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⭑⚝I: Un día normal... ¿O un sueño?⚝⭑

Muchas veces las personas dicen que, si ciertas cosas pasan, es porque así estaba escrito en tu destino, pero para alguien que no cree en nada de esas cosas, dicho argumento es lo más banal que le pueden llegar a decir. Sobre todo, si cada evento en su vida ha tenido una razón de ser en lugar de ser algo que se ha dado de pura casualidad.

Al menos para Jeon Jungkook, siempre ha sido así.

Sus padres murieron en un accidente automovilístico por el simple hecho de cruzarse con un conductor irresponsable que manejaba ebrio la noche en la que regresaban a casa después de su cena de aniversario. No tener familia cercana provocó que acabará en un orfanato y terminara de crecer junto a otros niños que tuvieron la misma o peor suerte que él.

Con el pasar del tiempo descubrió un libro con varias técnicas de masajes y lo convirtió en su hobby, todos los que tuvieron el gusto de pasar por sus manos lo alabaron por su talento y, por ende, decidió ir más allá y ganar dinero con ello. Poco a poco consiguió ahorros suficientes para empezar de cero y cuando fue mayor de edad, se despidió de todo lo que conocía hasta ese momento. Su pasión lo condujo a un buen trabajo, con jefes increíbles y compañeros que se convirtieron en grandes amigos.

Los años pasaron, logrando vivir experiencias de todo tipo, como viajar y vivir un romance que parecía de ensueño. Asimismo, esa burbuja de amor se rompió y conoció de primera mano lo que era la traición y un corazón roto, incluyendo en el paquete la desconfianza e inseguridades que se sembraron en su alma como maleza que impide a las plantas crecer con normalidad. Sin embargo, Jungkook sabía de primera mano que no debía dejarse vencer por esas adversidades.

Así que luego de atrapar a su ex teniendo relaciones con su compañera de trabajo, el masajista tomó su orgullo y dignidad, y se marchó de ahí sin la mínima intención de escuchar excusas baratas. Aunque más temprano que tarde, Mingyu halló la manera de hacerle saber que se había dado cuenta de que quería formar una familia y que, siendo impulsado por ello, fue que acabó engañándolo.

—No fuiste tú, Jungkook. Fui yo —aseguró, pasándose la mano por el cabello, mientras el mencionado se contenía para no gritarle sus cuatro cosas. No debió permitir que este encuentro sucediera, pero en su defensa, él quería su ropa de vuelta en su armario. Nunca le daría el lujo a su ex de quedarse con sus prendas favoritas de Calvin Klein.

—Pues debiste decírmelo desde un principio. Así nos ahorrabas una relación de tantos años, muchas experiencias juntos y la estúpida promesa de que algún día nos casaríamos en el extranjero—escupió las palabras con molestia, su mano se apretaba en un puño que, en otras circunstancias, estamparía en la cara ajena, pero él era mejor que esto.

A este punto ni siquiera le molestaba la idea de que Mingyu hubiera terminado con él por ese motivo, pues teniendo en cuenta lo mucho que parecía desear seguir las normas tradicionalistas que les inculcaron desde pequeños en un país como el suyo (estudiar como si tu vida dependiera de ello, conseguir un buen empleo, casarse con alguien que ames y eventualmente agrandar la familia), no lo veía como un hecho tan descabellado. No obstante, su ex decidió mentirle en la cara y no ser sincero sobre su situación. Prefirió agarrar su corazón, ponerlo en el piso y patearlo hasta convertirlo en un montón de pedacitos.

—Sucedió de la nada, te lo juro. Ella era muy linda y yo noté la química entre los dos.

—Jurar en vano es malo. Y no digas tonterías, por favor—pidió, decidido a por fin, moverse de su lugar para agarrar las prendas que yacían sobre su sillón y llevarlas a la lavadora. Quería deshacerse del olor que yacía impregnado en la ropa de una vez por todas. A fin de cuentas, desde que Jungkook tenía uso de razón, era muy sensible con los olores, pero durante su relación con Mingyu, se esforzó bastante en tolerar y acostumbrarse al aroma amaderado de su perfume favorito; aunque ahora le diera tanto asco como para que su estómago se revolviera y la idea de devolver su última comida, se tornará tan tentadora. Mingyu no se lo pensó dos veces para seguirlo de cerca.

