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Capítulo 17. / Tell me: Are you more afraid of the living or the dead?

Tell me — Are you more afraid of the living or the dead?

Noemí Higgins

—¿Qué haces, mocosa?— repitió luego de soltar una risita debido al susto que me había dado.

—Yo soy... ¿sonámbula?

—Casi te la creo— se burló.

Rodeé los ojos e intenté seguir con mi camino, pero él me evitó el paso. No tenía tiempo para lidiar con él.—Escucha, necesito salir. No me interesa si le dices a mi hermano, debo salir ahora— sé que soné desesperada, pero lo estaba. Ni siquiera quería detenerme a pensar que haría Aditya si lo dejaba plantado.

—¿A dónde vas?

—Es privado.

—¿A dónde?— repitió en tono autoritario.

—Al club— respondí con fastidio.

—¿Sí? Pues me parece estúpido que intentes irte a meter al club donde alguien intentó violarte, tu sola.

—Enserio, no tengo tiempo para lidiar contigo, necesito ir porque una amiga necesita algo. Si no se lo llevó podría pasarle algo peor de lo que ya le pasa.

Esa frase me confundió hasta mí.

Él me miró dudando unos segundos, pero terminó pasando junto a mí y diciendo. —Espera, me pondré una sudadera.

—¿Para qué?— lo mire con extrañeza.

—Iré contigo.

Estaba a punto de reclamarle y detenerlo, pero desapareció de mi vista antes de que pudiera hacerlo.

Sin duda mi forma de meterme en problemas es un don.

El camino al club estaba siendo realmente silencioso, la carretera estaba desierta y en algunas partes solo nos iluminaba el brillo de la luna. De no ser porque su teléfono no dejaba de sonar, quizás podría concentrarme en admirarla.

—¿Puedes contestar o apagarlo?, el ruido es realmente molesto.

El no dijo nada, solo tomó su teléfono y lo colocó en su oreja.

—No tengo tiempo ahora, Edwin...No, no lo sé...Si, estoy ocupado.— murmuraba a través del teléfono. Por su tono de voz no fue difícil predecir que la persona con la que hablaba no era de su agrado —No me estoy follando a nadie Edwin solo...Okey, okey, ¿sabes qué? iré por ti. ahora solo deja de meterte en problemas ¿Quieres?— espetó antes de colgar. —Gilipollas— musito entre dientes cuando dejó el teléfono.

—¿Qué pasa?

—Haremos una parada antes de llevarte al club.

—Pero...

—Queda de camino.

—Como sea, solo necesito que sea rápido.— pedí a la vez que el miraba como no podía mantener mi pierna quieta. Estaba ansiosa. Preparé un par de cosas que debía decirle a Aditya <<y aunque posiblemente me quede en blanco y las olvide>> seguía queriendo ir para entregarle la pastilla a Emma.

El camino continuó en silencio, de vez en cuando, me giraba para verlo conducir. Era inevitable aceptar que él era atractivo. Cada parte de su rostro parecía haber sido hecha con detalle, incluso sin tatuajes se vería atractivo, aunque me costaba un poco visualizarlo sin ellos. Mi vista fue a cómo sus manos sujetaban el volante y como pasaba los cambios, entonces el vago recuerdo de haberlo visto sin camisa cuando estaba en su habitación inunda mi mente. La forma en cómo me sujetó por la cintura, dispuesto a acortar la distancia de nuestras bocas, solo para terminar alejándose.

¿Por qué se acercó de esa forma si no iba a besarme?

Ahora mi mente me torturaba con escenas ficticias donde yo acortaba la distancia y tomaba la iniciativa de la situación, donde yo lo besaba en sus carnosos labios y él seguía mis movimientos con la misma intensidad. Pero entonces sujetaba mi cuello y era él quien comenzaba a tomar el control de mi cuerpo.

Estaba tan perdida en mis pensamientos que ni siquiera note cuando el auto se detuvo y la puerta de la parte trasera se abrió, subiéndose al auto un chico de buenos rasgos, con el cabello negro y que no pasaba de los 20.

Apretuje mis párpados intentando borrar aquella escena de mi cabeza y convenciéndome de que sería solo eso, una escena en mi cabeza. Mi mano busco aquella cadena que colgaba de mi cuello para comenzar a jugar con ella buscando distraerme.

—Hola— Nos saludó el chico. Podía sentir desde mi asiento su aliento a alcohol y por cómo se dejó caer en la parte trasera del coche, no fue difícil adivinar que estaba ebrio.

