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❛FOUR II❜

          Los últimos rayos de sol ya habían desaparecido hace varias horas y el cielo estaba pintado con decenas de estrellas. Ambos chicos iban comiendo y los brazos agarrados. Haruto hablaba con una pareja de amigos que pasaban mientras Junkyu acariciaba a una pequeña perra que buscaba algo que comer, por lo que le dio la media manzana del rubio.

—¿Eso que está comiendo es mi manzana?— Preguntó el australiano acomodándose cerca de Lee.

—Lo que se ve no se pregunta.— Rió el castaño, viendo como el animal terminaba de comer y empezaba a mover la cola, feliz. Kyu hizo un puchero y miró con ojos tristes al mayor. — No puede quedarse aquí y no puedo llevarlo a casa. Aparte ya se encariñó y yo igual.

—Y quieres que la lleve a casa y la cuide yo...— El coreano movió la cabeza de arriba a abajo de forma afirmativa. — Está bien, está bien, pensándolo bien la casa se siente muy sola si estoy solo yo.

—¡Eres el mejor, eres el mejor, por esto me gustas tanto!— Kim se levantó y lo abrazó fuertemente, ignorando el hecho de que el rubio estaba como Piedra.

—¿Q-que acabas de decir?

—¿Que dije?— El coreano dejó de saltar y lo miró a los ojos.

—Dijiste que te gustaba.

Kim enrojeció y empezó a hablar nervioso. —N-No no es que fue sin pensar y estaba emocionado y yo no tenía y perdón...— Dejó de abrazar a Watanabe, buscando alejarse, pero el rubio lo tomó de la cintura, evitando que rompa su contacto.

—Respira, cielo. Tranquilo. También me gustas.— Dijo sonriente, mostrando su lindo hoyuelo que tanto le encantaba al menor. —¿Puedo...? Ya sabes...

Junkyu sonrió enternecido. Haruto no dejaba de enamorarlo. Decidió dar él el primer paso y suavemente unió sus labios con los del mayor, abrazando su cuello. La perrita empezó a ladrar y saltar alrededor de ellos y ambos se separaron riendo.

—Vamos, te llevo a casa.— El rubio tomó la mano de Junkyu y entrelazó sus dedos mientras empezaban a caminar hacia el departamento del menor, seguidos por la nueva mascota de Ruto.

Fueron a su tiempo y parando a cada rato para compartir cortos, pero llenos de sentimientos, besos. Alrededor de la medianoche llegaron a la casa de Kim.

—¿Vas a cuidarla bien?— Preguntó el dueño del departamento acariciando a la perra.

—Claro que si, bebé. No te preocupes.— Dijo sonriente el rubio.

—Realmente eres un ángel caído del cielo, no puedes ser siquiera real. Por eso te quiero tanto.— Kim lo abrazó y dejó un pequeño beso en su nariz.

—El sueño te está afectando, ve a dormir.— Dijo el Japonés en tono burlesco, pero Kyu aceptó igual.

—Buenas noches.—

—Buenas noches.— El rubio besó su frente y se dirigió a la salida con su perra en brazos.



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