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Capítulo 24. (Parte 1) / Tell me: Drunk but good boy?

Tell me — Drunk but good boy?
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Noemí Higgins

—No puedes solucionar todos tus problemas embriagándote, Blake.

—Quizás tu no puedas, pero a mí me resulta muy bien— siseó.

Su brazo rodeaba mis hombros e intentaba mantenerlo de pie sujetándolo por el abdomen. Era muy pesado para mí, pero, por suerte él me ayudaba bastante a mantenerlo de pie.

—¿Dónde están las llaves, Blake? —pregunté.

—¿Llaves? —respondió aun completamente desorientado.

Está demasiado ebrio para mantenerse de pie, ¿Por qué carajos me molesto en hacerle preguntas?

Rodeé los ojos con fastidio y comencé a revisar sus bolsillos.

Termine encontrándolas en el bolsillo interior de su chaqueta. Como pude, metí la llave en el cerrojo y logré abrir la puerta del departamento arrastrando a Blake hasta el interior, pero chocó con una esquina de la puerta perdiendo el equilibrio, se intentó sujetar de mí y ambos terminamos cayendo al suelo.

Nice.

Sus carcajadas se escucharon por toda la habitación. Y descubrí que me gusta el sonido de su risa, es contagiosa, algo ronca al igual que su voz, pero sigue siendo extraña para mí, ya que jamás lo había escuchado reír.

—Ya, ayúdame a levantarte— le ordené intentando ponerme de pie, pero cuando extendí mi mano para ayudarlo, rápidamente me jalo hacia él, devolviéndome al suelo, solo que con el pequeño detalle de que esta vez caí sobre su cuerpo.

—Muy maduro— lo miré molesta y él solo esbozo una sonrisa.

Por unos minutos solo me dispuse a mirar sus ojos. Estaban algo rojos, lucían cansados y por alguna razón seguían pareciéndome demasiado especiales. Estoy segura que mas de la mitad de la población tiene los ojos marrones, pero los suyos los sigo sintiendo únicos. Como si pudieras perderte horas en ellos sin aburrirte, o como si cada vez que parpadeaba reiniciara la cuenta regresiva de tu vida. Eran hipnotizantes, o quizás él lo era.

La forma en la que levanta levemente su cabeza y relame sus labios me pone alerta en cuestión de segundos y yo solo me limito a alejarme.

—¿Podemos dormir aquí? —dijo rezongando mientras se acomodaba en el piso.

—No Blake, ayúdame a levantarte.

Me puse de pie otra vez y comencé a jalonearlo, hasta que entre rezongos se levantó. Cerré la puerta y comenzamos a avanzar por el departamento.

—Necesito que pongas de tu parte—Me quejé cuando sentí todo su peso sobre mí mientras intentaba llevarlo a su habitación.

— Tu caminas mal.

—¿Yo camino mal o tú ves doble?— inquirí mientras intentaba que sus pies se dirigieran en el camino correcto.

—Pfff, obviamente tu caminas mal. —Declaró y yo solo me limite a rodear los ojos.

Arrastre su cuerpo por todo el departamento hasta que, entre choques, golpes y destrozos de las cosas del entorno, logramos llegar a su habitación. Deje caer su cuerpo sobre la cama y quedó recostado boca arriba, dejándome admirarlo por unos segundos. Traía su claro cabello desordenado, una camisa con los primeros botones desabrochados dejándome ver su pecho un poco al descubierto, una chaqueta y lo siguiente que vi fue como sus párpados se habían cerrado.

Mierda.

—Blake, arriba— ordené sujetando sus hombros y levantando su espalda para que se sentara en la cama.

Y él, torpemente comenzó a quitarse la chaqueta, y luego de lograrlo, trato de quitarse la camisa por la cabeza dejándome ver su perfecto abdomen. Fue entonces cuando comencé a ayudarlo a levantar su camisa para quitarla, pero su voz me detuvo.

—¿Qué haces?— gruñó.

—Te ayudo— contesté obvia —¿O quieres dormir así?

—A mí no me engañas mocosa, sé que buscas una razón para desnudarme.

—Ni el más mínimo interés—dije ofendida dejándolo por su cuenta. Me voltee un momento, dejando sobre su mesita de noche su teléfono y su billetera, y cuando me voltee una risita se me escapó. —¿Ahora tú qué haces? —le pregunté riendo, pues había quedado con la cabeza enredada en la camisa y no podía quitársela.

