todos los habitantes, lo que no sabía Adelina, es que en realidad era una trampa preparada de ambos amantes.
Según lo planeado, era una fiesta de disfraces en honor a la trágica muerte del tan respetado Conde Gottschalk Jost y su prometida Valda Beck; una muerte que según los registros fue un accidente de explosión de una de las tantas bombas de la primera guerra mundial, ya que ambos se encontraban paseando cerca de unos de los asentamientos.
Tal noticia no pudo indignar más a aquellas almas, puesto que no solo les arrebataron la vida de manera injusta, sino que también lo ocultaban tan descaradamente, eso solo les aseguraba que lo planeado era más que merecido; era muy bien sabido que ellos no eran los culpables directos, pero si eran sus descendientes y ellos juraron venganza, eso era lo que obtendrían.
Todos los habitantes se prepararon para el evento mientras ambos se vistieron y arreglaron elegantemente e igual de rojo y negro, característico de la muerte.
Las personas empezaron a llegar sin imaginar lo que les esperaba. Cuando el reloj estaba cerca de media noche, Valentina llamo a su madre para que la acompañara porque deseaba mostrarle algo.
—¿A dónde me llevas? ¿Es tan importante como para que me sacaras casi arrastras? —preguntaba sin parar, pero sin obtener respuesta—. Valentina te estoy hablando. —Replica deteniéndose en seco al ver que la mirada de su hija había cambiado.
—Yo no soy Valentina y usted se quedará aquí, puesto que es inocente —menciona Valda empujando a la señora dentro del sótano cerrando la puerta con llave para evitar que saliera.
—¿Quién eres tú? ¿Dónde está mi hija? —pregunta desesperada intentando abrir la puerta.
—Yo soy Valda Beck, y usted ya sabe el resto, solo que es mentira, ellos nos mataron y por eso deben pagar. No se preocupe Valentina, está bien, le prometo que después de esto dejaré a su hija tranquila.
Decidida y sin ninguna duda se dirige al gran salón donde se hallan todos los invitados felices, bailando y bebiendo, un poco ebrios en su mayoría. Mientras Valda encerraba a Adelina, su querido Chal cerraba todas las salidas del castillo, dejando solo las grandes puertas del salón abiertas para la entrada de su amada, unas que no dudo en cerrar apenas entro.
Con el reloj marcando las 12:00 a.m., ambos se colocaron en marcha dirigiéndose al pie de la escalera, llamando la atención de todos los presentes por su gran parecido con los antiguos habitantes.
Sonrientes y triunfantes hablaron a todos.
—Hoy es un gran día, puesto que hace ciento nueve años sus antepasados decidieron injustamente acabar con dos personas de esta hermoso paraje y no conformes con eso mintieron sobre los hechos —intervino el distinguido Conde.
—No solo nos acusaron, sino que también me sacaron de mi hogar, me humillaron y me quemaron viva para luego ahorcarlo a él —secundo la señorita.
—Ahora y como juramos es su turno, es momento de que paguen por sus actos.
Dicho eso las luces se apagan, dejando todo a oscuras, estremeciendo a todos los presentes que, asustados, no dudaron en ir hacia las puertas, pero eso solo los ayudo a saber que estaban atrapados.
Conforme a sus dictámenes y el deseo de sus corazones oscuros, las mujeres fueron quemadas vivas una por una en una gran hoguera en medio del salón; lentamente y mientras las llamas consumían sus cuerpos, los gritos de ayuda y dolor aumentaban calmando su desdichado corazón.
Apenas las mujeres fueron muriendo, el espíritu de Valda abandono el cuerpo de Valentina y poco a poco su piel quemada se fue regenerando, dándole el aspecto de una mujer viva y hermosa tal como lo fue antes.
Mientras los hombres esperaban ansiosos con sogas en sus cuellos a ser colgados, cuando los gritos fueron mermando paso. Uno a uno los tiro, desde las ventanas del segundo piso, dando la vista de un castillo adornado con muñecos que en realidad eran cuerpos.
Las primeras luces del alba empezaron a salir revelando en el ambiente un olor a carne asada desprendido de las mujeres quemadas y como adorno los cuerpos inertes de los hombres, los cuales se pueden apreciar desde lo lejos.
Como se prometió, Adeline y Valentina se volvieron a reunir, sanas y salvas de toda esta venganza.
—Gracias a ti por entrar al sótano, ese día no solo rompiste el sello y me liberaste, sino que me diste la esperanza ya perdida —menciono el Conde a la joven realizándole una reverencia.
—Lamento haberte asustado, pero igual no me arrepiento. Gracias.
Sonrientes se abrazaron y giraron, desapareciendo en medio de una de las paredes del salón, al fin eran libres de toda venganza y para amarse como tanto deseaban.
Dando fin a la calle de las desgracias, nombrada así porque misteriosamente la antigua casa de Valda Beck conecta perfectamente con la entrada trasera del castillo del misterioso Gottschalk Jost, donde se rumora que, si pasas y por mala suerte, eres uno de los tantos descendientes de aquellas malditas personas, puede que nunca más veas la luz del sol porque ellos siempre estarán a la espera de un nuevo ser.
Glosario:
✵ Los sajónes: Se les dice así a los habitantes de Sajonia- Anhalt, es uno de los 16 estados federales de Alemania.
Con esto damos cierre a nuestro primer concurso. ¡Gracias una vez más a todos los que participaron! ¡Sus relatos han sido maravillosos! 😍
¡Nos vemos en la siguiente actividad!
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