Capítulo 21. / Tell me: You do not believe me?
Tell me — You do not believe me?
Benyamin Blake
—¡Benyamin!— murmuró el pequeño corriendo hacia mí, lleno de entusiasmo. No tardé mucho en atraparlo y cargarlo entre mis brazos.
—Hola pequeño.— salude mirándolo con una sonrisa mientras que él me abrazaba.
—Nate, vuelve aquí— Bufó Noemí avanzando hasta nuestra dirección en busca del rubio, pero se detuvo de golpe cuando me vio.
—Mira Emi, Ben volvió— festejó el pequeño.
Pero Noemí solo me miró con algo de incomodidad que no era difícil de notar, y no puedo culparla, porque la última vez que la vi ambos estábamos desnudos.
Nahim entró detrás de mí y luego de revolverle el cabello a Nate de forma de saludo, pasó junto a Noemí y dejó un beso en su cabeza continuando con su camino sin pronunciar palabra alguna.
Creo que los hermanos arreglaron un poco sus diferencias cuando no estaba.
—Hola— murmuré mientras me acercaba a ella, para dejar un húmedo beso en su mejilla.
—Hola—susurró antes de separarse de mi abruptamente. Evitó mi mirada y esta vez se dirigió a Nate. —Enano, ven conmigo ¿sí?. Tengo que terminar de curarte la nariz.
Ella le ofreció tomarlo, pero Nate se aferró a mi camiseta. —No quiero— se negó para luego hacer un tierno mohín.
Eso me hizo esbozar una leve sonrisa.
—¿Qué te pasó en la nariz?— le pregunté notando la sangre seca que tenía sobre el labio.
—Me peleé con un niño de la escuela — farfulló apenado para luego tocar la punta de su nariz — y me dio un puñetazo.
—¿Ahora eres boxeador?— arqueé una ceja.
—Más bien saco de boxeo— se encogió de hombros, desanimado.
Noemí y yo soltamos una mini carcajada ante el comentario de Nate.
—Antes también solía perder muchas peleas. — confesé.
—¿En serio?
—En serio.— aseguré —El coraje es la mejor arma contra los bravucones. La mayoría de personas se asustan cuando ven a alguien confiado.
—No le digas eso. Porque luego lo pueden lastimar. —interrumpió Noemí en un notorio tono molesto.
—Solo le doy un consejo.
—Vaya mierda de consejo— se burló cruzándose de brazos.
—Dijiste una grosería— acusó Nate señalándola con el dedo.
—No seas grosera, mocosa— apoyé yo.
Ella rodeó los ojos.
—Si, no seas grosera— regaño Nate.
—Oh, ¿ahora estás de su lado?— inquirió —Veamos si Benyamin viene a hacerte panqueques de desayuno.
Esa sí que es una mala idea, solo sé cocinar fideos.
—Era broma— sonrió incrédulo y arrepentido por sus palabras.
—Mhmm— emitió ella, arqueando una ceja.
—¡A cenar!— interrumpió un grito de Nahim y todos, como seres humanos sumamente obedientes, avanzamos en dirección al comedor.
No bajé a Nate de mis brazos hasta que estuvimos frente a la silla en la que él se sentaría, y yo me senté a su lado. Frente a mí, estaba Noemí y frente a Nate, Nahim, dejando así el espacio del anfitrión para Marcus. Pero no fue hasta minutos después de que comenzamos a comer que él apareció.
—Disculpen, llamada del trabajo— se excusó tomando su lugar en la mesa. El traía una camisa blanca como era ya una costumbre, pues juraría jamás haberlo visto con alguna camiseta o sudadera, su cabello estaba peinado y sus ojos verdes parecían cansados, pero aquella sonrisa particular en sus rostros estaba intacta.
—Entonces, apareció el desaparecido— sonrió — ¿Dónde te habías ido? — preguntó con curiosidad.
—Yo...necesitaba tiempo para despejarme.— Mentí por segunda vez.
