Capítulo 19. / Tell me: Where are you Blake?
Tell me — Where are you Blake?
Noemí Higgins
Una semana.
Una semana y no había vuelto a ver a Blake desde esa noche.
Nadie lo había visto.
Nahim intentaba evitar hablar del tema, pero sabía que estaba muy asustado. Escuche una de sus conversaciones con su jefe y piensa que está secuestrado, o peor aún, muerto. Evita pasar tiempo en casa y se la pasa con Edwin, supongo que intentando encontrar algún paradero o pista que los lleve a Benyamin.
Por mi parte, estoy segura de que tiene más de 10 llamadas perdidas mías y otros 20 mensajes sin responder. He intentado enfocarme en la escuela para dejar de pensar en que es mi culpa. Pero seguía creyendo que Samuel le dijo algo a Aditya. Algo de lo que pasó esa noche en la que Blake lo golpeó para defenderme, y como siempre logró que todo se saliera de control.
No podría soportar que otra persona muriera por mi culpa...
—¿Qué dibujas?— pregunto la morena sentándose junto a mi logrando darme un sobresalto.
—Joder— suspire y ella rio sentándose junto a mí y dejando su almuerzo. —Solo algo... ¿improvisado?.
Ella me lo quitó de las manos con una sonrisa juguetona. —¿Improvisado?. Esta demasiado genial— murmuró con entusiasmo —y me recuerda a un tatuaje que tiene cierta persona que ronda bastante por tu casa ¿no?.
Rodee los ojos. —Es un dibujo, solo eso— respondí quitándoselo y devolviéndolo a mi carpeta.
—Ya, ¿y ese chupón en el cuello se hizo solo?
—¿Cuál?— respondí asustada mirándome en la pantalla de mi teléfono la zona que ella miraba.
Juré que ya se habían borrado todos.
Para mi sorpresa no había nada allí más que mi nívea piel completamente limpia. —Eres idiota —la regañé y ella rio.
—Cuéntame cómo fue "eso" niña sucia. Quiero detalles.
—No te diré nada.
—Oh vamos.
—No lo haré.
—Dime, dime, dime...
—Que nooo.
—Okey me conformo con saber si tuviste un orgasmo como el que tanto necesitabas luego de que te acostaras con ese señor que solo sabía eyacular precozmente.
—Cállate— regañe —Nos van a escuchar.
—No estás respondiendo mi pregunta.
Rodee los ojos.
—Bien, si tuve orgasmos.
—¿Orgasmos? ¿En plural? ¿Entonces hubo más de uno? —me miró con sorpresa arqueando las cejas. Y yo me golpeé mentalmente por no saber cerrar mi boca. —Dime el número y soy feliz.
Solté un suspiro de frustración y mirando a todos lados solo me dispuse a levantar tres dedos.
—¡¿Tres?!—gritó Scarlett. Logrando llamar la atención de algunas personas en la habitación.
—¿Tres qué?— preguntó Alex.
—Tres trabajos tuvo Scarlett esta semana—murmuré yo.
Alex se sentó frente a nosotras y dejó su comida para decir:
—No me sorprende.
Scarlett lo miró enfadada. —Tres es un número bajo para algunas cosas, mientras que para otras es un número sorprendente.
Le di una mala mirada.
—¿Cómo cuáles?—preguntó Alex ingenuamente.
—Por ejemplo, tres casas, tres autos, tres hijos, correr tres kilómetros... Joder, Noemí corrió tres kilómetros, debe ser cansador correr tres kilómetros, primero me tomaría el tiempo para descansar de uno antes de los otros dos, ¿no crees Alex?.
A esta la golpeo.
—Con suerte puedo correr uno.—respondió sin importancia. —Emi, debes tener buena resistencia.
Yo y Scarlett estallamos en carcajadas y él nos miró raro.
—¿De qué se ríen?. Estoy seguro de que no fue tan gracioso.