—Ayúdame, esta cosa intenta asesinarme—rezongo como niño pequeño mientras intentaba quitársela con frustración.

Me aguante la risa mientras volvía a ponerle la camisa y esta vez desabotonaba los botones uno a uno antes de quitársela y dejar su torso desnudo.

—Okey y ¿Qué ganas con esto?. Algo como ir a dormir y pensar "he ayudado a alguien hoy" ¿Eso es?. No soy tu puto asunto de caridad.— Bufó.

—¿Por qué de repente estás tan molesto?.

—El por qué estoy enojado es asunto mío.— se cruzó de brazos.

—Eres insoportable—Murmuré.

—Tú quisiste venir a mi casa.

—Venía a disculparme contigo no a ser tu niñera.— me sinceré —Y creo que estoy pagando por mi error.— fruncí el ceño mientras me agachaba para quitarle los zapatos.

—¿Venías a disculparte por decir que soy un violador?. Eso es lindo— se burló. —Pero hay un problema.

—¿Qué problema?— pregunté sin mirarlo, terminando de quitarle ambos zapatos.

Sentí su cálida mano sujetar mi mentón y obligarme a mirar hacia arriba, en su dirección. —Me gusta que me pidan perdón de rodillas.

Un jadeo de sorpresa se escapó de mis labios.

Eso fue sexual, sin duda alguna. La posición en la que estábamos, la forma en que sus ojos severos se fijaban en mí, demostrándome que esa frase no fue en forma de sugerencia. Un escalofrió recorrió mi espalda mientras recordaba las insinuaciones de Scarlett sobre tener sexo con Blake, otra vez. Aunque cualquiera de sus insinuaciones hacia aquello estaba descartadas de mi radar, pues no contaba con que estuviera ebrio.

Con rapidez me volví a colocar de pie frente a él llena de nerviosismo, nerviosismo que él no tardó en notar.

—Era broma, mocosa. No es necesario que me mires así— se burló.

Asentí aun con ese nudo de nervios en mi estómago. —Ya puedes dormir— le sonreí.

—¿Qué harás tú?

—Me iré a casa.

—No— Ordenó negando con la cabeza.

—¿No?

—No, no te vayas.— Sus manos tocaron la parte trasera de mis muslos, buscando que me acercara más a su cuerpo, y por inercia lo hice. Estaba de pie entre sus piernas mientras que sus manos acariciaban mi piel, y su rostro, a pesar de estar a la altura de mis pechos, miraba hacia mis ojos.

—¿No quieres que me vaya?— pregunté no muy convencida de si lo decía en serio, pues su extraña forma de hablar debido al alcohol en su sistema me lo complicaba.

—No, quédate a dormir aquí. Si quieres puedes dormir aquí y yo me voy al sofá o...

—¿Por qué quieres que me quede?

Él soltó un pesado suspiro antes de hablar.

—No quiero estar solo. —Confesó.

Cuando murmuro aquellas palabras que lograron sorprenderme, fue que lo note. Estaba triste. Tenia aquel brillo en la mirada que suelen tener las personas que esconden lo que sienten. Y se que conozco ese brillo, porque puede que yo no me fuera al bar a beber, pero yo escondía todo tras una sonrisa.

—¿Estas bien? — susurré, sabiendo que la probabilidad de que me dijera lo que todos dicen era alta.

Pero su personalidad poco predecible volvió a hacer acto de presencia, y en lugar de responder se apresuro a aferrarse de mi cuerpo y esconder su rostro en mi abdomen.

Benyamin Blake me estaba abrazando.

Me tardé unos segundos en reaccionar y lo único que pude hacer fue comenzar a acariciar su cabello.

Siempre he tenido la creencia de que todos, sin excepciones, necesitamos el contacto físico para vivir. Algunas personas acarician y besan, otras juegan a golpes, pellizcos y mordidas. Pero el tacto es necesario para subsistir, es una necesidad inconsciente que todos tenemos, es tan necesario como el oxígeno.

Por eso me sorprendió demasiado la forma en que él reaccionó cuando correspondí su abrazo.

Fue como si hace demasiado tiempo no le mostraran afectó de manera física, como si sus manos rodearan mi cuerpo con una necesidad insaciable de calor. No tenía intención alguna de soltarme. Y yo, luego de necesitar tantos abrazos que jamás pudieron ser dados, prometí nunca soltar primero a las personas que me abrazaban.