—Hola— respondí yo volteándome para dedicarle una sonrisa, mientras que Blake solo se dispuso a hacerle una seña con la cabeza que seguramente no alcanzo a ver.

—Esta es la última vez que lo hago, Edwin— dijo Blake molesto comenzando a andar nuevamente.

—Te diría que lo lamento, pero mentiría. Me divertí bastante. Las españolas son muuuuuuy, muy divertidas.

Por supuesto esa última frase iba en doble sentido y solo él se rio. Me sorprendía como Benyamin podía mantenerse serio a pesar de la circunstancia o las cosas que decía el pelinegro. Ya que cuando Edwin me preguntó que de donde era tuve que contener una pequeña carcajada al escucharlo intentar hablar inglés estando tomado.

—Ahórrate tus comentarios para tu padre. — le dijo Blake.

—Uy, estamos de malas— se burló—Dime, ¿Qué hace una chica tan guapa como tú con alguien como él?.— me intentó coquetear.

—Que...Original— me burlé yo — Pero no te esfuerces. No salgo con los idiotas que me secuestran, mucho menos con los amigos de mi hermano.

El chico me hizo una cara de desagrado —Los dos son igual de amargados, con razón se agradan.

—Ella no me agrada— respondió Benyamin al mismo tiempo que yo decía —Para nada me agrada.

Ambos al terminar de hablar cruzamos la mirada por unos segundos antes de que volviera su vista a la calle.

Sin duda esto era una muy mala idea.

Caminé por el lugar intentando chocar con la menor cantidad de gente posible. La música como siempre estaba demasiado fuerte, las luces neón iluminaban toda la repleta habitación y la barra estaba llena. Quería llevarle la pastilla a Emma antes de encontrarme cara a cara con Aditya. Necesitaba asegurarme de que pasara lo que pasara, Emma estuviera tranquila y con su inquietante problema solucionado.

Se me revolvía el estómago de solo pensar en que quizás encontraría a las chicas con algún imbécil y que no podría hacer nada más que ignorarlo.

El pensamiento de lo que estuvo a punto de ocurrir la última vez que estuve aquí inunda mi mente.

Solo espero no encontrarme con Samuel, mucho menos a solas.

Pero, para mi mala suerte, él estaba charlando con el guardia de la puerta que llevaba a las habitaciones, entorpeciendo mis planes. Eso confirmó mis sospechas de que las chicas estaban...ocupadas.

Una nueva idea pasó por mi mente. Solté un suspiro frustrado y me volteé dándole la espalda, esperando que no me viera.

Cambiando mi dirección, continué pasando entre las personas dirigiéndome al despacho de Aditya. O mejor dicho el lugar donde se mantenía escondido cuando había personas que pudiesen reconocerlo. El Dios del club tenía miedo a que descubrieran su secreto.

En cuanto el chico de seguridad me vio, no tardó en dejarme pasar a su zona privada. Llevaba demasiado tiempo viniendo aquí y conocía cómo funcionaba todo, y a la vez, en cada ocasión en la que se me permitía venir no podía sentirme más perdida.

Aquel lugar estaba silencioso, como cada habitación de aquí tenía las paredes suficientemente gruesas como para que no pasaran los ruidos del exterior. Divise la puerta de su despacho pensando en cómo negociar con él, o mejor dicho como hacer que deje de lastimarme y lastimar a mi familia sin el más mínimo escrúpulo. Pero antes de acercarme lo suficiente, la puerta se abrió y una conocida cabellera pelinegra salió de la habitación dando un portazo.

—Gaby— le sonreí y me dirigí rápidamente hacia ella, pero me llevé una sorpresa cuando ella no parecía feliz con mi presencia. Su mirada parecía desorientada y era notorio que sus ojos estaban rojos.

—¿Qué haces aquí?— me miró con preocupación y sujetó mi antebrazo con fuerza.

—Aditya quería verme y le traje esto a Emma— respondí con rapidez sacando la caja de la pastilla del bolsillo de mi chaqueta para entregársela. —Las instrucciones están allí, pero minutos después de que la ingiera, sangrará y tendrá un dolor de cólicos que...

—Noemí, debes irte.— me detuvo —Él está enojado y créeme cuando te digo que es mejor que lo dejes plantado.

Ella se veía asustada, sus ojos estaban cristalizados y cuando mi vista se fijó en su ropa, noté que su vestido estaba roto y que sus brazos tenían enormes hematomas que resaltaban en su pálida piel.

—¿Él te los hizo?— pregunté, pero ella solo me ignoró.

