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Capítulo 18. / Tell me: Will we agree on this?

⚠️Este capítulo cuenta con material explícito de contenido +18. Si no es de tu agrado, no dudes en saltarlo.⚠️

Tell me — Will we agree on this?

Noemí Higgins

Ni siquiera sé cómo llegué a ser víctima de mis impulsos, pero, admitir que me estaba gustando lo que hacía, me costaba menos que dejar de hacerlo. Sus labios eran suaves, demandantes y me tranquilice cuando note que me besaba con el mismo deseo que yo lo hacía.

Sabía que esto estaba mal, claro que lo sabía. Era como esas cosas que sabes que traerán las consecuencias más grandes, pero aun así te excusas con que "la vida es una", "si nadie se entera no paso" o el típico "si lo piensas mucho lo complicas más". Decidí que él era una de esas cosas que deseaba y que podría tener. Después de todo siempre obtenía lo que quería...<<casi siempre>>.

Cuando el aire pedía a gritos entrar por mis pulmones, separé nuestras bocas y permanecí con los ojos cerrados. Mi corazón parecía querer salirse de mi pecho, mi respiración estaba demasiado agitada y el que aún estuviéramos cerca no hacía más que ponerme nerviosa. Mis nervios aumentaron aún más cuando abrí los ojos y él me veía con una expresión realmente inexplicable, pero si tenía que adivinar diría que estaba molesto.

¿Qué haría? ¿Golpearme?

No. Definitivamente por su mente pasaban cosas contrarias.

Acercó una de sus manos a mi rostro y terminó pasándola por mi labio limpiando el líquido que brotaba de él. Estaba roto, Benyamin me mordió lo suficientemente fuerte para realizarme una herida, y que yo tuviera la costumbre de mordisquearme los cueritos de los labios solo hizo más fácil que la sangre brotara.

Aun con su mano sobre mi rostro, me acerco hacia su boca y volvió a unir nuestros labios en un sediento beso, del cual no quería escapar. Era furtivo, húmedo y de esos que hacen que un escalofrío recorra tu columna.

Un leve jadeo se me escapó sobre los labios de Blake cuando sentí su muslo presionarse contra mi núcleo. Aprovechando mi inconsciente acción para adentrar su lengua en mi boca y deslizarla junto a la mía.

Sus manos bajaron lentamente a mi trasero para apretarlo con rudeza, sin poder evitarlo un nuevo jadeo se escapó de mis labios.

Él sonrió burlonamente logrando molestarme. Por lo que dándole un leve empujón logré que se sentara en el sofá y no tardé en ponerme a horcajadas sobre él.

Soltó un gruñido cuando lo hice, porque froté nuestras zonas sin intención, pero al escucharlo, la idea de repetirlo cruzó mi cabeza. Y así lo hice. Moví mis caderas con lentitud sobre su polla. Se sentía tan bien que incluso a mí se me escapó un leve gemido y me fijé en como mi sonido involuntario lo descontroló.

Con frustración, me manipulo rápidamente para dejarme recostada sobre el sofá, con él sobre mí. Me di cuenta como se contenía, logré leer su lenguaje corporal y el deseo de dejar de ser suave en su rostro.

Deslizó su rostro hasta mi cuello para comenzar a dejar besos, mordidas y succiones en mi sensible zona. Mi respiración estaba entrecortada y mis dedos se enredaron en su cabello, de vez en cuando tironeando un poco de el.

La idea de tomar el control de la situación me invadió. Quería hacerlo, verlo debajo de mí y sentir que tenía el control sobre Benyamin, sentirme poderosa. Eso me gustaba.

—Déjame estar arriba— jadee mientras los besos que dejaba en mi cuello me hacían estremecer.

Solo se alejó un poco para musitar un ronco —No.

—Si. —Me queje frunciendo el ceño y el rio.

—Ni siquiera en esto podemos ponernos de acuerdo, ¿Verdad?

—Tú eres quien discute.

Dejó mi cuello para mirarme con sus ojos cafés y entonces note lo dilatadas de sus pupilas, como si hubiera consumido alguna clase de droga que lo mantuviera extasiado. Esos ojos que eran tan obscuros y misteriosos a la vez.

Estaba tan concentrada admirándolo que casi me sobresalto cuando con su seductora voz me da una tentadora propuesta. —Te propongo un trato; si voy ahí abajo y logró que te corras...Me dejas follarte como yo quiera.