—No es una tontería, simplemente se dio.

—Cuéntame otro chiste mejor. Me fuiste infiel por varios meses y ahora me cuentas como la gran cosa que embarazaste a tu amante—rodó los ojos, encendiendo la lavadora y metiendo toda su ropa ahí—. ¿Tanto te costaba ser honesto conmigo? Si me lo hubieras dicho, nada de esto hubiera pasado y en el mejor de los casos, seguiríamos teniendo una relación cordial, porque yo sí atesoré el tiempo que pasamos junto al otro. No como tú, que preferiste escupirme en la cara como si nada de eso hubiera servido.

—Ya basta, Jungkook. No te queda el papel de dramático—murmuró fastidiado, había querido resolverlas las cosas y hacerle entender que no debía sentirse mal por lo que sucedió, pero se lo estaba poniendo muy difícil y él tenía tan poca paciencia—. Ni que hubiera cometido el peor pecado del mundo, estas cosas pasan más seguido de lo que crees.

—¡Escúchate! Tú que tanto odiabas la infidelidad, terminaste siendo el peor de todos—la ironía se desbordó de sus labios en sincronía con el sonido de la lavadora funcionando—. Eres un cínico, Mingyu. Y en mi humilde opinión si cometiste un pecado, pero cómo sé que te importa un carajo, quédate tranquilo por ahora. Si de verdad existe un ser que todo lo ve, a él tendrás que rendirle cuentas llegado el momento.

—Solo acepta lo que pasó y no me guardes rencor—pidió como si no fuera nada—. Ya es pasado, supéralo pronto y quizá podamos ser amigos. 

Mingyu era un completo sinvergüenza a ojos de Jungkook.

—¿Ahora también te importa si te guardo rencor o no? —cuestionó con ironía, su ceño se había fruncido y sus brazos se cruzaron sobre su pecho en una postura defensiva—. Déjame decirte que me pareces tan insignificante como para gastar mis energías detestándote. Nunca ha sido mi estilo, ni nunca lo será y tampoco quiero que seamos amigos.

—Genial, me alegra escuchar eso. Y tú te lo pierdes, eso solo demuestra que eres un mocoso inmaduro. 

—Si no tienes nada más que decir, retírate de mi casa y hazme el favor de no verte nunca más, ¿sí? Su petición fue clara mientras se encaminaba a la entrada y su acompañante lo seguía de cerca. El color carmín pintaba sus mejillas de la ira que recorría cada una de sus venas.

—Estás pidiendo mucho. Si sigues con ese carácter de mierda, nadie te va a querer y te vas a quedar solo de por vida. Ya de por sí es horrible que no puedas hacer realidad mi deseo de ser papá, pero bueno, culpa mía por fijarme en alguien de mí mismo sexo.

—Te recuerdo que podíamos haber adoptado, pero preferiste callar y engañarme. Y no vengas con ese discurso de porquería, porque te recuerdo que tú fuiste el que me pidió ser tu novio después de que me bajaras el sol, la luna y las estrellas. No debería seguirle la corriente, pero sentía incorrecto quedarse en silencio.

—En otro país, y eso hubiera sido tan complicado como casarnos. Además, yo quería hijos propios —se justificó—. ¿Por qué cuidar al hijo de un desconocido? Nunca lo entenderías, así qué no sé para qué te lo estoy explicando.

—¿Te estás escuchando? —preguntó con incredulidad. ¿Este hombre fue su pareja de años? Por Dios, él había escogido tan mal y apenas la vende se había caído de sus ojos—. Más bien, ¿por qué no me sorprende? Ahora veo que tú nunca serías lo suficientemente bondadoso como para criar a una persona que no tuviera tu sangre. Tú no eres el único qué tiene la culpa, yo también debí darme cuenta de qué compartí mi tiempo con una basura cómo tú antes de siquiera considerar dar un paso tan importante como el matrimonio o los hijos.