—Hablo enserio, vete de aquí— me ordenó al borde de las lágrimas.

Mi cuerpo completo se estremeció al verla así. La niña a la que le prometí sacarla de aquí intentaba protegerme, a pesar de no haber cumplido mi promesa. Y eso no podía hacerme sentir más culpable, en especial cuando aún no le decía que, la chica pelirroja de la que me pidió averiguar estaba muerta.

—Noemí— murmuró una voz detrás de mí sacándome un leve sobresalto. Sabía perfectamente que era él, así que de inmediato obligue a que Gaby escondiera la pastilla entre sus manos.

Ella negó débilmente con la cabeza, rogándome no ir, pero ya era demasiado tarde para eso. Él ya me había visto y quisiera o no teníamos temas de qué hablar.

—Hola— me volteé con rapidez mirándolo.

—Te estaba esperando— murmuró señalando su despacho. Yo solo asentí y comencé a dar lentos pasos en su dirección.

Cuando llegué a la puerta, me detuve y miré a Gabriela quien aún me veía con una expresión asustada. Le sonreí intentando darle confianza cuando ni yo misma la sentía, y armándome de valor, entre.

Él también lo hizo y cerró la puerta.

Me paré en frente de su gran escritorio, dándole la espalda a la puerta y escuché como sus pasos se aproximaban hacia mí con decisión. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando su mano llegó hasta mi oreja para tocar mi cabello y parte de mi nuca.

No tarde en apartar mi cuerpo de él con rapidez. Me repugnaba demasiado. Era como si cada vez que lo veía reprodujera todas las imágenes de cada cosa que hizo para lastimarme en mi cabeza. Y sin duda las más recientes eran las peores.

—¿Cuándo acabará todo esto?— Solté de repente y solo rio soltando aire por la nariz. Para ponerse frente a mí y apoyar su cuerpo en el escritorio.

—Dámelo— ordenó sirviendo un poco de whisky en su vaso con hielos.

No tarde demasiado en sacar el cd y arrojarlo bruscamente sobre el escritorio. —¿Por este maldito pedazo de plástico asesinaste a alguien?— él continuó en silencio y solo se limitó a hacer tintinear los hielos antes de dar un corto sorbo a su vaso. —¿Cuándo dejarás de meterte en mi vida? ¿Cuándo dejarás de lastimar personas solo para mantenerme junto a ti? ¿Cuándo dejáras de secuestrar niñas para traerlas a la prostitución? ¿Cuándo mi vida volverá a la normalidad?.

—Solecito, no es mi culpa. Yo solo traigo al mercado lo que más vende.

—¿Lo que más vende?— me burlé —Tu secuestras chicas de sus países, amenazas con matar a sus familias y las obligas a tener relaciones con los imbéciles que tu decidas convenientes. ¿Eso es lo que más vende?.

—Algunas de sus familias me dan consentimiento, algunas no tienen familia.— sonrío — Es sencillo, ellos me deben dinero y a cambio me dan alguien con quien puedo lucrar.

—El consentimiento no se paga. — solté con rabia — y ellas no son "algo con lo que puedas lucrar" ¡Son niñas, joder!. Y yo también lo era cuando me hiciste partícipe de toda tu mierda.

—Noemí— me nombró con tono de advertencia. Pero sus palabras no me detuvieron. —Intentas excusarte con argumentos basura, pero la verdad es que eres ambicioso, egoísta y un maldito asesino.

Una fuerte bofetada llegó a mi mejilla antes de que siquiera fuera consciente de ello. Lleve rápidamente mi mano a mi rostro en un desesperado intento de aliviar el ardor que está me provocó.

Jadeé con furia y lágrimas en mis ojos. Lo odiaba.

Me hizo odiar esta ciudad, me hizo odiar parte de mí misma y mis sentimientos, me hizo odiar saber que en el fondo estaba condenada a permanecer junto a él. Porque de lo contrario acabaría con cada una de las personas que me importaban.

La peor parte es que no podía hablar mal de él, nunca, con nadie. Y que cada vez que Aditya hacía algo para demostrar su poder solo lograba que yo le temiera más.

La mayoría de personas le teme a cosas intangibles. Al futuro, al fracaso, a la soledad, o que algún fantasma esté merodeando por su casa. Pero, creo que cuando tu mayor miedo se vuelve tan real como lo es un ser humano, te das cuenta de que las cosas a las que le temías antes no eran tan graves o importantes como esa persona que está frente a ti.

