Capítulo 20. / Tell me: How do you imagine someone you've never seen?
Tell me — How do you imagine someone you've never seen?
Benyamin Blake
Mis manos temblaban haciéndome sentir vulnerable. El que la enfermera se demorara más de lo que debería, sólo hacía que todo mi cuerpo se tensara aún más. Estaba nervioso, más de lo que quería admitir, en especial cuando sabía que al dejar la ciudad tan repentinamente había causado un alboroto.
Pero aquí estaba, con el paradero de la mujer que me llevó en su vientre por nueve meses y luego me dejó en el servicio de adopción. A segundos de conocer el rostro que tantas veces trate de imaginar, pero me era imposible. ¿Cómo te imaginas a alguien que nunca has visto?.
Sentía vértigo, tenía esa sensación como cuando te subes a una montaña rusa, la sensación de miedo, de que puedes morir, pero de que quieres hacerlo de todas maneras.
Quieres saber quién fue tu madre, si tienes o no hermanos, si te pareces a ella.
Sin duda las circunstancias o el lugar no me favorecían en nada, ya que no fue una grata sorpresa cuando me di cuenta que la dirección que me habían dado era de un psiquiátrico de otra ciudad.
Saqué el celular del bolsillo de mi chaqueta y lo encendí. Tenía la idea de enviarle un mensaje a Nahim, decirle que estaba bien y que cuando volviera a la ciudad le explicaría los motivos de mi tan repentina desaparición, pero me distrajeron las decenas de notificaciones que llegaron a mi aparato. Akim, Edwin, Nahim, pero lo que más me sorprendió fueron las llamadas perdidas y los mensajes de la mocosa.
Me veo obligado a borrar de mi mente las escenas de hace un par de noches atrás para enfocarme en que escribir, pero cuando estaba por hacerlo, la voz de la enfermera me interrumpió:
—¿Benyamin Blake?— preguntó, y yo solo la miré con rapidez. —Amelia te espera— me sonrío.
Yo solo volví a apagar mi celular y pasé mis manos por mis jeans quitando el sudor de estas. Me levanté con rapidez y comencé a seguirla por un largo pasillo. Sus zapatos emitían sonido cada vez que ella daba un paso logrando hacer eco en todo el silencioso lugar. Todo aquí era de color blanco, las puertas reforzadas, médicos paseándose de vez en cuando, tan concentrados revisando documentos que ni siquiera se paraban a mirar por donde iban.
—Eres su primera visita en semanas — me explicaba mientras seguía enseñándome el camino. —Pero, estoy segura de que no eres visita habitual, ¿Eres familiar?.
—Si— solté, para luego comenzar a cuestionarme mi rápida respuesta.
De pronto casi terminó chocando con ella debido a que se detuvo abruptamente. —Es aquí — musito, abriendo rápidamente la puerta y esbozando un intento de sonrisa tranquilizadora.
Mi vista se fijó en la mujer que estaba sentada frente a la ventana, ventana que por supuesto estaba reforzada con barrotes.
—Estaré en la habitación de enfrente por si necesitan algo.
—Espere— la detuve. —¿qué hago si ella se pone...—aclare la garganta —agresiva?
—No creo que eso ocurra, ella a lo mucho pronuncia una o dos palabras y no ha salido del estado de shock desde hace años. Solo, intenta hablarle un poco, con algo de suerte, quizás eso le ayude.
Asentí rápidamente antes de adentrarme en la habitación, en la cual no había demasiado que observar. Solo una cama de una plaza, con sábanas y mantas blancas. Las paredes del mismo tono. Lo único que resaltaba era la ventana por la que ella miraba. A través de ella solo se podía apreciar el resto de infraestructura del psiquiátrico y un pequeño jardín.
Aclare mi garganta con nerviosismo antes de acercarme a ella.
¿Qué se supone que debía decirle?
¿Hola mi nombre es Benyamin, soy tu hijo?
No, no podía decirle eso.
Me senté en la silla vacía que estaba junto a ella. Amelia ni siquiera se inmuto ante mi presencia en el lugar. Comencé a apreciar su rostro por algunos segundos; Sus ojos eran de un celeste grisáceo, su cabello era del mismo color miel que el mío y cada una de sus facciones era delicada, aunque tenía una que otra línea de expresión marcada.