Su propuesta logró tomarme desprevenida, pero no dejé que él lo notara. Sabía que su principal intención era molestarme o demostrar que lograba ponerme nerviosa. <<Y aunque fuera así>> no quería que lo notara.

—¿De verdad te tienes tanta fe, Blake?— me burlé repitiendo las palabras que había usado mi hermano.

El solo sonrió chasqueando la lengua como si mi reacción le hubiera divertido. Luego se acercó a mí lo suficiente como para dejarme sentir su cálido aliento sobre la piel de mi cuello y susurró:

—No fingías que no deseas que pierda mi lengua entre tus muslos, mocosa.

Esas palabras de su parte fueron suficientes para que aquel cosquilleo recorriera todo mi cuerpo. El imbécil logró hacerme estremecer con tan solo palabras y el estúpido apodo que me tenía.

Se apartó de mí esperando una respuesta de mi parte.

Realmente quería hacerlo. Me moría por un orgasmo y él estaba dispuesto a dármelo. Justo ahora, sin pensar en las consecuencias o en todo lo que pasaría si mi hermano se llegaba a enterar, realmente me parecía una buena idea.

—¿A qué juegas, Blake?— solté en un murmullo, sin confiarme demasiado en sus palabras. Debido a que parte de mi aun piensa que es una broma.

Él solo sonrió e ignorando mi pregunta, se levantó rápidamente del sofá. No podía quitarle un ojo de encima, me mantenía atenta a cada uno de sus movimientos. Me senté en el sofá, intentando descifrar qué haría, pero me llevé una sorpresa cuando Blake se puso de rodillas frente a mí y en un brusco movimiento separó mis piernas clavando sus dedos en mis muslos.

—¿Qué haces?— Pregunté sin intención alguna de evitar sus manos sobre mi piel.

—No dijiste que no. — arqueo una ceja. —¿O es que no quieres que lo haga?

Sí quiero.

No respondí, pero Benyamin pareció leer mis pensamientos y sujetando mis piernas con firmeza para que estas se mantuvieran separadas, comenzó a dejar besos por el interior de mis muslos. Eran lentos, tortuosos e iban subiendo lentamente logrando erizar cada zona de mi piel.

Sin duda él buscaba desesperarme y odiaba admitir que lo estaba consiguiendo.

Fuertes jadeos comenzaron a escaparse de mis labios, podía sentir el deseo por todo mi cuerpo y como mis bragas se humedecían cada vez más ante su tacto. Pero no fue hasta que su aliento rozó aquella zona húmeda en mis bragas, que logró hacerme soltar un fuerte gemido. Pero Blake se alejó.

Sus ojos cafés me miraron y una sonrisa maliciosa se posó en sus labios antes de meter las manos debajo de mi corto vestido y sujetar el elástico de mis bragas. —Me gustan.— murmuró, para luego tirar de ellas y hacerlas pedazos.

—Idiota.

—Un idiota que hace que te mojes— se burló antes de hundir su rostro en mi intimidad.

En cuanto sentí su lengua en mi humedad mi vientre se tensó y aquellos sonidos involuntarios salían de mi boca llenando el silencio de la habitación. Su lengua se movía demandante y satisfactoriamente sobre mi clítoris y también de vez en cuando se detenía para lamer mis jugos. Rápidamente, llevé una de mis manos a mi boca, para acallar los gemidos que se escapan de mis labios, evitando ser demasiado bulliciosa. Pero el rodeó mi muñeca con sus dedos, para evitar que lo hiciera.

—Pueden escucharnos— le reclamé entre jadeos.

—Me importa una mierda. Yo quiero escucharte. — comentó para rápidamente volver a lo que hacía. Comentario que sin duda sonó más a una orden.

Apretaba los dientes, mis piernas temblaban y mis manos estaban enredadas en su cabello. Inconscientemente me moví y él me sujetó con firmeza. Era la primera vez que alguien me hacía un oral y no sabía que se sentía tan bien. Mi corazón bombea tan fuerte que pareciera querer salirse de mi pecho y sentí como un orgasmo se construyó dentro de mí.

—Puedes correrte si quieres— se burló.

—Tú solo...—gemí —Jódete.