Mi mamá usaba la frase "hay que temerles más a los vivos que a los muertos".

Siempre fue una persona creyente y de las que asistían a la iglesia cada domingo. Nunca logré comprender sus creencias con total claridad, pero ahora, comprendo la verdad detrás de esa oración.

Le temía tanto a la persona delante de mí que, en lugar de pensar en defenderme, el único deseo que pasaba por mi mente era que no me quedara marca alguna para no tener que darle explicación a nadie sobre lo que pasó.

Aditya llevó una de sus callosas manos a mi cabello y luego puso aquel mechón que siempre caía en mi rostro detrás de mi oreja. —Las niñas inteligentes saben cuándo cerrar la boca.

—Quizás no soy tan inteligente como crees.

Él se rio —Sí lo eres, por eso eres mi favorita —No le respondí y eso pareció gustarle, pues se acercó más a mí y yo solo cerré los ojos sintiendo su aliento en mi piel —La cosa es simple; si quiero que vengas, vienes. Si quiero que saltes, saltas. Si quiero que te disculpes, te arrodillas y pides perdón. Y no me hagas repetirlo.

—Ya tienes el cd. Por favor deja a Scarlett en paz. Despídela de aquí, ella no sabe nada de ti o de las chicas. —implore mirando sus ojos que tenían una mirada hostil.

Benyamin Blake

—Entonces...¿Te la follaste?.

—¿A quién?

—Por favor Benyamin — se burló.

—No sé de qué hablas.

—Vamos— insistió. — Reconozco la cara de alguien cuando desea algo. Tengo ese don.

—Ojalá tuvieras el don de ser de los borrachos que se duermen — le contesté con fastidio, debido a que no había dejado de hablar en todo el tiempo que la mocosa estaba en el club.

—Mi punto es que debes alejarte de ella. Se ve que a pesar de Nahim, ella tiene una vida normal.

—¿Y por eso estamos aquí? ¿No?— escondí mi enojo ante su comentario con mal sarcasmo.

—Quizás tiene sus secretos, como todos, pero vive en una casa normal, va a la universidad, de seguro hasta sus amigos en la escuela son ordinarios. Es una ciudadana común en la sociedad.

—No siento nada por ella. Y aunque lo hiciera, (que no es así)— especifique— jamás dejaría a alguien entrar en este tipo de vida.

—¿Una vida llena de lujos?.

—Una vida donde detrás de cualquier puerta que abras puede haber alguien con un arma esperando matarte.

Él asintió dándome la razón — De igual forma te la puedes follar, digo, sin que Nahim se entere claro.

Esta frase hace a mi mente llevar a volar mi imaginación.

La visualizo jadeando debajo de mí, su cuerpo completamente desnudo a mi merced, pasando mis manos por su piel, escuchando el sonido de como cada toque de mis dedos le provoca un gemido, su voz jadeante pidiéndome más, sus uñas clavándose en mi espalda, sus ojos verdes mirándome con inocencia mientras la embisto, una, otra y otra vez...

Detengo mis pensamientos al sentir una punzada en mi masculinidad. Una como esas que tanto me costaba controlar cuando ella estaba cerca.

—No me la voy a follar. Jamás traicionaría de esa forma la confianza de Nahim.

—Traicionas su confianza guardándole secretos a ella, follartela solo haría que el enfado de Nahim valiera la pena.

El sonido de golpes en el cristal del auto me logra sobresaltar. En cuanto mi vista ve la ventanilla del copiloto no tardó en quitarle el seguro a la puerta y ella se sube con rapidez.

—Gracias— murmuró colocándose el cinturón de seguridad.

Puse de inmediato el auto en marcha, con el propósito de llevar a Edwin a su hotel y a la mocosa a su casa. Pero no dejó de parecerme extraño su silencio y como jugaba con aquel cuerito alrededor de sus uñas.

—¿Todo bien?.— pregunté fingiendo no despegar la vista de la carretera.

Ella solo asintió. Pero claramente mentía. Una parte de mi creía que Samuel había intentado algo otra vez, pero de ser así no hubiera lucido tan calmada cuando salió del club.

¿Y si fue Pietro el que hizo algo esta vez?

Tenía la duda, pero no pregunté. Sabía que no tenía esa confianza con ella y, de cualquier forma, presionarla para que me dijera algo solo le haría daño.

Conduje hasta el hotel y llamé a los guardias que deberían estar cuidando al príncipe de Japón para que bajaran por él. No tardaron en llegar y llevárselo a rastras. Todo el resto de camino transcurría con normalidad, pero por alguna razón, precisamente esta noche mi curiosidad estaba al límite.