Mingyu puso los ojos en blanco. Ya se sentía cansado de escuchar los reclamos de Jungkook.

—A veces me pregunto cómo te soporte por tanto tiempo.

—Créeme que me hago la misma pregunta. Ahora, si me disculpas, tengo mejores cosas que hacer que seguir escuchándote — se encaminó hacia la puerta, abriéndola por completo para que su ex pudiera salir de su hogar. Muchas gracias y adiós. Mingyu obedeció la petición de Jungkook sin emitir palabra, saliendo del sitio sin importarle realmente cada una de las palabras que le dedicó a su expareja.

Cuando se quedó solo en el apartamento, cerró la puerta y se derrumbó, apoyándose en el suelo cubierto por una alfombra oscura. Las lágrimas retenidas cristalizaron si ojos hasta que empataron sus mejillas. Jungkook lloraba de coraje, mientras se esforzaba en calmar su respiración, la cual se tornó inestable y entrecortada debido a sus pequeños sollozos.

¿Cuándo las cosas cambiaron tanto? ¿De verdad era insuficiente? Obviamente no. Él sabía lo que tenía, así que no le permitiría a su ex crearle inseguridades innecesarias —suficientes con las que tenía—, pero solo había una cosa en la que Mingyu tenía la razón.

Jamás podría darle el gusto de ser padre, aunque nunca se hubieran dado el tiempo de conversarlo con seriedad en el pasado, como para qué él notará que lo suyo jamás podría continuar si la otra parte no estaba dispuesta a seguir el único método por el que podrían conseguir ese anhelo.

A pesar de que no lo dijera en voz alta, le caló demasiado que le diera a entender que no lo comprendía, cuando a él también le hacía ilusión el tema. Ya ni recordaba cuántas veces no fantaseó con dicha idea, porque le gustaban mucho los niños, y esperaba en un futuro poder ayudar a algún pequeño que necesitara de mucho amor, porque la opción más viable hubiera sido la adopción, pues había tantos niños esperando por un hogar.

Padre no era solo el que engendraba, sino el que criaba, estando siempre presente en la vida de su hijo o hija, celebrando sus logros o reconfortándolo en sus derrotas, respetando sus decisiones, aconsejándolo cuando lo necesitará y nunca haciéndole sentir como un inútil. Ese fue el tipo de crianza al que aspiraba, porque fue lo que recibió de sus padres durante el tiempo que pudo tenerlos a su lado. Y dudaba que pudiera existir mejor ejemplo a seguir que ellos.

Cuando pudo recuperarse de su crisis, se recompuso y se dispuso a irse al gimnasio a entrenar un poco. No existía otra cosa que lo distrajera tanto como hacer ejercicio. Era sábado, un día de descanso, por lo que no tenía nada que perder. Tampoco tenía planes que le resultaran más interesantes como salir con alguno sus amigos, pues no se olvidaba qué le habían dicho qué estarían ocupados en sus propias cosas. Por esa razón es qué se aceptó qué Mingyu viniera a su casa para qué le entregará sus cosas, pero tal vez debió dejar qué se las quedará y no verlo jamás, así se hubiera evitado el mal rato qué le hizo vivir.

Siendo honesto, tampoco le apetecía quedarse solo entre cuatro paredes. Sin contar el extraño presentimiento de que, si no salía de su casa, se arrepentiría de su decisión más adelante, así que prefirió hacerle caso a su corazón y no a su cerebro que trataba de convencerlo de que no sería tan malo quedarse en su cama comiendo helado de chocolate mientras veía alguna de sus películas favoritas.

Ver Iron man por décima vez no parecía tan malo.

Pero igual podría hacerlo otro día.

✴️

Al llegar al gimnasio, Jungkook saludó a los presentes y sin querer perder el tiempo, se fue directo a calentar sus músculos antes de iniciar con la rutina que ya conocía de memoria y después ir a descargar las emociones que seguían contenidas con el saco de arena que colgaba en una esquina.