Sus labios en mi clítoris, su lengua en mi coño, mi cuerpo sintiendo demasiado placer, incluso más del que alguna vez había experimentado, era demasiado para mí. Podía sentir cómo cada uno de los movimientos de su boca no hacían más que acercarme a llegar al límite.

—Blake...v-voy a...— ni siquiera pude terminar la frase cuando mi cuerpo completo se agitó y solté un fuerte gemido. Mis piernas temblaban, mi visión era borrosa y mi espalda se arqueó mientras experimentaba un orgasmo como ningún otro que hubiera tenido.

No sabía que aceptar su propuesta me iba a gustar tanto.

Mientras tomaba tiempo para recuperarme, mi pecho se agitaba y dejaba escapar respiraciones superficiales, él se apartó de mí. Le di una rápida mirada e inmediatamente me sentí avergonzada, el rojo tiñó mis mejillas cuando lo vi pasar su dedo pulgar limpiando mis fluidos de su boca.

—Sabes muy bien —sonrió victorioso. —Eres...dulce, muy dulce, mocosa.

Esas fueron sus palabras antes de levantarse del suelo y comenzar a caminar por la sala, o más bien, fuera de ella.

—¿A dónde vas?— pregunté rápidamente algo desconcertada. Él solo me dió una sonrisa y se perdió por la cocina.

Rápidamente me levanté para seguirlo. Mis piernas aún temblaban un poco, pero logré avanzar hasta la cocina. Lo encontré con una sonrisa de suficiencia apoyándose en una de las encimeras.

—¿Qué haces?— repetí acercándome a él.

Sus ojos cafés me miraron de arriba abajo, pero a diferencia de otras veces ahora sabía lo que pensaba. Pues en sus ojos se podía palpar el deseo que sentía por tocarme.

—Probaba mi punto. —dijo con simpleza.

—¿Qué punto? —lo miré extrañada.

—Qué quieres más.

Estaba a punto de reclamarle, de decirle que no porque lo seguí hasta aquí significaba que quería más, que solo lo seguí porque luego de hacerme tener un orgasmo, dejándome confundida, se marchó.

—Quítatelo —ordenó jadeante.

—¿Qué?

—El vestido, quítatelo.

—Y-yo...

—No, Noemí. Sin peros, quítatelo.

Escuchar mi nombre en sus labios solo logró que me calentara más y sumisamente comencé a jugar con los tirantes de mi vestido, sabiendo que debajo de él, no llevaba brasier y que mis bragas rotas habían quedado olvidadas en el living. Mis pupilas veían como las suyas estaban pendientes de cada uno de mis movimientos, demostrando su impaciencia ante mi lentitud.

Con nerviosismo termine bajándolo y dejando caer aquel trozo de tela al piso.

Creí que me avergonzaría, que me sentiría insegura o que me cubriría, pero ni una pizca de vergüenza recorría mi cuerpo, no ante la forma tan fascinante en la que el me miraba mientras se quitaba la playera. Mi vista va a su marcado abdomen y los tatuajes que cubrían su piel. Quería saber la historia de cada cicatriz que ocultaba bajo la tinta en ciertas partes de su cuerpo, pero no era el momento, además sabía que tampoco lo tendría fácil porque él era muy reservado.

Cuando soltó su camiseta, me jalo hacia él para volver a besarlo. Esta vez se dejó guiar por mis movimientos por unos segundos hasta que separó su boca de la mía y comenzó a besar mi mejilla, dejando un camino de besos hasta mi cuello. Inconscientemente eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos para dejarle mi cuello a su total disposición. Sentí cada una de sus mordidas y succiones sabiendo que me dejaría marcas difíciles de borrar. Pero en ese momento no me importaba. Sus labios subieron nuevamente hasta llegar a mi oreja.

—Eres mía. — susurro.

"Eres mía"

Mi parte racional me decía que debía dejarle en claro que no soy propiedad de nadie, mucho menos de un hombre, pero mi yo con las hormonas alborotadas solo quería sentirlo dentro de mí.

—Ya quisieras que fuera tuya —respondí aún con la respiración entre cortada.

Él se apartó un poco y rió soltando aire por la nariz—Vamos a dejar una cosa clara— Llevó su mano hasta mi rostro y posó su dedo pulgar por sobre mis labios. —me perteneces, justo ahora. ¿entendido? — insistió —no es discutible—declaró con autoridad.

—¿Y si discuto? — desafíe.