—¿Estás segura de que todo está bien?— insistí.

—Si— murmuró nuevamente sin mirarme. Entonces negó con la cabeza por unos segundos como si estuviera pensando si decir algo o no, me lleve una sorpresa cuando se decidió a hablar —En realidad no, no estoy bien yo.... Él me dijo algo que...Necesito que respondas una de mis preguntas... ¿Estuviste presente mientras la mataban?

Su pregunta logró hacer que me tensara —No sé de qué...

—La pelirroja del club.

—Y-yo...solo vi como Samuel la golpeaba.— me sinceré con resignación.

—¿No pensaste en ayudarla?, quiero decir; Lo hiciste por mí, ¿porque no ayudarla a ella?

—Es diferente.

—¿Qué diferencia hay entre ella y yo?— noté como su enfado hizo que alzara un poco la voz —ambas éramos chicas siendo agredidas por un imbécil. El mismo imbécil.

—A ti te conozco.

—No es verdad. No sabes nada sobre mí, así como yo no sé nada sobre ti. Y aunque no lo hicieras, ella no tenía culpa alguna de lo que pasaba.

—Tu hermano me pidió que te cuidara...

—¿Sí?, pues la próxima vez elige a alguna chica del club para ser rescatada en mi lugar. Porque te aseguro que ellas ya sufren lo suficiente.

No volví a contestar. ¿Que se suponía que respondiera a eso?. Ambas situaciones fueron diferentes. Mientras que ella solo estaba con Samuel, la otra chica estaba con Pietro y en un lugar rodeado de guardias. Comenzaría una guerra y Nahim estaba allí.

En cuanto llegamos a la casa, ella se quitó los zapatos en la entrada mientras yo cerraba la puerta. El lugar seguía en completa oscuridad, por lo que agradecí internamente que nadie notara nuestra ausencia en la casa.

Luego de nuestra incómoda conversación nadie había pronunciado palabra. Seguramente ella estaba molesta y pensaba lo peor de mí. Ni siquiera se volteó a verme cuando comenzó a avanzar por el pasillo.

Solté un suspiro y con algo de remordimiento la sujeté por el brazo deteniéndola y haciéndola girar hacia mí, quedando frente a frente antes de que su rostro me diera una mirada de confusión.

—Tienes razón. — susurré. —Debí haber hecho algo, pero solo estábamos Nahim y yo contra todos los del club. No había forma de que eso resultara bien y no iba a arriesgar a tu hermano de esa forma, no iba a arriesgarme de esa forma a asesinar a mi mejor amigo.

No cuando ya perdí a mi padre.

En cuanto termino de hablar, ella entreabrió sus labios para decir algo, pero sin escucharla pase junto a ella dirigiéndome a la sala.

En cuanto me senté en el sofá y apoyé mi cabeza en el respaldo de este, cerré mis ojos con cansancio. Odiaba eso, sentirme cansado, pero en cuanto me proponía dormir, cualquier rastro de sueño desaparecía de mi cuerpo.

Dejé escapar un pequeño suspiro antes de sentir como un peso se sentaba junto a mí.

—¿Qué haces?. Deberías ir a dormir.

—No tengo sueño— se encogió de hombros. —Además creo que esta vez si te debo un "gracias" de mi parte. Así que, gracias.

—Bien, como forma de agradecimiento quédate en silencio.

—De verdad te importa mi hermano, ¿verdad?— susurró por lo bajo removiéndose en el asiento buscando más comodidad.

Entonces tuve que obligarme a mover mi vista, debido a que me fijé la forma en la que su corto vestido se levantaba lentamente cada vez que se movía. El recuerdo de verla usando solo una playera y bragas viene a mi mente con rapidez. El cómo sus pezones se notaban a través de la ligera tela que la cubría y como sus piernas estaban completamente desnudas dejando ver su pálida piel.

—Es lo más parecido que tengo a un hermano.

—Si quieres te lo regalo.

Eso me hizo reír un poco.

—¿Quieres fumar?— preguntó de repente con cierto tono entusiasta que logró fastidiarme. Sin duda ella y la palabra "silencio" no se llevaban.

—Deberías dejar de consumir esa mierda, se te morirían las pocas neuronas que te quedan.

—Ja Ja— dijo sin gracia —¿Entonces es verdad?

—¿Qué cosa?

—Que cuando envejeces te pones amargado.

—¿Me estás llamando viejo?