—No te subestimes, eres un buen comediante— intentó arreglar Scarlett.
—Oye Noemí, tengo dos boletos para el cine que expiran el sábado.— note como sus mejillas se tornaron rojas y jugueteaba con sus gafas con nerviosismo. —Me preguntaba si querías ir...Conmigo.
Un nudo apretó mi estómago sin saber cómo rechazar su invitación sin ser descortés.
—Suena bien— sonreí —Pero Scarlett y yo ya teníamos planes para el sábado— me excusé torpemente.
Scarlett me miró con complicidad antes de comenzar a ayudarme.
—Veras, tengo un perro...O mejor dicho tenía, porqué se murió— fingió entristecerse — y además me echaron del trabajo y...Mi madre no entiende que me gustan tanto las niñas como los niños— lloriqueo abrazando mi cuerpo y escondiendo su rostro en mi hombro.
—No exageres— le regañé entre dientes para que Alex no nos escuchara. Pero ella continuó fingiendo sollozos y abrazando mi cuerpo.
Alex de inmediato puso una expresión culpable —Lo lamento no quería...
Sin dejarlo excusarse Scarlett comenzó a llorar más fuerte.
Esta es idiota.
—Bueno, nos vemos al rato— murmuró antes de levantarse de su asiento.
—Adiós— le sonreí con culpa.
Ambas lo vimos caminar en dirección a las afueras de la cafetería y cuando estuvo lo suficientemente lejos Scarlett en un siseo, murmuró:
—Eso me dio incomodidad hasta a mí.
De inmediato dejando el llanto y soltándome.
—Recuérdame no volver a pedir tu ayuda, gracias.
—Es tu penitencia por mentir.
—¿Que se supone que le diga?— me queje.
—No lo sé nena, pero...Quizás solo deberías intentar ser honesta.
—No quiero lastimarlo.— me encogí de hombros.
—La mentira lastima más que la verdad.— me aseguró.
Su frase me dejó pensando lo suficiente para deprimirme, a pesar de que intente dejarlo pasar por alto, sus palabras apuñalaron mi conciencia lo suficiente como para que sus ojos marrones volvieran a llegar a mi cabeza.
Ella no tardó en notar mi desánimo.
—De verdad te envidio, la bisexual soy yo, pero tu sigues teniendo más ganado.
Eso me hizo sonreír.
—Torpe— me burlé y ella chocó su hombro con el mío.
Entonces, me di cuenta de la forma en la que observaba la mesa con demasiada extrañeza.
—¿Dónde está tu almuerzo?—me interrogó.
Sin duda esta era la parte más complicada de mis días. ¿Cómo se supone que debo explicarle que mi mente estuvo tan ocupada durante todo el día que olvido comer?. De cualquier forma, si hay algo que tenía claro era que prometí no mentir, no con estos temas.
—Yo... lo olvidé.— murmuré con vergüenza. Sabiendo que lo más probable era que no me creería. Aunque para ser sinceros, ni yo misma lo hacía.
—¿lo olvidaste?— preguntó arqueando una ceja. —¿segura?
Solo asentí.
—Bien, entonces te compraré algo y te lo traeré.
Antes de que pudiera detenerla, solo vi su bello cabello trenzado marcharse en dirección a la cafetería.
Continúe distraída mirando los dibujos.
No tardó en llegar con una bandeja excesivamente llena de comida.
—No me podré comer todo eso.— declare.
—Si, pues hace el intento porque no me moveré de aquí. Quiero verte comer o golpeare tu pálido trasero hasta tu casa para acusarte con Marcus y Nahim.
—Eres insoportable— suspire con un fingido fastidio. Ya que honestamente, se sentía demasiado bien que alguien se preocupara por mí.
En cuanto coloque la llave en la cerradura, me sorprendió el hecho de que no estuviera con el seguro puesto.
De seguro se olvidó de cerrar.