Bajé la vista mirando la forma en que su mano temblaba, casi como un impulso la tomé entre las mías. Siempre me pregunté cómo sería su tacto o sus caricias. Me preguntaba si su forma de demostrar amor sería con contacto físico. Sus manos estaban cálidas y suaves, logrando darme confianza. Estaba a punto de pronunciar una palabra cuando ella giró su rostro y me vio fijamente.
—Oh, eres tú.— me miró con una mueca llena de terror antes de soltar mi mano con desagrado y brusquedad. — Creí haberte dicho que no quería volver a verte. No después de lo que me hiciste.
No fue difícil comprender que ella me estaba confundiendo con alguien más, su rostro que parecía demasiado aterrorizado y eso logró perturbarme.
—Yo nunca la he...
—Tú eres un monstruo. Deberías estar en prisión. — murmuró mientras comenzaba a respirar ruidosamente. Parecía agitada, una de sus manos fue a su pecho intentando calmarse, pero fue en vano. Ella se seguía sofocando.
—Y-yo jamás la había visto.
—¡Lárgate! ¡No dejaré que me lastimes otra vez!.— sus vociferantes gritos pidiendo ayuda estaban siendo lo suficientemente altos para que en cuestión de segundos entrarán enfermeros a intentar calmarla.
Mi presencia sin duda la estaba alterando demasiado. Comenzó a forcejear con los médicos para que la soltaran, pero uno de ellos terminó inyectándole un sedante para que se tranquilizara.
No tardé demasiado en entender que debía marcharme de allí, y así lo hice. Salí de la habitación sintiéndome culpable. Había hecho que ella se alterará demasiado y pasará un mal rato. Su rostro asustado me quedó grabado en la retina, pero una nueva pregunta se generó en mi mente:
¿Por qué mi presencia la alteró de esa forma?
Aun allí, parado en el exterior del pasillo, intentando que el impacto de la situación que acababa de presenciar tuviera lugar en mi mente, escuché un pequeño siseo, pensé que había sido mi imaginación, pero entonces volví a oírlo nuevamente. Mire en dirección al sonido y una mujer de uniforme médico me hizo una seña para que me acercara a ella.
Casi por impulso, lo hice y ella me extendió una carpeta mirando a todas partes con desconfianza.
—¿Qué es esto?
—Su historial médico.— explicó con una sonrisa compasiva a la vez que yo recibía sus archivos.
No tarde demasiado en comenzar a leer entre líneas buscando su diagnóstico.
"Trastorno de estrés postraumático, estado de shock, depresión..."
—No debería decírtelo, pero sé que ella sufrió un abuso. También que nadie le creyó y pensaron que lo estaba inventando, pero meses después descubrió que estaba embarazada.
—Sabes porqué ella...¿Porque no aborto?
—En ese tiempo no era legal— negó con la cabeza —además de que, según el doctor, no se dio cuenta de su estado hasta que tenía 5 meses. Tuvo un parto difícil, demasiado dolor, perdió mucha sangre, sin duda algo demasiado traumático.
—Aún más cuando el bebe era producto de una violación y no lo deseaba. — termine de hablar por ella.
—Si.— balbuceo — Luego de eso, la trasladaron aquí y tal y como ves, ha estado en ese estado de "post trauma" desde entonces. La medicina no ayuda mucho. Los médicos dicen que es un caso perdido, porque es ella y su mente quien no quiere poner de su parte. Y es difícil ayudar a alguien cuando no quiere ser ayudado.
Me sorprendió un poco que un médico supiera tanto de su vida personal y la forma tan confiada en la que me contaba su historia.
—¿Cómo sabes tanto sobre ella?
—Amelia es mi hermana.
—¿Nada?
—Nada.
—¿Que se supone que haremos?. Conoces perfectamente las reglas de mi padre; un par de días más y lo dará por muerto.
—¿Tú también crees eso? ¿Que está muerto?
Él soltó un pequeño suspiro lleno de frustración —No lo sé Nahim, Quizás solo quería marcharse.
—¿Marcharse?— inquirió.
—Quizás se cambió de equipo. Últimamente nada está resultando bien, no me impresioría que hubiera un soplón.
—¿Crees que Benyamin haría algo así?—Bufó Nahim — Él está en esta mierda mucho antes de que tu padre quisiera que tú entraras. Ben y yo te hemos cubierto errores de tu padre ¿y esa es tu forma de mostrar lealtad? —reprocho con agresividad. Podía predecir, por su tono de voz, que si Edwin decía algo más, Nahim lo golpearía.