En ese momento, con mi corazón latiendo a mil por hora, comprendí que Blake estaba roto, incluso más que yo.

Tuvieron que pasar largos minutos antes de que Blake me soltara, por fin recostándose en la cama. Por mi parte, me senté en el otro borde del colchón y luego de quitarme los zapatos le envíe un mensaje a Scarlett diciéndole que no llegaría. Sabía que posiblemente no podría cubrirme con mi hermano, pero no me importo en lo absoluto. Al igual que tuve que ignorar su mensaje con el emoji del diablito insinuando que me quedaría haciendo algo sexual.

Rodeé los ojos y sonreí ante mi celular antes de dejarlo silenciado y ponerlo sobre la mesita de noche.

Subí aquella manta que estaba en los pies de la cama y nos cubrí a ambos. Yo me recosté boca arriba, mientras que Benyamin estaba de lado, mirándome. Había decidido dejar las cortinas abiertas y apagar las luces de todo el lugar, por lo que la tenue luz de las farolas de la calle invadía su habitación.

El silencio en la habitación y de la callada ciudad me abrumó de repente, y leyendo mis pensamientos Blake habló.

—Entonces... Dime tu excusa—balbuceó.

—¿Mhm?— lo miré un poco sorprendida de que aún no hubiera caído ante el sueño.

—Del porque no puedo dormir, dime.

—Ya duérmete— me burlé.

—Pensé que haríamos noche de confesiones.

Solté una carcajada —Ni estando drogada puedo darme el lujo de decirle mis secretos a alguien, Blake.

El río soltando aire por la nariz para que luego el silencio nos volviera a invadir, pero, esta vez era diferente, porque sabía que me miraba de esa forma para presionarme y que terminará diciendo la razón de porque algunas noches tenía insomnio.

—Bien. Tu ganas. De cualquier forma, no lo recordarás por la mañana— me rendí —La excusa es...—aclaré mi garganta sabiendo que las palabras que saldrían de mi boca eran difíciles de pronunciar, pero me convencí a mí misma de que hablaba con una persona que mañana tendría migraña y amnesia temporal — la razón es que siempre tuve el sueño ligero desde que mi madre se fue— confesé —en especial cuando podía escuchar cada noche a Nahim llorar en su habitación. Iba e intentaba que dejara de llorar, pero no lo lograba, nunca lo lograba. Entonces me recostaba junto a él y eso tampoco ayudaba mucho— solté un pesado suspiro— "¿Dejarás de llorar si mamá regresa?"— recordé mis palabras — y él decía que daba igual, porque ella no volvería, que al igual que papá nos había dejado para siempre. Entonces yo acariciaba su cabello, secaba sus lágrimas y le decía que todo lo que necesitábamos era el uno al otro. —Mi mano fue a mi cuello y busqué mi collar para comenzar a juguetear con él. —Y yo creí mis palabras, pero el solo espero estar mejor para largarse.

—Él te quiere, más de lo que admite.

—¿Sí?, pues de seguro aprendió a demostrar su afecto de nuestra mamá.

—¿Cuáles son los nombres de tus padres?

—El nombre de mamá es Elizabeth, que también es mi segundo nombre porque no fueron nada originales y mi papá se llamaba Nicolás Higgins.

—Así que Noemí Elizabet Higgins ¿eh?

—No te burles— me quejé. —Suena como nombre de princesa.

Él soltó una pequeña risita.

Cuando su risa cesó, me vi en la necesidad de girarme sobre la cama, para quedar frente a frente y aunque me volteé en busca de que me mirara, Benyamin la bajo —La razón por la cual me desesperaba que pensaras que había pagado por acostarme con Gabriela es porque, hace un par de días descubrí que soy producto de una violación. — El cuerpo completo se me entumeció al escuchar sus palabras. —Y la que es mi madre, terminó en un psiquiátrico luego de tenerme.

Eso sin duda fue mucho para digerir, pero el sentimiento de culpa cayó sobre mi como balde de agua fría.

—Blake, y-yo...perdóname.

—Está bien, tu no sabias nada. —me sonrió con tristeza — De cualquier forma, me parezco a él.

—No digas eso— pedí —Estoy segura que no te pareces en nada a tu padre biológico.

—Ella se asustó cuando me vio, porque me confundió con él— me explicó.

—Quizás físicamente sí Benyamin, pero te aseguro que en el resto no. Porque ahora, sé que jamás lastimarías a una chica de esa forma.