Sin pensarlo demasiado, solo me dispuse a abrir la puerta y el frío del interior del departamento me invadió. Pero con rapidez, cerré la entrada e ingresé al lugar, confirmando mis sospechas de que en la calle estaba más cálido.
No tarde demasiado en fijarme que la ampolleta del despacho de Marcus estaba encendida. Comencé a dar pasos lentos pero seguros, puesto que tenía la idea clara de lo que venía a hacer.
El olor a vainilla de la vela envolvía la habitación disimulando así el olor a su cigarrillo encendido. El cenicero se encontraba en una orilla del escritorio, lleno de pequeñas colillas consumidas. El lugar, debido a su soledad y a su falta de uso se encontraba demasiado frío, menos para su cuerpo, que parecía acostumbrado a la baja temperatura del ambiente. Su cabello castaño estaba algo desordenado y su cuerpo se encontraba acomodado en el piso, con la espalda apoyada en el sofá. A lo largo del suelo se podían apreciar las decenas de álbumes repletos de fotografías viejas y gastadas que Marcus guardaba.
Recuerdo que cuando tenía días malos, en los que la comida simplemente se negaba a pasar por mi garganta sin hacerme llorar, Marcus me traía aquí y me comenzaba a enseñar fotografías y a contarme historias de su niñez con papá, logrando distraerme lo suficiente como para que al cabo de un rato el plato que ponía frente a mí estuviera vacío.
—¿Qué haces aquí?—me preguntó.
—Solo quería un poco más de ropa y Nate olvidó alguno de sus juguetes.
El solo asintió ante mi respuesta.
—¿Qué ves?— le pregunté caminando hasta quedar frente a él y luego imitando su posición, sentándome a su lado.
Nahim, por su parte, solo me extendió la vieja fotografía que había sacado del álbum. Éramos él y yo. Nuestra versión más pequeña, nuestra versión más volátil e inocente, más manipulable, nuestra versión más feliz.
—Ahora en las fotografías te ves extraña con el cabello castaño.— me sonrió.
— Suele pasarme— confesé con una sonrisa espontánea en los labios. —¿Dónde estábamos?, no recuerdo ese lugar.— le pregunté mirando la fotografía con atención. Todo el lugar estaba completamente nevado y en el fondo se podía apreciar un gran lago convertido en frío hielo.
—Es el lago donde encontraron a papá.
—No recordaba que habíamos ido antes. — conteste con asombro.
—Estabas muy pequeña, pero, nos llevaba allí después de la escuela para ver el paisaje.— me explico. —Es algo irónico, ¿no?
—¿Qué cosa?
—Que ese lugar que lo hacía tan feliz fuera el mismo lugar donde lo encontraron muerto.— murmuró volviendo a colocar la fotografía en el álbum para ahora tomar una donde aparecíamos los cuatro.
Me quede contemplándonos unos segundos. Ambos teníamos las facciones muy parecidas a las de mamá, pero el color de ojos verde demasiado particular de los Higgins como para pasar desapercibido. Papá vestía de traje y tenía una mano rodeando la cintura de mi madre y la otra sobre el hombro de Nahim. Él estaba en medio de ambos y a mí, mamá me sostenía en brazos.
Mi pequeña yo parecía molesta, al comienzo pensé que podía deberse a las dos coletas que sujetaban mi cabello, debido a que siempre odié peinarme, pero luego recordé la verdadera razón por la cual ese día estaba de malas.
—Ese día me dijiste que mi vestido era horrible y escondiste uno de mis zapatos. — Nahim arrugó el ceño un poco antes de señalar mis pies, que tal y como lo recordé, uno de ellos traía mi zapato y en el otro solo un calcetín.
Nahim comenzó a reír y no supe qué reacción tener más que mirarlo algo sorprendida. Había extrañado el sonido de sus carcajadas. Poseía ese tipo de risa contagiosa que le levanta el ánimo a cualquiera.
—Tenía una buena razón para hacerlo. — se excusó.