—Pues vamos a tener problemas—dijo dejándome un corto beso en los labios antes de comenzar a desabotonar sus pantalones. Y mientras lo hacía mi mente divagaba y comencé a pensar en que debería mantenerme alejada de él, mantenerme alejada de la vida que mi hermano tenía, mantenerme alejada de los problemas. Pero lo deseaba. Lo quería tanto que era más que una necesidad. Quería que me follara y en esos momentos no estaba mi orgullo para impedirme rogar por ellos.

—Blake...

—Sigues añadiendo mentiras a tu lista — murmuró pasando sus dedos por mi tatuaje. Aquel que estaba en la zona de mi costilla, aquel que prometí sería el único porqué; dolió como el demonio y porque su significado era motivo de lágrimas para mí.

—Nunca dije que no tuviera uno.

—No te hagas la lista conmigo— espetó antes de sujetar mis caderas y sentarme sobre la mesa.

—No me hago la lista, lo soy.

—Si claro— susurró con cinismo antes de acercarse a mi oreja. Su mano rozaba mi muslo y cuando llegó a aquella zona que rogaba por su atención, me dijo:

—Eres una mocosa lista, que se mete con quien no debe.

Sus dedos comenzaron frotar mi palpitante zona. Mis uñas se clavan en sus bíceps dejándome llevar por aquel satisfactorio cosquilleo. Sentí como sus dedos se deslizaban hacia mis resbaladizos pliegues y gemí nuevamente al sentir como dos de sus dedos se insertan abruptamente en mi interior. Mi espalda se arqueó, mis caderas se movían ante la forma en que las yemas de sus dedos masajeaban mi feminidad. Apoyé mi cabeza sobre su hombro en un desesperado intento de reprimir mis sonidos y mis indefensas maldiciones.

Sus movimientos eran rápidos. Sus dedos se deslizan dentro y fuera de mi con facilidad debido a mis fluidos.

—¿Te gusta? — preguntó a pesar de saber la respuesta.

Yo solo encontré fuerzas para asentir con rapidez.

Siento como mis paredes comienzan a contraerse nuevamente, el golpeó aquel punto particularmente profundo y sensible dentro de mí que hace que se me haga imposible quedarme callada. Pero, entonces, cuando siento que llegaré a mi segundo orgasmo de la noche, él se detiene.

Con algo de desesperación, lo observe. Tomando su muñeca y la devolviéndola a mis muslos.

—Continua— exigí molesta.

—No— Se negó. — Recuéstate.

Ningún hombre había sido así de rudo, así de posesivo, así de dominante. Estaba más acostumbrada a provocar placer que a sentirlo. Pero creo que todas estas cosas se debían a que no lo conocía a él. No conocía a Benyamin Blake.

Sin protestar, recosté mi espalda sobre la fría mesa. Su mirada se cruzó con la mía antes de que sujetara mis muslos y de un jalón me acercara al borde de esta. Luego, escuche como dejó caer su pantalón, y sin aviso, percibí su miembro rozar en mi entrada, antes de que comenzara a adentrarse lentamente en mí. Sus manos sujetaron mis caderas con rudeza, mientras sentía un leve ardor por lo que agradecí que fuese gentil. No era mi primera vez, pero nunca había estado con alguien que tuviera un tamaño parecido al de Blake. Fue más intoxicante de lo que mis palabras podrían describir. Me percate de como fuertes jadeos escapaban de su boca y un gemido se deslizó entre mis labios mientras que el tocaba fondo en mi interior.

Abrí mis ojos encontrándome con los suyos. Asentí levemente dándole libertad de acción sobre mi cuerpo nuevamente.

Él solo jadeó para tomar mis manos y colocarlas por sobre mi cabeza antes de comenzar a moverse. Lentamente se retiró de mi interior y, tomándome por sorpresa, volví a sentirlo por completo dentro de mí.

Hizo esto un par de veces, disfrutando de cómo mi cuerpo se sacudía. Los músculos de mis piernas se tensaron a la vez que acelero el ritmo, arremetiendo mi cuerpo contra la mesa.

—Ah...

—Se siente tan bien estar dentro de ti— gruñó.

Lo hacía duro, rápido y a un ritmo impecable. Yo envolví mis piernas alrededor de su cadera, manteniéndolo cerca y forzándolo a entrar lo más profundo en mí. Lo único que se escuchaba en la habitación eran nuestros gemidos y el sonido de nuestras pieles chocando con brusquedad.