—Dudaste de mí.— me recordó.

—Está en mi radar dudar de cualquiera. Pero, cuando Gaby me dijo que le ofreciste seguir con su mentira, a pesar de que no soportaras escucharme diciéndote todas esas cosas, me di cuenta de que... eres buena persona.

—¿Bueno?, estoy lejos de ser bueno Noemí.

—Cada uno es bueno a su manera.

—¿Tienes un argumento para cada de una de mis contradicciones?

—Así es.— le sonreí.

—¿Tu opinión sobre mí, cambió otra vez?

—Completamente.

—¿Y aún te arrepientes de que follaramos?

Su pregunta, por supuesto, me tomó desprevenida. Trague duro intentando disimular, pero su jodido gusto por ponerme nerviosa tiene más efecto en mí del que quiero admitir.

Negué con la cabeza.

—¿Alguien se enteró?

—No. Solo tú, yo y la señora de la farmacia a la que tuve que ir.— bromeé.

—¿Tomaste la pastilla del día siguiente? — Asentí.—Lamentó que tuvieras que hacerlo— Él soltó una pequeña carcajada —Eres la primera chica con la que olvidó ponerme condón.

—Y tú el primero al que se me olvida exigírselo.— me encogí de hombros dándole a entender que no había porqué disculparse.

Una de sus manos subió hasta mi rostro. Me impresionó la forma en que mi piel se erizó al más mínimo tacto de sus dedos en mi mejilla. —Eres muy hermosa— murmuró.

—Solo lo dices porque estás ebrio.— rodeé los ojos.

—Me gusta cuando haces eso.

—¿Qué cosa?— mire con extrañeza.

—Como rodeas los ojos cada vez que algo no te parece. —Aquel cálido cosquilleo siguió por mi rostro hasta que acomodó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. —¿Tienes frío?, estás temblando.

—S-sí, un poco.—mentí, pues me negaba a decirle que su insignificante tacto me hacía estremecer.

Esta vez su mano me rodeó por la cintura, arrastrándome por la cama para que me acercara a su cuerpo semidesnudo. No tardé en acomodar mi cuerpo junto al suyo, él apoyó su mentón sobre mi cabeza y yo escondí mi rostro en su cálido pecho. Su calor corporal y su extasiante aroma liberaron todo el cansancio en mi cuerpo, por eso no me sorprendió cuando sin darme cuenta ya había cerrado los ojos y me estaba quedando dormida.

—¿Mocosa?

—Mhmm

—Gracias por quedarte— soltó.

La luz que entraba por la ventana interrumpió mi sesión de sueño.

¿Quién dejó las cortinas abiertas?

A si, fui yo.

Fruncí el ceño y gruñí con frustración antes de darme la vuelta para quedar de espaldas a la ventana, pero me inquietó un poco cuando al estirar la mano por la cama, aún somnolienta, no logré divisar su cuerpo. De inmediato abrí los ojos de golpe solo para confirmar mis sospechas. Estaba sola en la cama.

No tardé demasiado en sentarme en la cama y rascar mis ojos intentando acostumbrarme a la pesada luz del día. Divisé mi teléfono en el velador y simplemente me prohibí a la idea de tomarlo. De seguro tendría lleno de mensajes de Nahim pidiéndome una explicación y justo hoy no tenía ganas de eso, porque me había despertado de un peculiar buen ánimo que pretendía mantener.

Por lo menos por ahora.

Con pereza, levanté mi cuerpo de la cama y me dispuse a deambular por el silencioso departamento.

—¿Blake?— llamé, pero nadie respondió.

Creo que tiene un doctorado en desaparecer después de pasar la noche conmigo.

Sobre la encimera de la cocina, logré distinguir un cuaderno de dibujos, estaba abierto y tenía un lápiz de grafito junto a el. No tardé en aproximarme para admirar la silueta trazada sobre la hoja y me llevé una sorpresa cuando el minucioso trabajo me resultaba cada vez más afable.

Era yo, era mi retrato.

Me pareció de lo más vergonzoso que me hubiera dibujado. Pero, recordando que yo ilustre la mayoría de sus tatuajes creo que estamos a mano.

Era un hecho innegable que tenía talento, incluso podía dibujar mejor que yo. Tenía práctica, sabía dar profundidad y le salían a la perfección los rostros.