Dedicó una hora entera a la primera parte de su entrenamiento y a la segunda le dedicó casi hora y media. Jungkook estaba consciente de que algunas personas le dedicaban miradas sorprendidas por estar tanto tiempo lanzando golpes sin inmutarse, solo con algunas gotas de sudor recorriendo su frente. Esto era muy relajante y de cierto modo, era sanador que la presión que estuvo torturándole dentro del pecho, ya estaba desvaneciéndose como si nunca hubiera existido.

El chico estaba metido en su propia burbuja como para darse cuenta de que el sol ya había sido reemplazado por la luna, pero cuando lo hizo, se detuvo en seco al recordar algo de suma importancia, decidiendo ir a tomar una ducha rápida para limpiarse y relajar su cuerpo recién ejercitado antes de volver lo más pronto posible a su hogar.

Mañana tenía que madrugar porque debía presentarse en su antiguo orfanato, pues le había ofrecido a la Señora Song, pasarse por ahí para darles masajes a cada uno de los encargados. La mujer sabía que a día de hoy era muy difícil conseguir una cita en la apretada agenda de Jungkook, por lo que cuando este hizo tal propuesta de una forma tan espontánea, no pudo evitar sentirse muy agradecida por el gesto amable del susodicho a pesar de ya no eran parte de su vida.

Aunque no debería de sorprenderle, porque desde que conoció a Jeon Jungkook, este le demostró que era una persona valiosa en todos los sentidos, con un corazón puro, de buenos sentimientos y cualidades extraordinarias. Y era satisfactorio saber que en su orfanato pudieron resguardar a un ser humano que, a pesar de triunfar tanto, seguía manteniéndose como alguien auténtico.

A Jungkook le encantaba visitar a la gente que evitó que se quedara en la calle tras la muerte de sus padres y si podía devolverles el cariño que le dieron durante años mediante lo que más amaba hacer, lo haría sin pensárselo dos veces.

Llegando a casa debía preparar todas las cosas que ocuparía, comer algo ligero y luego ir directo a los brazos de Morfeo para recuperarse de tan largo día. Su apartamento no quedaba relativamente lejos, pero Jungkook conocía a la perfección un atajo que le garantizaría llegar en la mitad del tiempo estimado.

Se trataba de un callejón en el que había varios contenedores de basura. Era comprensible que nadie quisiera pasar por ahí a causa del horrible olor— Jungkook pensaba lo mismo hasta ese día—, sin embargo, estaba dispuesto a enfrentar ese terrible sacrificio. Quince minutos después, Jungkook ya se encontraba en el lugar, por lo que optó por cubrirse la nariz mientras cruzaba al otro lado.

El chico se esforzó en respirar lo justo y necesario para evitar que los aromas fétidos inundaran la más mínima parte de sus fosas nasales, pero en determinado momento, bajó su mano al ser sorprendido por unas luces que destellaban detrás de uno de los contenedores. El asqueroso olor pasó a segundo plano a causa de su inmensa curiosidad, la cual lo impulsó a acercarse más y agacharse para descubrir de qué se trataba.

Los orbes chocolate se fijaron en un precioso brazalete de varios colores en el que predominaban tonos celestes y amarillos. La joya podría fácilmente pasar desapercibida de no ser porque las pequeñas esferas que conformaban la pulsera parecían encerrar energía y eso era lo que provocaba los destellos que vio al principio.

Jungkook lo tomó entre sus manos, observándolo con cuidado, mientras sentía algo raro dentro de sí mismo. No tenía las palabras exactas para describirlo, pero era como si hubiera encontrado la paz que su alma necesitaba.

Era como la pieza faltante de su rompecabezas incompleto.

Y por eso, se arriesgaría a llevárselo consigo.

En otras circunstancias, se esforzaría en buscar a su dueño por más difícil que resultara dicha tarea, pero en esta ocasión, anhelaba quedarse con el brazalete. Así que se lo puso y se apresuró a salir de ahí antes de que las arcadas se hicieran presentes por la basura desbordada en los contenedores.