—No, tienes razón— farfulló. —Él no haría algo así.
—Que lo dudaras me resultó ofensivo— Los interrumpí entrando en la habitación. Sin poder evitarlo, una sonrisa se posó en mis labios causándome gracia el rostro de ambos al verme.
Edwin fue el primero en aproximarse a mí y darme un abrazo. Pero mi mirada se cruzó con Nahim, notando como este intentaba reprimir su sonrisa de alivio.
Cuando el niñato me soltó, con una sonrisa culpable pronunció:
—No volveré a desconfiar de ti.
—Mas te vale— soné amenazante antes de darle una última palmada en el hombro para acercarme a Nahim.
—¿Se puede saber dónde carajos estabas?— Bufó él.
—Siguiendo una pista sobre Joan— mentí.
—¿Y no tenías tiempo para contestar o siquiera decirme donde mierda estabas?
—Mi teléfono se dañó y tuve que comprar uno nuevo.
El solo asintió con lentitud antes de darme un abrazo, como siempre, dando fuertes golpes en mi espalda.
—Ya deja de estar de novia celosa y llama a mi padre para decirle que está aquí— se burló Edwin pasando uno de sus brazos alrededor de mi cuello.
Ni siquiera sé con exactitud por qué metí. Creo que aún no estaba listo para decirlo en voz alta. No estaba listo para decirle a alguien que mi madre no me quería y que estaba en un psiquiátrico o que mi padre la violó y que físicamente me parecía a él. A mi mente llegaron esos momentos en que lastimé a personas, las veces en que follé con chicas, las veces en que mi pasado me avergonzaba. Cada recuerdo en mi mente se volvía mi nuevo miedo desbloqueado; ¿Y si me parezco a mi padre más que físicamente?.
El resto de la noche transcurrió con rapidez. Cenamos, bebimos cerveza y bromeamos sobre cómo eran las cosas antes de que llegáramos a Madrid. Fue una noche como las que hace tiempo no tenía, pero agradecí que ellos lograran distraerme por unas horas. Ellos agradecían que estuviera vivo, mientras que yo, solo hace un par de horas había descubierto a una persona que deseaba que no lo estuviera. Quién diría que personas que no tenían mi sangre se convertirían en mi familia más cercana y me demostrarían más afecto y preocupación que con las que sí compartía lazos sanguíneos.
Las palabras de la hermana de Amelia fueron claras. "No te vuelvas a acercar a nosotros". Se acercó a mí con unas falsas buenas intenciones solo para pedirme que me alejara. Y no puedo culparla, yo significaba para ella y su familia la pérdida de Amelia. Esa es la razón por la cual me explico su historia, porque no quería que volviera e hiciera más preguntas.
Luego la noche llegó, al igual que el insomnio. Estaba recostado en mi cama intentando despejar mi mente y poder dormir, pero cada vez que lo intentaba tenía efecto adverso.
En mi cabeza, mi madre trabajaba en una cafetería y no logró llegar a la universidad debido a su embarazo. Aun así, se las arregló para tener una vida medianamente estable mientras soñaba y se esforzaba para, algún día, tener el dinero suficiente para mantenernos y recuperarme de los servicios sociales. Pero la realidad es que ella no tuvo una vida mejor que la mía. Yo jamás encontré unos padres cariñosos que quisieran adoptarme y ella jamás logró recuperar su mente.
Me imagino cuanto debió temer cada segundo de su embarazo. Sentir miedo a que yo fuese un niño, de que tuviera sus ojos, su rostro y su voz. Me imagino como cada patada, cada movimiento, cada vez que veía su vientre abultado, le recordaba a mi padre y a la forma en que yo fui concebido. Yo era su recuerdo constante de que él la había lastimado. Y para su desdicha yo me parecía a él, por lo menos físicamente.
Esa noche logré dormir entre saltos. Pero era el mismo sueño el que volvía a obligarme a despertar entre jadeos y pulsaciones aceleradas.
Corría descalza por un bosque demasiado oscuro y tenebroso. La neblina no me dejaba ver bien y solo tenía un pensamiento en mi mente: huir.
¿Algo me perseguía?
Mi respiración estaba agitada, sus pisadas las escuchaba cada vez más cerca. Mire detrás de mí, pero no había nada, nadie.
Entonces vuelvo a mirar en la dirección en la que corría y logro ver una silueta alejándose a gran velocidad. Intentando escapar de mí, por qué;
Yo era el monstruo.
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