Continúe ojeando el cuaderno, sentándome en uno de los bancos de la cocina americana para admirar con detalle todos sus diseños, hasta que me topé con una hoja en particular a la que le faltaba un trozo.

A mi mente vino el día en que me dio su número.

Si hubiera ojeado esto antes quizás hubiera sabido que tenemos esto en común.

Mi lado indiscreto se vio interrumpido, la puerta de entrada se cerró, permitiéndome admirar a un castaño de tatuajes que escondía su resaca con una sudadera y café.

—Hola— saludó en cuanto me vio.

—Hola, ¿A dónde fuiste?

—Fui por algo para desayunar— dijo colocando una bolsa y el porta cafés junto a mí.

Por un momento en cuanto se acercaba, creí que besaría mi mejilla, pero solo se recargó sobre la encimera, atrapándome entre el mueble y su cuerpo. Mis nervios empeoraron cuando sentí su respiración en mi nuca provocándome un escalofrío.

—¿Curioseando en mis cosas? —inquirió, pero no estaba molesto.

—Perdona, no quería...

—Está bien, no me importa. ¿Te gusta?—preguntó.

Asentí —Eres muy bueno, ¿Jamás pensaste en estudiar algo relacionado a esto?.

Él soltó una risita por la nariz antes de apartarse de mí y comenzar a sacar las cosas de la bolsa. —te parece que me queda el título de vendedor de drogas, huérfano y estudiante de arte. —Bromeó.

—¿Por qué no? — me encogí de hombros.

Él me miró poco convencido de mis palabras. —Tu hermano me llamó— cambio de tema. —Me preguntó que si sabía dónde estabas y obviamente mentí, pero, deberías llamarlo.

—Si, claro. Llegaré con una ofrenda para su bonito bebé y quizás se le olvide todo lo que dije drogada.

—No te agrado la sorpresa ¿No?

—No. Ni un poco.— me sinceré —Gracias por salvarme, otra vez.

—Se te está haciendo una mala costumbre—Me advirtió.

El dejó frente a mí, un plato con distintos tipos de donas, había chocolate, vainilla, fresa y algunas simples.

—Ten— murmuró también entregándome uno de los cafés.

—Gracias— sonreí dándole el primer sorbo y saboreando el... —Esto no es café...

—No, te traje chocolate caliente. No le doy cafeína a menores— se encogió de hombros.

—Eres un exagerado, ya tengo 18— me quejé.

Rodeé los ojos antes de dar el siguiente sorbo.

¿Era el mejor chocolate que había bebido en mi vida?

Si.

¿Se lo diría?

Por supuesto que no.

Quizás solo le pregunte casualmente donde los compro para pasar de vez en cuando por mi desayuno.

Mientras me quedé bebiendo chocolate caliente, observaba cada uno de sus movimientos. Busco en los muebles de la cocina una tira de analgésicos para luego sacar uno y cuando pensé que lo bebería, saco una cuchara y no tardó en aplastar la pastilla hasta volverla polvo.

—¿Qué haces?— lo mire con extrañeza.

Y él, sin responder, solo se limitó a arrastrar el polvo a su mano y luego a su boca, pasando el agrio sabor con un poco de agua.

—Eres un bebé— me burlé.

—Tu eres la rara que se traga las pastillas enteras— se defendió.

Luego tomé una de las donas y la llevé a mi boca para darle el primer mordisco.

Si que necesito ir a ese lugar.

Los exquisitos sabores acariciaban mi paladar y podía sentir cómo se deshacía cada parte del glaseado con sutileza.

—¿Qué cosas te dije ayer?—preguntó abruptamente.

—Tu, emmm...dijiste cosas sobre tus padres biológicos.

—¿Qué fue exactamente lo que te dije?—preguntó con cierta rudeza mientras me observaba expectante.

—Me hablaste sobre tu madre. Se que tu madre...que alguien la violo y así naciste tú, que por eso te criaste en el orfanato—baje la mirada, por alguna razón no era capaz de mirarlo a la cara.

"Me abrazaste por media hora, me pediste que me quedara y me dijiste que fui la primera chica con la que olvidas ponerte condón"

Decidí omitir esa parte. Estaba demasiado ebrio, quizás solo lo dijo porque quería tener sexo conmigo anoche. No puedo recriminarle o exigirle cosas que confeso estando inconsciente de lo que decía.

—Mierda—suspiro —perdón por agobiarte con mis jodidos problemas.

—No tienes que disculparte por nada— negué con la cabeza.