—¿Cuál?
—Escuché como papá compartía los chocolates que tenía escondidos contigo.— yo musité un pequeño "oh" antes de comenzar a reír —Siempre fuiste su favorita.
—Y tú el niño mimado de mamá.— le recordé — Siempre te envidié por eso. En especial porque pasábamos mucho más tiempo con ella.
Era curiosa la forma en como él y yo teníamos perspectivas distintas de nuestros padres, a pesar de que fuimos criados en la misma casa y ellos eran las mismas personas. Para Nahim ella era una mujer amorosa que siempre buscaba el contacto físico. Pero para mí era una mujer controladora que sobreponía su religión o su forma de pensar a los derechos de las personas, resultándome incluso machista.
A veces agradezco haberme educado yo misma sobre mis creencias y pensamientos.
Luego de recordar aquello caí en cuenta por qué mi hermano odiaba el contacto físico, de seguro le recuerda a ella y a su forma de demostrarle afecto. Y mamá era un recuerdo doloroso que casi no podíamos tocar sin que alguno terminara llorando.
Ignorando mis nervios, puse en práctica mi teoría, apoyando mi cabeza en su hombro y sintiendo la manera en cómo todo su cuerpo se tensaba, pero no me quite, solo me concentre en la forma en que su pecho se movía mientras inhalaba el humo del cigarro para al cabo de unos segundos terminar soltando el aire por sus pulmones antes de relajar todo su cuerpo.
—Nos extrañó, de verdad lo hago. — le susurré. Sin quitar la vista de la feliz familia de la foto.
—Esa versión de las personas que están en la foto, ya no existe, Noemí.— no fue difícil predecir la frialdad en su tono de voz. Así que de inmediato levanté mi cabeza de su hombro y lo observé directamente.
Eso dolió, a pesar de que fuera verdad, dolió. Parte de mi aun quería recuperar eso, recuperar a la familia, o mejor dicho <<parte de ella>>.
—Sigue siendo nuestra familia.
—Yo solo veo un cadáver, una cobarde y dos problemas.— Soltó, devolviendo la fotografía a su sitio.
—¿Por qué eres tan cruel?—Me quejé.
—No soy cruel, solo soy realista.
—Contigo siempre es un paso adelante y tres pasos atrás ¿Verdad?. ¿No puedes por una vez sensibilizarte con la situación?
—Quizás tú eres demasiado sensible.
—O quizás tú no sabes expresarte.
Él no me respondió, solo se limitó a volver a darle una calada a su cigarrillo, ignorando todo lo que le acababa de decir.
No tardé demasiado tiempo en darme cuenta que era mi momento de marcharme de allí. Me levanté antes de arrastrar los pies hacia la entrada. Por alguna razón quería escuchar de sus labios la palabra "quédate". Aunque sabía que no pasaría, logrando enfadarme aún más.
—Sabes Nahim. No venía a buscar nada.— me sincere — Marcus me escribió diciéndome que estabas aquí y sé que estás asustado porque Benyamin no aparece, solo pensé que necesitarías hablar con alguien. Pero es jodido que yo sea la única persona que esté aquí para ti y sea con quien menos quieres hablar. —declare — Sabía que terminaríamos peleando, pero aun así vine, porque parte de mi cree que hay alguien bueno y sensible en ti.
—¿A ti te parece?— se burló apagando su cigarrillo y levantando su cuerpo del piso. —Vine aquí, para no golpear a nadie. Para no dejar que mis putas emociones me controlen y destruirlo todo para luego arrepentirme y sentirme culpable. ¿Entiendes esa mierda?.
—No— susurre bajando la mirada.
—Por supuesto que no. Porque no viste a papá golpear a mamá, no viste sus moretones o la forma en la que se ponía a llorar para que el dejara de hacerlo. Porque tú no lo recuerdas, pero fueron meses de terapia para que por fin dejara de agredirla, y quizás mamá pudo perdonarlo y ambos estuvieron bien mientras te criaron, pero yo no. Así que créeme cuando te digo que agradezco que esté muerto.