Nahim solo se limitó a mirarme y asentir, aprobando mi mentira.
Si supiera que lo que le dije a él también lo es....
—¿Cómo unas vacaciones?— murmuró con inocencia el más pequeño en la habitación.
—Claro, algo así.— le sonreí. Mi vista ahora fue a Marcus, por alguna razón sentía que debía una disculpa, me fui un día antes del funeral de su esposa. La mayoría del tiempo me trataba de manera amable, incluso aunque no lo mereciera. —Lamento no haber estado para el funeral.— aclare mi garganta.
—Oh, no hay problema. Todos necesitamos un descanso de vez en cuando, en especial cuando está familia está llena de drama.— se burló.
—Aún que Noemí nos gana a todos— agregó Nahim antes de llevarse una bocanada de comida a su boca.
Ella rodeó los ojos con fastidio —Ya madura tarado.
—Tarado— repitió Nate.
Noemí puso una mueca de dolor como si supiera que le esperaba un regaño. —Sorry— susurró.
Entonces todos comenzamos a escuchar la cátedra de Marcus sobre las groserías.
Por un momento, mirando la comida de mi plato recordé todas aquellas veces en las que no tenía nada que comer. Odiaba eso. Los pensamientos involuntarios en mi mente. Creo que intentar evitarlos solo hacía que los recordara con más ganas.
Intentando distraerme, mire a la chica que estaba sentada frente a mí. Cortaba su comida en pequeños trozos y al contrario de Nahim, lo que más se llevaba a la boca eran los vegetales en su plato.
Una vez leí sobre la diferencia entre miedo y culpa. Anorexia y bulimia. Me parecía impresionante como algo tan cotidiano como comer podía volverse el peor tormento para las personas. Pero supongo que para Noemí eso ya había quedado en los viejos tiempos.
El resto de la cena se basó en eso, viejos tiempos. Hablaron de los padres de Nahim, Susan, su vida en Canadá. Todos, excepto Noemí quien estaba extrañamente callada, y no era demasiado difícil descifrar que me estaba mirando de forma extraña.
Yo no esquivé sus ojos. No sería quien apartara la mirada primero y por lo visto ella tampoco lo haría.
Podría jugar que nuestro juego de miradas nos va a terminar haciendo cometer errores, otra vez.
Una idea cruzó mi cabeza y de inmediato saqué mi celular del bolsillo y aprovechando la distracción de todos, le dejé un mensaje a la mocosa.
¿Tengo algo en la cara o es otra la razón por la cual me miras así?—
Su teléfono no tardó en vibrar sobre la mesa, pero no llamó la atención de nadie más que de ella. Me vio con algo de extrañeza, pero estaba seguro de que había deducido que el mensaje se lo había enviado yo.
Bajo el celular a sus piernas intentando disimular que lo estaba usando y comenzó a teclear.
—Pensé que estabas muerto.
Ese comentario me causo algo de gracia.
No te desharás de mi tan fácil.—
Ella rodeó los ojos.
—¿No te enseñaron que no se utiliza el celular en la mesa?.
Hemos hecho cosas peores en la mesa, ¿no crees?.—
En cuanto lee el mensaje sus mejillas se tornan rojas y me doy cuenta cómo cruza las piernas.
La pequeña Higgins está teniendo flashbacks sexuales en frente de toda su familia, y el ver su rostro tan vulnerable intentando ocultarlo hace que una punzada llegue a mi masculinidad.
De inmediato pierdo mi mano en el bolsillo de mi pantalón intentando acomodar mi polla dentro de ellos. Ella mantiene su mirada baja antes de dejarme en leído y volver a poner el celular sobre la mesa.
—No sé a qué crees que juegas, Blake. Pero espero que quede claro que ese error no volverá a ocurrir.
Me reí un poco.
Te dije que siempre obtengo lo que quiero, mocosa. Deberías tener cuidado—
—Quizás tú deberías tener cuidado, porque yo sé dónde estuviste.