Pero en medio del placer, él se detuvo abruptamente y me giro, dejándome boca abajo. Antes de introducirse nuevamente en mí, me dio un fuerte azote en el trasero. Todos mis sentidos se recargaron cuando comenzó a empujar dentro de mí a la vez que repetía el proceso: Una fuerte envestida junto con azotes que estaban lejos de resultarme dolorosos, más bien me parecían extrañamente excitantes. Sus manos sujetaban mis caderas con fuerza desmedida y me empujaba hacia su cuerpo. No podía evitar gimotear ante cada una de sus fuertes movimientos que daba.

Podía sentir como un segundo orgasmo se apoderaría de mí, mis piernas temblaban vigorosamente y mis ojos se cristalizaron poco a poco. Blake no dejo de embestirme, cada embestida era más fuerte, violenta y placentera a la vez. Mi cuerpo se estremeció. La sensación de euforia se apoderó de mí, una lágrima brotó de mi ojo cuando me corrí y al mismo tiempo sentí su polla soltando chorros calientes de semen en mi interior. Fue entonces cuando caí en cuenta de que no nos habíamos protegido.

Salió de mí, dejando libre mi adolorido y debilitado cuerpo. Ahora lo único que se escuchaba en la habitación eran nuestras respiraciones intentando controlarse.

Mis piernas no paraban de temblar. Mi pálida piel estaba roja y adolorida debido a sus fuertes nalgadas. Note mi piel morada en la zona de mis muslos y mi cadera. Pero solo me preocupe de que tendría que cubrir los enormes chupones en mi cuello.

Al pasar un par de segundos me levanté débilmente, sintiendo como mis piernas temblaban y que en cualquier momento iban a flaquear.

Él rápidamente acarició mi brazo y me volteó para que quedáramos cara a cada.

Cuando noto lo débiles que estaban mis piernas no tardó en alzarme y sentarme sobre el borde de la mesa nuevamente. Apego su frente a la mía y ambos intentamos regularizar nuestra respiración, a pesar de parecer algo imposible de hacer.

—Eso fue...estuvo demasiado bien.—jadeo —¿Te gusto?.

Yo sin poder pronunciar palabra alguna, solo asentí.

Su vista bajo hasta mis muslos, al igual que la mía. Deslizó su pulgar por mi muslo interno, limpiando la forma en la que su semen escurría entre mis piernas.

—Cada vez que tu mirada se cruce con la mía quiero que lo recuerdes.

—¿Recordar que cosa?

—Que te hice correrte en el sofá con mi lengua, que te follé sobre la mesa, que es mi semen el que chorrea por tus muslos. Quiero que recuerdes que eres mía. Toda mía, justo ahora, mocosa.

Solté un pequeño jadeo antes de sujetarlo por la nuca y volver a unir su boca con la mía. El volvió a tomar el control perdiendo su lengua en mi boca con demandantes movimientos antes de sujetarme por los muslos y alzarme de la mesa para comenzar a caminar. No tardé demasiado en notar que nos dirigimos a la habitación en la que se estaba quedando.

Fue entonces que caí en cuenta que él aún no quería dar por terminada la noche.

Benyamin Blake

El ruido de mi teléfono me obligó a abrir los ojos perezosamente. Pestañeé un par de veces para acostumbrarme a la luz de la habitación.

Debería haber cerrado las cortinas para dormir hasta más tarde.

Cuando estaba dispuesto a levantarme y coger la llamada, un peso me lo impidió. Me costó un momento darme cuenta que el cuerpo de la mocosa estaba acomodado a mi lado. Su cabeza está apoyada sobre mi brazo y su mano descansaba sobre mi pecho, el aroma de su rubio cabello inundaba mis fosas nasales, olía muy bien. Sonreí involuntariamente al notar que llevaba mi camiseta y a la vez, los recuerdos de anoche se muestran en mi mente.

Realmente dormí muy bien, pero reprendo mis pensamientos cuando se me cruza por la mente que dormí muy bien debido a que ella estaba conmigo.

Comencé a escabullirme con delicadeza entre las sábanas y su cuerpo, para no despertarla.

Alcancé el aparato y rápidamente descolgué mientras me colocaba mis pantalones.

—¿Sí?

—Tengo algo que te puede interesar, Benyamin. Creo que encontramos a tu madre.
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