Sus palabras eran precisas, calculadas y sinceras. Dejándome sin palabras para decir. Creo que la distinta perspectiva que teníamos de nuestros padres era de ambas partes por igual. El me mostró perspectivas que jamás había visto o analizado, me dijo cosas que necesitaba escuchar para entenderlo.
Me sentía responsable de verlo así, de saber que debía estar en una constante lucha interna por no golpear algo o lastimarme. Culpa de que Blake desapareció y puede o no que fue culpa mía. O peor aún, que folle con él sabiendo que Nahim jamás lo hubiera aceptado.
Así que tomando el riesgo de que reaccionara con agresividad. Solo me aproximé a él y abracé su cuerpo. Ninguno dijo nada, pero sentía los latidos de su corazón acelerados. Él solo se mantuvo estático y no respondió el abrazo, pero estuvo bien para mí ya que lo único que cruzaba mi mente era que no quería que nada malo le pasara a Benyamin. No quería encontrar otro cadáver o que alguien más muriera por mi culpa.
Una hora, una hora y lo único que había conseguido era tener a Pietro mirándome de reojo mientras sacaba cuentas y amarraba el dinero antes de ponerlo junto al montón apilado.
Mi pierna no dejaba de moverse con impaciencia y a él parecía molestarle.
—¿Qué pasó con Benyamin? — rompí el silencio nuevamente.
—No lo sé.
—¿Dónde está?
—No lo sé.
—Dime dónde está, sé que lo sabes.— exigí cruzándome de brazos.
—Mira, ya te dije todo lo que sabía de él. No todos somos Aditya para estar aguantando tus berrinches de niña mimada. Ahora; o lo esperas callada y sentada, o te largas. — explicó con simpleza, pero sin dejar de sonar intimidante.
—Bien— murmuré con fastidio poniéndome de pie. —Iré con las chicas mientras llega.
—Siéntete como en casa — dijo con una sonrisa cínica antes de volver a lanzar otro fajo de billetes.
De inmediato salí del despacho y avancé por el club dirigiéndome a las habitaciones de las chicas. Me adentré por los pasillos evitando mirar como algunas chicas recién ingresaban en las habitaciones, pues el club estaba por abrir.
Siempre que las veía me invadía ese sentimiento, ese malestar en el estómago, ese nudo en la garganta, esa forma en la que mi mente agradece no estar en sus zapatos.
Pero entonces, vi a Emma, quien no tardó en cruzar la mirada conmigo y de inmediato se aproximó a mí dándome un apretado abrazo.
—¿Cómo estás?— murmuré casi sin poder respirar debido a su fuerte agarre. Aunque no le dije nada, porque supuse que lo necesitaba.
—Estoy bien, gracias a ti. — me sonrió.
—Nadie se enteró de...
—Emma— llamó un hombre desde las habitaciones y ella asintió rápidamente dando a entender que ya iba.
Odiaba que los imbéciles se vistieran como ese sujeto lo hacía. De traje y corbata para parecer honorables, intimidantes, personas de la alta sociedad que merecían respeto. Cuando realmente solo eran criminales vestidos de forma elegante.
—Gaby está en la habitación, pero está decaída desde temprano. Le dijimos a Aditya que estaba enferma y lo dejó pasar por hoy. Deberías ir a verla— me sonrió antes de dejar un rápido beso en mi mejilla y marcharse.
Siguiendo su sugerencia, me aproximé a las escaleras que dirigían a las habitaciones de las chicas y no tardé en entrar. Todas las camas y camarotes estaban vacíos, excepto la suya. Ella estaba recostada sobre su cama mirando fijamente los dibujos que tenía colocados en su pared, esos que yo había dibujado especialmente para ella. Uno era un hermoso paisaje de una montaña y un prado, en el otro dos mujeres abrazándose, que representaban a una madre y a una hija.