Quizá fue la distracción por la joya que envolvía su muñeca o tal vez estaba destinado a que su vida acabara en el preciso instante en el que cruzaba la calle.

Jungkook no sabría hasta poco después...

Justo cuando estuviera en un lugar mejor.

Porque lo último que vio fue un camión yendo a velocidad hacia él y luego todo se tornó oscuro.

No sintió ningún dolor, mucho menos escuchó si alguien gritó cuando lo atropellaron, pero fue como si su consciencia se desconectara y él pasara a formar parte del mismísimo universo.

¿Así se sentía morir?

De ser el caso, era silencioso y muy pacífico.

El tiempo también pareció ralentizarse, el aire parecía más denso y juraba sentir cómo la sangre recorría cada ínfimo rincón de su organismo, afectando a sus células de una manera que ni estando consciente lograría comprender.

No obstante, cuando pensó que el proceso de transición a mejor vida acabó, sus ojos se abrieron de par en par. Su nariz estaba más sensible que de costumbre y su garganta pedía por un poco de agua. Ni la luz del sol mañanero era tan fastidiosa como la resequedad en su boca y en sus labios agrietados, peor aún el sudor frío que empapaba su piel nívea.

Todo indicaba que esa pesadilla en la que se veía siendo arrollado por un auto fue un antecedente a un terrible resfriado.

Pero... ¿por qué el techo de su casa era de madera?

¿Qué demonios?

—Al fin despierto, ¿eh?

Jungkook giró su cabeza en dirección a la suave voz que le habló, encontrándose con un atractivo joven de cabellos rubios que parecía unos cuantos años mayor a él, pero eso no le quitaba merito en absoluto porque se notaba lo mucho que se cuidaba a sí mismo.

Parecía un príncipe de cuentos de hadas.

Su vestimenta era sencilla, constaba de una camisa con vuelos en color beige y adornos dorados en la parte de las mangas, un chaleco café, un pantalón de tiro alto del mismo tono—que envolvía una cintura igual de fina que la suya— y botas altas negras con hebilla dorada. En sus manos, que yacían decoradas por varios anillos, el desconocido cargaba una bandeja con comida, por lo que alcanzaba a ver, se trataba de fruta picada, una taza de té y un pedazo de pan recién horneado.

Un desayuno para nada coreano.

Más bien, ¿seguía estando en Corea?

Esa sí que era una pregunta interesante.

Lo de la vestimenta rara podría justificarlo con que era algún tipo de cosplay de algún videojuego de fantasía, pero no estaba con ánimos de cuestionar los gustos de la persona a unos cuantos centímetros de él.

—¿Quién eres tú?

No existía el temor a pesar de estar en una situación tan rara. De todos modos, tampoco podía permitirse entrar en pánico y reaccionar impulsivamente hasta saber a qué se enfrentaba. Hace unos minutos Jungkook pensó que falleció, luego creyó que era un sueño y ahora estaba con un extraño al que le gustaba disfrazarse en una habitación igual de particular que su dueño.

¿Acaso estaban en un parque de diversiones con una zona medieval?

—Tu salvador, querido—respondió con simpleza, tomando asiento en la silla de madera a un costado de la mullida cama en la que su invitado se encontraba—. Ahora desayuna esto y esperemos que eso ayude a mejorar el aspecto tan horrible que tienes.

—Gracias... —no sabía su nombre y el susodicho pareció notarlo, sonriendo en el proceso.

—Provecho. Soy Seokjin Thoriun, pero puedes llamarme Jin.

—¿Thoriun? —cuestionó, llevándose un pedazo de fresa a la boca—. ¿Es el apodo que utilizas cuando juegas LOL?

—¿Disculpa? —el rostro de Seokjin era un poema. ¿De qué le estaba hablando? Nunca había escuchado tal cosa—. ¿Qué es LOL?

—League of legends, pues—expresó con obviedad—. No te hagas, porque no te voy a creer si me dices que no lo conoces.