—Tú me llamaste tonta.

—Bien. Estoy envejeciendo y quizás mi sentido del humor es vago — acepté — pero eso no te quita lo tonta.

—No me llames así— se quejó lanzándome uno de los cojines, pero fui más rápido y lo logré atrapar.

— Además de increíblemente tonta, también eres lenta, mocosa.

— Solo no te golpeé con el cojín porque no quise.

Solté una pequeña carcajada y la miré de arriba abajo con suficiencia. Esto pareció molestarle bastante. Alzó su cuerpo del sofá y se paró frente a mí.

—¿Cómo va tu investigación? —preguntó cambiando de tema y cruzándose de brazos.

Del asco y cada vez más confusa.

Ella pareció descifrar mi pensamiento y solo me dedicó una sonrisa burlona —Benyamin, Aditya jamás te dejará acercarte a las respuestas que buscas. Porque tú no estás en su juego.

—Pareciera que lo conoces bien.

—Más de lo que me gustaría.

—¿Qué haces con él?

—Creí que era muy tonta y que debía quedarme en silencio. ¿De pronto te dieron ganas de hablar?— dijo en un tono cínico.

Al escuchar sus palabras no tardé en levantarme del sofá, notando que ella se había puesto frente a mi para parecer más intimidante. Ella no retrocedió ni un paso, pero note como soltó sus brazos colocando uno a cada lado de su cuerpo y su rostro se relajó. Sin duda la diferencia de altura me ayudaba en estos casos, en especial cuando ella me llegaba por debajo del hombro.

—¿Te crees intimidante?

—No lo sé, Blake ¿te intimido?— murmuró subiendo su mano con lentitud para detenerla en la altura de mi cuello. Su vista bajo de mi rostro a mi cuello antes de comenzar a pasar la punta de sus dedos por mi tatuaje.

—Ni un poco— Respondí rodeando su muñeca con mis dedos.

Sus ojos vieron nuevamente los míos y nuestros rostros estaban demasiado cerca. Mi vista bajo hasta sus labios. Eran rosados y regordetes, por alguna razón me pareció que pedían a gritos ser devorados.

—Ya me había parecido demasiado raro que no hicieras preguntas.— susurro.

—Ya me había parecido demasiado raro que me no me resultaras fastidiosa.

En cuanto terminé de decir eso me dispuse a obedecer a mi conciencia y a alejar su cuerpo del mío, pero antes de que lo hiciera, ella me sujetó por la nuca y antes de poder reaccionar apego sus labios a los míos.

Movió sus labios en busca de mi respuesta con desesperación. Lo primero en lo que pensé fue en apartarla, en sujetarla y separar nuestras bocas, pero en cuanto comencé a enfocarme en la forma en que sus labios rozaban los míos, un instinto casi animal me invadió. Mordí su labio inferior sin ser consciente de mi fuerza y logré separar sus labios, encontrando su lengua y así poder comenzar una lucha entre ellas. Ambos luchábamos por el dominio de la situación, podía sentir como su deseo por liderar la hacía esforzarse. Pero ser un chico sumiso jamás fue lo mío.

Lleve una de mis manos a su cuello, notando como el metal de mis anillos sobre su piel la hizo estremecer

No estaba siendo tierno, mucho menos suave. Era brusco y con cierto grado de salvajismo que logró sorprenderla. Todo su cuerpo temblaba ante mis dominantes movimientos. No tardé en separar sus piernas con mi rodilla y mi mano libre se posaba en su cintura, evitando que se alejara demasiado de mi cuerpo. Una leve punzada invadió mi masculinidad y besarla no me estaba pareciendo suficiente.

Ella no tardó en ponerse de puntillas para poder besarme mejor, sus brazos rodearon mi cuello en un desesperado intento de acercarse más a mí y no la detuve.

Ni siquiera logré distinguir cuánto tiempo había pasado antes de que la necesidad de respirar nos invadiera. Ella no abrió los ojos, mientras que yo los abro de golpe viendo como la mocosa lucha por controlar su agitada respiración. Y al verla caigo en cuenta del lío en el que me acabo de meter.

Sus ojos verdes se abren y me miran con inocencia y sumisión. Sus labios permanecían entreabiertos, pero no dejó salir palabra de entre ellos.

Mirar a la chica que atormentaba mi mente, que me hacía dudar, tan dispuesta a ser devastada y a desnudarse frente a mí, me llevó a convencerme de que; en ese momento la deseaba lo suficiente como para asumir las consecuencias.
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