—No quiero ser tu puto caso de caridad o que sientas lastima por mí, Noemí. Tengo suficiente con tu hermano.

Estaba dolido, pero ocultaba su tristeza bajo una mirada fría y un tono para nada amigable.

—No eres un caso de caridad para mí, me preocupo por ti porque... somos amigos—él me miró de forma extraña. — Y mi hermano te quiere, si no lo hiciera no te ayudaría. Eres importante para él, aunque quizás...no te lo diga. Todos pasamos por cosas malas, solo hay que saber superarlas, sobrellevarlas o aprender a vivir con ellas, porque de lo contrario te hundirás.

Mis palabras hacían eco en su cabeza, se que se quedo pensativo luego de mi intento de motivación, pero luego su mirada volvió en cuestión de segundos y espeto:

—No somos iguales. Tu vida y la mía son temas completamente diferentes.

—Somos víctimas de nuestros padres—respondí con simpleza.

—No, no es así —Alzó la voz. —Tu padre te dejó sin ser su voluntad, tu madre se marchó luego de criarte. Piensas en tu papá y lo extrañas, lo quieres, te demostraba su afecto, tuviste una buena infancia. Yo jamás tuve a ninguno de los dos porque ellos no quisieron tenerme cerca—Aclaró —pienso en él y lo odio por lastimar a mi madre, lo odio por engendrarme, lo odio por dejarme vivir en ese puto orfanato. Odio que a mi madre le repugne tenerme cerca, que verme a la cara le recuerde cosas que quiere olvidar, odio que no pueda quererme. Y odio que odiar a alguien que no conozco.

—Yo...

—Y la peor parte, es que soy idéntico a él.

Me levanté de mi asiento con molestia y me detuve frente a él.

—Deja de decir eso— exigí.

—Es la verdad.

—No, no lo es.

—Si.

—No.

—Si.

No quería seguir escuchándolo, no mientras lo que decía de él mismo lo lastimaba.

Así que sin dudarlo demasiado me acerqué a él y volví a cometer el mismo error de hace algunas noches atrás.

Lo besé.

Otra vez, cuando sus labios tocaron los míos la ansiedad de su reacción me invadió, pero era una clase de ansiedad que valía la pena. Mi impulso lo tomó desprevenido al principio, pero en una fracción de segundo en la que sus cálidos labios sintieron los míos, con una de sus manos sujeto mi nuca, evitando cualquier intención de apartarme e intensificando más el beso. Sus labios eran suaves, pero estaban lejos de ser delicados. Devoraba mi boca como si quisiera arrebatarme todas las mentiras que digo con ella, pero no puede hacerlo. Nadie puede.

Disfruto como busca tener el control, al igual que yo. Nuestras lenguas luchan por el dominio y nuestros labios se exasperan por fusionarse. No tardó en recorrerme un torrente de electricidad mientras su lengua explora con avidez mi boca. Me besó con necesidad, con aquella pizca de deseo y sensualidad que me hace desear algo más que solo esto. Todo mi cuerpo aclama por repetir aquella noche antes de que desapareciera. El me hace desear más y sus insignificantes toques me calentaban.

El aire comenzaba a faltarme, pero temía que cuando dejara de besarlo todo se fuera a la mierda.

Que me culpara por ese arrebato y me dijera que lo que paso noches atrás fue cosa de una sola vez.

Porque siendo sincera; fue demasiado bueno como para vivirlo solo una vez.

Pero, volviendo a la realidad el separo nuestros labios. Mi respiración estaba agitada, igualando a los latidos de mi corazón. Él miró mis ojos, pero no buscó apretarse más de mí, estábamos a solo centímetros y se podía sentir la tentación que controlábamos para no volver a besarnos. Observaba mi boca con fascinación y por inercia yo miro los suyos. Estaban hinchados y algo rojos, pero casi ruegan por ser tocados otra vez.

Su voz susurrante interrumpió mis deseos

—¿Por qué eres tan buena conmigo?

—Porque—Jadeé —no veo maldad en ti.

—Quizás debas ver otra vez.

—O quizás no la hay.

Una de sus manos fue hacia mi cuello para volver a unir mis labios a los suyos, dejándome sentir el frío metal de sus anillos sobre mi piel. Me gustaba como eso me hacía estremecer.

Él y yo no duraríamos mucho tiempo más solo besándonos, y yo no podía estar más de acuerdo con lo que iba a pasar...
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