—Te juro que en mi vida he conocido algo así y siento que el golpe que te diste en la cabeza te afectó mucho, rojito.

—¿Rojito?

Jungkook debería haber preguntado sobre el dichoso golpe que aparentemente se dio, pero el inesperado apodo causó curiosidad en él.

—Sí, tu cabello es igual de rojo que una manzana. Es raro de ver por aquí, pero supuse que podrías ser de algún reino aledaño o si eres bueno con la magia, no me sorprendería que me dijeras que eres de otra dimensión.

Jungkook dejó de comer y se incorporó con una rapidez que impresionó a Seokjin, quien supuso que seguía estando muy débil como para ello, pero parecía que el omega con ojos grandes y brillantes tenía una gran fuerza de voluntad y una rápida recuperación.

Cuando estuvo frente al espejo más cercano, Jungkook se quedó sin habla al comprobar las palabras de Seokjin. Su cabellera castaña ahora era rojiza y aunque no le quedaba mal, no entendía cómo es que eso era posible. Su cabello era sensible a los tintes, así que tras probar unos cuantos colores cuando era más joven y notar lo maltratado que quedaba, había desistido de continuar haciéndolo.

—¡¿Qué mierda le sucedió a mi cabello?! —dirigió sus manos a las hebras color carmín, tocándolas como si con eso pudiera asegurarse de que eran reales, porque la expresión que se reflejaba en el espejo era de absoluta incredulidad.

—Ese vocabulario, jovencito.

Una tercera voz, más grave, se escuchó en el reducido espacio, llamando la atención del hospedado y el hospedador. Era un hombre alto, fuerte, cabello grisáceo y con un porte elegante por naturaleza. En otras circunstancias, encajaría en su tipo ideal porque también parecía mayor a él, pero si su instinto no le fallaba, metería las manos al fuego ante la idea de que el recién llegado mantenía una relación sentimental con el joven que le trajo el desayuno.

—¡Nam, llegaste!

Una sonrisa iluminó el rostro de Seokjin al tener a Namjoon de vuelta en casa. Un hermoso hecho que nunca cambiaría, porque ellos seguían enamorados con la misma intensidad desde que se conocieron en la plaza del reino, pues ese fue el inicio de una dulce historia que había perdurado hasta el día de hoy.

—Hola, Jinnie. ¿Es difícil? —inquirió, haciendo referencia a Jungkook, quien se mantenía paralizado en su sitio, tratando de procesar tantas cosas en tan poco tiempo.

—Rarito, sí, pero no difícil.

La confesión excesivamente honesta de su omega, de su hermosa luna, hizo reír al alfa que se mantenía apoyado en el marco de la puerta.

—Y un tanto mal hablado por lo que escuché, aunque me alegra saber que estás despierto, hay muchas cosas que debemos conversar.

—Primero me gustaría saber quién eres tú—musitó agobiado. De seguro, este también tenía un apellido extraño, porque la vestimenta también era parecida a la de Seokjin, solo que en distintos tonos de azul y eso ya decía mucho a su parecer.

—Pero antes de hacerlo, quiero saber si mi luna ya te dio la bienvenida.

—Tuve la intención, pero no me ha dejado hablar.

—Disculpa por no entender nada—Jungkook suspiró, masajeando sus sienes para relajarse antes de entrar en pánico. Esto no le estaba gustando nada—. Puedes proseguir...

Namjoon asintió con un movimiento de cabeza, manteniendo una sonrisa que marcaba sus hoyuelos al escuchar cómo el chico le daba el consentimiento de expresarse con libertad.

—¡Bienvenido al reino de Valtoria, joven omega!

Continuará...

¿Opiniones? ¿Detestaron al ex de Koo? ¿Se esperaron la aparición de Jin y Nam? En el próximo aparece Tae, espérenlo con ansias. 

Cuéntenme que les ha parecido, por favor. Tengo mucha curiosidad, espero leerlos en los comentarios. Gracias por darle una oportunidad a esta historia. 

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