La tensión invadió mi cuerpo en cuanto termine de leer las palabras que me envió. ¿Es que ella me había estado siguiendo? ¿Me siguió hasta el psiquiátrico?.
El a donde fui no son tus asuntos—
—Son mis asuntos cuando se tratan de mis amigas.
Fruncí el ceño con confusión.
¿Tus amigas?—
Su teléfono volvió a vibrar, pero esta vez no respondió. Solo me miró de forma desafiante antes de dejar su aparato sobre la mesa, dándome a entender que no iba a seguir respondiendo mis mensajes.
Cuando el último rayo de luz desapareció, pero aún no era lo suficientemente tarde como para dormir, la casa parecía estar en completa calma. Cada uno de los Higgins estaba en su habitación haciendo cosas distintas; Nahim hacía sexting con Kiara, Marcus leía un cuento para Nate y Noemí decía tener demasiada tarea siendo la primera en encerrarse en su habitación.
Sabía que quizás no tendría otra oportunidad cómo está para llevar a cabo mi idea. Así que solo lo hice sin pensar.
Entré a su habitación cerrando la puerta y apoyándome en esta. Encontrándome con su silueta dándome la espalda sentada en su escritorio con una laptop. Podía ver cómo traía su cabello totalmente recogido en un chongo y sus piernas estaban descubiertas.
—Nate, te dije que no me interrumpieras, estoy estudiando — se quejó sin siquiera voltear a ver quién había entrado. Solo se escuchaba como tecleaba cosas en su computadora.
—Sólo tomará un minuto— dije logrando que ella diera un leve salto y se volteará con rapidez.
—Blake qué...¿qué haces aquí?.
Está nerviosa, puedo notarlo.
—Quiero hablar.— conteste con sencillez.
—No, no puedo ahora, tengo demasiada tarea y es muy tarde.
¿Por qué actúa así? ¿Le pone nerviosa verme luego de que follaramos?, jure que a ella no le avergonzaban esas cosas. Aunque no creo que sea eso, debe ser algo más. Puedo sentir que está asustada, puedo ver la forma en que sus manos tiemblan y evita el contacto visual.
—Parecías muy desesperada por encontrarme, pero ahora que me tienes frente a ti, no haces más que poner caras raras y evitarme. —replique.
—No quería encontrarte.
—¿Ah no?— di unos indefensos pasos para acercarme a ella.
—No.— se levantó de su asiento — Solo me aseguraba de que Aditya o Samuel no estuvieran torturándote en un puto sótano por mi culpa.— se cruzó de brazos y me miró de arriba a abajo osadía. —Aunque realmente creo que te lo merecerías.
—¿Perdona?— la mire con extrañeza.
—Se lo que le hiciste a Gabriela— acusó con confianza —Y realmente si antes me parecías imbécil, ahora me repugnas.
—¿Gabriela?— le pregunté realmente confundido por sus tan fastidiosas palabras.
—La chica del club— bufó —Ni siquiera te molestes en negarlo, porque no te creeré.
—No sé de qué hablas, lo digo en serio.
Ella me miró algo sorprendida ante mi reacción, pero a través de su mirada logre descifrar que no me creía.
—Sé que te acostaste con ella, Blake.
—¿Contigo?— me reí —Sí Emi, lo hicimos en el sofá, en la mesa, en tu cama...
—La violaste— me interrumpió —violaste a Gaby.
—¿Qué dices?
—¿Cómo puedes estar aquí y actuar como si nada? ¿Cómo no tienes ni una pizca de remordimiento al lastimar de esa forma a alguien?— ella sin notarlo, debido a la impotencia de sus palabras había levantado un poco la voz.
—Escúchame, yo no sé de qué...
—Sabes, si te sirve de algo por una fracción de segundos logré creerme tu careta de "chico bueno", pero eres igual a Aditya o Samuel, solo que finges inocencia — espetó. —De verdad me arrepiento de haberme acostado contigo. Y no dejo de preguntarme en qué hubiera pasado si esa noche te hubiera dicho que no. ¿me habías obligado? ¿me habrías obligado a tener sexo contigo?.