—Hey— murmure yo acercándome.
Ella se volteó a mirarme —Hola.
—¿Mal día?— dije sentándome en la cama y acariciando su hombro.
—Algo así.— forzó una sonrisa haciéndome una seña para que me recostara a su lado, y así lo hice. Ambas nos acomodamos quedando frente a frente. Como me era costumbre sus hermosos ojos azules lucían tristes y tenía aquellas bolsas debajo de ellos que delataba que había llorado. —Sabes, hoy soñé con mi familia.— bajo la mirada — Se veían felices y viviendo su vida con normalidad. Como si yo no les faltara, como si ya hubieran dejado de buscarme o hubieran aceptado que estoy muerta.
Rápidamente limpié la lágrima que caía por su mejilla. —Nadie jamás se olvidará de ti. —aseguré —Eres de esas personas demasiado difíciles de olvidar. Una chica fuerte y que siempre sonríe a pesar de todo lo malo.
—Es solo que...Creo que me di cuenta que mis sueños no se pueden hacer realidad, eso es todo.
—¿Qué sueños tienes?.
—Desde pequeña soñaba con estudiar derecho y vivir en una casa frente a la playa. Casarme con alguna chica de la que me enamorara y...No lo sé, formar una familia.
—Son buenas metas. — le sonreí.
—Pero la realidad es que no se podrán cumplir. Porque soy una puta, condenada a morir cuando a Aditya se le dé la gana o cuando algún cliente quiera hacerlo.
—No digas eso.
—Pero es la verdad. Ni siquiera las niñas que viven en los lugares más pobres sueñan con convertirse en lo que soy. Nadie sueña con tener que vender su cuerpo para poder vivir, o peor aún, ser secuestrada y que solo te utilicen como una puta muñeca a la que pueden desechar cuando acaben.— tibias lágrimas corrían por sus mejillas y yo las limpiaba con mi pulgar —Lo peor es que cuando intento dormir aun los siento. Su aroma, el sabor asqueroso de su saliva en mi boca, sus manos tocándome una y otra y otra vez.
—Tú tienes un futuro cuando salgas de aquí.— alenté —Tendrás tu bonita casa en la playa, serás la mejor abogada, tendrás unos hermosos hijos con Emma y prometo que te iré a visitar los fines de semana. Nos broncearemos y todo lo que pasaste quedará en el pasado.
—Mientes muy bonito.— me bromeó.
—No miento— fruncí el ceño, ofendida. —Solo te cuento cómo serán nuestras vidas en el futuro.
—¿Me harías uno?— miro las hojas en la pared —Un dibujo de la playa.
—Claro que sí— le sonreí.
—Eres como la hermana mayor que jamás tuve.
—Y tú la hermana menor que siempre desee.
La idea inunda mi mente un solo viaje y me veo en la obligación de hablar. —Gabi tu... ¿Has visto a un chico de tatuajes venir aquí?. Tiene los ojos cafés y uno de sus tatuajes, el que tiene en el cuello es un ave. Se llama...
—Benyamin.— terminó por mí.
—¿Lo viste?— murmure con entusiasmo.
—Si, vino hace dos o tres días. Aditya lo trajo aquí e...hizo lo que siempre hace.
—¿Qué quieres decir?— fruncí el ceño con confusión.
—Lo hizo elegir a una de nosotras para pasar la noche— me explicó encogiéndose de hombros.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo al escuchar sus palabras, me negaba a pensar que el me había mentido, que me había hecho creer que era bueno o que no hacía esas cosas solo para ganarse mi confianza, que había follado con alguien que disfruta del sufrimiento o violación de las mujeres. Pero cuando estaba por pronunciar alguna palabra idiota para intentar engañarme a mí misma, ella murmuró:
—Él me eligió a mí.
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Allí subo frases, adelantos y primicias de mis proyectos❣️
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