—¿Crees que soy de esa clase de hombre?
—No sé, tú dime: ¿Admitirás lo que le hiciste a Gaby?—inquirió
—Ni siquiera conozco a alguien con ese nombre.— me encogí de hombros. Pero ella solo continuaba mirándome con recelo. —¿Por qué no me crees?— pregunté con cierto grado de impotencia que logró sorprenderme a mí mismo.
—Porque no confío en ti. —soltó — no tengo motivos para hacerlo, mucho menos cuando tú no me has dado razones.
Ella no entendía lo que esas acusaciones provocaban en mí. Quizás antes de enterarme de mis progenitores esas palabras no me hubieran afectado en lo absoluto, sabía que yo jamás haría algo así y estaba seguro de quién era, pero en este momento ya no lo sabía. Aunque cuando comencé a cuestionarme en qué cosas podía parecerme a mi padre fue cuando noté lo frágil que aquella visita al psiquiátrico me había vuelto. Solo quería demostrarle que no sería capaz de hacerlo, capaz de lastimar a una chica de esa forma, parte de mi quería demostrarle que estaba equivocada.
Negué con la cabeza llenó de frustración y me aproximé a ella —Escucha yo jamás...
—No te acerques o gritaré— amenazó, pero ignoré sus palabras.
La sujeté por el brazo, evitando que se alejara de mí. Esperaba que se escapara de mi agarre o me ordenara que la soltara, pero solo recibí una mirada muy asustada de su parte, como si me temiera, como si fuese a lastimarla o me creyera capaz de ello.
Tiene miedo, miedo de mí.
Eso logró remover algo en mi interior, algo que me molesto. No me gustaba que ella me mirara de esa forma, de la misma forma en la que me miro Amelia en el psiquiátrico. Creo que por primera vez no me gustaba que me temieran.
De inmediato la solté y yo solo me dispuse a salir rápidamente de su habitación.
Entré al club con la palabra "Gracias" entre los labios. Sin embargo, aún tenía la incertidumbre de qué cosa tendría que dar a cambio de lo que ellos me dieron. Algunos hacen favores por lealtad, estatus, demostrar de qué eres capaz, que te deban una, o simplemente por buena voluntad. Pero tenía la certeza de que Aditya no era de esos que hicieran caridad, mucho menos que tuvieran buenas intenciones.
Tal y como la frase que Joan solía decirme; "No todos los buenos actos se hacen con buenas intenciones".
Y cuando el mafioso más grande de España te hace un favor, deberías preocuparte. En especial cuando te follaste a la chica que suele visitarlo y tiene tratos raros con él.
La mocosa seguía en mis pensamientos. Solo quería probarle que yo no era así, como si necesitara su maldita aceptación. El chico huérfano mafioso busca la aceptación de la niña caprichosa y pija. Esto está mal. Me volví la clase de persona que busca la aprobación de los demás y eso apesta.
Entonces entre tantas personas en el club la vi a ella, me pareció ser la que más destacaba en todo el lugar. Su cabello negro, sus ojos azules y se veía menor, demasiado para estar en un club. No sé si fue mi intuición o si era demasiado fácil predecirlo, pero sin ninguna duda me acerqué a ella sin siquiera importarme que estuviera sentada sobre las piernas de aquel señor extraño que la manoseaba sin la más mínima señal de pudor.
Cuando estuve frente a ella una sola palabra salió de entre mis labios;
—¿Gabriela?
—¿Sí? — inquirió antes de mirarme atentamente mientras me veía de arriba a abajo intentando descifrarme. No fue hasta que su vista se detuvo en el tatuaje de mi cuello que su rostro cambió a uno más de asombro.
Ella sabía que estaba en aprietos y yo sabía exactamente qué hacer.
—Tú y yo tenemos que hablar.
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